Una vía de 72 metros, una cancha de fútbol y una bocatoma fueron construidas por las Farc en una vereda de ese municipio de Caldas. No fueron declarados ante el gobierno nacional.
Se llama Guacamayal. Es una vereda con 15 casas, donde viven pequeños caficultores y cultivadores de caña. Sus últimos 30 años han sido intensos: paz, guerra y posconflicto. Y uno más: olvido estatal. Con decir que parte de sus obras públicas más destacadas las heredó, paradójicamente, de la guerrilla, la misma que tantos males le causó al caserío.
La marca certificada de un pasado violento son una calle pavimentada de 72 metros, una polvorienta e irregular cancha de fútbol y un acueducto artesanal que ya pide reparación a gritos. Las tres construidas por el Frente 47 de las Farc.
Francisco Toloza, docente del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional, explica: “Hay que entender esto -se comparta o no la idea- en el marco de la apuesta de las Farc por proyectarse como Estado, que hizo que la guerrilla expidiera leyes, definiera impuestos, normas de convivencia y construyera obras, ellos también se beneficiaban de estas”.
El precio de la vía oscila hoy entre los $40 millones y los $120 millones, según seis ingenieros*. Sin embargo, las Farc no tuvieron que invertir el dinero desde la legalidad; recuerdan los pobladores, la construyeron robando camiones y desviándolos hacia la vereda. Exguerrilleros desmienten las afirmaciones.
Los combatientes dirigidos por Elda Neyis Mosquera Karina, alias Karina, disputaron, centímetro a centímetro, en los primeros años de la década pasada, el control de la producción de coca con las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, lideradas por el paramilitar Ramón Isaza.
En medio de la lucha quedaron muchas de las 167 veredas de Samaná, entre ellas Guacamayal, que por su ubicación estaba cercana a los cultivos de coca, en el cauce formado por los ríos Pensilvania y Tenerife. Era una de las joyas de la corona.
La pesadilla de la violencia llegaba cualquier día, como en noviembre del 2005 cuando todos los de Guacamayal y de 15 veredas vecinas salieron despavoridos amenazados por la guerrilla para presionar la salida de la Fuerza Pública. Sólo quedaron los frutos rojos de café, mientras sus dueños padecían el éxodo forzado en el coliseo cubierto y casas de familiares en la cabecera municipal de Samaná.
En el centro de las obras de los guerrilleros está la escuela, orgullo de la vereda. La líder comunal Yuliana García, comenta: “Fue mi segundo hogar, aprendí a leer y a vivir en paz con mis compañeros. Allí, se aprende lo vital, el sentido de pertenencia sin olvidar nuestras raíces y tradiciones”.
Este plantel educativo fue en su momento un centro de reunión de la guerrilla con la comunidad. Allí los incentivaban a ser milicianos y les preguntaban cuáles eran sus necesidades para así proceder, si era del caso, a realizaras.
“Nos reuníamos con líderes de las comunidades, con ellos determinábamos cuáles eran las obras prioritarias. Las Farc aportaban una parte y la otra las comunidades. Acordábamos fechas y se elegía un comité para que ejecutara la obra”, explica Salvador Romero, un excomandante de la guardia del Bloque Oriental de la antigua guerrilla.
Lo primero que construyeron fue la bocatoma, ya que con ella podían llevar el agua hasta la parte alta para construir la calle y la cancha.
La vía
Fue construida en el 2004. Las versiones del porqué de la construcción varían: pobladores recuerdan que era un paso fangoso y que allí los guerrilleros parqueaban carros que robaban en Samaná. Otros cuentan que servía para que los vehículos pasaran con facilidad enseres necesarios en la subsistencia del Frente y la comunidad, y otros dicen que sólo querían ayudarlos.
Se construyó en dos semanas. “Cuando menos pensé estaban pavimentando. No nos pidieron plata, solicitaron mano de obra. Me dijeron que les hiciera algo de tomar”, narra Rosa Elena Ospina, habitante de Guacamayal.
Periodistas de La Patria, en alianza con Consejo de Redacción, consultaron fuentes de las Farc para que explicaran por qué estas construcciones.
Luis Arcángel Guarín Guarín, exguerrillero del Frente 47, expresa: “Las hacíamos por dos razones: para ayudarle a la comunidad y para poder transportar nuestros enseres y movilizar con facilidad lo que movía la economía en el Frente”.
