Salvatore Mancuso, quien no había hablado desde su desmovilización, se destapa con SEMANA
Desde las 80 semanas que lleva el proceso de negociación con los paramilitares, la que pasó ha sido la más crítica. En el Congreso se hundió el artículo que permitía darles un tratamiento de delito político a los crímenes de las autodefensas. En una maratónica campaña de medios, el alto comisionado Luis Carlos Restrepo atacó a los opositores del proyecto como enemigos de la paz. El senador Rafael Pardo declaró que estos diálogos eran “una farsa”. Y en Ralito las cosas se pusieron tan tensas, que el principal vocero de las AUC dijo que el proceso estaba agonizando y que estaban dispuestos a volver al monte.
Con el proceso en agonía, el gobierno envió este fin de semana a Córdoba una delegación conformada por el ministro del Interior, Sabas Pretelt; Luis Carlos Restrepo y varios congresistas, con el propósito de bajarle la temperatura a la situación. ¿Qué tan real es la crisis? ¿Es todo esto un cañazo de los paras para presionar al gobierno y al Congreso para que saquen una ley a la medida de sus intereses? ¿Qué tan divididos están los comandantes de las AUC frente a la negociación con el gobierno?
Ante estos interrogantes, el gobierno enfrenta un enorme desafío. De un lado, sacar una ley que facilite al desmonte definitivo del paramilitarismo, por encima del chantaje y las presiones de las autodefensas. Y de otro, lograr que esa ley pase sin que ellos se paren de la mesa.
En este punto decisivo, Salvatore Mancuso es la figura que más simboliza lo que está viviendo el proceso. Junto con Carlos Castaño fue el arquitecto de la idea de buscarle una salida política a la guerra paramilitar. Es el único comandante ‘para’ que se ha desmovilizado, pero a la vez su suerte está amarrada al proyecto de ley que se tramita en el Congreso, pues no hay que olvidar que está solicitado en extradición por Estados Unidos y tiene varios procesos en la justicia colombiana por toda suerte de crímenes, inclusive de lesa humanidad. Además, lo que pase con él es referencia obligada para los demás jefes de Ralito sobre lo que pueden esperar. Por eso SEMANA lo entrevistó.
SEMANA: ¿Por qué ha guardado silencio desde su desmovilización?
Salvatore Mancuso: Desmovilizarse es más duro que armarse. La desmovilización implica una pausa que no habíatenido en años de guerra. Fue un reencuentro con la familia y con la sociedad. También fue un tiempo para buscar por dónde sigue mi vida.
SEMANA: ¿Cree que los diálogos de paz están en su peor momento?
S.M.: Sí. Porque una ley que cercene la posibilidad de proyectarse dentro de la democracia a quienes son líderes naturales en las regiones legitima la acción armada como alternativa de expresión política y desconoce el derecho de las poblaciones a elegir a sus representantes.
SEMANA: ¿Lo que las AUC buscan básicamente es que se conceda un estatus político a todos los actores del conflicto?
S.M.: No. Esa no es la idea.
SEMANA: ¿Entonces qué pretenden?
S.M.: Cuando se viene de la guerra y se abandonan las armas sólo se puede continuar la defensa de los intereses de las regiones y poblaciones que desatendió el Estado, desde la política. Por lo tanto, a los desmovilizados sí hay que otorgarles todos sus derechos políticos.
SEMANA: ¿Ese interés en la actividad política es suyo personal o es una aspiración de las AUC como organización?
S.M.: Los tres grandes problemas de Colombia son paz, seguridad y empleo, y si uno no actúa políticamente no tiene forma de resolver esto. Y si se queda en el monte menos. En los escenarios políticos que hay hoy, falta conocimiento y representatividad. Los políticos están tratando de resolver problemas que no conocen, de regiones que no conocen y de comunidades que no representan.
SEMANA: Lo que usted está diciendo es que tiene aspiración de llegar al escenario político. ¿Quiere ser senador, representante o gobernador?
S.M.: Al escenario político sí. De hecho ya estoy en él. Mis actividades de hoy tendrán un desarrollo que inevitablemente desembocará en algún cargo de elección en cuanto la ley lo permita.
SEMANA: ¿Cree que si eso fuera posible, tendría los votos y el apoyo popular suficientes para llegar a esos cargos?
