#ResistiendoEnCuarentena. Abrimos este espacio para que víctimas y comunidades afectadas por el conflicto armado cuenten cuáles son sus necesidades y cómo lidian con la pandemia del Covid-19.
Por: Arnobi Zapata Martínez, coordinador de la Asociación Campesina del Sur de Córdoba (ASCSUCOR) y presidente de la Asociación Nacional de Zonas de Reservas Campesinas (ANZORC)
Las organizaciones campesinas en el sur de Córdoba se han construido a pulso, con liderazgos formados como se dice popularmente al “al calor de las luchas”, reivindicando derechos de las veredas más apartadas de los sectores urbanos, comunidades alejadas de todo y que jamás han conocido una inversión del Estado.
Estos liderazgos, para poder sacar adelante los procesos organizativos, les ha tocado pasar por amenazas y estigmatizaciones, tanto de las comunidades urbanas hasta la misma institucionalidad. Ejercer la labor de dirigente agrario en el sur de Córdoba nunca ha sido fácil y se hace codo a codo con las comunidades.
Desde el inicio de la emergencia sanitaria por el Covid-19, los liderazgos, al igual que las comunidades, se dispusieron a respetar el decreto de Aislamiento Preventivo Obligatorio y, al mismo tiempo, a tomar medidas para evitar contagios en los corregimientos y veredas.
Esas medidas, que fueron acordadas entre las organizaciones campesinas del sur de Córdoba, los indígenas Zenú y las Juntas de Acción Comunal, consisten en poner puestos de control en las entradas de los pueblos y caseríos para que personas ajenas al territorio no entren a propagar el virus.
Pero al mismo tiempo, otros líderes, que por su trabajo en la defensa de los derechos humanos y la defensa de los derechos de los campesinos que habían sido desplazados por atentados contra sus vidas, tuvieron que quedarse en Montería, la capital del departamento de Córdoba, aislados de las comunidades y los procesos organizativos que lideran, cumpliendo con la cuarentena.
Al pasar los días, tanto los líderes que están en el territorio y los que están aislados en la ciudad de Montería, se ven obligados a buscar herramientas para poder articular el trabajo, porque una cosa es estar aislados y otra cosa es estar callados. Pero en el sur de Córdoba hemos decidido no quedarnos callados, y decidimos no quedarnos callados porque esta emergencia sanitaria, más allá de la pandemia del Covid-19, dejó ver la gran desigualdad social y pobreza en la que vivimos los campesinos y empleados de este país.
Durante esta crisis hemos visto cómo las comunidades de las zonas urbanas y rurales padecen de hambre; y también hemos visto como los gobernantes juegan con el hambre de la gente, robándose los pocos recursos que destinaron para los más necesitados.
Hemos enviados un SOS para pedir apoyos alimentarios por la crisis que están viviendo nuestros campesinos al Presidente de la República, al Gobernador de Córdoba y a los alcaldes del sur de Córdoba, el cual fue ignorado.
Y ni hablar de las necesidades personales de los líderes sociales. Como se dice en el pueblo, “estamos llevados del arrume”. Los dirigentes que están en sus fincas padecen lo mismo que las comunidades: falta de comida y dificultades al estar sin entradas económicas. Y los que están desplazados en la ciudad están en peor situación: sin con qué pagar los arriendos, sin de dónde buscar para la comida y, para acabar de ajustar, buscando donde conectarse a Internet para poder comunicarse con sus semejantes en los territorios.
Desde que empezó la pandemia, hasta el día de hoy, no ha habido apoyos de ninguna clase para los dirigentes. Las supuestas líneas de ayudas que destinó el gobierno nacional, como Familias en Acción, que al fin y al cabo no es nada nuevo, es algo que ya estaba y que alcanza para los útiles de los hijos o para el mercado de una semana; además, no consideramos que sean ayudas porque para nosotros es distribución de los recursos que administra el Estado. El problema aquí es que el gobierno los distribuye muy mal y sólo beneficia a sectores poderosos.
Para recordar un poco: al principio de la pandemia, el Ministerio del Interior pidió a través de las plataformas nacionales de organización unos listados con direcciones, nombres y contactos de los líderes en el país para hacerles llegar unos mercados. Pero esos mercados no llegaron. Paradójicamente, sí vemos cómo llegan a las casas de los lideres a asesinarlos, pareciese que hubiese sido para ubicarnos.
Sin contar que en los territorios lo que sí está aumentando es la militarización y la erradicación de cultivos de hoja coca, aprovechando que las comunidades están confinadas.
En síntesis, a los campesinos, como a sus líderes, les va a tocar escoger entre “contagiarse por tener que salir a solucionar su sustento diario o quedarse confinados y morirse de hambre.”
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