Los paramilitares sacaron corriendo a Germán Bedoya del Tolima, pero desde Bogotá ha seguido ayudando a otros desplazados.
La solidaridad de un desplazado
El 16 de septiembre de 2001 un grupo de paramilitares llegó al corregimiento de Las Frías, en el municipio del Falan al norte del Tolima y asesinó a 13 campesinos, señalándolos de guerrilleros. En realidad eran hombres que habían participado en el movimiento campesino que, desde mediados de los años noventa, le había exigido al gobierno soluciones para la crisis cafetera en su región. Germán Bedoya quien era para entonces presidente de la Asociación de Pequeños y Medianos Agricultores del Norte del Tolima, Asopema, fue a recoger a sus colegas muertos, cuando le avisaron que a él también lo buscaban para matarlo. Tuvo que irse de inmediato.
Desde hacía seis años, Bedoya, con apenas 26 de edad, ya era un reconocido líder campesino en el norte del Tolima. En poco tiempo había pasado de ser un humilde agricultor que colaboraba con la siembra de café en la finca de su familia, en el Líbano, a encabezar una manifestación de 15 mil campesinos en el parque central de Ibagué. “El gobierno nos dijo que había que cambiar la variedad de café que sembrábamos –le contó hace unos días Bedoya a VerdadAbierta.com –. Nos hicieron endeudar en ese proceso y en ese momento llegó la broca y nos quebró. Nos iban a quitar las fincas por las deudas, por eso salimos a protestar”.
Los campesinos crearon Asopema, una organización que buscaba hacerle cumplir al gobierno los compromisos adquiridos con ellos desde 1995. Pronto, sin embargo, los empezaron a señalar de ser guerrilleros. Pocos meses después de que el paramilitarismo fundara su Bloque Tolima en 2001, el paramilitarismo creó el Bloque Tolima que se inauguró amenazando a los líderes de la protesta de los cafeteros. Después vino el asesinato y desplazamiento forzado de Bedoya y de muchos otros, según dijo Cristina Pardo, activista de Derechos Humanos, cercana al ex líder de Asopema.
Bedoya comenzó a trabajar para el Coordinador Nacional Agrario, CNA, una ONG que reúne a 13 asociaciones de campesinos de distintos lugares del país. Su tarea era conseguirles nuevos hogares a las familias que estaban huyendo de su Tolima por el terror. “Él me recibió en Bogotá, nos consiguió ayudas para subsistir y luego nos ubicó un trabajito en otra zona del país para que comenzáramos nuestra vida de nuevo”, cuenta Tenaura Hernández, una de las víctimas del desplazamiento en el norte del Tolima.
Con el CNA, Bedoya logró tener el acompañamiento de varias ONG de Derechos Humanos internacionales, para ayudar a los campesinos desplazados, según cuenta Stephanie Andrade Porras, catedrática de la Universidad del Tolima, que ha investigado el trabajo de Asopema. “Germán es un referente de supervivencia”, dice la investigadora. “No pudo volver al Tolima, porque el miedo destruyó los espacios locales para la organización campesina”
Bedoya continúa en el CNA y desde hace un par de años trabaja en el Chocó con comunidades afro que han sido desplazadas de sus tierras.
Un líder por el retorno
Andrés Roncancio, desplazado por la guerrilla, vende bolsas en las calles de Ibagué, y a la vez, lidera a desterrados que luchan por conseguir una nueva vivienda.
Andrés Roncancio llegó como desplazado a Ibagué en mayo de 2000. Era la segunda vez que que tenía que huir para salvar su vida. Primero salió con su familia de la vereda Bilbao, en el municipio de Planadas. Comenzaban los años noventa y el Ejército, que combatía a las Farc, les pedía agua y comida. La guerrilla no tardó en atacar el pueblito. Mataron al papá de Andrés y él perdió parte de su brazo derecho. Todos los sobrevivientes, incluido Roncancio, salieron huyendo a Puerto Saldaña, en Ríoblanco al sur del Tolima. Pero cuando ya se había establecido en este nuevo hogar, tuvo que volver a dejar su casa, junto con otras 200 familias, ante otra arremetida de las Farc.
Llegaron sin nada a Ibagué y se tomaron un lote en las afueras de la capital. Bajo el liderazgo de Rocancio y de otros, crearon la Asociación de Desplazados con Sede en Ibagué (Asoc) y comenzaron su peregrinación ante las autoridades para que les garantizaran un seguro regreso a sus regiones.
Al principio, Asoc recibía a los desplazados y les daba asesoría sobre las ayudas que estaba entregando el Estado, según cuenta José Vidal Castro, un campesino que también huyó de Planadas por amenazas de la guerrilla. “Andrés nos ayudó a mucha gente, durante los primeros días en Ibagué. Uno llegaba con una mano atrás y otra adelante”, explicó Vidal.
Además de los desplazados del sur del Tolima, fueron llegando a Ibagué centenares de desplazados del Caquetá que se sumaron a la asociación. “En 2002 alcanzamos a tener 300 familias. Nos tomamos un lote en las afueras de Ibagué por 18 meses, porque no teníamos donde vivir”, cuenta Andrés.
Desde finales de 2005, se convirtió en el presidente de Asoc y comenzó a liderar la lucha por el regresode los campesinos a sus tierras o por algún tipo de subsidio para tener una vivienda en Ibagué. Durante el último año se ha convertido en la voz de varios desplazados que han presentado solicitudes de restitución de tierras en el sur del Tolima, según cuenta Lucy Espitia, funcionaria de la Unidad de Restitución de Tierras del gobierno. “Es un hombre humilde que vive de vender bolsas y condimentos, pero es un líder reconocido por decenas de desplazados”, explicó Espitia.
Roncancio insiste en que, a pesar de que aún no hay tranquilidad en Puerto Saldaña, él seguirá trabajando para que él y sus antiguos vecinos, puedan regresar a sus hogares y dejen de ser unos desplazados permanentes.