Tras la Octava Conferencia de la guerrilla de las Farc, en 1993, el grupo armado se propuso activar un plan estratégico para que las redes urbanas se hicieron sentir en las ciudades principales del país. La idea era ampliar el respaldo popular y “hacer sonar la guerra” en los centros urbanos. La capital vallecaucana fue uno de sus epicentros en el país.
Durante más de una década, este populoso sector de Cali padeció con rigor la presencia de la guerrilla de las Farc. Allí adelantaron por igual tareas militares y políticas. Hoy, cuando el grupo subversivo se proyecta a su nuevo futuro sin armas, la pregunta es si estas zonas urbanas donde tuvieron tanta actividad se convertirán en sus feudos políticos y serán respaldados por sus pobladores.
No fue un proceso fácil para las Farc obtener el control de buena parte de las comunas de la ciudad. Tuvieron que sortear a grupos delincuenciales formados a la sombra de los carteles de Cali y del Norte del Valle, luego a las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y por último a la Política de Seguridad Democrática del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010).
Milicianos de aquellas épocas, que hoy se aprestan a reintegrarse a la vida legal y participar en el nuevo movimiento político que crearán las Farc, son claros al reconocer que la confrontación durante los primeros años del gobierno Uribe fue cruenta, pero no los eliminó totalmente. Ahora miran las comunas caleñas con otros ojos.
En diálogo con VerdadAbierta.com, exintegrantes de este grupo guerrillero hicieron un ejercicio de memoria que los llevó a recordar su llegada a las barriadas de Cali, su proceso de consolidación y control de las callejuelas, y cómo se relacionaron con las comunidades.
A sangre y fuego
En 1995, los principales medios regionales reportaron el incremento en los atentados contra patrullas de la policía, guarniciones militares y edificios de las instituciones locales. Los hechos eran atribuidos ala Red Urbana Manuel Cepeda Vargas, una unidad guerrillera que no sólo salió a luz pública por su accionar miliar, sino por su trabajo clandestino en diferentes zonas de Cali, entre ellas la populosa Comuna 21.
La presencia de esta estructura de la guerrilla se sintió con fuerza. Bajo el mando de Milton Sierra Gómez, alias ‘JJ’, pretendieron incidir en barrios como Los Chorros, Terrón Colorado y Alto Aguacatal. No obstante, se concentraron, con mayor intensidad en Siloé, en el occidente; la Comuna 21, en el oriente; y en Zona Marroquín, un territorio del distrito de Agua Blanca.
En estos territorios, el grupo armado fijó como prioridad generar zonas de retaguardia cuando la confrontación se agudizara y consolidar un bastión político a través de las juntas de acción comunal, los sindicatos y la organización sociales de base.
La historia de la Comuna 21 es ejemplo de ello. Este sector, compuesto por ocho barrios y seis urbanizaciones, emergió a finales de la década del ochenta con un choque cultural entre personas que llegaron desplazadas de otros departamentos y los habitantes de las nuevas construcciones que se empezaron a edificar. A ello se sumó la presencia de bandas delincuenciales dedicadas al tráfico de drogas y la comercialización dearmas, un rezago de los carteles de Cali y del Norte del Valle.
Según cifras del Departamento Nacional de Estadística (DANE), los habitantes del sector para el año 2005 no tenían estudios más a allá de la secundaria; la mayoría de familias eran afrodescendientes; la estratificación de los barrios no superaba el nivel uno; y buena parte de sus pobladores trabajaban en la informalidad o como jornaleros asalariados.
A esa explosiva situación social y económica llegaron las Farc: en un principio, a través de la Red Urbana Manuel Cepeda Vargas; y luego a través del Partico Comunista Colombiano Clandestino (PCCC, también conocido como PC3).
Para la época, el gobierno nacional, junto con la Tercera Brigada del Ejército alertaron que Cali estaba recobrando su importancia para los grupos armados ilegales. La ciudad era punto de partida y de llegada de un corredor estratégico para el tráfico de droga y armas que llevaba de la capital vallecaucana al puerto de Buenaventura y de allí a Tumaco, en Nariño, para luego seguir hacia los departamentos de Putumayo y Caquetá, donde ya proliferaban los cultivos de hoja de coca para uso ilícito. Según las autoridades, las milicias de las Farc llegaron a las barriadas a controlar esa ruta.
