Este centro de investigaciones y de educación popular ha resistido con fortaleza los avatares que constantemente sacuden al país. Ante la expectativa que genera el nuevo gobierno, su experiencia académica y de intervención en comunidades rurales y urbanas es un referente para sentar las bases de un mejor futuro.

La elección del primer presidente de izquierda en Colombia en sus más de 200 años de vida republicana coincidió con la conmemoración de los 50 años del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), una institución que ha impulsado una agenda de conocimiento y de incidencia que, al igual que el nuevo gobierno, le apuesta a una paz integral.

Pero esa confluencia de intereses no generará miradas complacientes desde este centro de estudios. Por lo menos así lo plantea Martha Cecilia García Velandia, socióloga y magíster en Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia, quien lleva 33 años en el CINEP: “Su función debe seguir siendo la misma que ha cumplido: una organización atenta, crítica, propositiva y siempre abierta, a pesar de los nuevos aires”.

Con ese enfoque participaron en los procesos de empalme del nuevo gobierno en los ministerios de Agricultura y Desarrollo Rural, Ambiente y Educación, asuntos sobre los cuales el CINEP ha trabajado a lo largo de su historia, sumándole a ello sus aportes a la promoción y defensa de los derechos humanos.

“En este nuevo escenario, ¿qué podemos hacer?”, se pregunta Martha Lucia Márquez Restrepo, directora de la institución y la primera mujer en alcanzar ese cargo, que ocupa desde hace un año. Y responde: “Poner al servicio nuestras investigaciones sobre tierras, sobre medio ambiente, sobre educación”.

Márquez le agrega dos temas más que podrían ser del interés del presidente Gustavo Petro y su equipo de gobierno, y que estarían dispuestos a socializar: de un lado, el conocimiento acumulado sobre la implementación del Acuerdo de Paz suscrito por el Estado colombiano con la extinta guerrilla de las Farc, pues el CINEP hace parte la una instancia que se conoce como la Secretaría Técnica del Componente Internacional de Verificación de la Implementación del Acuerdo Final, pactado con las antiguas Farc, a través del cual le hacen seguimiento a lo pactado en La Habana, Cuba.

Martha Lucia Márquez Restrepo, directora del CINEP.

De otro lado están sus investigaciones sobre las dinámicas territoriales del conflicto armado, destacándose en los últimos años los análisis sobre la guerrilla del Eln, un tema del interés del actual gobierno por cuanto ha comenzado a tener acercamientos con los voceros de ese grupo alzado en armas con el fin retomar diálogos, rotos durante la presidencia de Iván Duque (2018-2022).

“CINEP tiene un compromiso de trabajo con la implementación del Acuerdo y la construcción de paz y eso lo podemos poner al servicio”, reitera Márquez.

Esa vocación expresada por la actual directora del CINEP está en consonancia con el espíritu que rodeó su creación, el 30 de mayo de 1972, cuando el provincial general de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe, les pidió a las provincias jesuitas de América Latina que conformaran centros de investigación sobre temas sociales, económicos y políticos con el fin de integrar a su misión pastoral y educativa los contextos locales, regionales y nacionales.

De esa propuesta surgió entonces en Colombia el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS). Posteriormente adoptó la sigla CINEP y en 2006 se fusionó con el Programa por la Paz y el Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política. A partir de ese momento, se conoce como CINEP/Programa por la Paz (CINEP/PPP).

En su medio siglo de vida institucional son muchos los logros alcanzados, pero también los obstáculos enfrentados. En esa perspectiva, el sacerdote jesuita Julio Mejía, exdirector del CINEP, asegura que “trabajar en un país como el nuestro, sobre un tema social, buscando paz, justicia social, buscando paz, pues eso viene con una cantidad de riesgos”.

“Hay un prejuicio en esta sociedad nuestra –agrega– de que aquel que trabaja con los pobres y se preocupa por ellos y por la justicia social, fácilmente los califican con un término que para todos ya resulta siendo tremendamente negativo, lo llaman comunista”.

