En un corto evento, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición le hizo entrega al país del Informe Final que se sirvió de más de 15 mil entrevistas y 730 casos investigados a profundidad para explicar las causas del conflicto armado, establecer responsabilidades y proponer salidas a la continudad de la guerra.

Como si se tratara de la última de las funciones de la mejor obra de teatro de la historia reciente, la Carrera Séptima, pleno centro de Bogotá, estaba llena de rostros afanosos por entrar al Teatro Jorge Eliecer Gaitán. Después de largas filas, las pisadas de centenares de personas se deslizaban sobre la alfombra violeta y las tablas de madera del recinto. 

Líderes y lideresas sociales, investigadores, miembros de organizaciones de la sociedad civil, congresistas y otros seguidores del trabajo de la Comisión de la Verdad (CEV) buscaban un sitio en el auditorio. Con parsimonioso desorden, centenares de personas que han dedicado su vida a construir país desde diversos procesos sociales y territoriales se volvían a encontrar, esta vez para encontrar las respuesta a una pregunta: ¿por qué ocurrió la guerra?  

Todos querían ser comensales de la verdad, pero cuando el evento empezó, la mayoría aún no se enteraba que la jefe de prensa de la Comisión, Martha Lucía Martínez, en un vestido verde pistache frente al atril, introducía la presentación. 

Cuando al fin el protagonismo del auditorio parecía recaer en el escenario, un público reaccionario abucheaba y vitoreaba a la vez, robándose la atención, interrumpiendo el evento y recordando que la inmensa investigación que la CEV hizo por casi cuatro años tenía en el centro a las víctimas y ahora, para cerrar el proceso, las tenía sentadas en el auditorio.

Los abucheos cobraron fuerza cuando se anunció que el saliente presidente de la República, Iván Duque, se había excusado por no asistir, pues cumplía una cita en Lisboa, Portugal, en la Segunda Conferencia de los Océanos. Los aplausos fueron para el nuevo presidente electo, Gustavo Petro, y la vicepresidenta, Francia Márquez, quienes estaban bien instalados en la tercera fila del teatro que lleva el nombre del caudillo cuyo asesinato, el 9 de abril de 1948, ocurrido muy cerca de allí, marcó el destino violento del país. 

En su intervención inicial, el sacerdote jesuita Francisco De Roux, presidente de la CEV, advirtió en sus primeras palabras que el informe traía verdades incómodas que desafiarían la dignidad de los colombianos. 

“Lo hacemos a partir de la pregunta —dijo recordando su formación religiosa— que ha cuestionado a la humanidad desde los primeros tiempos: ‘¿En dónde está tu hermano?’ Y desde el reclamo perenne del misterio de justicia en la historia: ‘La sangre de tu hermano clama sin descanso desde la tierra’”.

En su discurso, diseccionó a Colombia, como si se tratara de un cuerpo agonizante por una guerra que parece no tener fin. Y los datos reflejan esa gran tragedia nacional. De acuerdo con las investigaciones de la CEV, por lo menos 450.664 personas han perdido la vida a causa del conflicto armado entre 1985 y 2018, que puede aumentar a 800 mil víctimas si se tiene en cuenta el subregistro.

La década con más víctimas es la que va de 1995 y 2004, cuando, según la CEV,  se registraron el 45 % de las víctimas, equivalentes a por lo menos 202.293 víctimas. En ese periodo se escaló a lo largo y ancho del país la guerra paramilitar contra la insurgencia.

Sobre los responsables, el Informe Final estableció que en un 45% (205.028) víctimas de esos hechos fueron responsabilidad de grupos paramilitares; en un 27% (122.813 víctimas) grupos guerrilleros; y de agentes del Estado en un 12% (56.094 víctimas).

En diversas regiones del país se instalaron 28 Casas de la Verdad para escuchar a las víctimas del conflicto armado, que abarcó a más de 30 mil voces y más de mil informes de la sociedad civil.

“¿Por qué el país no se detuvo para exigir a las guerrillas y al Estado parar la guerra política desde temprano y negociar una paz integral?”, se cuestionó De Roux. Fue una pregunta que buscaba comprometer a todos quienes lo oían y quienes no querían escucharlo. 

