Sin las preguntas de periodistas, y siguiendo sus usos y costumbres ancestrales, las víctimas de una de las mayores atrocidades de la guerra en Colombia quieren vivir este duelo rodeados de sus deudos. “¿Por qué no nos comprenden?”, se preguntan sus líderes ante una crítica escrita por una periodista y docente universitaria, publicada en este portal.
El ritual para desenterrar los cuerpos de las víctimas de la explosión ocurrida el 2 de mayo de 2002 por el duro enfrentamiento que sostuvieron la guerrilla de las Farc y los paramilitares de las Auc en Bojayá, Bajo Atrato chocoano, es sagrado. Y lo menos que se quiere son reflectores inoportunos que afecten la intimidad de la comunidad.
El proceso de exhumación, al que se llegó después de 15 años de exigencias al Estado colombiano, está rodeado de usos y costumbres ancestrales sacralizadas cuando se va a intervenir un sitio donde se halló un cuerpo. Así lo describe Máxima Asprilla, integrante del Comité de Víctimas de Bojayá: “Los hermanos indígenas, a través de sus Jaibanás, hacen un rezo en su lengua y unos riegos, eso se llama armonización; lo hacen porque hay que pedirle permiso a la Madre Tierra para excavarla y sacar lo que allí está. Al día siguiente, a las 6 de la mañana, entramos nosotros, como población afro, a hacer el rezo y un alabao, y el Ave María. Una vez hacemos ese ritual, le decimos a la Fiscalía que ya puede intervenir, antes no”.
¿Y qué sentido tiene el ritual? Leyner Palacios, otro miembro del Comité, responde: “tienen dos sentidos: el primero, pedirle permiso a la Madre Tierra, como ha dicho Máxima, y el segundo al alma de ese difunto porque lo vamos a tocar, lo vamos a manipular, entonces nosotros creemos que eso es sagrado. También buscamos que esa alma no le haga daño a los que vamos a intervenir. Esa es nuestra concepción. Eso fue lo que nos dijeron los sabedores: ‘si ustedes no les piden permiso a esas almas, van a tener problemas’. A otra gente le cuesta mucho creerlo y comprenderlo”.
La espiritualidad de este momento es de tal magnitud que hasta las únicas dos cámaras de video que están registrando el hecho han sido sometidas a un ritual de protección, igual que a quienes las operan, dos personas del Comité de Víctimas de Bojayá. Una de las cámaras registra todo con fines de memoria, y la otra que documenta con fines informativos para entregar imágenes dignas a la prensa.
Tras ser exhumados, estos cuerpos serán identificados por especialistas en la sede de Medicina Legal de Medellín y una vez termine este proceso retornarán a Bojayá, a sus deudos, para que les den sepultura digna y, con ello, retorne la calma que tanto merecen. Hasta el momento van 57 restos encontrados desde el pasado 4 de mayo, cuando empezó el plan de exhumaciones coordinado por el Comité de Victimas de Bojayá con la Fiscalía General de la Nación y el Instituto de Medicina Legal. Se calcula que cuandoterminen las labores, el próximo 29 de mayo, habrían sido hallados, en total, 89 víctimas de la pipeta arrojada por un comando guerrillero de las Farc contra el templo católico, donde se hallaban encerrados decenas de pobladores.
Llegar a este momento no ha sido tarea fácil y por varios años las puertas de algunas dependencias estatales estuvieron cerradas para las víctimas de Bojayá. Su clamor era uno: “ayúdenos a encontrar los cuerpos, identificarlos y darles un entierro digno”. Nadie los quiso escuchar. Hasta ahora.
VerdadAbierta.com conversó ampliamente con Máxima Asprilla y Leyner Palacios sobre lo que han sido estos 15 años de espera, de vicisitudes, de esfuerzos a contra corriente, de cuestionamientos entre la misma comunidad y de lo que significa la intimidad.
Largo camino recorrido
VerdadAbierta.com (VA): ¿Cómo se llega al punto donde están hoy?
Leyner Palacios (LP): Cuando ocurrió la masacre de Bojayá a nosotros nos tocó fue salir corriendo, no hubo tiempo ni de recoger los muertos ahí en la iglesia. Recuerdo que pasamos a Vigía del Fuerte y supimos que los muertos seguían ahí. Fuimos hasta donde estaban las Farc a pedirles que se retiraran para ir a recoger los muertos y a personas heridas, y eso no lo permitieron. Cuando empezó a llegar el Ejército, nosotros experimentamos cómo el Ejército empezó fue a ayudar a los miembros de los paramilitares. Cuando nosotros vimos esa escena, ahí fue cuando salimos ‘chispiaos’.
