Los habitantes de una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado juntaron sus relatos para contar lo que les sucedió cuando la barbarie se paseó campante por sus tierras y buscan que la violencia no retorne. Con ese fin se creó el Museo Itinerante de la Memoria y de la Identidad de los Montes de María -El Mochuelo-. VerdadAbierta.com habló con su coordinadora general.
Todos los actores armados golpearon a los 15 municipios de Sucre y Bolívar que conforman la región de los Montes de María. De esa manera, según registros del Centro Nacional de Memoria Histórica, entre 1985 y 2017 ocurrieron 3.197 asesinatos selectivos, 117 masacres y se registran 1.385 personas desaparecidas; además, numerosos desplazamientos forzados y cientos de casos de despojo de tierras que son tratados actualmente en los tribunales de restitución.
A pesar de ello, en medio de las balas y de la intimidación que producían guerrilleros y paramilitares, bajo el trabajo del Colectivo de Comunicaciones Montes de María Línea 21, los habitantes de esa región encontraron en la comunicación, en la cultura y en la memoria, herramientas para hacerle “el quite” al conflicto armado y resistir de manera pacífica.
Así lo cuenta Soraya Bayuelo, quien hace parte de ese colectivo surgido el 1 de septiembre de 1994 tras un taller de periodismo en la Casa de la Cultura del municipio de El Carmen de Bolívar. A partir de ese momento, ese equipo trabajó codo a codo con la comunidad y casi 25 años después logaron una de sus obras culminantes, que abrió sus puertas al público el pasado 15 de marzo: el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María -El Mochuelo-.
A continuación, presentamos el diálogo que tuvimos con Soraya, la coordinadora general del museo, quien a menudo se refiere en plural para hablar de todas las acciones que realizaron el Colectivo y los pobladores de los Montes de María para resistir el conflicto armado, hacer memoria histórica y erigir un museo que recorra la región, con el fin de construir paz y exigir garantías de no repetición de la violencia.
VerdadAbierta.com (VA): ¿Cómo surgió la idea de crear un museo de la memoria itinerante?
Soraya Bayuelo (SB): La idea nace de la necesidad de narrar y contar desde nosotros mismos, sobrevivientes del conflicto armado, los relatos de vida y lo que pasó desde nuestra voz propia, como sujetos políticos a quienes se les vulneraron todos sus derechos, especialmente el de la vida.
Somos una organización de la sociedad civil que es una experiencia de comunicación para el cambio social, trabajamos la comunicación comunitaria. Nosotros nacimos de un taller de periodismos desde la Casa de la Cultura de El Carmen de Bolívar en 1994 y cuando comenzamos no se asomaba el conflicto armado en los Montes de María. Era un tiempo de gracia, en donde la vida transcurría normalmente, con los problemas de siempre: la falta de agua potable, de servicios públicos, de infraestructura y de trabajo, pero era una vida cotidiana tranquila.
Luego llega el conflicto pisando duro. Entonces creamos estrategias con los niños, con jóvenes, desde la parte cultural. Cuando fue creciendo el conflicto armado, la estrategia fue aumentando. En una noche cuando estallaron cuatro bombas, la estrategia fue sacar a la gente del miedo, al espacio público, a la noche que nos había robado los violentos. Pusimos una sábana en la fachada de una casa y proyectamos una película. Esa era una estrategia de comunicación y movilización social para sacarle el quite a la guerra.
VA: ¿Se puede decir que usaron la comunicación y la cultura como resistencia al conflicto armado?
SB: Sí. Corría el año 2000, cuando ya habían pasado la masacre de El Salado y otras de las que sucedieron aquí. El conflicto se fue apropiando de todo el territorio y nos iba limitando; entonces como periodistas comunitarios y comunicadores paridos en esta tierra, nos vimos en la necesidad de narrar de otra manera en este periodismo.
Fue cuando empezamos a hacer periodismo informativo. Teníamos un canal comunitario que llegaba a todo el pueblo y teníamos trabajo en otros municipios, haciendo colectivos de comunicación y radios escolares para que se apropiaran del lenguaje audiovisual, radial y periodístico.
El conflicto se fue cerrando y decidimos sacarle el quite a la guerra con el Cine Club Itinerante de La Rosa Púrpura del Cairo, después de que estallaron cuatro bombas en diferentes sitios de El Carmen de Bolívar puestas por la guerrilla de las Farc. Pero las masacres aumentaban y los desplazamientos eran enormes.
Nos dimos cuenta de que el cine era como un oasis en medio de toda la locura que estaba pasando en los Montes de María. Nos íbamos de pueblo en pueblo. En donde ponían una bomba, ahí poníamos la pantalla de cine; en donde ocurría un hecho victimizante o una masacre, ahí la poníamos, para redimir el lugar.
VA: ¿Cómo era hacer periodismo en esos tiempos tan convulsionados?