Como lo prometió, con la verdad que le presentaron al país buscaron confrontar a todos los colombianos y los lugares desde donde pudieron parar la guerra y no lo hicieron:  funcionarios, guerrilleros, obispos, paramilitares, políticos, empresarios, militares. Todos con grados de responsabilidad. “¿Cómo nos atrevimos a dejar que pasara y a dejar que continúe?”, sentenció el sacerdote. A un corto silencio, le siguió una lluvia de aplausos.

Al escenario subió el presidente electo Gustavo Petro. Ante la ausencia de Duque, el sacerdote De Roux le entregó al futuro mandatario un bloque de hojas que conforman las 896 páginas del capítulo de Hallazgos y Recomendaciones, que condensa la labor de los comisionados y de los investigadores, y que tendrá el compromiso de adoptar a través de diversos mecanismos, algunos de ellos directamente y otros impulsando trámites legislativos. (Leer más en: Colombia, ante el espejo de la verdad)

“Creo que este esfuerzo que hoy se entrega al país no puede ser considerado la verdad. En la aproximación a la verdad no puede ser considerada como un espacio de venganza, como si fuese una extensión de las mismas armas vueltas palabras, vueltas ideas, vueltas concepciones e interpretaciones de lo que ha acontecido, vueltas relatos narraciones de tanta personas, miles quizás que construyeron este informe. No puede ser un espacio de venganza”, dijo Petro.

Durante la segunda intervención del sacerdote De Roux, decenas de voces irrumpieron su discurso. El prelado guardó silencio para escuchar las demandas de quienes vociferaban. Una mujer se levantó y gritó tan fuerte como pudo: “¡No olvidamos el magnicidio de la Unión Patriótica y el movimiento Gaitanista!”. Presionado por dar respuestas y calmar los ánimos, contestó: “La Comisión de la Verdad ha tomado muy a fondo el genocidio contra la Unión Patriótica y ha abordado la historia que María acaba de expresar, y el archivo gaitanista para nosotros es muy importante”. 

A la voz de María, se sumaron otras más: “¡Por las víctimas de violencia sexual!”; “¡Nuestros hermanos árboles a diario están cayendo en la Amazonía. No vamos a parar, vamos a defender la Amazonía!”; “¡No más asesinatos de líderes y lideresas sociales!”.

Se trataban de las voces de una sociedad que clama por verdad y reconocimiento, buscando ser vistas por el país y para que el Informe Final las reconociera como una de las luchas más recientes en el país y que se escapan de la posibilidad de ser narradas en el ejercicio de memoria realizado por la CEV pues escapaba a su periodo de análisis.

Finalmente, el sacerdote enumeró 19 peticiones al país. Entre ellas: no matar por ninguna razón; reconocer a las víctimas; que la juventud tome un papel activo en la búsqueda de la verdad; restablecer los diálogos con el Eln; frenar la impunidad judicial; hacerle frente al fracaso de la guerra contra las drogas y la permeación del narcotráfico en todos los aspectos de la vida en el país; dar condiciones dignas al campesinado; y respetar la diferencia y minorías.

“Un día quienes estamos aquí nos iremos definitivamente. Que no nos vaya a llegar la partida estando los unos separados de los otros. Que podamos irnos felices, porque dejamos una nación en manos de ustedes jóvenes de la verdad y del futuro, una Colombia apasionada por la vida, donde no habrá más odios, ni muertes violentas ni guerras inútiles. Lo podemos hacer. Lo vamos a hacer”, concluyó quien en par de meses dejará de ser el presidente de la Comisión para ser una voz más del legado del Informe Final.

Tras culminar el discurso del padre De Roux, la agrupación Bombo Negro amenizó con sus melodías ancestrales del Pacifico Sur colombiano el cierre del evento. Isabela Sanroque, firmante del Acuerdo de Paz, estaba con dos de sus compañeras comentando el discurso.

“En el proceso de reincorporación tenía muchas expectativas del Informe Final y el padre Francisco De Roux nos conmovió a todos porque logró describir la realidad de la guerra y encaminar hacía la convivencia y la construcción de la paz”, afirmó sorprendida. 

Por las escaleras del auditorio bajaba Giovani Yule, líder Nasa del Consejo Regional del Cauca (Cric), emocionado por escuchar al equipo de la Comisión de la Verdad y con la expectativa de que llegue la reconciliación a cada rincón del país.