S.M.: No sólo yo, seguramente muchos de quienes han liderado procesos de autodefensa en beneficio de las comunidades serían elegidos.
SEMANA: ¿Y cuándo cree que puede darse ese escenario? ¿En las próximas elecciones?
S.M.: No creo que sea conveniente identificar la política con las elecciones y las candidaturas,; hay un momento en que convergen, pero no son sinónimos. El ejercicio de la política no solo es electoral. Las próximas elecciones ya están encima y el proceso de paz, todavía en desarrollo; tampoco el marco legal ha sido definido por el Congreso de la República, por lo cual nuestros esfuerzos están centrados en la negociación política.
SEMANA: ¿Van las AUC a apoyar listas en la contienda electoral?
S.M.: Eso dependerá de cómo defina la ley las posibilidades de hacer política a los desmovilizados; si acaso se abre esa puerta y culmina completamente el proceso de desmovilización antes de que se agote el calendario electoral, con seguridad habrá candidatos de las antiguas AUC.
SEMANA: ¿Cómo van a ser las condiciones electorales en las zonas de influencia?
S.M.: Siempre han sido buenas y con plenas garantías. Si usted analiza quiénes son los protagonistas de la política en la Costa y en otras partes del país, notará que son los mismos rostros, los mismos apellidos y en general la misma clase dirigente que existía antes de que se formaran las AUC.
SEMANA: ¿Hay más comandantes u otros miembros de las AUC con las mismas aspiraciones políticas que usted?
S.M.: Sí. Pero esa no es una aspiración que salga de uno; lo que pasa es que se termina aceptando como una consecuencia de la voluntad de lagente que durante años se sintió apoyada en nosotros. Recuerde que hablamos de zonas en donde el Estado nunca estuvo y los comandantes ejercieron un liderazgo natural. Es más, yo me atrevería a pensar que gran parte de los inconvenientes que la ley ha enfrentado en el Congreso se deben a que algunos políticos tradicionales se sienten incómodos ante la perspectiva de que nos permitan participar en política, por la competencia que ello supone en territorios donde ellos ostentan el monopolio.
SEMANA: Alfredo Rangel ha dicho que la Corte Penal Internacional no es el ‘coco’ que todos piensan. ¿Qué tanto temor hay en las AUC por el tema de esta Corte?
S.M.: Más que un ‘coco’, es una realidad con la que hay que contar. Nos hemos venido ilustrando sobre el alcance y la competencia de la CPI frente a nuestra seguridad jurídica. No es un asunto de poca monta.
SEMANA: ¿Usted le tiene miedo a la CPI?
S.M.: La palabra no es miedo. A la CPI se le tiene respeto porque Colombia voluntariamente comprometió su concurso para el éxito de su misión en todo el mundo.
SEMANA: Ernesto Báez dijo que los miembros de las AUC no le tienen temor a la CPI, ni al tema de las penas de prisión, ni a la extradición. ¿Entonces a qué le temen las AUC? ¿El tema acaso se reduce a que los dejen participar en política? ¿O es parte de la estrategia de negociación?
S.M.: Hay una distorsión en los observadores frente al orden de las prioridades para las AUC. El tema de la elegibilidad política es superior a los temores frente a lo punitivo o penal. Quienes enfrentamos a la guerrilla con éxito tantos años no nos debatimos en el miedo sino en la incertidumbre frente a un futuro que aún no está muy claro y frente a nuestros compromisos con la gente.
SEMANA: ¿Pero no va a decir que le teme más a no tener espacios políticos que a que lo extraditen a Estados Unidos?
S.M.: Le temo a la extradición, pero más que a la extradición le temo a la falta de garantías jurídicas para esclarecer acusaciones penales cuya motivación se deriva de consideraciones eminentemente políticas.
SEMANA: Sí, pero a usted lo piden en extradición por un tema muy concreto que no es político y es el envío de un cargamento de coca…
S.M.: Jamás acepté esos cargos; desde que se conoció mi pedido de extradición vengo manifestando públicamente que no he sido, no soy ni seré nunca narcotraficante. Esa certeza que yo tengo acerca de mi inocencia es la que me induce a pensar que detrás de esa acusación existe un trasfondo político originado en mi responsabilidad al frente de las autodefensas, el cual cobra más importancia que el hecho en sí mismo del que se me acusa.
