Al borde de uno de los embalses más importantes del Distrito de Riego de María La Baja, el empresario barranquillero instaló una planta procesadora que hoy está paralizada. Los monocultivos de piña se expandieron por decenas de predios de la región que compró una de sus empresas, pero ninguno de estos títulos pertenecen al predio en donde se construyó aquel sitio de operaciones industriales. Así se apropió de estas tierras.
Sobre una pequeña colina en la ribera del embalse de Playón, una edificación rectangular de paredes blancas y tejas de metal rompe el paisaje de agua y palma de aceite que se observa en aquella zona de María La Baja, Bolívar. Se trata de la planta procesadora de piña de Alfredo Tapia Rizzo, un empresario barranquillero que llegó a los Montes de María a inicios de la década pasada para incursionar en negocios agroindustriales.
A través de su empresa, Inversiones Tapias Villamizar S.A.S., Tapia empezó a acumular tierras alrededor del cuerpo de agua desde el 2010 y se lanzó en el negocio de palma de aceite. En 2015, el empresario empezó con el proyecto de piña oro miel en Montes de María y en 2018 llegó a su mayor auge, cuando ya estaba constituida la planta procesadora y había logrado exportar el fruto a Europa. Sin embargo, a finales de ese año, el proyecto empezó a decaer. Según recuerda la comunidad, en su mejor momento, llegaron a trabajar cerca de 200 personas de la región en tareas de recolección, corte, lavado o deshidratación del fruto para enviarlo a mercados nacionales e internacionales.
Pero esa apariencia de sólido proyecto agroindustrial ocultaba circunstancias opacas para su desarrollo. Aunque la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique (Cardique) le otorgó licencias ambientales y forestales, no fue precisamente sobre esas tierras. Incluso, no hay certeza de que el predio donde se alza la planta de piña sea de su propiedad, como lo demuestra un expediente de la autoridad ambiental obtenido por VerdadAbierta.com.
La llegada de ‘El Peludo’
La planta procesadora de piña está construida en la entrada del arroyo Hicotea, uno de los afluentes intervenidos para el llenado del embalse de Playón, también conocido como Arroyo Grande; justo en límites de los municipios de María La Baja y San Jacinto. Del lado de María La Baja, las comunidades más cercanas a aquel sitio de operaciones industriales son San José de Playón y Palo Altico, poblados que se organizan entre casas de bahareque, caminos de tierra y canales de agua.
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Muchos entre esas comunidades afro hablan bien de Tapia. Incluso, aquellos que tienen demandas contra su empresa por pleitos laborales lo describen como un hombre generoso. Ese relato se expande entre los habitantes de Palo Altico, en donde viven muchos de los jornaleros que trabajaron para ese empresario, quienes lo caracterizan como un hombre sencillo que buscó ayudar a la comunidad de diferentes maneras, como en la época de Navidad, cuando llegaba con regalos para los niños y niñas.
Tapia es reconocido en Barranquilla por haber construido una de las empresas de taxis más importantes de la capital del Atlántico, pero a partir del 2010, expandió su portafolio empresarial a negocios agroindustriales en los Montes de María, en un primer momento con los monocultivos de palma de aceite y tiempo después inició con su negocio de piña.
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En un video, narrado por Tapia, que hace parte de un publirreportaje del periódico El Heraldo publicado en 2018, el empresario llama a las tierras donde cultivaba piña “Rancho Paraíso”. En esa pieza audiovisual, reconoce que llegó a esa región cuando María La Baja apenas empezaba a recuperarse de los estragos de la violencia armada, hecho que, como lo han advertido varias decisiones judiciales, exige por parte de las empresas una exhaustiva revisión de la historia de la propiedad de los predios antes de adquirirlos.
“Actualmente tenemos unas 100 hectáreas establecidas con una proyección de un crecimiento de 50.000”, señaló el empresario en el publirreportaje. Sin embargo, ese sueño quedó a medias: los lugareños cuentan que ese proyecto fracasó y ahora en la región sólo quedan los monocultivos y algunas instalaciones del empresario en la región.