“El acuerdo entre las extintas Farc y el gobierno nacional es un primer paso. Ahora es el momento de organizar una propuesta de paz integral que involucre a todos los actores armados al margen de la ley, así como a todos los sectores que alimentan la guerra en Colombia porque tenemos que pasar de ese proyecto de muerte a consolidar un proyecto para la vida”, expresó, esperanzado. 

Voces fuera del auditorio

En las afueras del teatro Jorge Eliécer Gaitán y en la plaza Bicentenario se concentraron cientos de personas para escuchar el evento. Foto: Karina Gómez.

“¡Qué lindo ser testigo de esto!”, dijo una mujer mientras abrazaba a un amigo que se había encontrado en el lobby del teatro. Todos los testigos presenciales de la entrega tenían conversaciones pendientes y muchos se iban dispersando por el centro de la ciudad con algún colega. 

A Rodrigo Uprimny, investigador y cofundador del centro de estudios y litigio Dejustica, le quedó rondando en la cabeza el juego de palabras que el sacerdote De Roux dijo en el evento: “No es que la verdad le pertenezca a la Comisión, sino que la Comisión le pertenece a la verdad”. Una frase que insiste en la idea de que este gran documento que la institución le está presentando al país es un relato más, muy riguroso, que debe ser contrastado e interiorizado por el país. 

“En muchos eventos de la Comisión cuando entraba uno le entregaban un espejo porque yo creo que el mensaje de la Comisión es que el informe es un espejo en que la sociedad colombiana tiene que mirarse para ir hacia adelante. No es la única verdad, ahí nos miraremos, ahí hay hallazgos y recomendaciones; y hay una mirada al pasado, pero también una apuesta de futuro. Tenemos que enfrentar esas verdades que nos hemos ocultado y a partir de esas verdades mirar hacia el futuro”, señaló Uprimny. 

Desde el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (CAJAR), el abogado Sebastián Escobar espera que el resultado de casi cuatro años de investigación tenga un impacto considerable en la sociedad: “Importante también la presencia en el recinto del presidente electo, creo que marca desde ya un compromiso con la implementación de las recomendaciones del informe”.

Los exiliados a causa del conflicto armado también estuvieron presentes. Rosa Mary Belalcázar, líder comunitaria, coordinadora de la Comisión Étnica Afrocolombiana Internacional y directora del Centro Proyecto Humanitario Etnocultural en Canadá, estaba ilusionada con los retos que enfrenta Colombia tras las recomendaciones que elaboró la Comisión de la Verdad. 

“Nosotros, las comunidades étnicas que residimos en el exterior y sufrimos la guerra,  aportamos en la construcción del Informe Final y hoy queremos avanzar con este maravilloso trabajo. Así que nos introducimos abrazando con autonomía, inclusión y esperanza este proceso”, señaló. 

Con lágrimas de regocijo, Víctoria Neuta, lideresa indigena y delegada del enfoque de género para la implementación del Acuerdo de Paz, afirmó que lo que más necesita el país es que las víctimas se sientan escuchadas: “De aquí en adelante el compromiso es trabajar en los territorios con las víctimas, darles el espacio para hablar y conocer cómo quieren la implementación de esas recomendaciones del Informe Final”. 

Rodrigo Lóndoño Echeverri, exjefe de las extintas Farc, salió del teatro con premura acompañado de sus hombres de seguridad. Tanto en las entrevistas que dio a los medios de comunicación, como desde la lejanía de las cámaras, se  le veía satisfecho. Y ¿Cómo se siente el otrora máximo jefe de ese grupo guerrillero tras la entrega del Informe Final?

“Muy emocionado. Creo que logramos llegar a la meta que nos habíamos propuesto, ahora tenemos el premio de montaña y hay que escalarlo que es la paz total”, respondió con intensa alegría. 

Poco a poco el teatro se fue desocupando y despidió con el cierre de sus puertas la anhelada entrega del Informe Final que, por más de cuatro años, tuvo expectantes a los colombianos y  la comunidad internacional. Sobre la carrera séptima, a través de camisetas y banderas que decían ‘Hay Futuro Si Hay Verdad’, se identificaba a quienes se dirigían hacia el Parque Bicentenario —ubicado sobre la calle 26— a celebrar.