Cinco periodistas de la emisora La Voz de la Selva de Caquetá fueron asesinados en los últimos 22 años y hasta la fecha dos de los casos prescribieron.  Los otros corren el riesgo de quedar en la impunidad. Esta emisora desapareció.

En los primeros días de mayo, poco antes de ser asesinado, José Libardo Méndez le dijo con resignación a su esposa, Judith Aristizábal, que había decidido mudarse a Villavicencio porque no soportaba  más amenazas.

El diciembre de 1989 no había sido de los más gratos para su familia, como recuerda Judith veinte años después. El 24 y el 31 los llamaron varias veces a sucasa en el barrio Atalaya de Florencia pero como José Libardo no era el que respondía las llamadas, colgaban. Al final le enviaron un mensaje: tenía 24 horas para salir de Florencia o de lo contrario Judith quedaría viuda.

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José Libardo Méndez, al centro con una grabadora en la mano, fue uno de los primeros periodistas asesinados por los grupos armados en el Caquetá. Foto Museo del Caquetá

A José Libardo, un periodista empírico que había sido fumigador de malaria, profesor y empleado de la Contraloría, poco le importaban este tipo de amenazas porque ya daba por hecho que lo iban a matar. Pero también sabía que era respetado –incluso temido– en toda la región por ser el director desde 1982 del noticiero La Conga de la emisora La Voz  de la Selva.

Allí llegó convencido por  Hernando Turbay, quien durante mucho tiempo fue el cacique liberal del Caquetá. Turbay había montado esa emisora junto a Nelson Hermosa el 24 de enero de 1974, para darle respaldo a su movimiento político.

Según recuerdan en la región, Méndez  trabajaba antes en Ondas del Orteguaza,  la emisora que le competía a La Voz de la Selva. Desde Ondas, él y  su socio Carlos Julio Rodríguez, otro empírico de la radio que había sido vendedor de verduras, le daban ‘palo’ al turbayismo. “Comenzaban el programa con el sonido de un serrucho”, recuerda William Wilches, actual director del Museo de la Memoria de Caquetá, como una forma de referirse a Turbay.

El político, poderoso también en el Congreso por su parentesco con el entonces presidente Julio César Turbay, se lo encontraba en la calle y le decía: “¿Por qué me da tan duro?”.  Judith cuenta que fiel a su costumbre de no hacer enemigos, José Libardo y también Carlos Julio, terminaron pasándose a trabajar con él en La Voz de la Selva, donde su esposo se convirtió en el periodista más escuchado de todo Caquetá. También en el botafuegos de Hernando Turbay, quien fiel a su estilo, le mandaba atacar a los que consideraba sus contrincantes políticos. Además de hacer periodismo, Méndez le manejaba la parte política al cacique,  que le pagaba a través de la Unidad Legislativa del Congreso.

Al famoso periodista le decían ‘Punto Rojo’ porque era gordo, colorado y de tez blanca. Pero lo más importante para los intereses del cacique era que le gustaba cazar peleas y con Carlos Julio –que era alto y con bigote– escribían los libretos que muchos aun consideran que eran capaces de ‘despellejar’ a cualquiera.

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Carlos Julio Rodríguez, tercero de izquierda a derecha, era el segundo de José Libardo Méndez en la Voz de la Selva, fue asesinado con su colega el 20 de mayo de 1991.

En esa tónica trabajaron cerca de 10 años, durante los cuales manejaron a su antojo el noticiero La Conga, que hacía alusión a una hormiga de la selva que pica duro y da fiebre. Cuando atacaban a alguien, la gente buscaba a Turbay para pedirle que no lo siguieran haciendo. El político los atendía y les prometía que hablaría con los periodistas para que le “bajaran la dosis”. De todos modos, como dijo un colega suyo, “la gran mayoría quería pertenecer al grupo turbayista para evitar ser atacada”.

Ese era el juego de Turbay con su emisora. Tenía amigos en todos lospartidos, hacía favores, pero utilizaba La Voz de la Selva para mantener a otros políticos a raya.

Sin embargo, estos dos periodistas, además de servir a los propósitos políticos de Turbay denunciaban abusos y casos de corrupción. En su programa denunciaron así un desfalco en la licorera departamental, después del cual, losculpables, el pagador y el gerente huyeron de Florencia. También alertaron sobre un caso de tráfico de niños en el Instituto de Bienestar Familiar.

Otro factor que ayudó a aumentar la tensión fue la llegada a la escena política de la Unión Patriótica, tras los acuerdos entre gobierno y Farc en La Uribe en 1984. Varias personas con las que habló VerdadAbierta.com en Caquetá coinciden en afirmar que La Conga defendió tanto a los Turbay que terminó atacando a las Farc, que a través de la UP empezó a disputarle la plaza al viejo cacique. Pero además eran valientes cuando señalaban los daños que estaban ya comenzando hacer las Farc con sus ataques a puentes y a un hospital.