Con el proyecto de piña, la mayoría de campesinos veían la empresa de Tapia como una buena oportunidad laboral fuera de los monocultivos de palma de aceite, en un contexto en el que la mayoría de las economías familiares se sostenía trabajando con la palma, gremio que en los últimos años ha atravesado varias crisis —incluida la plaga que pudre sus cogollos—, afectando los ingresos de unos y de otros. Así, el cultivo de piña se convirtió por algunos años a mediados de la década pasada en la mejor fuente de empleo, principalmente, para los habitantes de Palo Altico, hasta su declive poco tiempo después.
Los habitantes de Palo Altico y San José de Playón cuentan que el auge del proyecto fue tal que el empresario barranquillero construyó varios puertos para el funcionamiento de un ferry privado que dispuso en el embalse. El transbordador era empleado por la empresa para movilizar el corozo de la palma de aceite y los productos de la piña, así como para transportar maquinaria e insumos para los monocultivos.
Del lado de esas comunidades, algunos puertos los instaló sobre lugares que los pobladores usaban para bañarse e incluso intentó privatizar esos espacios, pero estos tumbaron las cercas. Además recuerdan que para la construcción de uno de esos puertos removió tierra de donde está construido el muro de contención del embalse —la barrera que protege al pueblo de San José de Playón del agua almacenada en la represa— sin autorización del Estado, según cuentan. En su momento, por hacer preguntas sobre las licencias para esa obra, dos miembros de la comunidad fueron amenazados por actores armados.
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Con las rutas que trazó con el ferry por el embalse acortó las distancias entre los predios donde extendió sus monocultivos y las tierras donde se asientan estas dos comunidades, las cuales se conectan con la Troncal del Caribe, que sale hacia Cartagena y Tolú, Sucre. Precisamente el predio donde se alza la planta procesadora de piña y uno de los puertos, es el pedazo de tierra que por distancia le resultaba más estratégico para establecer esa ruta comercial y sacar la piña de la zona de producción. Esto explicaría su interés por quedarse con ese lote.
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Ahora la estructura de la planta procesadora se deteriora, el ferry ya no circula y las plantaciones de piña quedaron allí, descuidadas. Sin embargo, Tapia no se ha alejado del embalse de Playón. Según labriegos de la región, el empresario visita ocasionalmente los predios que compró en inmediaciones de la represa y unas cuantas personas siguen trabajando en aquellos que sembró con palma de aceite.
¿Tapia engañó a Cardique?
En 2017, Tapia, en representación de Inversiones Tapias Villamizar, solicitó a Cardique medidas de manejo ambiental para construir la planta procesadora de piña, deforestar árboles nativos y sembrar los monocultivos de piña y palma que tiene en inmediaciones del embalse de Playón.
Este portal pudo acceder a ese expediente a través de una acción de tutela. La carpeta contiene la Resolución 0826 del 17 de mayo de 2017, con la cual esa autoridad ambiental le concedió a Inversiones Tapias Villamizar medidas de manejo ambiental y aprovechamiento forestal para la construcción y operación de la planta procesadora de piña.
La autoridad ambiental visitó el área que le señaló el empresario y emitió un concepto técnico. En el documento, autorizó a la empresa de Tapia intervenir 4.744 árboles de diferentes especies nativas, con la condición de que por cada árbol talado debía sembrar tres. En una visita de seguimiento realizada el 28 de junio de 2019 comprobó que la tala de los árboles autorizados se había ejecutado en su totalidad, pero no había cumplido con la compensación forestal.
Inversiones Tapias Villamizar debía haber sembrado y mantenido un total de 14.232 plántulas de las mismas especies que deforestó y debía hacerlo en áreas de influencia directa del proyecto, para lo cual se debía definir con Cardique los sitios para establecer la totalidad de la compensación requerida.
“A la fecha, no se han adelantado ante esta corporación las respectivas gestiones tendientes a concertar las áreas que podrían ser objeto de reposición y/o restauración con el fin de garantizar la renovabilidad del recurso forestal intervenido en el desarrollo de las obras anteriormente señaladas”, expone el último concepto técnico de junio de 2019 que reposa en el expediente de la planta procesadora de piña que lleva Cardique.
