A menos de tres meses de cumplirse 20 años del asesinato de la monja católica, los paramilitares reconocieron que no era una guerrillera, sino una líder social que continuó en la gestión comunitaria a pesar del riesgo que corría su vida por incomodar interés políticos y económicos. Aunque familia y amigos han elegido perdonar, aun esperan que les digan quién dio la orden.
“Nosotros le decíamos que ella era blanca por fuera, pero por dentro era negrita como nosotros”, recordó Teorista Alarcón, miembro del Consejo Comunitario Rio Patía Grande Sus Brazos y Ensenada (Acapa), asentado en los municipios de Tumaco y Mosquera y la cabecera municipal de Salahonda.
Alarcón participo este viernes en el Encuentro por La Verdad convocado por la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV) a través del cual se hizo un reconocimiento de responsabilidades en el caso del asesinato de la hermana Yolanda Cerón Delgado a manos de paramilitares del Bloque Libertadores del Sur de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).
Así como la de Alarcón, varias intervenciones más de amigos, amigas y familiares de Yolanda ilustraron cómo las comunidades negras del Pacifico Nariñense colombiano la entrañaban casi como “una madre”, como lo expresó Valeria Mina, integrante del Consejo Comunitario: “Y la madre, los padres, mueren por los hijos y eso hizo la hermana Yolanda. Murió por el amor que le tenía a Acapa, que era como su hijo”.
Entre cantos, herencia cultural de las comunidades negras, contaron la historia de trabajo social de la hermana Yolanda. Hay quien dijo que ella “significaba entrega, generosidad, sacrificio, pasión y amor”; otros, que “siempre se preocupaba porque la gente se superara”, o que se trataba de “una mujer conquistadora, llamémoslo así. A donde llegaba dejaba sus raíces”.
Yolanda fue docente y directora de la Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco. Además, promovió la Ley 70 de 1993, con al cuál se abrió la posibilidad para que las comunidades negras accedieran, como consejos comunitarios, a la titulación colectiva de sus territorios ancestrales.
“Ella quería que —Acapa— fuera un Consejo piloto, fuera una ciudad pequeñita donde todo el mundo, fuera extranjero, todos los consejos comunitarios de todas partes pudieran aprender de allí, de nosotros, a mirar lo que teníamos, lo que podíamos hacer”. (Leer más en: La hermana Yolanda Cerón, una resistente a la violencia en Tumaco)
El 19 de septiembre de 2001, a pocos pasos de la iglesia La Merced en La Perla del Pacífico, Tumaco, paramilitares la acribillaron vilmente. Su trabajo como lideresa por los derechos étnicos territoriales de las comunidades negras e indígenas de esa región del departamento de Nariño, la pusieron en la mira de quienes observaron en su labor una afrenta para los intereses sobre el territorio, la economía y la política de la región. Algunos de estos intereses se relacionaban con el narcotráfico.
Las afectaciones comunitarias por este execrable hecho, algunas de las cuales aún hoy no terminan de curarse, calaron en las cabezas de los negros e indígenas de la región, como pudo percibir el comisionado Carlos Martín Beristain a través del relato de miembros de esas comunidades: “Si mataron a la hermana, qué no van a hacer con nosotros”, pensaron en su momento. Esta violencia repercutió en que los nacientes liderazgos de Acapa se silenciaran.
Esperando respuestas
En alguna ocasión, según relato de las comunidades, después de un encuentro con actores armados ilegales que la detuvieron, Yolanda presintió su muerte. “Nos dijo: ‘a mí me van a matar, pero si a mí me matan por defender a mi gente, que lo necesita, estoy dispuesta a recibir las muertes que sean, porque hice un juramento, un compromiso ante Dios y ante mi pueblo’”, recordó María Valeria Mina.
Al respecto, el sacerdote jesuita Francisco De Roux, presidente de la CEV, destacó la religiosa retomando esa anécdota: “Eso es lo grande, en primer lugar de Yolanda, una pasión por su pueblo negro, por sus indígenas del territorio y una pasión por el territorio y quedarse allí, en la mitad, a todo riesgo. A sabiendas, como nos decía María Valeria, que les había dicho que la iban a matar, pero ahí estaba todo el tiempo”.
Sin embargo, hay muchas preguntas alrededor de las razones puntuales de su muerte y así lo expresaron sus familiares, entre ellas Yenyt Cristina Narváez, sobrina de la monja: “Nuestro principal deseo es conocer por qué alguien que apoyó a la comunidad y se entregó de lleno a un trabajo termina siendo catalogada como guerrillera, esto para justificar su asesinato”.
El 29 de septiembre de 2014, la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá sentenció a pena alternativa de 8 años a varios miembros del Bloque Libertadores Sur de las Auc, entre ellos al comandante de esa estructura paramilitar, Guillermo Pérez Alzate, alias ‘Pablo Sevillano’ por el homicidio de Yolanda y otros crímenes cometidos en el sur del país.
