Resistencia mujeres y LGBTI

En las zonas donde se ha vivido con mayor intensidad el conflicto armado, las mujeres y las personas LGBTI han enfrentado múltiples victimizaciones. Sin embargo, allí mismo, han creado colectiva e individualmente poderosas maneras de resistir.

Una mezcla entre los efectos particulares de la guerra, la discriminación por razones de género y la pobreza ha atravesado las vidas de miles de mujeres y personas LGBTI en vastas regiones del país. Durante la última década, así lo reconocieron las distintas instituciones de la justicia transicional surgidas de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia, como también fue expresamente aceptado por la mesa de conversaciones de La Habana, que incluyó un enfoque de género en el Acuerdo Final de paz.

En ocasiones, las adversas condiciones que han enfrentado estas personas han generado complejas redes de solidaridad, que ante la indiferencia de buena parte de la sociedad y la incompetencia del Estado han permitido la subsistencia de familias enteras. En otras circunstancias, sin embargo, construir esos tejidos ha sido imposible, por lo que personas en condiciones de alta vulnerabilidad han tenido que relacionarse de maneras complejas con los actores de la confrontación y las economías ilegales para poder sobrevivir.

En las tres historias listadas a continuación es posible apreciar algunos de esos procesos, vividos por mujeres y personas LGBTI de zonas duramente golpeadas por la confrontación: la Costa Pacífica nariñense, el bajo Putumayo y el Urabá antioqueño. En todas ellas aparece el común denominador de la resistencia, pero también la urgencia de la justicia, la reparación y la no repetición que les adeudan a esas personas la sociedad y el Estado.

La resistencia en tres regiones

Diversos sectores sociales persisten en promover expresiones musicales y estéticas como una manera de contrarrestar la violencia generalizada que golpea con crueldad a los pobladores del puerto nariñense. Su tarea es transmitir alegría allí donde se pretende imponer la tristeza y el luto.
Decenas de mujeres vulnerables de ese departamento han estado o están detenidas en prisiones colombianas y ecuatorianas por tráfico o porte de estupefacientes. Al igual que las cocaleras, alegan que se involucraron en el negocio para mantener a sus familias, pero no hacen parte de procesos organizativos ni reciben la atención del Estado. Entre tanto, el gobierno nacional enfrenta serias dificultades para implementar el programa de sustitución integral de cultivos de uso ilícito en la región.
En esa subregión de Antioquia, donde el 67 por ciento de sus habitantes son víctimas de la guerra, decenas de mujeres desplazadas han reconstruido sus vidas y las de sus hijos a punta de esfuerzo personal. En ese camino, una fundación de religiosas fue clave en las últimas dos décadas del conflicto.

Estos artículos hacen parte del proyecto “Seguridad para mujeres y personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales en regiones afectadas por el conflicto en Colombia”, realizado entre la FIP (Fundación Ideas para la Paz) y el IDRC (International Development Research Centre).

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