SEMANA: Dicen que a usted se le ve muy tranquilo. Se rumora que su tranquilidad se debe a que tiene una negociación en curso con el gobierno de Estados Unidos. ¿Qué hay de cierto?
S.M.: No. No tengo ningún acuerdo ni por encima ni por debajo de la mesa, ni con el gobierno nacional ni con Estados Unidos. No tengo nada asegurado a futuro. La _preocupación va por dentro.
SEMANA: ¿Aunque el Presidente dijo recientemente que el tema de la extradición no es negociable, las AUC pretenden que se encuentre alguna fórmula que garantice por escrito que no serán extraditados?
S.M.: Es claro que la extradición no es negociable porque es una potestad discrecional del gobierno, por lo mismo que dije anteriormente: las decisiones legales sobre las AUC se desprenden de la política más que de la ley penal. La firma de los acuerdos de paz y su cumplimiento deberían ser suficiente garantía que afiance la paz de Colombia por encima de todo.
SEMANA: Pero si no les aseguran la no extradición ¿las AUC no dejan las armas?
S.M.: La seguridad jurídica necesaria para sustentar en el tiempo cualquier negociación de paz no es más que la creación por parte del gobierno de las condiciones de regreso a la vida civil.
SEMANA: El vocero de las AUC, Ernesto Báez, dijo que como está planteado el proyecto a las autodefensas no les queda otra salida que “irse para el monte”. Algunos creen que esas declaraciones fueron simplemente un ‘cañazo’ para presionar al Congreso y al gobierno…
S.M.: No hay que equivocarse, los comandantes de las AUC tienen voluntad de paz. Pero tenga la seguridad de que cuando dicen que si no se dan las condiciones adecuadas para la reinserción, van a volver al monte, no están cañando.
SEMANA: Usted ha dicho que la ley como está planteada propiciaría una escalada del conflicto. ¿Qué quiere decir con eso?
S.M.: En la medida en que no facilite una salida para los protagonistas del conflicto, éstos se convencerán de que la única forma es recrudecer la guerra para volver fortalecidos a la mesa con este u otro gobierno.
SEMANA: ¿Quiere eso decir que, de romperse el proceso, se podrían incrementar las acciones de las AUC para demostrar su poder?
S.M.: La dinámica del conflicto se aceleraría de tal manera que de parte de todos los actores no podría sino esperarse un recrudecimiento de la violencia.
SEMANA: ¿Cree que si el proceso se rompe podría suceder que para demostrar que son un grupo capazde desestabilizar al gobierno se enfrentarían al Estado?
S.M.: Las AUC nunca han querido enfrentarse al Estado y nunca incurrirían en tales prácticas porque se estarían desnaturalizando y perdiendo su identidad.
SEMANA: ¿Usted cree que podrían llegar al extremo de que algunos sectores de las AUC acudan al terrorismo como mecanismo para presionar al gobierno y así forzarlo a negociar como ocurrió en la época del terror con Pablo Escobar?
S.M.: Jamás. La comparación es inaceptable.
SEMANA: ¿Qué tan fuertes militarmente están hoy en día las AUC? ¿Tienen el poder para desestabilizar a un gobierno?
S.M.: El poder sí. La voluntad no. La capacidad militar ha sido evidente, mire nada más los resultados en términos de territorios liberados.
SEMANA: Usted ha dicho que no está satisfecho por los términos en que está planteado el proyecto. ¿Qué es lo que le molesta?
S.M.: La falta de universalidad de la ley. Nadie puede pensar en Colombia que las Farc y el ELN iniciarán negociaciones bajo ese marco. La ley debe ser para Colombia, no exclusivamente para las AUC, o para tal o cual sector.
SEMANA: ¿Pero qué importancia tiene esto para las AUC, si lo que importa es hacer por ahora una ley que funcione para acabar con el fenómeno del paramilitarismo?
S.M.: Cualquier ley que sea visualizada como hecha a la medida de las AUC y no a la medida del conflicto armado y de los actores ilegales en su totalidad carece de legitimidad, despierta suspicacias y aviva prejuicios, venganzas y retaliaciones que conspiran contra la seguridad jurídica de los desmovilizados.