Judith cuenta que las amenazas se intensificaron tras estas denuncias que hizo Méndez.. Y después les hicieron los atentados. El más grave ocurrió en 1987. José Libardo acostumbraba recoger a su compañero de trabajo, pero en esa ocasión se quedó dormido y al prender la radio se enteró que lo habían baleado.
“Decía que no se iba del Caquetá porque era su tierra. Tenía muy claro que lo iban a matar. Por eso tenía un guardaespaldas que lo acompañaba en todo momento”, agrega su esposa. Sin embargo, Méndez cambió de decisión cuando nació su hija en diciembre de 1989. “Nos llamaban a la media noche, a cualquier hora, era constante, a veces dejaban de llamar un mes, pero volvían”, dice Judith. Se acababan de romper la trague de La Uribe y la guerrilla comenzó a asesinar a turbayistas a lo largo del Caquetá, como retaliación por los crímenes contra dirigentes de la UP.

A partir de ese momento, Judith lo empezó a acompañar en el informativo como lectora de las noticias, pero también quiso hacer que se moderara,  dejara de ser tan belicoso en su forma de hacer periodismo.

Aun así, ninguna prevención evitó que a Rodríguez y a Méndez los asesinaran dos sicarios cuando salían de sus casas a la emisora, el 20 de mayo de 1991. Judith fue herida en el atentado, pero a pesar de esto pudo hacer los retratos hablados de los victimarios, que huyeron sin que ninguna autoridad diera con ellos.

Un receso y tres muertes
Tras la muerte de estos dos periodistas, La Conga desapareció. El turbayismo, afectado también por la muerte de su jefe político, Hernando Turbay, el 13 de agosto de 1990, dejó por más de un año sin noticiero a La Voz de la Selva.

Fueron varios los directores de noticias que pasaron por la emisora, hasta que en 1995, la familia Turbay le encargó a José Duviel Vásquez Arias, un caldense que se había radicado en Caquetá desde 1972, dirigir el espacio informativo. “Era más educado pero igual de turbayista. Con él la emisora se moderó”, recuerda William Wilches, del Museo de Caquetá.

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José Duviel Vásquez fue asesinado el 5 de julio de 2001. Foto Museo del Caquetá

Un familiar de José Duviel dice que si bien había sido un maestro de escuela, se le consideraba un periodista radical y frentero, que también denunciaba casos de corrupción. Además tenía la experiencia de haber trabajado como director de noticias en RCN Radio en Caquetá, lo que le ayudó a hacer un periodismo investigativo, diferente al de tinte más político que caracterizó a sus predecesores.

En Caquetá recuerdan que Vásquez denunció un escándalo de peculado de la entonces alcaldesa de Florencia, Lucrecia Murcia Lozada. Ella lo acusó de “terrorista de la información”. También destapó actos de corrupción del gobernador Pablo Adriano Muñoz, según reportes de la Fundación para la Libertad de Prensa. Varios colegas coinciden en que tras esas denuncias empezó a ser amenazado, sin embargo nunca hizo público el riesgo que estaba corriendo. “Se hizo un estorbo”, dijo su pariente, quien prefirió no decir su nombre.

En la emisora también trabajaban Alfredo Abad y Guillermo León Agudelo, el primero quindiano y el segundo nativo de Caquetá, quienes habían arrendado un espacio en el que emitían un noticiero al mediodía y un programa de opinión los miércoles.

Abad había sido director de RCN, pero renunció para montar su propio espacio informativo en llave con Agudelo. Manuel de la Vega, hoy gerente de RCN en Caquetá, recuerda que Abad cubría política y orden público, y que en términos generales evitaba meterse en líos.

“En una zona como la nuestra hay cosas que luego de algún tiempo se vuelven paisaje, nos acostumbramos a la guerrilla o a los paramilitares, lo que aquí es seguro es que todo el mundo se cuida de informar sobre los grupos armados, como una forma de autocensura por seguridad”, explica De la Vega.

Y aunque varias personas consultadas en Florencia por VerdadAbierta.com aseguran que los dos periodistas no habían advertido sobre alguna amenaza o peligro, el 30 de noviembre de 2001, tres hombres entraron a la casa de Agudelo para torturarlo y luego degollarlo.  Dos semanas después, dos sicarios le dispararon a Abad cuando se dirigía con su esposa hacia la emisora.

La esposa de Abad recuerda que su marido era una persona reservada y que quince días antes del atentado intentó decirle algo importante, pero se arrepintió.

Según el Comité para la Protección de Periodistas con sede en Nueva York, CPJ por sus siglas en inglés, el crimen de Agudelo fue relacionado a las Farc por haber sido, antes de dedicarse al periodismo, alcalde de Montañitas y además director de la cárcel de Florencia.

