La peregrinación al Jardín de la Vida

      
En el año 2013 las madres de Soacha regresaron a las Liscas, vereda de Ocaña donde en el 2008 fueron hallados sus hijos muertos enterrados en fosas comunes. Allí sembraron el Jardín de la Vida, un lugar que quieren posicionar como escenario de peregrinación y reconciliación.

dlr-jardin-vidaFoto: UFPS – Ocaña.

El Jardín de la Vida fue sembrado hace dos años por las madres de Soacha, quienes llegaron a la vereda Las Liscas de Ocaña, en Norte de Santander, donde sus hijos fueron enterrados en el 2008 en una fosa común. Ese evento fue un reconocimiento al sufrimiento de esas mujeres y que arrojó varias conclusiones entre las que se cuenta la indolencia de algunos entes estatales frente a la situación jurídica de las madres y familiares.

Después de dos años de plantado el Jardín, algunos furtivos visitantes continúan llevando flores y las riegan esparciendo la esperanza para que ese lugar se convierta en un sitio de peregrinaje donde se despierte la solidaridad y respeto por la vida.

El Jardín de la Vida fue una iniciativa de la Universidad Francisco de Paula Santander de Ocaña para que las madres de Soacha se reconciliaran con el pasado llegando al sitio donde sus hijos fueron inhumados y exhumados, pero ya no con el dolor de la primera vez que estuvieron en ese sitio sino ahora con el corazón lleno de perdón y esperanzas de justicia.

El Jardín de la vida es hoy en día un referente de memoria histórica de Ocaña que tras el cansancio de décadas de conflicto no quiere que se repita ese fatídico episodio que iba desdibujando la imagen de la región.

La idea surgió en una de las tantas celebraciones del día de la memoria y solidaridad con las víctimas. En la vereda las Listas se sembraron las primeras flores y árboles como expresión de recuerdo con aquellos jóvenes que hoy están ausentes por cuenta de la violencia.

Ahora, ese Jardín no deja de florecer y se quiere convertir en sitio de peregrinación para no solo recordar a los seres queridos arrebatados por la indolencia sino para procurar que siempre haya una flor en pie que sostenga la esperanza de justicia.

A este punto, a escasos kilómetros de Ocaña, solo se llega a paso solemne pues es un lugar que mutó de las exclamaciones de dolor de las madres a la armonía propia de un huerto. El cementerio de las Liscas espera a sus visitantes no como en los momentos dolorosos de los últimos meses del año 2008, sino con orgullo “porque se deja algo muy representativo para nosotras pues ya hay personas a su cuidado, como cuando nosotras cuidábamos a nuestros hijos”, dijo Carmenza Gómez Romero, madre de Víctor Fernando Gómez, el día que volvió a ese lugar a sembrar las primeras flores junto con otras madres.

Víctimas, estudiantes, diversos estamentos, públicos y privados. Los mismos habitantes de las Liscas aspiran que este sitio tome fuerza y se convierta en un monumento que apague el nombre de fosa común para que pase a ser un espacio de romería donde se pasee el espíritu de la reconciliación.

El Jardín actualmente es un símbolo para que no se olviden los macabros hechos de violencia que dejaron allí sepultados a jóvenes que llegaron a esta región con alguna esperanza pasando a ser víctimas de quienes además lastimarona unas mujeres que aún viven las consecuencias. En el cementerio de las Liscas quedaron sepultadas las historias trágicas y en el Jardín está sembrado el árbol de la vida.  

“Este árbol representa la vida que a mi hijo le faltó para crecer más, pues con 19 años tenía mucha vida por delante”, afirmó Blanca Nubia Monroy, madre de Julián Oviedo, cuando un día regresó a Ocaña para sembrarlo con la confianza de que los ocañeros no lo dejarán morir y lo sigan visitando como forma de resistir a la violencia. “Significa el amor que yo le tuve, le tengo y le tendré mientras yo esté en este mundo”, agregó Blanca Nubia, con lo cual selló la planta que representa hoy en día el cariño a la gente de Ocaña hacia la que no tiene ni el más mínimo síntoma de rencor y de la que está segura, mantendrá este Jardín para que convierta en un catalizador más del fin del conflicto que tantas víctimas ha dejado en esta región. La intención es no dejar morir el Jardín de la Vida, pues es un escenario de paz donde se realicen actos de vida.