Después de cinco años de operaciones militares y policiales fue capturado Dairo Antonio Úsuga David, un hombre que ha vivido la confrontación armada en su máxima expresión durante más de tres décadas. ¿Su detención deja acéfala a la Autodefensas Gaitanistas de Colombia?
Se necesitaron algo más de seis años, cerca de tres mil hombres de las Fuerzas Armadas y una gran articulación logística para capturar a quien es considerado uno de los hombres más importantes en la estructura de las llamadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc): Dairo Antonio Úsuga David, alias ‘Otoniel’.
Su captura se produjo este sábado en zona rural del municipio de Necoclí, en el Urabá antioqueño, una región que conoce bastante no sólo porque es oriundo de la vecina población de Turbo, sino por su trasiego en la guerra durante más de 30 años.
No era una presa fácil y el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos (2010-2018) lo sabía, por eso lanzó el 2 de febrero de 2015 la Operación Agamenón, una estrategia combinada de las Fuerzas Armadas que buscaba desarticular a las Agc, llamada por las autoridades como ‘Clan del Golfo’, copando sus principales centros de operaciones, ubicados en el Urabá antioqueño, Córdoba, Sucre y Norte de Santander.
En junio de 2017, el presidente Santos relanzó la operación, que se denominó Agamenón II, y con la llegada de Iván Duque a la Casa de Nariño, en agosto de 2018, la estrategia se reforzó esta estrategia interinstitucional, siempre con el mismo objetivo: desvertebrar la estructura armada ilegal que lideraba alias ‘Otoniel’.
Poco a poco fueron cayendo sus hombres de confianza, tanto en zonas rurales como urbanas, entre ellos varios de sus familiares, quienes conformaban su estructura financiera y manejaban los recursos que provenían de actividades asociadas al narcotráfico. Uno de los primeros en ser abatidos fue Roberto Vargas Gutiérrez, alias ‘Gavilán’, considerado en su momento como el segundo al mando de las Agc, en una operación realizada a finales de agosto de 2017 en zona rural de Turbo.
Tres meses después de esa acción de la Fuerza Pública, caería abatido Luis Orlando Padierna, alias ‘Inglaterra’, en una finca situada entre los municipios de Chinácota y Pamplona, en Norte de Santander.
A esa lista se sumaría la captura de varios de sus familiares, entre las que se destaca Nini Johana Úsuga David, alias ‘La Negra’, hermana de ‘Otoniel’, y quien, según las autoridades, tenía bajo su responsabilidad el manejo de los recursos provenientes del narcotráfico. Ella fue detenida en marzo de este año en el municipio antioqueño de Sabaneta, en el sur del Valle de Aburrá.
Operación Osiris
Desde el fuerte militar de Tolemaida, el presidente Duque anunció la captura de alias ‘Otoniel’, cuya operación se denominó Osiris. “Este es el golpe más duro que se le ha propiciado al narcotráfico en este siglo en nuestro país”, dijo el mandatario, quien equiparó esa acción de la Fuerza Pública con la realizada contra el capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, el 2 de diciembre de 1993 en la capital antioqueña.
Al hablar de ‘Otoniel’, el Presidente de la República aseveró que era “el narcotraficante más temido en todo el mundo”, una apreciación que algunos analistas consideran como desproporcionada, sobre todo porque operaba en condiciones de extremo aislamiento por razones de seguridad entre el norte de Antioquia y Córdoba.
Duque lo calificó de “asesino de policías, de soldados, de líderes sociales; además, reclutador de menores”, y lo describió como “un abusador de menores y adolescentes”. (Leer más en: La amenaza ‘gaitanista’, un reto para la seguridad ciudadana)
De acuerdo con diversos informes de organismos de seguridad del Estado, así como de la Defensoría del Pueblo y de organizaciones no gubernamentales, las Agc se habían convertido en una estructura criminal de gran poder económico y militar, con presencia en los enclaves más importantes de producción y exportación de cocaína, especialmente en el norte del país.
El presidente Duque le agradeció a las Fuerzas Armadas por las labores realizadas para dar con la captura de alias ‘Otoniel’, que contaron con información de inteligencia proveniente de agencias estadounidenses y británicas. “Es un triunfo de la legalidad”, reiteró y recordó que “quien la hace la paga”.
