En Briceño, segundo municipio de Antioquia más afectado por la siembra de minas antipersonal, se iniciará en pocos días el piloto de desminado humanitario acordado en La Habana, Cuba. Hay expectativa y también interrogantes sobre si el Frente 36 abandonará esta práctica.
Sobre las escarpadas montañas del norte de Antioquia se erige Briceño, un municipio de poco más de 10 mil habitantes que hoy acapara la atención de la opinión pública nacional e internacional toda vez que allí iniciará, en pocos días, el plan piloto de desminado humanitario acordado en La Habana, Cuba, por los equipos negociadores tanto de las Farc como del gobierno nacional y que, a su vez, hace parte del proceso denominado “desescalamiento del conflicto”.
De acuerdo con el secretario de Gobierno de Antioquia, Santiago Londoño, en la región ya se encuentran delegados de la Dirección para la Acción Integral contra Minas Antipersonal de la Presidencia de la República; la Ong noruega Ayuda Popular y guerrilleros de las Farc quienes iniciarán (en medio del mayor sigilo y hermetismo) una primera fase exploratoria luego de la cual se definirán los mecanismos para adelantar este plan piloto que también se llevará a cabo en el departamento del Meta.
Entre los briceñitas el anuncio ha generado gran expectativa. Y no es para menos. Según registros del Observatorio Departamental de Derechos Humanos, D.I.H y Víctimas de la Secretaría de Gobierno de Antioquia, estás trampas mortales han dejado un saldo de 33 víctimas mortales en los últimos tres años. De ellos, 25 eran campesinos ajenos al conflicto armado, 12 de ellos menores de edad. De los municipios de Antioquia más afectados por la siembra indiscriminada de minas antirpesonal, Briceño ocupa un no muy halagador segundo lugar, después de Ituango.
En corregimientos de esta localidad como Pueblo Nuevo, la vida no volvió a ser la misma desde que el Frente 36 de las Farc decidió recurrir al uso indiscriminado de minas antipersona para frenar el avance de las tropas del Ejército. Los accidentes y las muertes que ocasionaron estas trampas mortales en veredas como El Orejón, La Mina, La Calera, entre otras, generaron delicadas situaciones de confinamiento, “pues por el miedo a caer una mina, la gente prefería no salir de sus casas, no mandar los niños a la escuela, no salir al pueblo. Vivíamos como encerrados”, relata Beatriz*, habitante de Briceño a quien el anuncio de este plan piloto le genera sentimientos encontrados.
“Dicen que esto es por el proceso de paz, porque lo ordenaron desde La Habana. Pero, ¿y si no hay paz? ¿Y si hoy desactivan una, pero mañana siembran dos o tres”, dice la mujer. “Pues ojalá sea verdad, porque si es así, sería como volver a nacer. Podríamos volver a caminar en nuestra tierra, sentir que Briceño vuelve a ser el pueblo que era antes”.
Para el gobierno departamental, el hecho también constituye un hecho histórico toda vez que el proceso de desminado humanitario abrirá la puerta para la entrada de los proyectos y programas de las autoridades regionales. “Desminado sin desarrollo es bueno, pero no es suficiente. Parte del postconflicto implica que cuando se abre el territorio, el reto grande es reparar y reconstruir, y aquí en Briceño tendrá que pasar algo así”, sostiene el Secretario de Gobierno de Antioquia.
Si bien desde el gobierno departamental se propusieron como escenarios para este plan piloto de desminado humanitario los municipios de Tarazá y Cáceres, en el Bajo Cauca; Ituango, en el norte de Antioquia; y Anorí, en el nordeste del departamento, la escogencia de Briceño se explica, a juicio del Secretario de Gobierno, por dos razones fundamentales: “primero, por el nivel de afectación y las cifras lo muestran. Y lo segundo pasa, indiscutiblemente, porque allí hay una presencia consolidada histórica y única, del frente 36 de las Farc y eso otorga algunas garantías de seguridad”.
Un fortín
El funcionario hace su lectura particular sobre la decisión tomada desde La Habana, Cuba. “Eso podría leerse como una muestra de cohesión y línea de mando entre las estructuras de las Farc”. Y es que, quienes se han dedicado a estudiar a fondo la situación de esta guerrilla han manifestado su preocupación por la “desobediencia” en que incurrirían algunos frentes guerrilleros y cómo estos mutarían a estructuras criminales una vez llegue el momento de la dejación de armas.
En Antioquia, dicha preocupación recae con mucha fuerza, precisamente, en el Frente 36, que a pesar de no contar con más de 100 combatientes, según las autoridades, ha logrado convertir en un fortín casi inexpugnable el corredor natural que forman las montañas, cañones y valles que atraviesan el norte, el nordeste y el Bajo Cauca del departamento, donde se asientan los pueblos de Briceño, Anorí, Toledo, Campamento, Zaragoza y Segovia.