Reportes de la Fundación para la Libertad de Prensa aseguran Agudelo había promovido intereses políticos a favor del partido Conservador en su espacio radial, por lo que se cree que fue ajusticiado por las Farc. Sin embargo,  la policía de la región tenía la tesis que su asesinato no fue relacionado con su labor periodística.

La persecución a  La Voz de la Selva no paró allí, ya que siete meses después de estos dos asesinatos, le llegó el turno al propio Vásquez, quien cayó el 5 de julio de 2001 a manos de un sicario, al parecer de las Farc, cuando se desplazaba por la avenida circunvalar de Florencia. Con Vásquez iba Ómar Orlando García, otro periodista de la emisora, quien también tras ser herido reconoció al gatillero e intentó establecer los motivos del atentado. Por sus investigaciones García fue amenazado y tuvo que salir de la ciudad. En Bogotá lo volvieron a seguir e intentaron secuestrarlo. Finalmente tuvo que irse definitivamente del país y hoy vive exiliado.

Desde ese entonces, La Voz de la Selva con todos sus programas de opinión e informativos se silenciaron. Al poco tiempo de la última muerte, la Corporación Jorge Eliécer Gaitán, una entidad que fundó Hernando Turbay que actuaba como depositaria de la emisora, la vendió a un precio irrisorio a los opositores de su familia, quienes a su vez la revendieron a una comunidad evangélica.

La impunidad
Desde que ocurrió el primer crimen, el 20 de mayo de 1991, las autoridades no han podido dar ni con los autores materiales ni intelectuales de los asesinatos de los periodistas de La Voz de la Selva.

La más reciente noticia la tuvo la viuda de José Libardo Méndez, quien se enteró de que la Fiscalía no tenía ninguna prueba ni testimonio de la investigación sobre el asesinato de su marido ni del de su amigo y compañero Carlos Mario Rodríguez.

El 13 de mayo de 2011, en un oficio firmado por el entonces director de la Unidad de Terrorismo de la Fiscalía, Hermes Ardila, dirigido al Director Nacional de Fiscalías, le informaron que la investigación solo tenía un informe del mayor Fernando Medina de la Sijín de Caquetá, en el que hablaba de la investigación preliminar por los asesinatos, sin mayores detalles.

Sin embargo, anota Ardila, al revisar el expediente encontró que allí no había “prueba alguna practicada”, y que tres años después de los asesinatos, el 18 de agosto de 1994, un fiscal sin rostro de Bogotá simplemente decretó la suspensión de la indagación preliminar argumentando que “a pesar de varias declaraciones recepcionadas y el esfuerzo de los funcionarios comisionados para identificar a los responsables de los hechos, no fue posible lograr la identificación de persona alguna y ya ha pasado más de un año conforme al artículo 4 del decreto 2271 de 1991”.

Al final, el ex director de Fiscalías, Jorge Armando Otálora, le envió una carta a la viuda 19 días después de prescrito el caso (cumplió 20 años el 20 de mayo de 2011) en el que reconocía que no se había podido encontrar ninguna pieza de la investigación, ni el acta del levantamiento de los cadáveres, ni el retrato hablado que dice Judith haber ayudado a construir, ni mucho menos la investigación preliminar que se supone realizó el mayor Medina de la Sijín.

El caso del asesinato de José Duviel Vásquez ha pasado por la fiscalía Cuarta de Florencia y por la fiscalía Primera Especializada de Neiva y sigue sin ser resuelto. El juzgado Primero Penal Especializado de Florencia dictó sentencia absolutoria que favoreció a Tiberio Hernán Bocanegra Urueña, el único sindicado del crimen del periodista. El caso lleva 13 años en indagación preliminar, sin sospechosos ni condenados, mientras que el atentado contra su colega Omar García, y las subsiguientes amenazas tampoco han arrojado ningún resultado.

En lo que se refiere al caso de Alfredo Abad, después de 13 años de ocurridos los hechos no han capturado a nadie y la investigación no ha arrojado ningún resultado, según lo asegura su esposa. En una ocasión recibió una llamada de una persona que se identificó como funcionario de Justicia y Paz para advertirle que al parecer un paramilitar desmovilizado había reconocido el crimen de su esposo, pero no la volvieron a contactar. En los registros de la Fiscalía el caso sigue aun en investigación preliminar en una unidad de Derechos Humanos de Bogotá.

La hipótesis más obvia es que a estos periodistas de La Voz de la Selva los asesinó la guerrilla de las Farc por tratarse de una emisora de la familia Turbay, a la cual persiguió cruelmente. Pero también hay fuentes que en la región aseguran que también es posible que sectores políticos corruptos, hayan  querido sacar del medio a periodistas que consideraban incómodos. Quien quiera que haya sido, de todos modos se salieron con la suya. Apagaron  la Voz de la Selva y con ella, una fuente informativa vigorosa y libre para todos los caqueteños. Fue una pérdida para todos ellos.