Control territorial
“El trabajo en las zonas consistió, en un inicio, en mirar las necesidades de la gente que, por lo regular, el factor común era la delincuencia, la inseguridad y el bandolerismo. Nosotros empezamos a hacer un trabajo de mucho tacto, inteligencia y clandestinidad para tratar con la gente y saber cuándo actuar, cómo hacerlo y con qué fines”, relató Alonso*.
Según los planes de las Farc, el primer objetivo era sacar a las bandas delincuenciales de los barrios y controlar la seguridad. Para ello, establecieron unas normas de convivencia, al igual que ocurrió en numerosos corregimientos y veredas del país.
Algunos recuerdan que, para la época, lograron hacer que varios miembros de las bandas abandonaran sus actividades delincuenciales, pero con otros hubo una “confrontación frontal” en la que siempre tuvieron ventaja por el carácter de clandestinidad de esta estructura. “Si tú no ves a quien te está atacando y no sabes dónde está, te va a quedar muy difícil responderle”, aseguraron los exmilicianos.
La tarea de la guerrilla fue remplazar al Estado. “Si uno le brinda atención a la gente, pues se va a ganar esa confianza de ellos, que puedan llegar tranquilos al barrio, que puedan trabajar sin que nada pase. Cualquiera podía dejar algo en la calle y ahí mismo lo iba a encontrar”, recordaron.
Lo que ocurría en la Comuna 21 no fue un hecho aislado. En otros sectores de Cali se presentaron casos similares, no sólo con las Farc, sino también con la guerrilla del Eln, que incidió a través del frente urbano Omaira Montoya Henao en las zonas sur y occidental de la ciudad.
A diferencia de lo que ocurrió en otras regiones del país, en Cali, según cuentan los exmilicianos, los métodos y prácticas los diferenciaron del paramilitarismo. En el momento en que las Farc fijaron sus objetivos políticos para intervenir las comunas, decidieron trabajar con las juntas de acción comunal y la organización social.
“Los ‘paras’ carecieron de objetivos políticos y de una conciencia de clase, con lo cual utilizaron prácticas que degradaron más la humanidad en los barrios. Acabaron la delincuencia sin discriminar a los civiles inocentes y sin ningún fin político. Sólo pretendían asumir el control deltráfico de armas y drogas”, aseveró León*, otro exguerrillero
Para el 2002, la Comuna 21 ya estaba bajo el dominio de la Red Urbana Manuel Cepeda Vargas. Comenzó entonces la segunda fase del plan, que consistió a acentuar el trabajo político en toda la comuna. Paralelo a ello se asestaron los golpes militares más fuertes en la ciudad, entre ellos el secuestro de los 12 diputados del Valle perpetrado el 11 de abril de ese año, que contó con la participaron de varios insurgentes de esta estructura.
“No sabíamos que eran las Farc”
El trabajo político nunca fue abierto, es decir, la gente nunca supo, en un inicio, quiénes eran del grupo armado o no. Desde la clandestinidad, articulados en las milicias urbanas y el PC3, comenzaron a proponer espacios organizativos comunales, barriales y sindicales, a los cuales acercaron gente de confianza los distintos barrios de la comuna, al igual que ocurrió en varias de las grandes ciudades del país.
Milicias urbanas: el rostro clandestino de las Farc
“No nos interesaban que todos fueran ‘farianos’, sino que se armara un proceso sólido y consciente que reivindicara las necesidades de la gente. Así emergieron organizaciones barriales y sociales que aún hoy día persisten. Ya no en la comuna sino en la ciudad como tal”, aseveró uno de los exguerrilleros.
Ismael Caicedo, un viejo dirigente comunal, recordó que no a todos les gustaba la presencia ocasional de los hombres patrullando por el barrio y por ello muchos de los pobladores se fueron, pero con el tiempo se consolidó la presencia guerrillera y se les “agradeció” por la pacificación del territorio.
“De esos días me acuerdo que fue despuésde largo tiempo que dijeron que eran de las Farc, fue, con error a equivocarme, cuando los paramilitares quisieron entrar a los barrios. Ahí supimos que los que habían hecho todo en el barrio era la guerrilla, pero no la de camuflados, sino la de acá de la ciudad”, dijo Caicedo.