Y para reforzar su visión, Mejía evoca una frase del sacerdote, teólogo y filósofo brasileño Hélder Câmara (1909-1999): “Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”.

Violencias del presente y el pasado

El Comité Directivo del CINEP está conformado por Martha Lucía Márquez Restrepo, Jenny Paola Ortiz Fonseca, Natalia Segura Vásquez y Juan Pablo Guerrero Home.

“El CINEP es una institución muy rica, muy viva, conectada prácticamente con todo lo que afecta al país”, resalta Márquez. Y esas conexiones le han permitido a este centro de estudios tener presencia en 28 de los 32 departamentos del país y en 121 municipios, donde han impactado a por lo menos 18 mil personas. De acuerdo con cifras sobre su gestión, en 2021 trabajó con 378 organizaciones sociales. Y como advierte Mejía, ese nivel de incidencia no está exento de riesgos.

Márquez ya tuvo que enfrentar su primer momento complejo. En la noche del pasado 2 de agosto, desconocidos arrojaron una granada contra la estación de Policía de la cabecera municipal de Riosucio, en Chocó. Muy cerca de allí se había alojado un equipo de investigadores del CINEP y varios integrantes de otras organizaciones sociales, quienes viajaron hasta esa población para socializar con las comunidades el Informe Final de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad.

Muy temprano, al día siguiente, y con ayuda de algunas organizaciones humanitarias, todos ellos tuvieron que salir de Riosucio en lancha por el río Atrato hasta el municipio de Turbo, en el Urabá antioqueño, y luego a Apartadó, desde donde viajaron a Bogotá. Las difíciles condiciones de orden público impidieron realizar esa socialización.

Y justo uno de los ámbitos de estudio de los investigadores del CINEP es el de las dinámicas del conflicto armado, que por décadas ha golpeado, sobre todo, a las regiones con menos presencia de un Estado integral. Pero no solo ha sido su tema de análisis, también la han padecido y han pagado un costo alto por ello.

Lo ocurrido es una anécdota si se compara con la tragedia que vivieron hace 25 años, cuando fueron asesinados los investigadores Mario Calderón y Elsa Alvarado. “Fue un momento de enorme dolor para quienes hacíamos parte del CINEP y del mundo de las organizaciones no gubernamentales”, recuerda la investigadora García.

A eso de las ocho de la mañana del 19 de mayo de 1997, un grupo de hombres, vestidos de negro y fuertemente armados, llegaron al edificio donde vivía la pareja, en el barrio Chapinero, de Bogotá. Para ingresar, se identificaron como funcionarios del Cuerpo Técnico de Investigación la Fiscalía, y al darles acceso, redujeron al portero y lo amordazaron.

Una vez controlaron la entrada, subieron al apartamento de los Calderón Alvarado, en un séptimo piso, derribaron la puerta y al encontrarse con Mario y Elsa, los hicieron ponerse de rodillas, al igual que a Carlos Alvarado, padre de la investigadora, y los ajusticiaron. De esa acción se salvaron la madre de ella y el bebé de 18 meses, tras ocultarse en un armario.

Pasados 15 años de esos hechos, el exjefe paramilitar Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don Berna’, confesó ante fiscales de la Unidad de Justicia y Paz, que ese triple homicidio se cometió con apoyo de Inteligencia Militar y fue perpetrado por sicarios de la banda La Terraza, de Medellín por orden del vocero de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), Carlos Castaño Gil. (Leer más en: DAS e inteligencia militar fueron cómplices de los Castaño: ‘Don Berna’)

Al recordar esos hechos, Mejía, el antiguo director, comenta que ese ataque los afectó mucho y se sintieron en grave riesgo: “Un asesinato como ese también tiene una advertencia al equipo completo, que quedó muy afectado, sobre todo los compañeros que tenían familia, que tenían hijos”.