Muchos se fueron en condición de desplazados para Bogotá, Medellín… en muchas partes de Colombia están las víctimas de Bojayá. Hay gente que hasta hoy no había vuelto, pero con este proceso ha empezado a ir.
¿Cuál es la importancia que tiene para nosotros este proceso? Se dice que la masacre de Bojayá dejó por lo menos 79 personas muertas, ese es el informe de Fiscalía y Medicina Legal. Para nosotros, por lo menos 85. ¿Por qué? Porque tenemos algunos casos que no fueron identificados. Esa identificación la hicieron la Fiscalía y Medicina Legal, pero nosotros como comunidad les dijimos: ‘ustedes no lo hicieron bien’.
Si hacemos memoria y revisamos los comunicados, desde 2003, desde la primera conmemoración que hicimos, en todos los comunicados de Bojayá, hemos dicho: ‘el proceso de identificación no lo hizo bien la Fiscalía’: no se reconocieron los neonatos, hay personas que las enterraron mezcladas, dos personas en un mismo hueco, eso para nosotros va en contra de la cultura, no se hicieron las separaciones de los cuerpos, entonces nos quedaron muchas falencias con ese proceso.
Pero lo más duro es que cuando nosotros volvemos al territorio, vemos que los enterraron, pero no dejaron ninguna señal. ¿A dónde está mi papá? ¿A dónde está mi primo? Entonces nos empieza a generar la duda: ¿esos sí serán nuestros cuerpos?
Nos pasamos trece años tocando las puertas de Medicina Legal y sobre todo de Fiscalía. Y no fue posible. Entonces qué determinación tomamos, ‘vámonos’ para Bogotá y aquí nos vinimos y nos pasamos unos días reunidos con ONU Derechos Humanos y les explicamos, y lograron comprender y nos dijeron: ‘vamos a hacer una reunión con Medicina Legal’. Nos fuimos a Medicina Legal. Ese día yo me acuerdo que llegamos al edificio y seguro la comida nome pasaba… Y logramos explicarle al doctor Carlos Eduardo Valdez la importancia de esto y respondió: ‘sí, esto se puede hacer’. Y empezó este proceso.
Pero también nos movimos en el marco de los diálogos de La Habana y les dijimos a las Farc: ‘si ustedes quieren pedirnos perdón, pues también ayúdenos a aclarar qué fue lo que pasó, cuántos muertos hubo, ayúdenos a aclarar todo este este entramado’. Y también le dijimos al gobierno: ‘mire, tenemos estas dudas’. Y desde ahí se empieza a ver la importancia de hacer este proceso y se toma la decisión de incluir los muertos de Bojayá en el Comunicado 62, que prioriza este caso.
(A partir de este comunicado, fechado el 17 de octubre de 2015 y firmado en La Habana por las delegaciones del gobierno nacional y del grupo insurgente; se pone “en marcha unas primeras medidas inmediatas humanitarias de búsqueda, ubicación, identificación y entrega digna de restos de personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto armado interno que se pondrán en marcha antes de la firma del Acuerdo Final; y en segundo lugar, la creación de una Unidad especial para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto armado”).
VA: Desde el 2 de mayo de 2002, pasaron fiscales y procuradores, se dio el doble periodo presidencial de Álvaro Uribe. ¿Qué fue lo que exactamente frenó hasta este momento la exhumación? ¿Qué razón les daban?
LP: Sencillamente porque estábamos en un contexto donde no existía un conflicto armado y donde las víctimas no teníamos derechos, entonces no se le daba la importancia a este tema de aclarar la verdad sobre estos muertos.
Me acuerdo que estuve en un congreso de víctimas del terrorismo; ahí tuvimos una reunión con el doctor Uribe y le manifestamos la importancia de la exhumación, pero no se nos escuchaba. Yo pienso que la política de ese entonces de concebir todas las situaciones como hechos terroristas limitaba mucho.