“Los camiones llegaban hasta la cabecera municipal con materiales de construcción, eran abordados en la entrada para ser dirigidos hacia dicho corregimiento. Además hacían convites con la comunidad”, rememora Gloria Inés Ortiz, actual alcaldesa de Samaná.
Los precios de la calle varían, pues es una de mediados de la década pasada. Según los ingenieros, el dinero invertido para esa época oscilaba entre $9 millones y $30 millones, valores obtenidos de un cálculo de pavimentación sin estudios, diseños y sin pagar prestaciones a los trabajadores.
La vía se conserva. Los habitantes la usan para movilizar productos, parquear motos y ensillar caballos, los jóvenes para montar bicicleta.
En concreto
Rubén Darío Ortiz Giraldo, conocido como ‘Moncholo’ y exjefe del Frente 47, recuerda que buscaban organizar los territorios en los que se asentaban: “Siempre queríamos el bien de la comunidad. Comprábamos el cemento a las empresas y teníamos dos volquetas. Es cuento lo del robo y el desvío de carros, todo era de nosotros. Hacíamos estudios muy empíricos antes de la obra y la comunidad nos ayudaba”.
Afirma que el alumbrado público también lo ayudaron a gestionar, hecho que personas consultadas no recuerdan. También menciona que el Frente, con ayuda de pobladores, pavimento tramos de carretera en El Congal, en Yarumalito y en Cristales, todos en Samaná.
Interpretación
Mario Hernán López Becerra, doctor en Paz, Conflicto y Democracia, conceptúa que las Farc en los territorios donde tenían presencia efectuaron dos tipos de acciones: las militares para ejercer control y posesión. Y las sociales, con las que construyeron escuelas, vías y puentes.
Añade que “el reto ahora lo tiene el Estado, pues se debe convertir en un generador de desarrollo en esos territorios que fueron copados por grupos armados”.
Samaná fue el municipio caldense más golpeado por el conflicto. De los 25 mil habitantes, proyectados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en el 2018, 21 mil se declaran como víctimas, es decir el 84 por ciento de la población.
Como los otros municipios de Caldas, afectados por la guerra, quedó por fuera de los planes para financiar el posconflicto, tipo Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). Por eso, en veredas como Guacamayal siguen a la espera de obras.
Cancha y bocatoma
La cancha es como otro patio del colegio. En las tardes, luego de clases y antes del almuerzo, los niños y las niñas aún en uniforme sacan un viejo balón, de cascos azules y blancos, para jugar meleado y tiritos. Los perros empiezan como espectadores, pero terminan animados persiguiendo la pelota.
Las nubes de polvo opacan el campo en verano. En invierno es un lodazal. Por eso, piden que les lleven un buldózer para nivelar y evitar inundaciones. Los arcos son de metal y sus mallas, cuando les ponen, son unas estopas verdes que terminan colgadas en pedazos.
Este campo de fútbol, a precios de hoy, oscila entre $6 millones y $10 millones.
Al lado de la cancha los habitantes construyen el salón comunal, al que le han invertido unos $3 millones, de sus propios bolsillos. Al frente está la escuela. Diagonal a la cancha hay una casa que hace 15 años era una discoteca. También era del Frente. Ahí, según cuentan, alias ‘Karina’ solía tomar con sus compañeros. La casa-discoteca fue quemada años después.
La bocatoma la hicieron en el monte. Las palabras son de don Alonso García: “Aquí era a punta de agua cargada, no había acueducto. Al ver eso, la guerrilla decidió hacer una bocatoma”.
En la memoria de la gente está lo azaroso que era el camino hacia el acueducto. Una mujer relata: “Me daba miedo bajar, una vez fui y me encontré un cadáver, tenía botas. La guerrilla decía que si nos salíamos del camino nos podíamos encontrar una mina antipersona, prefería no ir”.
¿Por qué Guacamayal?
Luego de la creación de Encimadas en 1999, el Frente 47 se apoderó del corregimiento y dominó también Guacamayal. Lo vieron como un corredor estratégico para comunicarse con Antioquia, conectarse con la selva de Florencia, visualizar Pensilvania y abastecerse en la cabecera municipal.
“Llegaron con reuniones. Querían muchachos para que apoyaran su revolución, se me llevaron un niño, así fueron entrando a la vereda”, dice Alfonso García. Reseña que con la llegada de ellos abrieron discoteca, tienda y miscelánea.
Encimadas tiene mil 283 habitantes, de ellos, 197 están en el caserío principal y mil 86 viven en el campo.
