A la par que distintos sectores de la sociedad civil cuestionan la lentitud del gobierno nacional en la implementación de los acuerdos con las Farc, la Oficina del Alto Comisionado para la Paz construye con líderes regionales seis grandes acciones simbólicas para reactivar el entusiasmo en el proceso. VerdadAbierta.com presenció la reunión en Florencia, dedicada a la Amazonía, y allí habló con este sacerdote católico, un profundo conocedor de la región.
Una caravana de barcos que desde distintos puntos de la Amazonía recorra los ríos Caquetá y Putumayo hasta llegar a Puerto Leguízamo para participar de una gran reunión de taitas, abuelos y autoridades indígenas que harán un ejercicio de sanación espiritual por la paz de Colombia. Ese es el acuerdo al que llegaron poetas, feministas, pintores, profesores, líderes religiosos y autoridades indígenas de Caquetá, Huila, Amazonas y Putumayo hace una semana en Florencia.
Todos ellos fueron convocados por la Oficina del Alto Comisionado para la Paz (OACP), que les pidió diseñar una acción colectiva a favor de la reconciliación y que les hable a los escépticos de la paz con la guerrilla de las Farc. El evento de Florencia es el tercero, después de los realizados en Buenaventura y Bucaramanga. Se programaron también este tipo de encuentros en San Juan Nepomuceno (Bolívar), Villavicencio (Meta) y Pereira (Risaralda).
El recorrido propuesto en Florencia, que será financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y coordinado por la OACP, se desarrollará en febrero de 2018. Incluirá un gran fogón comunitario, en el que se cocinarán alimentos nativos de la región, así como una pintura de gran formato en la que trabajarán artistas locales con el impulso del colectivo Inty Grillos, que ha pintado murales en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación donde viven los excombatientes de las Farc en Caquetá y Putumayo.
De acuerdo con el abuelo Gil Farekade Mariba, del pueblo Murui-Muinane, con esa actividad se buscará rescatar el valor de la palabra, avivar “el fuego del corazón” y fortalecer la espiritualidad que “ha sostenido el pensamiento amazónico”, vulnerado no sólo por el conflicto armado, sino también, según él, por el narcotráfico, la minería y el tráfico de pieles y animales silvestres. El taita Santos Jamioy, del pueblo Kamëntsá, también destacó la máxima de “confiar nuevamente en la palabra” como uno de los objetivos de la acción colectiva.
Los detalles del evento, que hace parte de una apuesta por reavivar el interés en el acuerdo de paz firmado con las Farc en noviembre del año pasado en Bogotá, fueron concertados por los participantes después de tres días de extensas discusiones sobre el pensamiento indígena, los procesos de resistencia de las comunidades locales, la sacralidad del territorio y la contradicción entre la urgencia del gobierno nacional por impulsar acciones simbólicas a la par que implementa con lentitud el acuerdo de paz.
En este diálogo participaron destacados líderes de la región, como el poeta e impulsor de la Red de Emisoras Comunitarias de Putumayo, Libardo Valdez; el coordinador de la Escuela Audiovisual Infantil de Belén de los Andaquíes, Alirio González; la lideresa de la Alianza Mujeres Tejedoras de Vida, Zereida Romero; y el sacerdote de Puerto Asís, Campo Elías de La Cruz.
De la Cruz, quien lleva más de dos décadas en la región, conoce de primera mano los impactos que generaron en la población civil la guerra que libraron las Farc, el Ejército y los paramilitares del Bloque Central Bolívar en Putumayo. Es, además, un estudioso de los pueblos indígenas; ha acompañado a las víctimas en decenas de acciones simbólicas a favor de la paz; y es uno de los sacerdotes que apoyó abiertamente el Sí en el plebiscito de octubre de 2016.
Este portal habló con el prelado sobre la reunión de autoridades espirituales en Puerto Leguízamo, Putumayo, propuesta en el encuentro de Florencia, la implementación de los acuerdos de paz, y el papel del Estado en esta etapa de acercamiento a los territorios por cuenta de la desaparición de las Farc como organización insurgente.
VerdadAbierta.com (VA): En la concertación de la acción simbólica por la paz que se realizará en Puerto Leguízamo primó el valor de la espiritualidad indígena. ¿A qué se debió esa decisión colectiva?
Elías de La Cruz (EC): La época de la colonización nos ancló en el pensamiento eurocéntrico, y creo que, finalmente, estamos haciendo justicia con el pensamiento indígena. En este territorio hay principios claros para la construcción de paz desde la transversalidad de las espiritualidades, porque la Amazonía tiene una especificidad: en esta región no hay un lugar que no sea atravesado por las espiritualidades, que aquí no son individuales, sino colectivas, y que transversalizan los saberes culturales, sociales, políticos y sobre la tierra. Aquí, además, hay un ordenamiento territorial que pasa por los sentidos, que es existencial. Buscamos rescatar la visión holística que tienen los pueblos, quienes nos hablan de endulzar, rumiar, ‘mambear’, la palabra.
