El poder del ‘gordo’ Àlvaro García (Semana)

      
El senador Álvaro García terminó en la cárcel después de una larga carrera en el Congreso. Siempre fue influyente y gobiernista. Había sobrevivido a otros escándalos.

Hace más de 15 años, Álvaro Alfonso García Romero perdió la característica que más lo definía. Bajó 120 kilos de peso gracias a una cirugía de estómago que lo transformó en un hombre de 90 kilos, después de ser un obeso de 200. Pero aun así, no dejó de ser ‘el gordo’ García, ese congresista sucreño que casi clandestinamente pasó más de 20 años sentado en una curul del Parlamento y que el jueves 16 de noviembre presenció su propio final al entregarse a la justicia para enfrentar cargos por conformación de grupos paramilitares y homicidio.

Álvaro es el hijo de un hogar formado en fincas de ganado y agricultura en uno de los departamentos más pobres del país, Sucre. Su familia, del Carmen de Bolívar, exportaba tabaco y él y sus hermanos desde muy jóvenes supieron que después de sus estudios, su vocación sería la política y a juzgar por el tiempo que estuvieron dentro de ella, no les fue nada mal. García no ha negado que su familia es acomodada y que gracias a esos recursos empezó su carrera política y financió sus campañas.

En los archivos de Congreso Visible, un programa de la Universidad de los Andes que repasa las hojas de vida de los congresistas para que la comunidad los conozca, aparecen en blanco los espacios de los estudios y de la profesión de García Romero. Y se registra que desde 2002, año inicial del registro, ha solicitado cinco licencias en las que lo ha reemplazado Jorge Barraza Farak, su segundo reglón. La información que hay sobre este hombre es escueta. Su vida privada, como su vida parlamentaria, ha sido paradójicamente escandalosa y secreta. La opinión pública, a pesar de su larga trayectoria, no lo reconoce, pero ahora empezará a conocer todos los detalles, que son muchos, de este singular personaje que hoy pasa las noches en un calabozo.

En 1988 se supo de García como un representante a la Cámara que protagonizó la trampa que se fraguó para beneficiar a los terratenientes del país e impedir la aplicación de la reforma agraria del presidente Barco. Cada parlamentario podía votar una sola vez y las cámaras de televisión captaron el momento en el que García metía su mano en la urna y depositaba varias balotas blancas. A pesar de que hubo más votos que congresistas, el ‘mico’ fue aprobado.

Pero el tramposo pequeño se crece y en 25 años aprendió que hacerles el quite a las normas no le traía ningún problema. García hizo lo que se le vino en gana y por alguna razón su poder fue siempre superior al de la justicia. En los antecedentes penales que reporta su hoja de vida aparece que nunca ha tenido una sanción de la Procuraduría y que jamás le habían impuesto una condena penal.

Es uno de los congresistas a los que de manera obligada debía recurrir cada gobierno para conseguir que el Congreso le marchara, sobre todo en los temas económicos que manejaba la comisión cuarta, en la que siempre estuvo, pese a que de economía e impuestos sabe poco o nada. Lo suyo era la política pura, sin contenidos ni enredos. Su especialidad era armar y desarmar alianzas, votaciones, apoyos y rechazos.

Fue siempre gobiernista. No era común que se involucrara en las campañas presidenciales, pero una vez instalado el Presidente de turno en la Casa de Nariño, se convertía en visitante frecuente de su despacho .

Y podía hacerlo porque era imperceptible. Nunca se preocupó por ser presidente del Congreso, no le interesaba figurar, ni sobresalir entre sus colegas, como tampoco le interesaba ser visible ante la opinión pública, ni hacerles lobby a los medios, ni ser amigo de los periodistas. De hecho, es un hombre de pocos amigos, pero de muchos puestos. Sus tentáculos siempre fueron largos y en su baraja burocrática siempre estuvieron y están varios de los cargos más importantes de Sucre: alcaldes de municipios, concejales, directores del Sena, del Instituto de Bienestar Familiar, muchas obras públicas.

García y Salvador Arana, ex gobernador de Sucre y ex embajador de Uribe, hoy llamado a indagatoria también por asesinato, eran los socios que mandaban en la política y al parecer en el paramilitarismo, en el departamento. “Donde estaba el ‘gordo’ estaba Arana”, dicen en Sincelejo.

García Romero fue liberal y en los 90 hizo sus pinitos cerca del gavirismo. Sin embargo, en 2002 dijo que se consideraba liberal independiente y aspiró al Senado por el Movimiento Nacional Progresista y obtuvo 58.000 votos: la votación más alta en Sucre. En 2006 intentó ser aceptado en las listas del Partido Liberal donde le negaron el ingreso, a pesar de que su nombre no aparecía entre los llamados ‘purgados’. Terminó en la casa de Mario Uribe, Colombia Democrática, en donde sacó el mayor número de votos de la lista, 52.000, todos en Sucre.

Hoy sus lazos familiares, a pesar de conocidos, no dejan de sorprender. Su familia está por todas partes en varios departamentos de la Costa. Su hermano Juan José, ‘Juancho’ García salió en medio de cuestionamientos del Congreso, pero se preocupó por dejarle la curul a su esposa, que hoy ya cumple tres períodos; su otro hermano, Gabriel Antonio, fue alcalde de Cartagena y su administración tuvo escándalos por contratos y obras civiles mal hechas. Como las que se conoce que hacen dos de sus familiares, que son conocidos en Cartagena por hacer urbanizaciones de interés social en terrenos pantanosos en los que las casas se hunden y el distrito se ve obligado a reubicar a los damnificados, asunto que representa millonarias pérdidas.

Álvaro García es de esos congresistas que pensaron que se morirían de viejos placenteramente en una hamaca de una de sus fincas en Sucre. La cárcel no estaba en su cabeza. Tal vez por eso, el día del debate en el que el senador Gustavo Petro repitió la historia que lo vinculaba en la masacre de 15 personas en Macayepo, García llegó con tragos a pasearse por el salón elíptico con las manos atrás y se jactó de no haber hablado por más de 10 años en el Congreso. Ese día se había conocido que la Corte lo llamaría a indagatoria. Hoy tendrá que sobrellevar en la cárcel el guayabo de los tragos de nerviosismo.

Publicado en SEMANA, Fecha: 11/18/2006 – Edición 1281