A los campesinos les tocó cambiar sus cultivos de café y caña por coca. Fuera de eso, vivir con guerrilla en sus casas. El mismo García señala: “A veces uno se despertaba al oír ruido en la cocina, se levantaba y encontraba allí guerrilla. Nos decían que nos sentáramos y hacían desayuno para ellos y para uno”.
Por allí pasaron miembros reconocidos del Frente 47 como Hernán Gutiérrez, alias ‘Gadafi’; Rubén Darío Ortiz, alias ‘Moncholo’; Elda Neyis Mosquera, alias ‘Karina’; Hernán Giraldo, alias ‘Nodier’, y Jesús Elías López, alias ‘El Paisa’, recordados en el corregimiento.
En la Fundación para el Desarrollo Comunitario de Samaná (Fundecos) hay una galería itinerante. En un apartado se lee: “El hecho de que la guerrilla ubicara en Encimadas sus campamentos y tuviera allí una presencia tan fuerte terminó estigmatizando al corregimiento como territorio fariano, como si el hecho de haber sido invadidos por la guerra fuera suficiente para estar de acuerdo con ella”.
Lo legal
Inversiones de la Alcaldía de Samaná en 2018 están relacionadas con el fortalecimiento del colegio de Encimadas, la que en algún momento fue sitio de reunión política de las Farc.
Son $76 millones 799 mil los que han destinado para sedes de la institución. En suministro de aseo, por ejemplo, invirtió $5 millones 550 mil, en materiales para arreglos, $13 millones 514 mil. Y en insumos para proyectos productivos, $6 millones 236 mil, por ejemplo.
En abril del año pasado, el gabinete de la Gobernación visitó Encimadas. La comunidad expuso necesidades y de Guacamayal solicitaron dos proyectos: mejoramiento del acueducto e intervención de la cancha.
Ningún proyecto se ha llevado a cabo. El primero, no está priorizado, a pesar de que el gobernador dijo que iba a intentar hacerlo. Por ahora, según el secretario de vivienda de Caldas (e) Róbinson Ramírez, priorizaron el mejoramiento del acueducto del corregimiento de Berlín con $510 millones y el Florencia de con $556 millones.
El secretario de Deporte de Caldas, Ronald Bonilla, argumenta que no ha intervenido la cancha porque la Alcaldía de Samaná no ha presentado el proyecto: “Tenemos la plata. No podemos actuar en un predio que no nos pertenece”.
Una persona indica: “Ni recuerdo cuándo fue que le hicieron mantenimiento al acueducto. Por ahí han venido a revisar, pero no han vuelto. Y el proyecto de arreglo de la cancha se lo dieron a otra vereda”.
José Frank Lozano, secretario de infraestructura de Samaná, explica que Guacamayal no está priorizado para alcantarillado, y que aún no se ha pasado el proyecto para la cancha porque deben tener topografía del terreno y legalizar el predio.
Los bienes
Las Farc entregaron en agosto del 2017 una lista de bienes con la que pensaban reparar a las víctimas. El inventario fue criticado por tener, entre otras cosas, una lista de vías que el fiscal General, Néstor Humberto Martínez, calificó de “inajenable”.
En carreteras, según una fuente del Consejo Nacional de Reincorporación (CNR) componente Farc, esa guerrilla entregó 3.753 kilómetros, avaluados en $196 mil 622 millones.
Ninguna obra en Samaná aparece en el inventario y menos entregada, eso de acuerdo con la Sociedad de Activos Especiales (SAE), que tiene la lista y la verifica.
La fuente del CNR comenta que la antigua guerrilla no entregó varios bienes por falta de tiempo para inventariarlos. Además, afirma, algunos comandantes ya habían muerto para el momento en el que hicieron la lista, lo que dificultó hacer un inventario más juicioso. Eso sí, continúa la discusión si las vías son forma de reparar a las víctimas.
Guacamayal, entre montañas y orgullosa de su escuela, sigue alejada de los recursos para sus obras públicas soñadas. Y en su diario vivir, en algo que no deja de ser un contrasentido, se beneficia de una calle, una cancha y un acueducto, huellas del dolor causado por ilegales armados durante 15 años.
Equivalencia
De acuerdo con la Secretaría de Infraestructura de Caldas, la pavimentación en afirmado por kilómetro tiene un costo de $1.500 millones, si se hace el equivalente, esta vía a precios de hoy valdría $180 millones.