La investigadora García, por su parte, recuerda que esa masacre, a la que calificó de macabro e infame, “golpeó al CINEP y de una forma muy severa a quienes conocimos y fuimos compañeros de trabajo tanto a Mario como a Elsa”.

“Golpeó a quienes trabajaban en el tema medio ambiental –agrega– porque en esa época Mario estaba profundamente comprometido con el trabajo ambiental. Estábamos en el Sumapaz trabajando en la conservación de fauna y flora”.

Esas afectaciones fueron poco a poco superadas con fuertes voces de apoyo que venían de distintos sectores, nacionales e internacionales. “Tuvimos la solidaridad de mucha gente para paliar el dolor, que fue enorme. Contamos con el apoyo de muchos artistas que se acercaron mucho a nosotros en el dolor. Ahora que Patricia Ariza es Ministra de Cultura recordamos la solidaridad que tuvo con nosotros el Teatro La Candelaria con Mario y Elsa”, cuenta García.

Una escuela de investigación

El pasado 25 de enero de este año Cinep fue distinguido con la máxima categoría de investigación de Colciencias.

Ese tipo de situaciones críticas forjó, de alguna manera, el carácter individual y colectivo de quienes integraban el CINEP para finales de los años noventa y, poco a poco, se fueron consolidando como uno de los grupos de investigación más sólidos del país, haciendo escuela, incluso. A comienzos de este año fue reconocido por Colciencias como centro de investigación en su máxima categoría, A1.

“Es una investigación de altísimo nivel”, afirma Márquez, la directora. Y explica que va más allá de la investigación clásica en Ciencias Sociales por cuanto se hace de manera participativa, con las comunidades, sobre todo en temas relacionados con la educación popular, de la que son pioneros en América Latina. Asimismo, destaca que el CINEP cuenta con un sello editorial “muy bien posicionado y reconocido en el país”

Mejía, a su vez, precisa el campo de estudio de este centro de investigación “es una investigación que tiene por fin comprender las dinámicas de este país, cómo se mueve la política, cómo se mueve la violencia, cómo se mueven los proyectos que quieren que haya mejor organización social y mejor responsabilidad ciudadana. Y algo muy importante, todo ello va acompañado de publicaciones”.

Ese objetivo tiene un complemento fundamental: el banco de datos de derechos humanos y violencia política más antiguo del país, que recoge datos desde 1980, e inspirador de los 16 bancos más que hay en el país. “Es un banco de datos sistemático que le provee información a la Unidad para las Víctimas y a la Embajada de los Estados Unidos”, dice Márquez.

Se suman a ese banco de datos un archivo de prensa llevado de manera muy detallada, una base de datos sobre experiencias de paz y otra más sobre movilizaciones sociales en el país. Juan Pablo Guerrero, actual subdirector de esta institución, dice que todo ello ha permitido que sea reconocido, nacional e internacionalmente, como un centro de investigación.

“El solo hecho de persistir y continuar dando línea me parece que, quizás, es lo más valioso del trabajo del CINEP”, resalta Guerrero y añade que es, tal vez, la única organización no gubernamental a la que se le reconoce calidad de excelencia en los procesos certificada por el Icontec.

El subdirector de CINEP, quien lleva un año en el cargo, destaca que esos logros han sido posibles gracias a que han contado con equipos de trabajo muy sólidos y bien formados técnicamente, y con un valor agregado, “la facilidad de llegar a través de diferentes territorios a razón de ser iglesia y ser organización no gubernamental. Eso nos permite una interacción constante con territorios y las personas”.

Al respecto, García dice que el trabajo regional, involucrando a diversos actores sociales, es una de las mayores fortalezas del CINEP. “Hay una multiplicidad de actores con quien hemos trabajado y hemos podido combinar la investigación con la educación y el acompañamiento. Esto hace del CINEP una institución muy completa porque también tiene incidencia política”.

Agrega que esta organización ha hecho grandes aportes a la investigación, integrando, incluso, a los estudiantes universitarios más notables, que aportan sangre e ideas nuevas a los equipos.