SB: Nosotros nos preguntábamos cómo vamos a narrar para la historia desde nuestro ángulo como periodistas del territorio, porque los demás colegas llegaban, registraban los hechos y se iban. ¿Cómo narrar más allá de las cifras y contar la historia de las personas que fueron víctimas de todos los actores del conflicto? No sólo fueron la guerrilla de las Farc y los paramilitares, también hubo exceso de algunos miembros de la Fuerza Pública en su momento.
Y la sociedad civil estaba en esa mitad del camino. Nos preguntábamos nosotros como periodistas del territorio: ¿Qué hacemos? ¿Seguimos narrando la memoria o la historia de acuerdo a las cifras? Si las cifras no superaron la masacre anterior, ¿no se rescata que quedaron víctimas y proyectos de vida truncados?
Entonces en un consejo de redacción tomamos la decisión de no hacer más periodismo en caliente ni noticioso, sino trabajar la crónica, el reportaje, el documental, los perfiles de vida. Empezamos a trabajar con los jóvenes y todas las víctimas del conflicto; les fuimos entregando herramientas de comunicación.
VA: ¿Contar esas historias sirvió para resistir el conflicto armado?
SB: Sí, de alguna manera eso fue un acompañamiento psicosocial. Cuando nos dimos cuenta que la gente se rompía narrando cuando hacíamos un reportaje, una crónica o una línea de tiempo, nos dimos cuenta que había que narrar la memoria, pero en clave de garantías de no repetición.
La memoria jugó un papel importante aún en medio del conflicto, cuando la gente se rompía por los horrores vividos por la guerra. Entonces ahí decidimos que había que acompañar a las comunidades porque en ese momento, cuando era narrada, la memoria hacía el papel de la catarsis. Éramos los psicólogos de la época porque aquí no hubo acompañantes ni Estado que viniera a hacer nada por nosotros.
Los retornos de desplazados que se hicieron fueron por iniciativas de los líderes y lideresas del momento. Después vino una avalancha de chalecos de toda la cooperación y un montón de cosas que vinieron; algunos aportaron bastante y otros hicieron acción con daño.
Después vino la avalancha de compra de tierras masiva; y así como compraron las tierras, vinieron comprando todo. Entonces, nuestro canal de televisión fue cerrado y no vendido, porque casi todas las parabólicas fueron cooptadas desde Puerto Valdivia hasta La Guajira por unas asociaciones de cableoperadores que compraron todos los canales de comunicación comunitaria. Lo cerramos simbólicamente el 30 de agosto de 2009.
VA: ¿Qué hicieron tras el cierre del canal?
SB: Desde 2005 empezamos hacer los relatos con la gente y con sentido, bajo la metodología de construir la memoria histórica. Fue cuando comenzamos a trabajar algo que llamaos Un viaje por la memoria, que hoy es una metodología probada en el territorio, donde la gente narraba y se narraba a sí misma, para que ese relato, cuando pasara la guerra o cuando en Colombia se diera una Comisión de la Verdad, pudiéramos narrar con nuestras voces y nuestros archivos.
Decidimos poner ese trabajo en clave de audiovisual. Como ya no teníamos el canal comunitario, empezamos a construir una estrategia con el cine club itinerante, pero a partir de los relatos de las personas. Y así creamos el Festival Audiovisual de los Montes de María, que este año llega a su octava versión, que anteriormente hacíamos cada dos años por falta de recursos. Era el espacio para que los jóvenes, las mujeres, los campesinos y quienes estaban construyendo memoria desde lo audiovisual, pudieran contar en una plaza pública por medio de una pantalla gigante, esos relatos de vida.
Entonces es cuando empiezan a contar todo lo que pasó, a través de documentales y cortometrajes. La gente cuenta con su propia voz y con su propio lenguaje. El festival y sus piezas son hechas por la propia comunidad y con mensaje propio. Se pueden encontrar en el canal de YouTube CCMML21 y en la página mimemoria.org.
VA: Eso fue en los tiempos de guerra, pero, ¿qué pasó cuando desescaló el conflicto armado por la desmovilización de los paramilitares y la dejación de armas de las Farc?
SB: Cuando se empiezan a silenciar los fusiles, va quedando el desastre del conflicto: las casas abandonadas, los pueblos enmontados, los retornos sin garantías de parte del Estado. Y cuando el Estado llega no se vislumbra la inversión social; entonces queda mucha miseria, desolación y abandono. Cuando las Auc se desmovilizan viene una paz transitoria, pero la paz no sólo es el silencio de los fusiles, sino que necesita inversión social y acompañamiento.
Si tuviésemos el apoyo estatal real de la inversión social en el campo, no sólo para la tierra restituida, sino para todos, donde haya agua potable, vías, salud y educación… Eso es lo que queremos ahora que baja el accionar de los fusiles. Si hay un proceso de paz, se tiene que implementar y se necesita inversión social digna con las comunidades organizadas, pero no para ser señaladas ni estigmatizadas: somos ciudadanos que tenemos derecho a la tierra, a la salud, a la educación y a una economía sustentable para que los campesinos puedan sacar sus cultivos.
Los Montes de María antes eran sustentables, pero se dejaron solos a la mira de los grupos armados ilegales que fueron llegando y luego el Estado no ha estado aquí por ningún lado.
