Esta vereda del municipio de Aracataca, Magdalena, es uno de los primeros sitios de este departamento del norte del país que empieza a ver las Pequeñas Obras de Infraestructura, ligadas a los PDET, pactadas en el Acuerdo con la antigua guerrilla de las Farc.
Atrás está quedando la imagen de una guerra que hostigó de manera reiterada a las comunidades de la zona rural de Aracataca en décadas pasadas y se están erigiendo nuevos referentes gracias, según líderes locales, a la ejecución de obras ligadas a los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).
Ese municipio conforma, junto con Fundación, Ciénaga y la zona rural de Santa Marta, la región de Magdalena que hace parte del PDET de la Sierra Nevada – Serranía del Perijá – Zona Bananera, integrado, además, por ocho poblaciones de departamento de Cesar y tres de La Guajira, a los cuales se les destinaron 8.6 billones de pesos para invertir en los próximos diez años.
Las comunidades rurales de Aracataca están a la expectativa por cuanto es el primer municipio del Magdalena a donde está llegando la implementación del PDET a través de las obras de Pequeña Infraestructura Comunitaria (PIC), concertadas de manera colectiva en diciembre pasado en Valledupar.
Algunas de las iniciativas propuestas ya están tomando forma con el desarrollo de proyectos en veredas como Tehobromina, Macaraquilla, Agua Bendita, Río Piedra y Quebrada Seca. En ellas se están estructurando y poniendo en marcha obras de adecuación de vías terciarias, mejoramiento de escuelas y construcción de restaurantes escolares.
“Son las propuestas que las comunidades plasmaron y se están revisando las más viables, las necesidades que tiene cada vereda, y se están ejecutando. Hay colegios, placa-huellas, mejoramiento de puentes. La mayoría de iniciativas que tenemos en nuestro municipio son placa-huellas”, detalla Álvaro Uribe, director de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria en Aracataca y quien ha guiado el proceso de formulación e implementación de las obras PDET.
El funcionario agrega que, tal como se ha hecho en otros municipios priorizados del país, las Juntas de Acción Comunal han tomado partido en la ejecución de las obras: “Lo importante es que en esta obra la comunidad es la que va a poner la mano de obra, la comunidad se va a favorecer a parte de lo que es la obra también con la mano de obra”.
Recuerdos de guerra
Claudia Bornachera es una de las líderes de la vereda Tehobromina y que hasta hace poco fue presidenta de la Junta de Acción Comunal, comunidad que está a unos 25 minutos del casco urbano de Aracataca. Ella ha estado al frente de la consolidación del PDET y que ahora vigila, junto con sus vecinos, que las obras tengan la finalidad esperada.
Aunque hoy viven la transición hacia la paz, Bornachera recuerda que en esta zona se vieron hostigados décadas atrás por grupos guerrilleros y paramilitares, que tomaron control de la zona y obligaron a los pobladores a vivir bajo situaciones de miedo e incertidumbre aún en sus propias casas.
“Estábamos acostumbrados a movilizarnos sin problemas, éramos libres para donde quisiéramos salir y a la hora que quisiéramos llegar; pero, de un momento a otro, ya teníamos horario de llegada, no podíamos salir, no nos visitaban, nosotros no podíamos visitar y con el temor de que el día que saliéramos, encontráramos una víctima en el camino, tirada, si se puede decir así, como cualquier animal”, relata Bornachera.
En esa época, que los recuerdos fijan en 2003, era intimidante para los pobladores estar hasta en sus propias casas o parcelas porque en cualquier momento que se levantaban de sus camas y se desplazaban por sus viviendas, encontraban en los patios a grupos de hombres, entre 30 y 40, que estaban generalmente armados.
“Como que sientes que se te bajó el mundo porque ya ni siquiera en tu casa podías entrar al baño o sentarte en el patio, porque todo eso era prohibido; entonces era del cuarto a la sala, de la sala a los cuartos, y así”, dice la líder.
Producto de la llegada de los grupos armados ilegales, sostiene Bornachera, algunas familias (en todo el municipio figuran 12 mil familias como víctimas) se vieron obligadas a salir de sus tierras en desplazamientos a partir del año 2003 con el fin de preservar sus vidas. En el caso de la población de Tehobromina, asegura esta líder, aunque algunas familias salieron, cuando vieron que el panorama se tornaba más tranquilo retornaron a sus casas. A pesar de esto, otros que optaron por vender sus tierras ya no tienen la misma facilidad de volver.
“La debilidad que tenemos es que de aquellos que vendieron sus tierritas se aprovecharon los grandes terratenientes y compraron esas pequeñas parcelas y ahora los campesinos están en Aracataca, en Santa Marta o en otras partes haciendo labores de las que ellos no están prácticos hacer”, asegura Claudia, quien hace referencia a que el deseo que existe es que los campesinos vuelvan a sus tierras para hacer lo que les gusta con amor, que es sembrar y recoger sus cosechas como arroz y bananos.
Esta líder recuerda que durante algunos meses entre finales de 2007 y principios de 2008 decidió salir de su tierra junto con su familia debido al hostigamiento que sentían en esta zona y porque la situación de orden público les generaba mucha preocupación. Así llegó hasta Ciénaga, Magdalena, donde estuvo durante siete meses viviendo en una casa de un familiar suyo a las puertas de la cual montaron una venta de fritos para tener ingresos que les permitieran subsistir.
