En un audiencia en Apartadó, sobrevivientes de crímenes del Bloque Bananero se encontraron cara a cara con el ex jefe paramilitar y le recordaron el daño y el dolor que les causó en sus vidas.
Cientos de víctimas se hicieron presentes en la audiencia de identificación de afectaciones del bloque Bananero. |
Desde que supo que Ever Veloza García, alias ‘H.H’ estaría en audiencia pública dándole la cara a las cientos de víctimas que dejó en el Urabá antioqueño, Ofelia* solo pensó en una cosa: gritarle en su rostro que hoy, 17 años después de lo que le hizo, aún siente tanto odio por él que ni el paso del tiempo ni los anuncios de justicia y reparación logran arrancarle ese sentimiento del corazón.
Y efectivamente así fue. El pasado 14 de marzo, Ofelia llegó a las 8:30 de la mañana a la Ciudadela Educativa de Apartadó en compañía de su madre. A esa hora el auditorio ya se encontraba colmado de personas que, como ellas, padecieron en carne propia el accionar del Bloque Bananero de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que comandó alias ‘H.H’. Todos esperaban respuestas a un interrogante que les ha carcomido el alma por 10, 15 y hasta más años: ¿por qué?
Para Ofelia, y otros muchos como ella, era la primera vez que tenían tan cerca, así fuera en videoconferencia, a su victimario. Como si fuera poco, podían interactuar con él. Diez años atrás, pensar en la posibilidad de confrontar de semejante manera a un comandante paramilitar como ‘H.H’ no solo era descabellado sino que bien podía significar una pena de muerte o, en el mejor de los casos, una orden de destierro. Pero la aplicación de la Ley de Justicia y Paz lo hizo posible, gracias al procedimiento conocido como “incidente de identificación de afectaciones”, que a su vez constituye en paso previo a la aplicación de la pena alternativa contemplada para quienesse acogieron a este proceso de justicia transicional.
Por ello, la ansiedad era evidente en los rostros de los asistentes. Después de hora y media de espera, la tecnología hizo posible que la figura de ‘H.H’ se materializara en la improvisada pantalla. Con tono mesurado, comenzó pidiéndole perdón a quienes lo estaban escuchando. Les dijo que solo fue un peón que supo obedecer; que siempre creyó que su lucha era justa y que los objetivos de la misma eran más que patrióticos. Y que ya fue tarde cuando descubrió que estaba en un craso error.
Y nuevamente reiteró, no solo ante las víctimas sino también ante los representantes de la Fiscalía de Justicia y Paz, la Defensoría del Pueblo y los magistrados de la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá, quienes presidían la audiencia, su compromiso con la verdad, la justicia y la reparación: “La Fiscalía sabe que yo he estado comprometido con la verdad. Sabe, más que nadie, los problemas que me ha acarreado decir la verdad en este proceso, incluso, con otros jefes de las Autodefensas. Pero este es mi compromiso con la Paz de Colombia”.
Sus víctimas escuchaban atentas. Y aunque su voz sonaba sincera no bastaba para apaciguar el dolor contenido por tantos años de sus víctimas. A muchos, las acciones perpetradas por el grupo paramilitar liderado por ‘H.H’ les dejó secuelas físicas y emocionales imborrables. Así lo hizo saber Ofelia, quien pidió la palabra luego que el magistrado Eduardo Castellanos Rosso concediera el para expresar su dolor.
Reclamos acumulados
“Yo no tengo preguntas, señor ‘H.H”, comenzó Ofelia y, a renglón seguido. rememoró los hechos que terminaron llevándola a esa audiencia: “Usted mató a mi hermano en la masacre del Aracatazo. Yo era una niña en ese entonces. Usted me quitó lo que más quería”. Y el llanto agolpado en su garganta la obligó a detener por un instante su relato. Cómo pudo, tomó fuerzas para recordar lo que pasó la noche del 12 de agosto de 1995.
A eso de las 11 de la noche, un comando paramilitar integrado por 15 hombres fuertemente armados ingresó hasta el barrio El Bosque. de Chigorodó. Luego de recorrer las casuchas de zinc y plásticos que conformaban por aquel entonces el lugar, los paramilitares se dirigieron hasta la discoteca conocida como ‘El Aracatazo’, donde departían buena parte de los pobladores en ese momento. Allí hicieron acostar a los hombres boca abajo. Algunos, poseídos por el pánico, intentaron huir pero fueron acribillados sin piedad. Quienes estaban tendidos en el suelo corrieron la misma suerte. Más de 15 personas perdieron la vida aquella noche.
Cuando enterraron a sus muertos, los sobrevivientes comenzaron un éxodo que los fue llevando por todos los rincones del Urabá antioqueño, donde conocieron la misma miseria y la misma violencia. Días antes de la masacre, la comunidad denunció ante las autoridades la posibilidad de que en aquel humilde barrio de invasión ocurriera una tragedia. Recibieron en respuesta un silencio que los que sobrevivieron a ese horror lo califican hoy de cómplice. Como “digno de toda sospecha” les parece también el hecho que solo ocho horas después de la masacre, las entidades correspondientes se hubiesen dignado a realizar el levantamiento de los cadáveres, “cuando el comando de Policía quedaba a media hora”, recordó Ofelia.