En el acto convocado por la CEV intervino Pérez Alzate. Desde una cárcel de la ciudad de Miami, a donde fue extraditado en mayo de 2008 para que respondiera por delitos asociados al tráfico de drogas, reconoció sentir vergüenza, dolor e intención de alcanzar el perdón de las víctimas.
“Hace años estaba sumergido completamente en el delirante, cruel y absurdo conflicto armado colombiano —expresó Pérez—, donde todo lo que realmente tiene valor en la vida se pierde, empezando por la propia humanidad. Después vino la cárcel. En ella, la oportunidad de pensar horas en soledad, meditando, tratando de hallar explicación de toda esta locura de la cual lamentablemente fui uno de sus protagonistas”.
Tras expresar que “Yolanda que ella está viva porque se entregó por su pueblo”, el padre De Roux calificó este tipo de crímenes como “responsabilidades gravísimas” y reiteró que “viven los que tienen el coraje de contar cómo fueron las cosas, de contar quiénes les dieron las órdenes, quiénes pagaban eso, por qué lo hicieron, esto era lo que estaba pidiendo Yenith, en sus palabras”.
En lo más cercano a una respuesta, el exjefe paramilitar sólo planteo un esbozo de idea con pocas palabras: “No. La hermana Yolanda Cerón No era guerrillera, fue una gran líder social que no merecía morir de la forma en que se hizo”.
Sin embargo, quedaron en el aire las razones de fondo que pudieron desencadenar el asesinato de Yolanda. Más allá del lugar común de una política contrainsurgente que justifico el accionar de varios crímenes cometidos por los paramilitares, ¿para quién y en qué objetivos la monja católica se volvió incómoda? ¿Afectaba intereses del narcotráfico, de terratenientes, de políticos?
La comisionada Lucia Gonzáles expresó su agradecimiento con el proceso de Justicia y Paz, creado por la Ley 975 de 2005 para juzgar a los desmovilizados de las Auc responsables de crímenes de lesa humanidad, en el que descansan horas de declaraciones de paramilitares, muchos de los cuales no terminan de definir sus procesos legales.
Pero además de valorar las contribuciones de los paramilitares, González insistió en que debe aportarse al relato completo de los hechos del conflicto: “Seguimos esperando que no sólo los guerreros en el territorio, sino también los determinadores, los financiadores y los beneficiarios hagan un examen de conciencia, contrición de corazón y propósito de enmienda. Porque la guerra en este país tiene que terminar. Es posible que no sean capaces de hacer un acto de boca, la confesión cristiana, como lo han hecho Guillermo y los otros compañeros, pero esperamos que sí hagan un examen de conciencia profunda y nos ayuden a parar la guerra en este país”.
En la sentencia contra Pérez Alzate y sus hombres, el Tribunal Superior de Bogotá exhortó al Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) a que realizara una reconstrucción de la vida de la lideresa religiosa desde las víctimas e instó a la Fiscalía General de la Nación para que investigara la posible relación de “las Fuerzas de Policía o del Ejército Nacional, en la muerte de Yolanda Cerón Delgado, con el fin de recabar en la factible connivencia entre éstas, como estrategia sistemática de dar al lastre con el proceso de titulación de tierras desarrollado por los pobladores ribereños, en el afán de beneficiar a grandes poseedores de terrenos que requerían de aquéllas (ya tituladas), con el objeto de ser utilizadas en actividades de narcotráfico”.
Sin embargo, sobre ello fue poco que lo se mencionó al respecto en este nuevo Encuentro por la Verdad.
“¡Ánimo!, que el trabajo apenas comienza”
María Valeria Mina recordó que la religiosa, a quien describe como “un lucero entre los negros”, era imparable en su objetivo de ayudar a las comunidades, mientras le enseñaba la bondad religiosa que llevaba en su corazón.
“Eso nos decía ella: ‘fuera negro, fuera indio, fuera blanco, mestizo; fuera guerrillero, fuera paramilitar, policía, soldado, todos éramos hermanos ¿por qué? porque existíamos en la misma tierra. Porque ninguna persona de nosotros en el mundo camina 3/4 arriba de la tierra. Todos caminamos pisando el mismo territorio y todos somos hermanos en la parte donde estemos, seamos como seamos, hagan lo que hagamos’”, aseveró Valeria Mina.
A sus seres queridos, la hermana Yolanda les enseñó a perdonar. Lo difícil para varios de ellos es, además de su ausencia, la alarmante situación de violencia que abruma a la Perla del Pacífico, especialmente a los líderes sociales, 20 años después de ese asesinato.
El Comisionado Leyner Palacios señaló que las comunidades han identificado que los intereses sobres sus territorios persisten. Entre esos, algunos proyectos agroindustriales y minero-energéticos que se han instalado en la región.
“Como Comisión nos preguntamos: ¿Qué relación puede tener estas apuestas de intereses sobre estos territorios que facilitan y hacen que los líderes y defensores de derechos humanos se conviertan en la piedra del zapato?”, expresó Palacios.
Las palabras de la religiosa, premonitorias para varios comisionados, que quedaron inmortalizadas en video, auguran un camino largo para la verdad y la paz: “¡Ánimo!, que el trabajo apenas comienza”.