Desde hace más de un mes, las fuerzas militares y de policía seguían el rastro de ‘Otoniel’ en las estribaciones del Nudo de Paramillo, una amplia zona montañosa entre los departamentos de Antioquia y Córdoba, siguiendo pistas de su posible presencia en algunos campamentos adecuados para su estadía, que eran de pocos días para evitar la acción de las autoridades.
En declaraciones de prensa, el director de la Policía, general Jorge Vargas, entregó detalles de esa persecución, entre las que destacó el uso de correos humanos para dar indicaciones a sus hombres, evitando así el uso de celulares para no ser detectados por los uniformados que lo perseguían.
Finalmente, y tras más de seis años de persecución, alias ‘Otoniel’ fue ubicado en el cerro del Yokí, un paraje rural del corregimiento El Totumo, jurisdicción del municipio de Necoclí, en el Urabá antioqueño. Una zona en la que también fue capturado, en abril de 2009, Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario’, creador de las Agc, quien tras ser capturado fue relevado por Juan de Dios Úsuga, alias ‘Giovanni’, hermano del hasta hoy hombre más buscado de Colombia. (Leer más en: ‘Don Mario’ y los pactos de la guerra)
Desmovilizaciones fallidas
Una revisión al pasado de alias ‘Otoniel’ muestra que ingresó a la guerra a través del Ejército Popular de Liberación (Epl), una organización guerrillera de inspiración maoísta que se asentó desde la década de los años setenta en el Urabá antioqueño con el fin de expoliar las riquezas provenientes del banano y adelantar un trabajo político con base obrera de las fincas.
Del corregimiento Nuevo Antioquia, de Turbo, salió, junto con su hermano, Juan de Dios, a engrosar las filas de esa guerrilla que, para 1987, se peleaba a sangre y fuego cada vereda del norte del Urabá antioqueño con los nacientes grupos paramilitares de Fidel Castaño Gil, así como con el Ejército Nacional.
Antiguos miembros de ese grupo insurgente recuerdan que, para finales de la década de los ochenta, a los Úsuga David “les toca una época muy activa del Epl en la parte militar. Muchos combates, mucho enfrentamiento. Llegaron a tener algún mando, por lo buenos que eran en la parte militar. Pero su formación política era más bien pobre”.
Con la llegada de César Gaviria a la Presidencia de la República el 7 de agosto de 1990, la dirigencia del Epl comenzó a ver una posibilidad de negociación política con ese gobierno, que se concretó el 1 marzo de 1991, cuando cerca de dos mil subversivos dejaron las armas, pero ese acuerdo no sedujo ni a los hermanos Úsuga ni tampoco a un conjunto de mandos medios que no vieron en el proselitismo político una opción de vida, pero tampoco vieron en la oferta institucional una salida, tras considerarla lenta y desarticulada.
Además, esa desmovilización desató una guerra entre antiguos miembros del Epl, quienes consideraron ese acuerdo como “una traición” y se conformó una disidencia que, inicialmente, fue apoyada por la guerrilla de las Farc. El Urabá antioqueño se convirtió en un polvorín sin control y los hermanos Úsuga contribuían con sus conocimientos militares.
Pero las relaciones de esa disidencia con las Farc se deterioraron, lo que llevó a sus integrantes a buscar la protección de Carlos Castaño Gil, quien para la fecha ya despertaba odios, miedos y admiraciones por su discurso contrainsurgente y las acciones violentas que ordenaba como comandante de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu), desde su centro de operaciones en las veredas El Tomate y Catalina, de San Pedro de Urabá. (Leer más en: La guerra que mató la esperanza en Urabá)
En agosto de 1996, esa disidencia, conformada por 60 guerrilleros, entregó las armas a delegados del gobierno nacional a instancias de Castaño y en una de sus propiedades, la finca Cedro Cocido, del corregimiento Leticia, en Montería. Los combatientes, dirigidos por Juan de Dios Úsuga, alias ‘Giovanni’, hermano de ‘Otoniel’, declararon a los medios de comunicación en aquel entonces que luego de hablar con Carlos Castaño decidieron dejar sus armas, cansados de tanta violencia.