Sin embargo decidió volver porque, como ella misma reconoce, le gusta el campo y la seguridad en la que viven allí: “No hay como uno levantarse y si necesita el tomate abrir la puerta del patio e ir a la mata y coger el tomate fresco, el ají, el huevo criollo, que levantarse uno a ir al mercado a comprar sin saber si es de buena calidad o no es de buena calidad el producto”.
Cambios vitales
Ahora, como parte de esa reconciliación con la tierra que los ha visto nacer y crecer, vuelven a tener la esperanza de vivir con una oportunidad equitativa y justa para ellos por medio del desarrollo del campo, justa la razón por la que fueron concebidos los PDET.
En gran medida, Bornachera espera que estos programas, pactados en el Acuerdo de Paz, fortalezcan a las comunidades campesinas que han ido retomando sus labores paulatinamente y dedicando un poco de su tiempo a labrar la tierra mientras que alternan, en muchos casos, con sus oficios en diferentes empresas privadas de esta región, donde sobresale el cultivo de palma africana, los mismos que bordean veredas como Tehobromina.
Sumado al impulso del campo, otro tema pendiente para la población y que espera tenga su capítulo por medio de estos programas, tiene que ver con la ayuda psicosocial, que considera Bornachera, requieren estas familias ya que, debido a los embates del conflicto armado, mucha gente sufrió una profunda afectación a nivel emocional de la que todavía no se hace ningún seguimiento. De acuerdo con la Unidad de Víctimas, entre los años 1999 y 2018, por lo menos 12.454 personas se declararon como desplazadas en el municipio de Aracataca.
Optimistas
En la vereda Tehobromina, los campesinos tienen la expectativa de ver construidos dos comedores infantiles, uno en la sede San José de la Institución Educativa Jhon F. Kennedy y otro en el Centro Educativo Rural Mixto Pequeñines, en las cuales se están invirtiendo cerca de 200 millones de pesos.
Adolfo Sánchez, docente de la escuela San José, y habitante de la zona, expresa que ese proyecto permitirá mejorar la situación de los niños en ambas instituciones en las que, como en la mayoría de planteles de áreas rurales, deben sortear diversos factores adversos al aprendizaje, entre ellos la limitación del espacio, la falta de agua y de un espacio digno para consumir sus alimentos.
Esa es la situación de San José, centro educativo al que acuden a diario 30 menores y en el que las operadoras del Programa de Alimentación Escolar sólo tienen a su disposición dos pequeñas mesas para servir los alimentos, que son consumidos por los pequeños en sus pupitres o alguna otra zona de la escuela que no está adecuada para ese fin.
“En las dos aulas que hay se está trabajando multigrado. Es bastante difícil, pero los docentes son los que tienen que sacrificarse en parte para lograr la pedagogía porque es insuficiente el espacio”, se lamenta Sánchez.
En la visita a esta escuela se observaron varios obreros, de la misma comunidad, levantando los muros de lo que pronto será el comedor escolar que priorizaron los campesinos de la vereda en los PDET. Los trabajos están a cargo de la Junta de Acción Comunal, acompañada por la Unión Temporal Renacer y supervisada por la ART.
Mientras se trabaja en las dos escuelas, se desarrollan y estructuran otras obras más. “Se va a hacer un mejoramiento en el colegio Las Cabañas y en el colegio No hay como Dios, que están priorizados: ya se hizo el trabajo topográfico, levantamiento y muestra de suelo. Estamos esperando para comenzar la obra. Hay un plazo a los 45 días, ya el presidente de la junta tiene todo organizado. Las obras de alto valor se van a trabajar junto con profesionales”, explica Uribe, de la ART.
Ahí está la esperanza
Para las cerca de 250 familias que habitan la vereda Tehobromina, los PDET se han convertido en una herramienta para avanzar en las zonas rurales. “Representan desarrollo, mejores condiciones e indica que van avanzando. La vereda tiende a mejorar y tener nuevas opciones en el campo económico, porque de pronto se da origen a otros renglones económicos”, sugiere el profesor Adolfo.
Así también los ve Bornachera, quien cree que la implementación de los PDET mejorará la calidad de vida económica, social, cultural e, incluso, académica de sus estudiantes, y llegó justo cuando los campesinos estaban al borde de la desesperación por falta de apoyo técnico y económico; aunque no niega que al principio tuvieron sus dudas porque históricamente han padecido el aislamiento en asuntos de desarrollo.
“Pero nos estamos dando cuenta que los PDET nos han quitado esa negatividad que teníamos y nos están demostrando con los proyectos PIC que los PDET son reales, que sí viene el mejoramiento, que sí vienen las ayudas y también el trabajo psicosocial, muy importante para aquellas familias que sufrimos tanto en la época de violencia”.
Pedro Sánchez, alcalde de Aracataca, asegura que los dos próximos gobiernos locales van a encontrar un proceso planeado en el área rural y con inversión definida; y enfatiza que el éxito de estos programas se logrará, en gran medida, a la gestión que realice cada mandatario para seguir impulsando este programa.
“Ya era hora que ese sector que sufrió los embates de la guerra comience a pensar que van a tener vías, puestos de salud y escuelas, que sí las tenían, pero en muy mal estado”, dice Sánchez, quien destaca que la petición de la adecuación de vías es una de las más necesarias por cuanto los campesinos tendrán más facilidades para comercializar sus productos.
En cuanto a los municipios en los que aún no avanza la ejecución de las obras de los PDET, Bornachera envía un mensaje alentador a fin de que las comunidades no pierdan ilusión. Para ella, se está demostrando que estos programas son una realidad y que es la puerta que los campesinos tienen para volver a surgir, sanar sus heridas y sobreponerse a las penurias económicas que les dejó la guerra.