En esta época todavía tenemos resistencia con la Fiscal 37 de la Unidad de Derechos Humanos, que no nos permite mucha información. Hasta hoy, sobre el caso de Bojayá, no han determinado las responsabilidades de los actores que estuvieron ahí. Nosotros nos preguntamos: ¿15 años después es justo que esas investigaciones todavía estén en previas? Y por eso se limita el derecho quetenemos nosotros a acceder a las actas de inspección judicial, a las necropsias, que porque todo está en reserva. Para que vea que todavía tenemos temas delicados con ese asunto.
Sin embargo, se ha logrado avanzar un poco en ese campo y nosotros creemos que este es un momento bastante importante para la comunidad porque nos va a permitir lo que hemos querido: elaborar el duelo. Cargar esta carga tan pesada es muy difícil.
VA: ¿Qué cambia recientemente para que haya más apertura al tema?
LP: Con un ambiente de apertura, logramos sentarnos con Fiscalía, Medicina Legal, ONU, Consejería Presidencia para los Derechos Humanos y otros acompañantes. Ha sido un proceso de construcción de un plan de intervención en el marco del cumplimiento de esos compromisos del gobierno y las Farc.
Sin ese acto de reconocimiento de responsabilidad con esto, no creo que (este proceso de exhumación) se hubiera dado. A partir de ese acto (de perdón de las Farc, realizado el 7 de diciembre de 2015) empezamos una serie de reuniones, pero cantidades, en muchos lados, incluso ha habido jalones de orejas también. Hemos tenido discusiones durísimas, fuertes, con las Farc, con el Gobierno, con Fiscalía, con Medicina Legal, pero el proceso ha ido avanzando, ha ido cogiendo una ruta y logramos construir el plan de exhumaciones en marzo de este año.
Luego qué hicimos, nos fuimos a la comunidad a compartir este plan, los avances que se tienen, a preguntarles cómo es que quieren que esto se haga, y empezamos a recibir un cúmulo de información. Concertamos con las víctimas directas, con un listado que nos dio la Fiscalía, y comenzamos a organizar el día, el lugar donde está la persona, la fecha en que se van a exhumar y las observaciones, incluso a definir los familiares que quieren estar en la exhumación.
Ha sido un ejercicio de mucha incidencia ante el gobierno nacional, ante las instituciones, pero también un ejercicio de mucha concertación con las comunidades y las víctimas, que tampoco ha sido fácil, porque las víctimas han estado bastante dispersas, con condiciones económicas muy difíciles, muy lamentables. Este Comité no ha contado con financiación del gobierno, nos ha tocado hacer las cosas con las uñas; entonces generar estas concertaciones es muy difícil, porque imagínese, una persona víctima que está aquí en Bogotá, la necesitamos para que tome una decisión en Bojayá, entonces hay que trasladarla hasta allá. Y volverla a traer. Esa gestión de recursos, esas alianzas, han sido bastante complicadas.
Prensa, cuestionada
VA: ¿En qué momento comienzan a pensar en el papel de la prensa alrededor de ustedes y a definir qué hacer?
LP: La primera conmemoración que hubo en Bojayá yo me acuerdo que entramos a la iglesia y en la primera parte había como un cuarto ocupado netamente por periodistas, y de ahí para allá seguían las instituciones, y los invitados, y así se llenó el resto de la iglesia, con una diversidad de chalecos, y cuando usted miraba, de pronto en el último rinconcito de allá había una que otra víctima, o estaban fuera. En la misa del día de la conmemoración de las víctimas, ellas quedaban relegadas.
Me acuerdo de un señor que ocho días después me dijo que le daba mucho guayabo venir a la misa de sus muertos y no tener ni dónde sentarse. Desde 2003 hemos venido en esa reflexión.
VA: ¿Y qué pasó, años tras año, entre aquel 2003 y hoy?
LP: Si uno revisa entre 2003 y 2010, el comportamiento de las víctimas directas de la masacre fue más bien de retiro. No se acercaban ni a la misa, ni a los actos, más bien era como de indiferencia.
VA: ¿Y cuándo comienza a cambiar ese sentimiento de la comunidad?
LP: Hace dos años nos reunimos en Bojayá, en la Casa de las Agustinas, y logramos convocar más o menos 26, 27 víctimas, y les preguntamos solamente: ¿ustedes cómo están viendo la conmemoración y qué estamos haciendo que a ustedes no les gusta?