SEMANA: Muchos sectores de la sociedad han dicho que lo que realmente quieren las AUC es que les concedan simplemente perdón y olvido y dejar a un lado la verdad, justicia y reparación a las víctimas…
S.M.: Aceptamos una reparación enmarcada en la convicción de que todos hemos sido víctimas; la justicia es el equilibrio que se debe lograr al evaluar la verdad integral de todos los actores, debe ser una verdad total para que pueda ser liberadora. Una verdad que no desconozca la génesis, el desarrollo y la degradación del conflicto. Sólo así será útil en el proceso de reconciliación. Nosotros desempeñamos un papel que a nuestros ojos ha sido patriótico, Sin embargo somos conscientes de que la propaganda del enemigo ha sido eficaz en distorsionar lo que para las comunidades es una certeza.
SEMANA: Pero después de todo lo que han hecho los paras en Colombia, ¿ustedes se consideran más víctimas que victimarios?
S.M.: El sólo hecho de vernos obligados a ingresar a una guerra que nunca quisimos nos convirtió en víctimas desde el primer momento. Ya dentro de la guerra resultó inevitable que se causaran víctimas. Esto es parte de la lógica perversa de cualquier conflicto armado. Lamentablemente es así.
SEMANA: ¿Qué cree que pueden opinar las víctimas con lo que usted está diciendo?
S.M.: Cada cuál habla en nombre de su propio dolor. No veo por qué haya que estratificar las víctimas según sean policías, militares, guerrilleros o autodefensas. Mucho menos entiendo por qué hay que estratificar a las víctimas de la sociedad civil según hayan sido producidas por unos u otros actores armados legales e ilegales del conflicto. La víctima es siempre víctima y merece el mismo tratamiento de parte de la ley. Ojalá todos los actores del conflicto lleguen a la misma conclusión a la que ya arribaron las AUC en cuanto a la necesidad de que todas las víctimas del conflicto sean reparadas de alguna manera, y nosotros somos víctimas.
SEMANA: ¿Cuál sería esa salida por medio de la ley?
S.M.: Cuando usted ve que los grupos de narcotraficantes empiezan a organizarse como facciones militares, terroristas, e incluso con infiltraciones en la política, podemos allí ver que están buscando salidas negociadas a sus problemas ante la legalidad. Si el Estado no facilita la salida ante esas mutaciones, la violencia se perpetuará con los actores cambiando de forma.
SEMANA: ¿Está planteando una ley de sometimiento para los narcotraficantes?
S.M.: Definitivamente sí, para quien muestre buena voluntad. Mientras el Estado no lea correctamente las diferentes expresiones que están manifestando los narcotraficantes, el fenómeno se agravará y la paz no será alcanzable. No podemos olvidar que el narcotráfico es el banquero de la guerra.
SEMANA: ¿Ese planteamiento podría ser interpretado como que también es para resolver los problemas de narcotráfico de algunos comandantes que están en Ralito? Podría convertirse en una operación gigantesca de lavado por medio del estatus político que adquieren los sectores del narcotráfico vía paramilitarismo…
S.M.: No. El planteamiento busca resolver los problemas de Colombia, que repercuten en Ralito, así como también en todos los escenarios de la vida nacional.
SEMANA: El narcotráfico ha sido un tema que permanentemente ha rondado los diálogos, especialmente porque se ha señalado que algunos comandantes de las AUC tienen vínculos o viven de esa actividad. ¿Hasta dónde llega esa relación narcotráfico-AUC?
S.M.: La guerrilla se estacionó en las zonas de producción de narcóticos para financiarse -más aún, los incentivaron-. Para debilitarla militarmente debimos sacarla de esos territorios; del mismo modo, el aparato militar de las AUC se fortaleció con los tributos de las economías de las zonas donde combatimos. Siempre hemos encarado el tema con mucha franqueza, pero eso no nos convierte en narcotraficantes. La ley de Estados Unidos lamentablemente no hace estas distinciones que los colombianos sí tenemos el deber de identificar.
SEMANA: ¿Hay narcotraficantes en la negociación?
S.M.: No. Hay dinero del narcotráfico en el conflicto.
SEMANA: Se cumple un año de la desaparición de Carlos Castaño. Al fin, ¿está vivo o muerto?
S.M.: Sólo Dios lo sabe.
SEMANA: ¿Cree que usted podría correr el mismo destino trágico de algunos comandantes de las AUC como ‘Doble Cero’ o Miguel Arroyave, que fueron asesinados por los propios paras? ¿Siente miedo?