VA: ¿Cómo deciden construir el museo El Mochuelo?
SB: Nosotros creemos que el papel y la responsabilidad que teníamos en ese momento era narrar la memoria, por esa razón ahora decidimos hacer un museo itinerante para que vaya de pueblo en pueblo narrando la memoria, y llevando y trayendo la memoria. Un museo que vaya a la gente.
Se hablaba de que tenía que ser algo ágil y que vuele, alguien propuso que fuera un pájaro, que fuera un mochuelo. El mochuelo es un ave emblemática de los Montes de María, es muy pequeño, aparentemente débil, pero es muy fuerte y resistente. Le ayuda a la pájara a hacer el nido. Tiene muchas metáforas, pero además está la canción del maestro Adolfo Pacheco Anillo, y la gente empezó a cantar -cuando gestaban la idea- el fragmento que dice “canta con seguridad como anteriormente hacías, cuando tenías libertad en los Montes de María”.
Entonces dijimos que puede ser un hilo conductor para empezar hacer el guion desde ahí, con la gente, y pegar sus historias. Fue una participación ciudadana, incluso todavía en medio del miedo y del silencio. Como comunicadores sociales, como periodistas comunitarios y como gestores culturales, vimos que la cultura es una veta muy importante de resistencia en los Montes de María, y también la asociatividad.
Por eso nuestro museo tiene tres ejes temáticos: la memoria, el territorio y la identidad. Sobre ellos están las narrativas, no sólo del conflicto armado; y ese relato es el que se tiene que comparar con los relatos oficiales y las bitácoras o audiencias de los grupos desmovilizados.
VA: ¿Cómo es el museo?
SB: Es el único museo itinerante del país que se arma y se desarma, que es hecho por las mismas personas del territorio con sus relatos y con sus aportes como fotografías y demás archivos. Es un museo muy didáctico en el sentido audiovisual. Los visitantes encuentran piezas que están relatando en pantallas, fotografías y dibujos.
Hay una parte fundamental del museo, que es donde se resume todo: El Árbol de la Vida. Es un homenaje a los ausentes, a los miles de víctimas que tuvo los Montes de María por todos los actores del conflicto, de los 13 hechos victimizantes que identificamos en las líneas de tiempo y en las investigaciones etnográficas, antropológicas y culturales. Es un homenaje a todas a las personas que consideramos que no están ausentes, sino que hacen parte de la memoria viva y de las garantías de no repetición.
Son más de mil 400 hojitas que llevará ese árbol, pero por ahora tiene 700, y cada una tiene el nombre y el hecho victimizante resumido. El árbol está en el centro del museo y alrededor está toda la historia de la lucha y de la resistencia cultural; también hay homenajes a algunos líderes vivos. Es un museo que llega a la gente y va a los territorios.
VA: ¿Qué más hay en el museo a parte de los relatos en formato visual?
SB: Hay un ágora o pequeña plazoleta para conversar y hacer talleres. Toda la banda sonora del museo es música de los Montes de María, hecha por las personas que narran por medio de una décima, de un canto de lumbalú, de un canto de monte o de un canto de vaquería. Esta investigación también está en clave de lo cultural, de las narrativas propias orales. Cantamos como el mochuelo, para vivir, para transformar, para volar y seguir soñando para que no se repita más nunca todas estas muertes y nada de lo que aquí pasó.
Nosotros le apostamos a la paz. El Mochuelo es un constructor de paz y dimensiona el sueño de paz estable y duradera; que haya verdad, justicia y reparación; pero, sobre todo, garantías de no repetición. Para eso está este mochuelo caminando por los Montes de María: para decirle al mundo que existió un conflicto armado, que todavía en algunas regiones está muy vivo como en Cauca, el sur de Córdoba y algunas partes de Antioquia, pero que aquí no queremos que vuelva más nunca.
VA: ¿Qué mensaje le enviarían al gobierno nacional?
SB: Hacemos un llamado a las autoridades para que estén pendientes de la inversión social y que la memoria jamás se borre. También para que la memoria no se use para vengarse, sino que sirva para perdonar, reconciliarnos y, sobre todo, para garantías de no repetición. Nosotros no somos de la izquierda ni de la derecha, nosotros somos ciudadanos montermarianos que le apostamos a la paz y a la reconciliación.
VA: ¿Cómo ha sido la recepción del museo?
SB: En el 99,9 por ciento, de satisfacción, de acompañamiento, de arropaje. Siempre habrá personas que digan que eso para qué con tanta plata para invertir en la gente, pero alguien tiene que relatar y poner este símbolo de la violencia como un estandarte para que no se repita más la violencia acá.
Hay personas que dicen que falta información o casos. La gente está trayendo relatos y nos dicen que hay personas que quiere contar más cosas. Se dimensiona la fuerza y la energía para participar; los jóvenes se han apoderado mucho más. Es muy satisfactorio levantarse temprano para recibir la visita de un colegio y demás personas. Es un motivo más para seguir luchando por la paz de Colombia.