En el primer momento, todo en silencio; y en un segundo momento, empezaron a hablar. Una de las cosas que nos dijeron fue sobre ‘el desfile de chalecos’. Acá vienen muchos periodistas e instituciones, no queremos eso. También nos hicieron críticas a los coordinadores del Comité, nos dijeron: ‘cada vez que se hacen esas conmemoraciones, todo el mundo prende su equipo de sonido, y esto se forma más que un acto de conmemoración, se forma es una rumba. Porque como viene tanta gente, tanto chaleco y tanta cosa, entonces los que tienen el equipo para vender la cerveza, aprovechan. Y nosotros no estamos de acuerdo que jueguen con nuestro dolor’.
También nos dijeron que temían porque al momento que ellos querían empezar a llorar en esos espacios, ahí mismos los periodistas los grababan, con la gravedad de que esos periodistas les preguntarían ‘¿usted qué sintió cuando se murió su papá?’ Entonces esa persona no estaba pensando en atender a la prensa, sino en llorar, pero se sentía reprimida, eso nos dijeron. Fue un momento de reflexión y de críticas, y eso nos llevó a que deberíamos revaluar todo lo que estábamos haciendo que a las víctimas no les gustaba.
Al año siguiente hicimos la siguiente conmemoración y tratamos de empezar a corregir detalles. Y sabe qué nos dijeron algunas de las víctimas: ‘por fin hicimos una conmemoración para las víctimas’. Una niña se paró allá y dijo: ‘yo tenía 13 años que no entraba a la iglesia, no venía a nada de esto, y hoy vine porque he sentido que es una cosa diferente’.
Un señor me entregó un poder porque él no se sentía preparado para exhumar el cuerpo de su familiar y me dijo: ‘no me siento preparado para atender tantos medios, tantos periodistas que se vienen aquí, yo quiero estar solo’. Y me entregó un poder por escrito hace tres meses más o menos para que yo fuera el representante de él en su proceso. Ese poder lo tiene la Fiscalía.
Hicimos la siguiente conmemoración y fuimos viendo que más gente iba, más gente de las víctimas directas, entonces dijimos, estamos mejorando. Lo que nos dijeron fue: ‘ahora sí le están poniendo rumbo a esto’.
Para estas exhumaciones tuvimos un caso que vale la pena tener en cuenta. Un señor, Enrique Rentería, dijo que no aceptaba que fuéramos a exhumar los cuerpos del hijo y la suegra porque eso se convertía en una patanería, en una recocha, y toma de fotografías de los huesos y dijo que no estaba de acuerdo. Que su dolor no era para comercializarlo.
Cuando empezamos las exhumaciones, me reuní con él, porque siempre nos reunimos para explicar lo que pasaba, y cuando se dio cuenta cómo se hizo la actividad, vaya sorpresa, me llama y me dice que ahora sí quiere que exhumen a sus familiares porque ‘esto que están haciendo sí es lo que yo quiero: yo veo que esa gente los trae con mucho respeto, hacen lo que uno quiere. Por eso yo voy a participar’. Y entonces lo volvimos a incluir en el plan.
Pero esta mañana (domingo 22 de mayo), a las cinco de la mañana, me llamó a decirme: ‘hermano, no me voy a meter, voy a salirme de eso, porque aquí con los muertos están jugando, están es recochando, los llevan para allá y para acá’.
Para que vea que esto es una situación de tensión y de tratar de hacer las cosas acordes como la victimas nos lo están pidiendo. Si en la medida que las víctimas van viendo que las cosas no se están haciendo en la lógica que ellos desean y plantean, dicen no.
VA: Cuando a la comunidad de Bojayá le entreguen los cuerpos ya identificados, en el acto público que piensan hacer en el pueblo, ¿tampoco admitirán a la prensa?
LP: Yo diría que no es que haya prensa, yo diría más bien es que no haya cámaras, micrófonos. Usted es periodista, y si va a Bojayá y está en un acto solemne, de esa magnitud, lo más responsable y respetuoso es estar ahí, acompañando la gente, y nadie va a decir que no esté. Pero que estén en actitud de acompañamiento; después que salga de allí puede sentarse en su casa y escribir lo que usted percibió de ese momento. Para nosotros es un acto solemne, es el encuentro con nuestros muertos, entonces por qué otro tiene que estar haciendo otra cosa. No se ponga a rezar, pero respetemos a los que están rezando. Traten de comprender eso.
