La campaña de unos jóvenes que pretende ambientar la reconciliación por medio de cartas entre las ciudades y las zonasveredales donde se concentran los exguerrilleros de las Farc llegó a su fin. Ahora se transformó en una cátedra itinerante para hacer pedagogía de paz y explicar los alcances del Acuerdo Final firmado entre el gobierno nacional y esa organización insurgente.
El pasado 14 de febrero, tres universitarios crearon la campaña Cartas por la Reconciliación, para que a través del intercambio epistolar entre los habitantes de algunas ciudades y los guerrilleros de las Farc que se encontraban concentrados en las Zonas Veredales y Sitios Transitorios de Normalización, se empezara a arar el camino que requiere la reconciliación nacional tras el fin de una guerra que desangró al país por más de 50 años.
Luego de la dejación de armas de ese grupo guerrillero y de la desaparición de las zonas de concentración ocurrida el pasado martes, esos jóvenes, que conforman actualmente una red a la que están integrados 150 integrantes y que recogió 3.200 cartas de la ciudadanía y 452 de excombatientes, decidieron seguir apoyando el proceso de paz, pero desde la orilla de la pedagogía.
Ante ese cambio de perspectiva, VerdadAbierta.com habló con Cristian Palacios, uno de los fundadores de la iniciativa, que cursa estudios de Ciencias Políticas en la Universidad Javeriana de Cali. Este es el balance de la primera fase de la campaña y su proyección.
VerdadAbierta.com (VA): ¿Después de medio año que les deja esta experiencia?
Cristian Palacios (CP): En estos seis meses pudimos ver la realidad de las ciudades y del campo, de los excombatientes y de las víctimas, entre otras, que nos dejaron la enseñanza de que hay que buscar un eje articulador para alcanzar la paz. Si bien Colombia está muy dividida, podemos construir algo entre todos juntos, puesto que estamos en un país demasiado polarizado. Hemos visto muchas realidades y por eso decimos que el país necesita jóvenes líderes que empiecen a construir paz desde los territorios y convivencia ciudadana. Es algo muy complejo que requiere mucho tiempo, pero Colombia lo necesita.
VA: ¿Alcanzaron los objetivos que se trazaron con la campaña?
CP: Sí, fueron dos. El primero, que las personas que estaban en las zonas veredales, conocieran un poco de la realidad de las ciudades y la opinión de sus habitantes: si bien entregábamos cartas de aliento, también había cartas de odio, en donde se expresaba rencor e incredulidad en el proceso de paz. Ellos las leían y algunos respondían. Les sirvió para ver que todo no es color de rosa, pero que el ambiente no es tan malo como pensaban. El segundo fue hacer ese tránsito, para que las personas pudieran expresar lo que pensaban y abrir un camino para la reconciliación.
VA: ¿Cómo quedaban los guerrilleros tras recibir las cartas?
CP: La posición de ellos fue muy abierta y quisieron leer todas las cartas, sin importar si eran de reconciliación o de odio. Si bien nosotros estamos en la ciudad y no conocemos muchas realidades, lo misma pasa con ellos frente a la sociedad. En este momento nos dicen que quieren seguir recibiendo cartas; vamos a ver si podemos articularnos con un tercer para mantener ese flujo constante de comunicación, aunque así sea en una sola zona. Quieren mantener esa comunicación porque es algo que en 53 años no tuvieron: una conversación con el país y que se les escuchara en las ciudades. Siempre hemos recalcado que esto no se trata de ir a creer en una ideología, sino simplemente de abrir el espacio de diálogo, porque la conversación es la base de la reconciliación.
VA: ¿Sí es posible que la reconciliación se dé por medio del diálogo?
CP: Cuando elegimos el nombre de Cartas por la Reconciliación lo hicimos con esa idea. Con base a ello, vimos que es necesario un diálogo abierto, pero antes es necesario escuchar al otro y que el otro me escuche. Es un proceso recíproco, complejo, largo y arduo, pero es el pilar fundamental para una reconciliación real. Escucharnos para sacar conclusiones y encontrar un punto de convergencia.
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VA: ¿A cuántas zonas veredales fueron?
CP: Fuimos a dos zonas veredales tres veces. A Caldono el 17 de marzo y a La Elvira el 1 de mayo; después fuimos invitados a la entrega del segundo 30 por ciento de armas. Después de ir a Caldono, ellos nos mandaron cartas por 15 días; después enviamos a La Elvira cartas con una tercera persona.
VA: Para ustedes, como jóvenes que aún están cursando sus estudios universitarios, ¿qué significó asistir a la dejación de armas en La Elvira?
CP: Fue sorprendente, cinco personas de la campaña tuvimos la oportunidad de presenciarla. Vimos a sectores tan diferentes de la sociedad trabajando juntos. Fue una satisfacción muy grande porque nos invitaron y lo vimos como un reconocimiento a nuestro trabajo. Presenciar ese acto fue muy emotivo porque años atrás nunca pensé que sería posible.