“Él nos dijo que nos iba a dar tierras para nosotros trabajar y vivir en paz con nuestras familias”, declaró alias ‘Giovanni’ a los periodistas que lo abordaron en aquella entrega de armas. Tomás Concha, director en ese momento de la Oficina Nacional de Reinserción, declaró ante medios de comunicación que la Fiscalía entraría a resolver la situación jurídica de los desmovilizados para luego incluirlos en los planes de reincorporación a la sociedad. (Leer más en: La reinserción del Epl en Urabá: historia de un fracaso anunciado)
Pero no ocurrió así. Los disidentes terminaron albergados en tierras de Carlos Castaño quien, conocedor de sus habilidades para la guerra, finalmente terminó vinculándolos a su proyecto paramilitar justo en momentos en que las Accu se aprestaban a dar el salto de simples cuadrillas de sicarios a un verdadero ejército irregular con intenciones de expansión regional y nacional. (Leer más en: Comandos Populares de Urabá, base de las Accu)
Llegaría entonces otra desmovilización, la de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), una confederación de grupos paramilitares creada a mediados de 1997 de la que hicieron parte las Accu. Bajo los acuerdos logrados en junio de 2003 con el entonces presidente Álvaro Uribe (2002-2010), varias estructuras armadas ilegales entregaron sus armas desde finales de ese año hasta agosto de 2006, cuando concluyó ese proceso. Allí también estaban alias ‘Otoniel’ y su hermano.
Pero tampoco se conformaron con lo que ofrecía el gobierno nacional en aquellos años, entre otras razones porque temían que los acuerdos no se cumplieran. El primero en lanzar las alertas de esos supuestos incumplimientos fue Vicente Castaño Gil, el líder a la sombra de las Auc.
Los Úsuga David atendieron esa alerta y se integraron a una estructura que, inicialmente se llamó ‘Héroes de Castaño’, liderada por Daniel Rendón Herrera, alias ‘Don Mario, y que con el paso de los años se convirtió en las ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’, copando a sangre y fuego los espacios que dejaron las Auc y dominando los enclaves del narcotráfico en diversas regiones del país.
A los Úsuga David no los detuvo la captura de alias ‘Don Mario’, ocurrida en agosto de 2009 en zona rural de Necoclí. Por el contrario, asumieron el mando de las Agc y reestructuraron esa organización armada, acumulando gran poder armado en diversas regiones del país, sometiendo a otras estructuras criminales.
Por acción de las autoridades, fue abatido Juan de Dios Úsuga David, alias ‘Giovanni’, el 1 de enero de 2012 en costera de Acandí, departamento del Chocó, lo que llevó a ‘Otoniel’ a ser el máximo líder de las Agc y a tener como lugartenientes a varios de sus antiguos excompañeros del Epl, como alias ‘Gavilán’. (Leer más en: Los secretos del ‘Clan Úsuga’)
Alias ‘Otoniel’ ahora está bajo custodia de las autoridades colombianas. Sobre sus hombros pesan, según la Fiscalía, 122 órdenes de captura, 7 medidas de aseguramiento y 6 sentencias condenatorias por más de 40 años. Se destacan, en su prontuario, homicidios, reclutamiento ilícito de menores de edad, terrorismo, porte ilegal de armas, desaparición y desplazamiento forzadas.
Además, tiene dos solicitudes de extradición vigentes en Estados Unidos, una de ellas emitida por la Corte del Distrito Medio del Estado de La Florida y otra por la Corte del Distrito Este de Nueva York, que lo acusan de delitos asociados al tráfico de narcóticos.
La pregunta que se hacen diversos sectores sociales es qué va a pasar con las Agc. La historia de la guerra en Colombia muestra que ese tipo de estructuras armadas se reciclan para continuar con sus labores criminales, relevando a aquellos mandos que mueren o son capturados. ¿Pasará lo mismo en esta ocasión?
Otra pregunta que ronda en el ambiente es si purgará condena por sus crímenes en Colombia o si será extraditado a Estados Unidos, país en donde, luego de lograr acuerdos beneficiosos a cambio de entregar información y colaborar con su sistema de justicia, podría recibir cortas sentencias y hasta ser incluido en un programa de protección, con lo que no retornaría para responderle a sus víctimas. Uno de los casos más significativos es el de Juan Carlos ‘El Tuso’ Sierra, quien no regresó a Colombia tras cumplir su sentencia por narcotráfico.