En Caucasia le apuestan a la paz territorial

      
Desde hace cinco años los habitantes de este municipio del Bajo Cuaca Antioqueño han realizado un ejercicio para generar consensos y acuerdos políticos sobre los temas asociados al conflicto armado. El proceso se consolidó en un Comité Cívico por la Paz.

apertura-5-puntos-restitucionDurante los foros se desarrollaron espacios de discusión por mesas de trabajo donde cada integrante de las diversas organizaciones sociales o agremiaciones discutieron la propuesta de paz para desarrollar en el municipio. Foto: Germán Moreno, Redprodepaz.

Cansados de vivir las consecuencias de la guerra y de la ausencia del Estado, un grupo de caucasianos decidió organizar varios conversatorios ciudadanos para indagar cuáles eran las necesidades más sentidas que tenían como comunidad y contar, colectivamente, cómo se habían visto afectados por el conflicto armado. Fue así como Justapaz y Pastoral de Colombia implementaron el proyecto Construyendo Paz desde la Transformación Comunitaria.

Para quienes impulsan este proyecto, que por razones de seguridad, pidieron omitir su identidad, la construcción de la paz debe entenderse no como la finalización de la violencia sino como la consolidación de relaciones saludables entre individuos, comunidades y naciones; aparte de ello, consideran que “la construcción de la paz depende en buena medida de la creatividad, curiosidad y la intuición al momento de construir respuestas innovadoras a problemas complejos”.

Sus líderes se propusieron desde el 2009 fortalecer las capacidades para construir la paz desde las bases sociales, es decir, capacitar a los voceros sociales más destacados de cada proceso social o gremial del municipio para que transmitieran lo aprendido a sus comunidades. De igual manera, desarrollaron un programa de atención integral a víctimas del conflicto y, por último, plantearon la necesidad de construir planes de vida comunitarios.

De esta manera, el proyecto se convirtió para los caucasianos en la prueba piloto que empezó a atraer a nuevos aliados y a generar confianza en la sociedad, pues según un habitante de la región, quien prefirió no revelar su nombre, tejer la confianza para hablar sobre el conflicto “ha sido un proceso muy largo porque entre tantos odios y resentimientos no hemos podido avanzar en reconciliarnos e incluso hay muchos que ni idea tienen de qué hemos padecido en el desarrollo de la guerra”. Y es que no es para menos pues son más de 40 años que lleva asentada la violencia en el Bajo Cauca antioqueño.

El conflicto en la región
Para los caucasianos el conflicto armado se enquistó en la región desde la década del 70, con la llegada de grupos armados ilegales que, atraídos por el desarrollo de la minería ilegal, se asentaron en el territorio con el fin de mejorar sus ingresos económicos. Años más adelante, la disputa se concentró en el dominio de zonas sembradas con hoja de coca para uso ilícito y los corredores estratégicos para producir y movilizar la cocaína.

La guerrilla del Eln fue la primera en llegar a la zona. A finales de la década del 70 se empezaron a registrar las primeras extorsiones a compañías como Mineros S.A, a las que les cobraban por la explotación del oro y su comercialización. Para los años 80 apareció la guerrilla de las Farc y se involucró con el movimiento campesino, desde donde empezaron a reclamar acceso a la tierra y servicios públicos en los municipios de Tarazá, Valdivia, Cáceres y Caucasia.

Por su ubicación geográfica la región se hizo atractiva para el desarrollo de actividades delictivas, pues desde el Bajo Cauca los actores armados ilegales se pueden mover al Urabá antioqueño a través del Parque Natural Nudo del Paramillo; también tienen movilidad hacia la Serranía de San Lucas, el Sur de Bolívar y el Magdalena Medio; y acceden fácilmente al sur de Córdoba y el Golfo de Morrosquillo, sobre el mar Caribe.

La confluencia de oro, coca y ubicación atrajo a los grupos paramilitares desde la década del ochenta y se afianzó en los noventa. En buena parte de la región se consolidó el Bloque Mineros de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) bajo el mando de Ramiro Vanoy, alias ‘Cuco Vanoy’. Entraron a la zona para acabar con la guerrilla y disputarles el negocio del narcotráfico, conflicto que se desató en especial con las Farc, y al cabo de pocos años le arrebató el control de algunos lugares, particularmente de la zona montañosa.