En 2007, en diligencia de versión libre rendida ante fiscales de Justicia y Paz, alias ‘H.H’ reconoció que le ordenó a sus hombres cometer dicha masacre porque Carlos Castaño le dijo que allí lo que había era barrio habitado por simpatizantes de la Unión Patriótica, o lo que para el máximo vocero político de las Auc era lo mismo, “un nido de guerrilleros”. Pero según explicó el ex jefe paramilitar, en la acción se cometieron tantos excesos que el propio Castaño ordenó entregar a quienes participaron en la incursión armada.
Las explicaciones, que la justicia avala como cercanas a la verdad, siguen sin convencer a Ofelia. “Mi hermano no era ningún guerrillero. Él era el que veía (económicamente) por mi mamá y mis hermanas. Pero usted lo mató. No sé con qué derecho, como si usted fuera Dios, ordenó su muerte. Él vivía diciéndome que me iba a celebrar mis 15, que me iba a hacer una gran fiesta. No tuve fiesta, ni estudio, porque me tocó trabajar para que mi mamá y mis hermanas no nos muriéramos de hambre. Por eso estoy aquí, para decirle que lo odio,desde lo más profundo de mi alma y que de mí nunca conocerá el perdón”.
Un pesado silencio se apoderó del recinto, que se rompió con el grito desgarrador de la madre de Ofelia. La escena estuvo lejos de desanimar a los presentes, quienes, por el contrario, terminaron por convencerse de que éste sí era su momento histórico.
“Señor ‘H.H’ yo también soy una sobreviviente de la masacre del Aracatazo. Yo era una niña cuando usted mandó matar a mi padre. Aún no logro superarlo. Déjeme decirle que no le guardo rencor, pero siento lástima por usted. Todo el daño que nos hizo, tantas vidas destruidas… Solo Dios podrá concederle el perdón que toda esta gente quizás no le podrá dar”, dijo Magdalena, una mujer de voz recia y vibrante determinación.
En medio del desahogo colectivo alguien aprovechó para continuar indagando por la suerte de sus familiares. “Señor ‘H.H’: yo quiero que usted me diga por qué ordenó la desaparición de mi padre. Usted ya reconoció en Justicia y Paz que usted tuvo que ver. Pero sobre todo, que me diga dónde están sus restos. Y pierda cuidado, que yo ya no le guardo rencor”, preguntó el hijo de un militante de la Unión Patriótica que fue sacado de su casa, ubicada en el sector conocido como El Uno, de Turbo, una día de agosto de 1998. Y todo apunta a que se encuentra enterrado en alguna fosa común entre los sectores El Dos y El Tres del mismo municipio.
Incluso hubo quienes quisieron ir más allá y aprovecharon para preguntarle a este peón de la guerra quiénes fueron los alfiles y reyes de este ajedrez llamado conflicto armado: “Señor, díganos la verdad: ¿Álvaro Uribe comandó el grupo del que usted hizo parte?”.
“Nuevamente les pido perdón por todo el daño que les hice –respondió alias ‘H.H’ cuando tuvo nuevamente el uso de la palabra- A nosotros nos enseñaron que todo integrante de la UP era un guerrillero. Eso fue lo que aprendimos, pero estábamos equivocados. Siempre creíamos que se trataba de guerrilleros, pero ninguno de sus familiares murió en combate o con un arma en la mano. Eran gente de bien”.
Y continuó: “Yo no puedo decir que el señor Álvaro Uribe estuvo relacionado con las Autodefensas. Pero cuando él era gobernador (de Antioquia) nosotros patrullábamos con el Ejército. Uribe le rindió homenaje a un tipo como el general (r) Rito Alejo del Río, cuando ese general patrulló con nosotros. Hicimos el trabajo sucio de la Seguridad Democrática. Fuimos parte del Estado y ahora que lo decimos nos tildan de mentirosos”.
Al terminar la audiencia, cuatro horas después, Ofelia sintió que llevaba su corazón más liviano. Magdalena aprovechó para exigirle al Estado acompañamiento para las víctimas que la violencia paramilitar dejó regada por todo el Urabá antioqueño y que sigue dejando, ahora bajo el rótulo de ‘Bacrim’. El hijo que busca a su padre le preguntará a alias ‘Mono pecoso’, pues Ever Veloza así se lo recomendó.
Lo que sí dejó claro esta primera audiencia de identificación de afectaciones que se lleva a cabo en el proceso contra alias ‘H.H’ es que, para alcanzar la verdadera reconciliación, falta que una de las partes acepte su responsabilidad, como lo dijo públicamente la señora que preguntó por la relación del expresidente Uribe con los grupos paramilitares: “¿Cuándo será que el Estado nos pide perdón, que siquiera se condena al Estado, porque todo lo que nos pasó también es su responsabilidad?”.