VA: ¿Qué harán ahora que dejaron de existir las zonas veredales?
CP: Al ver que se acaba el espacio jurídico de las zonas veredales, Cartas por la Reconciliación toma un nuevo trasfondo y hará dos cosas: mostrarle a la ciudadanía lo que hicimos en estos seis meses y hacer pedagogía de paz. Lo haremos no el objetivo de convencer para que la gente crea en el proceso de paz, sino para que construyan su propia idea de lo que significa la paz, con base en las realidades de Colombia.
También queremos seguir recogiendo cartas durante las jornadas de pedagogía y buscar una tercera entidad para que se las entregue a las Farc. Estamos pensando en la Cruz Roja o una entidad similar, para que lleve y nos devuelva las cartas. No sería un intercambio tan directo, pero seguiría una comunicación constante sin perder el objetivo de la campaña.
VA: Ya se acabaron las zonas veredales, ¿qué los impulsa a seguir con Cartas por la Reconciliación como una cátedra itinerante?
CP: Hace unos días se conmemoraron 18 años del asesinato de Jaime Garzón y una de sus frases más populares es que si los jóvenes no tomamos las riendas del país, nadie vendrá hacerlo por nosotros. Nos sentimos en el deber y en la obligación de hacer cosas en pro del país, de una mejor sociedad, de construcción de paz. Si no somos nosotros, quizá lo haga una persona, pero no queremos darnos a la suerte; no queremos decirles a nuestros nietos que no hicimos nada y que nos quedamos criticando desde la comodidad de nuestras casas. La construcción de país es entre todos.
VA: ¿Cuál es el intercambio de cartas que más les impactó?
CP: Cuando un guerrillero le pidió perdón a una víctima. Un joven de Buga escribió una carta contando que las Farc le asesinaron a uno de sus abuelos y una de las personas que estaba en la zona veredal de La Elvira le pidió perdón a nombre de las Farc. Cuando le llevamos la carta, el joven se puso a llorar y dijo que cuando escribió su historia nunca pensó que le fueran a responder y mucho menos a pedir perdón. Percibimos que él recibió una especio de alivio, no sabemos si perdonó o no, no le preguntamos porque es un proceso íntimo.
Esta campaña ha servido para eso: para que la gente vea que el proceso de paz va en serio. El objetivo no es que las Farc convenzan de su ideología a través de las cartas, sino que las personas vean la realidad del campo y del proceso de paz. También sirve como proceso de construcción de memoria histórica, porque hay muchas personas plasmando sus historias.
VA: ¿Por qué le apuestan ahora a hacerle pedagogía del proceso de paz?
CP: Dentro de la exposición de lo que estábamos haciendo, al mismo tiempo empezamos a hacer pedagogía. Le decimos a la gente qué se acordó, cómo y por qué. En Qinchía nos pasó algo curioso con los estudiantes de noveno, décimo y undécimo grados: les preguntamos si creían en el proceso de paz y todos respondieron que no. Es impresionante que Colombia no crea que las armas se entregaron, sabiendo que lo confirmó la ONU y no cualquier entidad de garaje.
Empezamos a explicarles sin el ánimo de obligarlos a creer; les explicamos que las armas se entregaron gradualmente y el tema de las caletas. ¿Qué pasó? Al final, la mayoría de los estudiantes no salió creyendo del todo, pero sí con una mirada más amplia, en la que reconocen algunos logros como las vidas que se han salvado, y varios se animaron a escribirles cartas a los guerrilleros porque están cumpliendo con el Acuerdo Final.
VA: ¿Creen que esa estrategia es efectiva para derrotar el escepticismo y la polarización?
CP: Si bien el Acuerdo Final se aprobó el acuerdo en diciembre, sigue sin haber una pedagogía efectiva. Las personas no saben qué se firmó, que se trató y a qué acuerdo de se llegó. Si bien el gobierno saca muy buenas estadísticas sobre los cambios y las mejoras que se han logrado, no existe una pedagogía sobre el acuerdo, y por qué la paz no sólo es una firma entre él y las Farc, sino una construcción diaria de la ciudadanía.
Por eso nosotros nos ponemos en la tarea de hacer este tipo de cosas, porque no nos podemos quedar con ver el punto en la pared blanca; no nos podemos quedar criticando que el gobierno no está haciendo pedagogía efectiva y que hay un sector de la sociedad difamando y diciendo mentiras.
VA: ¿Qué se viene ahora para ustedes?
CP: Seguimos hasta que encontremos la forma de incidir más en la sociedad; se viene una larga jordana de recorrer la mayor cantidad de instituciones y regiones para mostrar lo que hicimos y hacer pedagogía de paz. También estamos buscando cómo explicar fácilmente el Acuerdo Final por redes sociales; si bien por ellas sale información errónea, vamos a sacar información real. Explicar con infografías y videos lo que va pasando.