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A pesar de los claros incumplimientos, Cardique no detalló que se hayan tomado acciones contra el empresario barranquillero.
Tapias no respondió a numerosos intentos de contactarlo durante varios meses.
Para identificar los predios que Tapia tiene al pie del embalse, este portal intentó contactar a Rosemberg Caballero, gerente de la Asociación de Usuarios del Distrito de Riego y Adecuación de Tierras de Gran Escala de Maria La Baja (UsoMariaLaBaja), entidad que desde hace más de 20 años administra el distrito de riego, para conocer si la empresa de Tapia tiene o tuvo algún convenio para el uso del agua del embalse y sobre qué predios lo solicitó, pero no se obtuvo respuesta de la entidad.
Licencia ambiental otorgada sobre otro predio
Un estudio minucioso de los documentos entregados por Cardique revela que la licencia ambiental se otorgó para un predio distinto a donde se construyó la planta. Tapia pidió los permisos ambientales y forestales a Cardique sobre un predio de 37 hectáreas con 6.417 metros, el cual se conoce con el nombre de “Entra si quieres” y corresponde al folio de matrícula inmobiliaria 060-184075, que su empresa compró el 3 de mayo de 2010, como quedó consignado en la escritura 233 de la Notaría Única de María La Baja. Un año después, Tapia hipotecó ese predio a Bancolombia.
Una revisión al certificado de tradición y libertad del folio 060-184075 precisa que el extinto Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) entregó ese predio como baldío bajo la Resolución 064 del 13 de marzo de 1997 a José Alejandro Pérez Villamil, hijo de Filiberto Pérez, uno de los campesinos que, en el pasado, se apropió de tierras en inmediaciones del embalse de Playón tras la construcción del Distrito de Riego de María La Baja, después de varias décadas de haberse inaugurado ese inmenso cuerpo de agua, según recuerda la comunidad.
En esta resolución y el plano relacionado, revisados por VerdadAbierta.com, la descripción de los límites no menciona al embalse de Playón, sino que sólo habla de “ciénaga” y “arroyo” de Guamanga. Además, esta resolución se encuentra relacionada con el plano número 53-31139 que se levantó en el municipio de Córdoba, Bolívar, ubicado a más de 42 kilómetros en línea recta del embalse de Playón.
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Después de una tutela interpuesta por este portal, la Agencia Nacional de Tierras (ANT) respondió a esta inconsistencia y reconoció que el plano y la resolución no están relacionadas. “La falta de concordancia de los linderos y colindantes con lo transcrito en el plano número 53-31139, obedece a que efectivamente el plano que se relaciona en la Resolución de adjudicación número 64 de 1997 no es el que corresponde con la cabida y linderos descritos en la resolución debido a un posible error de transcripción de número de plano en la resolución aquí mencionada por parte del Incora”, explicó Eduardo González Pardo, subdirector de Acceso a Tierras en Zonas Focalizadas de la entidad en respuesta a la tutela.
Incluso, la ANT reconoció que no podía ubicar el lote “Entra si quieres”. “Una vez realizado el estudio de la cabida y linderos descritos en la resolución de adjudicación número 64 de 1997, se hizo un aproximado de reconstrucción con la información de colindantes, y se realizó la consulta de fuentes secundarias como lo es la base de datos del Instituto Geográfico Agustín Codazzi – IGAC, y la base de datos del Supernotariado de Registro la cual no obtuvo ningún resultado, por lo que no fue posible realizar la espacialización del predio”, señaló en su respuesta González Pardo.
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En el expediente de Cardique reposan dos planos mandados a hacer por Tapia sobre las tierras que tiene en esa parte del embalse de Playón y que presentó para obtener las licencias ambientales y forestales. VerdadAbierta.com contrastó esos planos con imágenes satelitales de la región y pudo establecer que la planta procesadora de piña se construyó a dos kilómetros en línea recta del predio conocido como “Entra si quieres”, sobre el que el empresario barranquillero había pedido las licencias ambientales y forestales.
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