VA: Justamente, uno de los objetivos del evento es rescatar el valor de la palabra. ¿Qué relación guarda ese objetivo con la construcción de paz?
EC: Lo primero que mata la guerra es la palabra, porque destruye la confianza y convierte al otro en enemigo. Yo creo que la palabra es la primera secuestrada en la guerra, lo primero que cae a tierra. Lo que estamos haciendo aquí es intentando recuperarla, pero no entendiéndola como un monólogo de quien da cátedra, sino como un elemento que circula, de la manera en que lo hacen los taitas. Y como la paz no puede hacerse con desconfianza, estamos empezando a tejer los lazos que nos quitó la guerra.
VA: El ejercicio también busca acercarse al dolor de las víctimas. ¿De qué manera es posible abordarlo?
EC: Los ríos, las fincas, los cementerios, son testigos de lo que ocurrió. Aquí hay mucho dolor, gente que no ha sido capaz de sanar lo que pasó con sus seres queridos. Frente a eso, la preocupación que tengo es que se está intentando imponer una maqueta técnica (referida a la implementación de los acuerdos) sin sanar el dolor de la gente. Porque cuando la sociedad no se ha reconciliado, nadie está preparado para trabajar con el otro. Considero que no se debería dar un paso más en esto (la implementación) hasta que la gente que hizo daño y a la que le tocó vivir el daño sea capaz de acercarse. Para eso, yo acudiría a las iglesias, a las espiritualidades profundas de las comunidades indígenas, que son elementos que están en el territorio.
VA: El gobierno nacional ha insistido, desde los diálogos de La Habana, que la paz debe ser territorial. ¿Qué significado le dan a ese concepto en la Amazonía?
EC: Desde tiempo atrás nos hemos venido imaginando la paz en el territorio. Las comunidades, por muchos años, han tenido mecanismos de reconciliación. Por ejemplo, los kamëntsá cada año tienen un carnaval del perdón. Es necesario pensar cómo hacer que esos procesos tengan la posibilidad de sostenerse con sus tiempos, en sus espacios, con sus cosmovisiones. Hay que tener la humildad de saber que acá hay unos aprendizajes silenciosos, ocultos, de estas culturas. Es necesario escucharlas para tener procesos más endógenos que valoren la profundidad de pensamiento, la organización, el respeto profundo por la tierra que tienen los pueblos indígenas.
VA: Además de la reconciliación, ¿qué otras acciones concretas requiere la construcción de paz en la región?
EC: La reconciliación es una ventana para trabajar en confianza con el otro. Sin embargo, la paz se debe entender como la satisfacción de las necesidades primarias de la gente. Y en este proceso de paz hay contradicciones. Por ejemplo, que por un lado se tratan de organizar tejidos (comunitarios) y por otro se concesionan los territorios a la explotación petrolera, a las multinacionales, se quiere abolir la consulta previa. El gobierno tiene que hacer un diálogo sincero con los territorios, ser claro en si de verdad se le está apostando a una paz para la ruralidad. No puede haber un proceso de paz duradero si hay políticas que laceran la dignidad de los pueblos.
VA: En este espacio de concertación hubo discusiones entre los funcionarios de la OACP y los líderes indígenas frente a la necesidad de debatir a profundidad el sentido de la acción simbólica. ¿De qué manera deberían llegar las instituciones a territorios como este?
EC: Bienvenido el momento de ahora, pero le digo con mucha franqueza que una cosa es que la sociedad civil haga sus procesos y otra cosa es cuando se encuentra con la institucionalidad. El gobierno necesita dar un giro, porque es una profunda equivocación seguir pensando que el país se construye desde arriba, continuar manteniendo una relación vertical con las comunidades. Hay que colocarse en el lugar de la rabia, la desesperanza, la decepción y las ganas que tiene la gente. Si uno quiere hacer un proceso endógeno en el territorio tiene que saber también ‘mambear’ la palabra con ellos, porque si no, estaría haciendo otro ejercicio de colonización. Que no nos vengan a decir que en dos o tres años vamos a recomponer lo que se descompuso en 50.
VA: Es notoria la desconfianza que genera el Estado en comunidades de regiones como esta, afectadas por el conflicto y el abandono. ¿De qué manera podría reconstruirse esa relación?
EC: Necesitamos pensar cómo vamos a sentarnos con los que trabajan en la vida política, cuál va a ser el método para que recuperamos la confianza que ha sido devastada. Un primer paso es reconocer que hablar de política es hablar del bien común, y eso significa que haya equidad: que el agua que le llega al (empresario) Julio Mario Santodomingo sea la misma agua que le llega a un campesino, que la ruralidad tenga una universidad como la Nacional de Colombia, que los territorios tengan médicos de primera. Necesitamos saldar esa deuda histórica. El proceso de paz debe permitir que veamos al hombre del campo como un interlocutor válido, en su organización, en su simplicidad de vida. Yo valoro el paso que dieron el gobierno y las Farc, pero esa es solo una ventana, porque las paces, que son múltiples, les pertenecen a los territorios.