Katyka escribió en Facebook lo que sentía horas antes de que la Fiscalía comenzara a escarbar en la fosa más grande de Medellín. Los restos de Édgar López, su padre, están bajo los escombros. Su relato es el mismo de muchos familiares de víctimas de desaparición forzada en la Comuna 13.
Texto: Cuentala13.org
Antes de la media noche del domingo, Katyka escribe en su muro de Facebook: Dios, dame valor y fuerzas para afrontar lo que viene mañana. La joven vive en uno de los once barrios de la Comuna 13 y su padre, Édgar López, está desaparecido. En la mañana del lunes 27 de julio de 2015 se comenzaron a mover toneladas de tierra y desechos que, durante años, han crecido la montaña de la llamada Escombrera. Serán cinco meses de búsqueda en el polígono 1 donde la Fiscalía se enfrentará a la exhumación más compleja jamás realizada en cualquier fosa del país.
De muchos papás, tantos hermanos, bastantes tíos y estudiantes de colegio de esta comuna de Medellín, se desconoce su paradero desde el año 2002: cuando Álvaro Uribe, entonces presidente, ordenó a la Fuerza Pública la operación militar más grande y fuerte a nivel urbano en la historia de Colombia. Mariscal, Orión, Fuego, Contra Fuego, Antorcha, Libertad, fueron los nombres de cada operativo que – según confesó alias Don Berna- se realizaron en coordinación de tres organizaciones: la IV Brigada, la Policía Metropolitana y el Bloque Cacique Nutibara de las autodefensas. Según declaraciones de la comunidad, los “paras” ingresaron con los uniformados de la Fuerza Pública señalándoles a los supuestos auxiliadores de la guerrilla en 2002. Luego, con la hegemonía paramilitar, las prácticas de ajusticiamiento de ese grupo ilegal de extrema derecha llevaron a la desaparición de un número aún sin calcular de inocentes. La indiferencia del Estado a la fecha ha sido tal, que no se conoce siquiera una cifra oficial acerca de cuántas personas fueron desaparecidas en la Comuna 13 entre 2002 y 2005.
Un estudio al respecto contratado a la Universidad de Antioquia por el Programa de Atención a Víctimas aún se desconoce. Recientemente, Jorge Mejía, consejero para la Reconciliación – funcionario de la Alcaldía de Medellín, ha dicho que en la Escombrera hay entre 80 y 90 personas. Según las Mujeres Caminando por la Verdad (ong de familiares de los desaparecidos) en la escombrera contigua habría unos 300 hombres y mujeres bajo miles de metros cúbicos de tierra que todavía no logran detener. En este segundo lote aún continúan con la actividad comercial de cubrir la montaña de escombros.
En la otra escombrera (sector La Arenera) es donde se trazó el polígono 1 y se logró la primera conquista tras trece largos años de lucha. ¿Por qué ahora? Gracias a declaraciones de ex paramilitares que confesaron que -como lo denuncia la población civil desde hace más de diez años- efectivamente las autodefensas sacaban a las personas de sus casas, o de los buses o colectivos para esa zona despoblada para asesinarlos y luego desmembrarlos y enterrarlos.
Durante trece años, las víctimas, junto a la Corporación Jurídica Libertad y la Obra Social Madre Laura, así como diversas ongs y defensores de Derechos Humanos de Medellín, han reclamado al Estado para que exija a las empresas públicas y privadas que arrojan basuras en esa zona que dejen la actividad comercial, y se comience a buscar los cuerpos. Lamentablemente, solo hasta que los victimarios tomaron la palabra se ha dado crédito a la versión de las víctimas. Juan Carlos Villas Alias “Móvil 8″ le contó a la Fiscalía que él y sus compañeros, además, en ocasiones obligaban a la víctima a cavar su propia tumba antes de dispararle un tiro de gracia. Móvil 8 señaló tres puntos en la Escombrera de La Arenera que empezaron a excavarse este lunes.
Édgar López, el papá de la joven que desahoga su angustia pidiéndole a un Dios que no le da respuestas desde hace una década, podría estar allí. Y aunque la muchacha y su familia saben que no será fácil encontrar “la aguja en un pajar” como lo aseguraron técnicos forenses de Argentina, Guatemala y Perú que visitaron la zona en 2010, la acción judicial que comenzó el lunes es la única esperanza que han tenido de encontrar a sus familiares. Es el caso de Luz Elena, de Margarita, de Alejandra, de Blanca y de más de un centenar de mujeres que -tan solo con su voz y su coraje- han resistido pacíficamente durante 13 años exigiendo al Estado colombiano y a los ilegales que les devuelvan a sus esposos, hermanos, padres; que les digan qué les pasó, dónde están, que los busquen, que los encuentren, que los devuelvan.
No borro de mi mente tu adiós con tu triste mirada cuanto te esperaba en aquel lugar y donde fue que te vi por última vez”
Lo que está sucediendo, dicen ellas, es una gota de esperanza en un mar de impunidad. Además de los sueños nocturnos donde sus desaparecidos habitan con ropas coloridas para decirles que ya están muertos y enterrados entre lodo, las primeras paleadas de este lunes es lo más cerca que han estado de encontrar a sus familiares. El primer plazo para la Fiscalía son cinco meses. Si no encuentran nada, o si encuentran aunque sea un cuerpo, el pedido es que sigan buscando, que no paren; y que, al fin, cierren también la Escombrera contigua. “Es como si no les doliera, es como una falta de respeto”, dice una de las mujeres sobre los dueños de la compañía privada que se niega a realizar exhumaciones en sus terrenos. “Es como si fueran cómplices de toda esta barbarie”, dice otra de las mujeres que, después de amenazas y tenerse que desplazar de la Comuna 13 por alzar su voz en contra de la impunidad, pide que no se divulguen sus nombres.
Con un teclado como refugio, Kata le escribe a su padre: ”Siempre tuve mi fe en que algún día te encontraría y te abrazaría muy fuerte, y te diría cuanto te amo, de llenarte de besos y no volverte a soltar jamás en mi vida… No borro de mi mente tu adiós con tu triste mirada cuanto te esperaba en aquel lugar y donde fue que te vi por última vez (…) No quiero encontrarte en ese estado (…) Yo sin poder hacer nada (..) Te amo.. Allí te estaré esperando mi gordito”.
Bajo el manto de la oración que el jesuita Javier Giraldo presidirá para dar inicio a las excavaciones, Kata, Alejandra, Blanca, Luz Elena, encontrarán su fe y unirán esa esperanza de roble que las ha mantenido en pie desde 2002. Ellas piden, además de los forenses puedan hallar a sus familiares aunque sea en restos óseos, la solidaridad y el acompañamiento de “los vivos, que sientan nuestro dolor, que no nos dejen sola, porque son momentos muy duros”.
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