A los 16 años tuvo que afrontar el asesinato de su padre a manos de las Auc. No obstante, luchó contra las adversidades y se convirtió en una abogada que asumió el caso de su padre para que no quedara impune.
Jorge Darío Hoyos no fue solamente una figura paterna para Jessica, sino que fue un amigo y tutor que, desde que era niña, la aconsejó y le dio las bases para que tuviera una actitud crítica, abierta y solidaria con la sociedad.
Su padre la llevaba a las marchas del Primero de Mayo, en las que le enseñó a luchar por mejores condiciones de vida para las demás personas. También le inculcó el habitó de la lectura desde que era muy pequeña, despertándola temprano para que leyeran juntos.
Además de ser un padre cariñoso y comprometido con su familia, Hoyos fue un reconocido líder sindical internacional que nació en Sopetrán, Antioquia, y asesoró a diferentes agremiaciones sindicales en el país como la Federación Colombiana de Educadores, la Unión Nacional de Empleados Bancarios, los sindicatos de Telecom y de la Industria de Carbón, entre otros.
Debido a esta formación que recibió en casa bajo la tutela de su padre, Jessica tuvo un comportamiento diferente al de sus compañeros en el colegio. A la edad de 13 años leía en el recreo libros que su padre le prestaba y lideró el Consejo Estudiantil que ella misma ayudó a fundar.
Igualmente, le dio lecciones de oratoria, y como ejemplo le ponía grabaciones en acetato de los discursos de Jorge Eliécer Gaitán. Por último, le enseñó la importancia de estar informada sobre la actualidad nacional, y para ello, la habituó a que escuchara y leyera noticias en diferentes medios de comunicación.
Pese a estar muy de cerca de la vida sindical, Jorge Hoyos no se centró en la dirigencia, sino en la asesoría y formación de líderes sindicales. Por esta razón, Hoyos llegó a ser encargado para América Latina de la Federación Internacional de Mineros y de la Federación Internacional de Trabajadores de las Plantaciones Agrícolas y Similares.
Esa vida dedicada a la guía y formación se detuvo súbitamente el sábado 3 de marzo de 2001, cuando dos paramilitares asesinaron a Jorge en su casa ubicada en Fusagasugá. Ese día Jessica se encontraba en Bogotá porque para ese entonces estaba empezando a estudiar derecho en la Universidad Libre.
Al llegar a su casa en Fusagasugá, Jessica escuchó que su padre fue asesinado de siete tiros en la cabeza y que los asesinos habían sido capturados por una patrulla de policía que se encontraba cerca al lugar del crimen.
El dolor de la viuda y sus dos hijas se agrandó mucho más cuando en su primer interrogatorio los dos paramilitares declararon que un hombre mandó asesinar a Jorge porque supuestamente se había metido con su mujer. Justificándolo como un crimen pasional o lío de faldas.
Para la familia Hoyos las confesiones de los paramilitares no eran más que calumnias y siempre han creido que lo mataron para callar sus ideas y acciones de justicia social.
La familia de Jorge fue víctima de seguimientos y amenazas por las declaraciones que hicieron en diferentes medios de comunicación, yse desplazaron a Bogotá por preservar sus vidas. Pero las amenazas también continuaron en Bogotá, y por ello, estas tres mujeres tuvieron que cambiar cinco veces de casa en la capital.
La noche del asesinato, Jessica se propuso dejar que el crimen de su padre no quedara impune y que se aclararan las verdaderas razones por las que fue asesinado. Con el esfuerzo de su madre pudo graduarse como abogada e ingresó a trabajar al Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo.
En memoria de su padre fundó Hijos e Hijas por la Memoria y Contra la Impunidad, que es una organización de jóvenes que tiene como propósito reivindicar la memoria de sus padres asesinados y desempolvar las investigaciones que han quedado archivadas.
El caso de Jorge Darío Hoyos
En 2003 un juez condenó a los actores materiales del crimen por homicidio agravado en persona protegida. En este juicio se consideró que el autor intelectual del asesinato fue Carlos Monroy, quien para esa fecha era agente de policía de Fusagasugá.
Tras este anuncio, la Policía presentó una constancia en la que afirmó que Monroy se había desvinculado de la institución un mes antes de que ocurriera el crimen. Para algunos, esa información no es cierta porque varias personas vieron que el agente estuvo de servicio la noche en la que mataron a Hoyos, y además lo vieron visitando a los dos asesinos en la cárcel portando el uniforme.
Para esclarecer la verdad sobre el asesinato de su padre, Jessica entró en contacto con el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, y en agosto de 2007 lograron que se condenara a Monroy a 40 años de prisión.
Después de la condena, Jessica se enteró por medio de un derecho de petición que le envió a la Registraduría, que el ex agente de policía condenado por ser el autor intelectual de su padre había muerto a mediados de 2006.
En agosto de 2008 Jessica le pidió a uno de los asesinos que le contara quién dio la orden para a su padre. Pero éste se negó y le pidió un número de telefónico para contactarla posteriormente en caso de que cambiara de opinión y decidiera denunciar a los autores intelectuales.
Meses después, el detenido llamó a Jessica y le dijo que confesaría los nombres de los otros responsables por el crimen. Esto ocurrió en enero de este, cuando bajo gravedad de juramento el condenado mencionó el nombre de varios políticos y militares que presuntamente son responsables. Estos nombres quedaron bajo reserva sumarial.
Pese a todo el esfuerzo de esta joven el caso sigue estancado. Aunque su lucha tuvo algo de reconocimiento el 12 de febrero, cuando fue invitada por el senador Jhon Miller para que diera un discurso en el Congreso de Estados Unidos.
Ese día ella se presentó como “Jessica Hoyos Morales, hija de Jorge Darío Hoyos Franco, uno de los 2.694 sindicalistas asesinados impunemente en Colombia. Ocho años atrás vivía en Fusagasugá con mi madre, mi hermana y mi padre, que era un hombre soñador, comprometido con las causas justas, al que le dolía la opresión y la miseria…”