S.M.: Soy consciente de todos los riesgos, más ahora que estoy desmovilizado, pero yo no me detengo en esas consideraciones. Mi ocupación es la vida, el futuro de este país, el porvenir de quienes han confiado en nosotros, y eso me lleva todo el tiempo.
SEMANA: ¿Cuál es su actual contacto con los comandantes de Ralito? ¿Cómo percibe el ambiente entre ellos?
S.M.: Permanentemente hablo con ellos. Siempre existe la oportunidad de aportar positivamente. En cuanto al ánimo de los comandantes, no puedo ocultar que hay desconcierto y preocupación.
SEMANA: Es un hecho que cada vez más hay divisiones internas en las AUC y que algunos comandantes quieren levantarse de la mesa de diálogo. ¿Qué tan grave es la atomización?
S.M.: Hay que entender que las AUC tienen una estructura de mando horizontal. Es una especie de junta directiva donde hay diferentes opiniones y todas poseen un peso equilibrado. Al final, las decisiones se toman por consenso.
SEMANA: Si el proceso se rompe, ¿cuál va a ser su futuro? ¿Se devuelve al monte?
S.M.: No, no regresaré al monte. Es una decisión de vida, no dejé las armas para tomarlas al día siguiente o al año o a los 10 años. Permaneceré en la vida civil y desde allí seguiré trabajando.
SEMANA: ¿Cree que el proceso se va a romper?
S.M.: Lo veo en su etapa más crítica, pero debe triunfar la sensatez.
¿Quién es Salvatore Mancuso?
A pesar de tener un extenso prontuario y de ser uno de los hombres más importantes dentro de los paramilitares es muy poca la información que se conoce acerca de la vida de este hombre nacido en Montería el 17 de agosto de 1964. Hijo de un reconocido ganadero de Córdoba, Mancuso es miembro de una de las familias más reconocidas y respetadas en toda la Costa Atlántica. Es descendiente por línea paterna de italianos que llegaron al norte del país para establecer una de las primeras industrias especializadas en metalmecánica y que terminaron dedicados al negocio de la ganadería. Su madre es una matrona de la región, hija de uno de los fundadores del departamento de Córdoba. Mancuso, a quien sus amigos y enemigos llaman ‘El Mono’, estudió primaria y bachillerato en el colegio La Salle de Montería, centro educativo por el que ha pasado la flor y nata de la ciudad.
Sus amigos de estudio lo definen como un hombre pacífico, dedicado a los deportes de alto riesgo, especialmente al motocross, que estuvo muy de moda en la Costa Atlántica a comienzos de los 80. Cuando Mancuso estaba a punto de terminar el bachillerato se casó con una de las herederas de la familia Dereix, cuyos primeros miembros llegaron a Montería en 1876 procedentes de Francia. La familia Dereix fue la fundadora del primer banco del departamento. Sin embargo esta familia fue conocida en la región más por el negocio de la ganadería que por la banca. Al morir los patriarcas de la familia una de las haciendas empezó a ser parcelada a todos los herederos. Uno de ellos fue la esposa de Salvatore Mancuso, quien delegó toda la responsabilidad y la administración de la misma en su esposo. Este hecho hizo que Mancuso abandonara sus estudios de ingeniería en la Universidad Javeriana de Bogotá, adonde se había trasladado al terminar su bachillerato. Sin embargo cabe anotar que en los archivos de las autoridades aparece como profesional en administración agropecuaria. Pero ¿qué hizo que un hombre pacífico, según sus amigos, se convirtiera en uno de los jefes paramilitares más temidos del país?
Según dijo a SEMANA el propio Mancuso, su inicio en los paramilitares se debió a que no encontró apoyo de las autoridades cuando la guerrilla empezó a extorsionarlo, presionarlo y amenazarlo a él y su familia. Para hacer frente a esa situación en 1985 decidió armarse con un pequeño grupo de hombres, con el cual logró defender sus tierras. Según él, con el paso del tiempo sus vecinos comenzaron a buscarlo para pedirle ayuda frente al acoso de la guerrilla. Así fue creciendo su pequeño ejército privado y en 1987 conoció al hombre que le daría un giro total a su vida: Fidel Castaño Gil, quien para entonces ya era un reconocido líder paramilitar del país. Desde ese entonces Mancuso comenzó una meteórica carrera dentro de los paramilitares.
Publicado en SEMANA, Fecha: 18/04/2005 – Edición 1198