Según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia (Sisc) de la Secretaría de Gobierno de la Gobernación de Antioquia, a este frente guerrillero se le atribuye el 80 por ciento de los sabotajes cometidos en los últimos cinco años contra la infraestructura energética, las empresas transportadoras y la Fuerza Pública. Informes militares y de Policía señalan a esta unidad guerrillera como una de los pioneros en la fabricación y uso de explosivos y minas antipersonal, siendo esta su especialidad y su principal arma de guerra.
También se le considera como uno de los frentes más activos y beligerantes del Bloque Iván Ríos delas Farc y, quizás, uno de los más estratégicos para esta organización guerrilla debido a su capacidad para obtener finanzas. Autoridades civiles y militares estiman que los hombres bajo el mando de Ovidio Antonio Mesa, alias ‘Anderson’, obtienen ingresos anuales por más de cinco millones de dólares, derivados, en menor medida, de la extorsión a pequeños y medianos mineros de oro de la región y, en mayor grado, de la producción de cocaína.
“En esa zona que comunica al norte de Antioquia con el Bajo Cauca y el Nordeste se está registrando un incremento de cultivos de hoja de coca. Eso es notorio y habrá que esperar el reporte anual del Simci (Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos, adscritoa Naciones Unidas). Lo que sí es verificable es que esos cultivos están mayoritariamente en zonas de dominio del frente 36 y otra parte, en territorios del frente 18”, aseguran analistas de la Secretaría de Gobierno de Antioquia, quienes añaden que “la vinculación de las Farc en la cadena del narcotráfico estaría más en la producción. La exportación recaería más en manos del ‘Clan Úsuga’ y eso explicaría porque en esa región se dan alianzas tan fuertes entre Farc-bacrim”.
Pero las alianzas de este bloque no son solo con las bacrim, que también hacen presencia en el Nordeste y Bajo Cauca antioqueño. La estrecha colaboración que mantiene con los frentes Compañera Yesenia y Capitán Mauricio del Eln le ha permitido consolidar un territorio para la rápida movilidad y la retaguardia de sus hombres y desde el cual repele el avance del Ejército.
De ahí que los análisis de diversas instituciones, como Insight Crime, dedicada al estudio del crimen organizado en América Latina, adviertan sobre el alto riesgo de criminalización que tiene este frente. “’Alias ‘Anderson’ es el ejemplo perfecto de qué tan difícil puede ser llevar a ciertos comandantes de campo a la esfera de lo legal. Él no tiene una posición alta en la jerarquía de las Farc, no cuenta con una educación ni posee un perfil político, lo cual le da pocas oportunidades en cualquier escenario de post conflicto. No obstante, tiene bajo su mando a un gran número de combatientes, guarda relaciones cercanas con las comunidades locales, gana una gran cantidad de dinero e, incluso, parece ser que sostiene contactos con los carteles mexicanos”, señala la organización en su informe titulado Bloque Iván Ríos: la división de combate más vulnerable de las Farc.
Tiempo al tiempo
Análisis como los de Insight Crime dejan en el ambiente una pregunta que será fundamental a la hora de validar el proceso de paz que se adelanta con las Farc: ¿qué podrá cambiar en un escenario de postconflicto en una región como la que conforman el norte, nordeste y Bajo Cauca antioqueño?
El proceso de desminado humanitario que se adelantará en Briceño, uno de los bastiones militares del Frente 36, posiblemente comience a arrojar respuestas al respecto. Que los integrantes de dicho frente colaboren con la eliminación de los cientos de trampas mortales con que han infestado los campos antioqueños, que han ocasionado dolor y muerte, no es un detalle menor.
Como bien lo anotó el secretario de Gobierno departamental, Santiago Londoño, ello abrirá la posibilidad para que las instituciones estatales lleguen para quedarse. Y que el Estado llegue para ejercer su soberanía allí donde por años ha prevalecido la ley de las armas también supone una transformación cultural que le cierre las puertas a la violencia. “Nosotros ya estamos trabajando en temas de prevención al reclutamiento y otros temas afines en 14 corregimientos del Bajo Cauca y nordeste, con el fin de cerrarle cada vez espacios a la guerra”, declara el funcionario público.
Por ahora, mientras las conversaciones en La Habana, Cuba, avanzan y se espera que se disipen las dudas sobre aquellos posibles bloques disidentes, en Briceño sus habitantes solo esperan que el desminado humanitario les devuelva el municipio que la guerra les arrebató. Como sentencia Beatriz, habitante de esta localidad: “volver a disfrutar de los charcos, las quebradas, las caminatas como hacíamos antes de que todo esto lo llenaran con esas minas quiebrapatas”.
*La habitante pidió reserva de su identidad por seguridad