La expansión que tuvieron las Auc se hizo manifiesta a través del Bloque Central Bolívar, al mando de Carlos Mario Jiménez, alias ‘Macaco’, que se insertó en la región para profundizar el negocio del narcotráfico, acaparar tierras e infiltrar la política local. Por si fuera poco, luego de la desmovilización paramilitar, nuevos grupos ilegales emergieron a mediados de 2007, generando una grave ola de violencia que se ha ido apaciguando con el férreo dominio territorial y control social que ejercen las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’.

Con el conflicto a sus espaldas los caucasianos llevan tiempo resistiendo a los señalamientos, a los asesinatos selectivos y a las desapariciones forzadas. Según cuenta un habitante, el conflicto se ha naturalizado tanto que es sorpresa decir que en la semana no hubo muertos, como también es cotidiano preguntarse a cuántos mataron o en qué lado calló la granada que arrojaron.

Apuesta por la construcción de paz
apertura-5-puntos-restitucionLos niños se han convertido en uno de los motores principales del Comité Cívico de Caucasia, su apuesta también es porque la juventud y las nuevas generaciones crezcan en un país sin violencia. Foto: Germán Moreno, Redprodepaz.

Para el año 2010, con la experiencia del proyecto Construyendo Paz desde la Transformación Comunitaria, diversas organizaciones sociales en compañía de las distintas iglesias impulsaron la campaña “La paz cuenta conmigo”, que buscaba generar sensibilidad entre la comunidad afectada por el conflicto. Así iniciaron procesos de formación y análisis de la coyuntura del conflicto, a través de los cuales y afianzaron el fortalecimiento a líderes comunitarios buscando atraer más organizaciones sociales a esta iniciativa.

“El paso del tiempo ayudó a afianzar el espacio, la gente empezó a reconocer el mismo proceso del que hacían parte, a tener confianza en la iglesia y a respetar el desarrollo que la misma comunidad había hecho del proyecto”, explica el vocero de una de las iglesias participantes del proceso que solicitó la reserva de la fuente. “Para el año 2013, las organizaciones pertenecientes a la iniciativa nos preguntamos ¿qué hacer con lo hasta ahora avanzado? A lo que pronto la misma comunidad vio la necesidad de generar un espacio organizativo más amplio que promulgó la generación de unos foros para escuchar a más gente para poderlas vincular al proceso”.

Para ese mismo año, Justapaz presentó ante la comunidad de Caucasia la iniciativa Pacto Nacional por la Paz, de la cual se adoptó la necesidad de hacer acuerdos entre los distintos actores que trabajan el tema, utilizando como metodología de trabajo el diálogo entre los mismo habitantes, la articulación de procesos locales y el respeto por las agendas de cada organización en particular.

“Delegados del Pacto Nacional, nos visitaron para hacer un conversatorio y afianzar esos lazos de confianza y de cooperación, pero manteniendo la autonomía local y nuestros ritmos, de ahí surgió, el año pasado el primero foro al que asistieron distintas organizaciones, dándole a cada uno de sus integrantes la posibilidad de ser escuchados y tenidos en cuenta dentro de las relatorías”, cuenta un vocero del Comité Cívico de Caucasia.

Para este vocero lahorizontalidad es lo que ha permitido que la gente confíe en el proceso. “Acá desde hace mucho la institucionalidad perdió la poca confianza que se le tenía, la gente confía ahora es en la gente misma, es decir en este proceso”.

Poco a poco se fueron consolidando hasta constituir lo que hoy se llama Comité Cívico de Caucasia, que cuenta con más de 25 sectores sociales, resultado del segundo foro abierto organizado en marzo de este año.

“Como logros del foro se permitió una articulación con la Oficina de Paz de Antioquia, el apoyo académico de la Universidad de Antioquia y la continuación del apoyo obtenido hasta ahora por Justapaz y las iglesias” señaló una vocera del Comité.

Pese a los avances, una preocupación ronda a los promotores del Comité y es la falta de apoyo para el desarrollo de las actividades y la creciente desconfianza hacia la institucionalidad en el territorio. De ahí que hayan convertido esa debilidad en un reto con el cual esperan concretar un puente de conexión entre las comunidades y las instituciones, sobre todo estatales, que por décadas ha sido cuestionada por su ausencia y carecido de toda legitimidad y conexión con la gente, pero que será de vital importancia su apoyo para continuar implementando estos proyectos sociales y abrirle camino a la llamada paz territorial.