Ese espíritu ha rodeado a esta organización por décadas. Muestra de ello es una reflexión escrita por el sacerdote jesuita Gabriel Izquierdo, director de esa organización hace 25 años: “En ese sentido, el CINEP se asume como una escuela de formación práctica de investigadores, donde profesionales recién graduados tienen la oportunidad de perfeccionar y profundizar sus conocimientos, refinar sus capacidades y especializarse en áreas de mutuo interés”.

Los nuevos retos

El equipo de trabajo de Cinep se adaptó a la virtualidad para seguir sus actividades durante la pandemia del Covid-19.

Atrás han quedado cincuenta años de aprendizajes, aportes, discusiones y experiencias dolorosas, y al frente tienen un panorama complejo, que exige conocimiento, análisis y datos, tres aspectos que CINEP tiene bien desarrollados.

Guerrero plantea que, para enfrentar el futuro, esta organización se deberá mover en tres ámbitos fundamentales. El primero de ellos es continuar acompañando a las víctimas de distintos conflictos, incluso de la confrontación armada, además de mujeres, afros e indígenas en la exigibilidad de derechos.

El segundo ámbito es proyectar al CINEP como un centro de mediación y de resolución de conflictividades territorial, lo que, según el subdirector, les exige dar pasos progresivos y seguros a la institución. Y el tercero es continuar trabajando para que Colciencias mantenga el reconocimiento como centro de investigación y fortalezca el centro de educación popular intercultural, “inclusive, en regiones donde la educación para la paz sea una necesidad”.

Adicional a estos tres puntos, Guerrero añade otros ámbitos más relacionados con las intervenciones territoriales del Cinep, especialmente en el departamento de Chocó, donde han acompañado a las comunidades afros e indígenas de las zonas del Bajo Atrato en temas como la protección de líderes, lideresas y autoridades étnicas, así como los efectos de la agroindustria en territorios colectivos de comunidades negras.

En esa región tienen la representación judicial ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) de por lo menos 11 mil víctimas relacionadas con el Caso 004, que priorizó “la situación territorial a partir de hechos del conflicto armado ocurridos en la región de Urabá, Bajo Atrato y Darién, en los departamentos de Antioquia y Chocó, presuntamente cometidos por miembros de las Farc-EP, Fuerza Pública, agentes del Estado no integrantes de la Fuerza Pública y terceros civiles, desde el 1 de enero de 1986 y con anterioridad al 1 de diciembre de 2016”.

Con respecto al nuevo escenario político, que discurre con un presidente de izquierda por primera vez en más de 200 años de vida republicana, Guerrero coincide con la investigadora García en que el CINEP no perderá su manera de ver la realidad.

“Tenemos que empezar a elaborar una carta de navegación interna sobre cómo nos vamos a parar frente a este nuevo gobierno y su esperanza de paz total sin perder la autonomía”, plantea el directivo de CINEP, coincidiendo en ello con la investigadora García.

“No podemos perder la autonomía –insiste– y tampoco nuestro criterio en esta lectura crítica de país partiendo de la base de que existe un gobierno progresista. Al contrario, tenemos que tener una visión mucho más sólida, mucho más constructiva y crítica de la realidad”.

Con respecto a los diálogos regionales que se han planteado desde el gobierno nacional, con el fin de atender las complejidades de las distintas violencias, Guerrero plantea que el Cinep tiene ya un buen recorrido en distintos territorios resultado de la confianza que han logrado durante décadas de trabajo que podrían aportar a esa estrategia estatal.

“Pero también tenemos documentación sobre los trabajos territoriales y nuestras bases de datos, que pueden ser insumos básicos para la toma de cualquier tipo de decisión o, inclusive, de construcción de conducta pública”, afirma el directivo, a lo que le suma experiencia y legitimidad, logradas con una labor paciente que ahora las quieren poner al servicio de la paz en un escenario político inédito, pero esperanzador.