Máxima Asprilla: Fue tan clara la decisión, que ni para nosotros, para la comunidad, había permiso de registrar imágenes con los celulares. Le cuento algo: una muchacha quería grabar con su celular, porque no conoció a su papá en vida, lo conoció en una bolsa. Y tampoco se le dejó, por doloroso que eso sea.
Reacción a las críticas
VA: ¿Cómo conocieron ustedes las críticas que se les hicieron por haber supuestamente impedido el trabajo de la periodista Patricia Nieto y de la fotógrafa Natalia Botero? ¿Cuál fue su reacción?
LP: En el caso mío, hay una chica que estaba en Cali, pero es de Bojayá. No sé cómo obtuvo la información, me la envió por WhatsApp. Y yo la compartí con los compañeros y compañeras del Comité. Pero me imagino que muchos la recibieron de distintas maneras. Y todos nos quedamos en shock. Yo llegué a la casa y no podía ni hablar. El tema nos ha dolido bastante y creemos que nos han puesto en riesgo hasta nuestras vidas por un mal manejo y un mal entendido.
Yo tengo una sentencia de la Corte Constitucional (Sentencia T-517/98) donde dice lo siguiente: “Reiteradamente esta Corporación ha señalado que el derecho a la intimidad permite y garantiza en los asociados, el poder contar con una esfera o espacio de vida privada no susceptible de la interferencia arbitraria de las demás personas, que al ser considerado un elemento esencial del ser, se concreta en el derecho a poder actuar libremente en la mencionada esfera o núcleo, en ejercicio de la libertad personal y familiar, sin más limitaciones que los derechos de los demás”.
Estamos hablando de una esfera, de una esencia, de unos lugares, que para nosotros son sagrados. Y para nosotros poder elaborar el duelo, esos espacios son esenciales. Entonces, no estamos en contra de la ley. Si hay censura de prensa, no es el Comité; si hay veto a la prensa, no es el Comité; es la Corte Constitucional que ha dictaminado que existe el derecho a la intimidad, que es un derecho fundamental.
Con Natalia Botero me reuní el 6 de mayo, después de llegar de Riosucio, iba pasando para una reunión, y me llamó dijo que quería hablar conmigo, y me senté en el restaurante de doña Merlin, a las 2 y media de la tarde, aproximadamente. Yo le pregunté qué hacía por allá y me recordó que me había escrito hacía como tres meses. Y me presentó su plan de trabajo. Y se dije: ‘sí, sí, me acuerdo’. Pero yo mismo le expliqué que su plan reñía con unas cosas que ya la comunidad en asamblea, había decidido. Y le dije que le concedía una entrevista cuando tuviéramos tiempo. Y coordinamos que no fuera en el cementerio porque esa la condición de la gente, que no fuera en el marco de las exhumaciones, que les respetáramos sus rituales, incluso, le propuse que la hiciéramos en mi casa. Nunca más volvió. Todo el tiempo que estuvo en Bojayá, a partir de allí, estuvo persiguiendo la foto de los huesos.
Si a nosotros el mundo se nos viene encima porque no estamos de acuerdo que fotografíen esos huesos, pues aguantamos ese otro peso, pero no estamos en disposición que las calaveras de nuestros familiares se saquen por los medios de comunicación.
No tenemos intención de limitar el derecho a la prensa, solo le pedimos a los medios de comunicación que, en el ejercicio del derecho a la intimidad, nos permitan que podamos terminar este proceso de exhumaciones y elaborar el duelo. ¿Por qué no nos comprenden? ¿Por qué no entienden la importancia de este momento? ¿Por qué no son capaces de darnos este tiempo que estamos pidiendo?
Máxima Asprilla: Yo me pregunto. ¿cuál es el tanto interés que estas dos personas tienen y cuál es el beneficio que le trae a Bojayá para que Bojayá se tenga que exponer a atenderlas a ellas, lo que ya nosotros mismos les habíamos dicho que no íbamos a hacer? Yo si las invito a ellas a que reflexionen. Nosotros necesitamos hablar con ellas, porque nosotros ni somos violentos, ni somos agresivos. Tenemos que dejar las cosas muy claras y que ellas reconozcan que nos han hecho daño. Nosotros a ellas no, ellas a nosotros sí.