Este viejo líder social indicó que aunque no todos los pobladores se sintieron identificados con el proceso de organización social liderado por las Farc, la mayoría sí le apostó a ello para salir de la rutina del día a día y exigirle al gobierno mejores condiciones de vida de los habitantes: “De esta organización también salieron mucho ‘pelados’ para las Farc; unos para hacer trabajo en colegios y universidades, y otros fueron bien al monte”.
El plan frustrado de los ‘paras’
El trabajo político de las Farc en los barrios de la Comuna 21, paralelo al desarrollo de las actividades militares, les sirvió para enfrentar en 2002 a los paramilitares del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), comandados por José Hebert Veloza, alias ‘HH’, que pretendían tomarse los barrios desde el norte de la ciudad hacia el sur.
La maquinaria de guerra Bloque Calima
“Ese año nos destapamos, hicimos saber que quienes veníamos estando todo este tiempo éramos las Farc, con nuestras distintas estructuras, pero bajo la misma organización”, enfatizó uno de los exmilicianos y agregó la entrada de los ‘paras’ fracasó por varias razones, entre ellas porque el trabajo político que tenían generó un rechazo de la comunidad. A ello se sumó, según testimonios de líderes comunales, que las acciones militares de la Red Urbana Manuel Cepeda Vargas los posicionó como una de las unidades guerrilleras con mayor capacidad de afectación, por lo cual rara vez algún actor armado trataba de entrar a la zona.
“La situación llegó al punto que ni los mismos policías de las estaciones que quedaban en la comuna hacían algo, se sabía que si allí estaban las Farc, eran ellos quienes mandaban y ya, ni siquiera patrullaban por los barrios la autoridad, porque para qué”, recordó Caicedo.
El resultado de la confrontación entre las Farc y los ‘paras’ quedó condensado en los informes de riesgo del Sistema de Alertas Tempranas (SAT) de la Defensoría del Pueblo. El balance del año 2004 terminó con más de cien asesinatos selectivos en los barrios de Cali y el desplazamiento de decenas de personas en las zonas rurales, en su mayoría indígenas de los resguardos Páez y Embera.
Tras la desmovilización del Bloque Calima, el 18 de diciembre de 2004 en el corregimiento de Galicia, municipio Bugalagrande, Valle del Cauca, el control de algunas de las comunas quedaron a manos de la guerrilla, en su mayoría de las Farc, las milicias del Eln fueron diezmadas tras intensos operativos de la Fuerza Pública.
Declive organizativo
Paralos años 2005 y 2006 se vivió un periodo de estabilidad en las zonas que controlaron las Farc. No obstante, con la entrada en rigor de la Política de Defensa y Seguridad Democrática se asestaron golpes militares contra la organización guerrillera que debilitaron su presencia en los barrios.
Entrado el 2007, aún con el rezago de los asesinatos selectivos ocurridos en algunos de los barrios, las batidas policías y las incursiones militares se tomaron la Comuna 21. La orden, proveniente desde la Casa de Nariño, tenía por objetivo terminar el plan implementado desde 2004 con el cual se pretendía terminar con las redes urbanas y de apoyo de las Farc.
Para ello se destinaron unidades especiales y dos cuerpos de inteligencia que, con el apoyo del Ejército en las zonas rurales y el plan de recompensas, pronto asestaron los primeros golpes. Uno de los más sentidos fue la muerte de Milton Sierra Gómez, alias ‘JJ’, comandante de la Red Urbana Manuel Cepeda Vargas, durante un combate en la población de El Barco, Valle del Cauca.
El golpe se sintió en las ciudades donde operaba la Red, hubo cambios en los mandos que asumieron la dirección de las milicias urbanas y se hizo necesario que ante la oleada de operaciones los integrantes que operaban en la ciudad se replegaran a las zonas rurales.
Luego de la muerte de ‘JJ’, el nuevo comodante de las estructuras pasó a ser Gustavo Álvarez Cardona, alias ‘Santiago’, uno de los guerrilleros que participó en el secuestro de los 12 diputados del Valle. Un año más adelante, en mayo de 2008 lo capturaron durante un operativo en Buenaventura, otro golpe que, en menos de un año, desbarató la presencia de las milicias en los barrios caleños.
‘Santiago’, recluido en la cárcel de Chiquinquirá, comentó para este portal que tras su captura se hizo aún más complejo el panorama en las ciudades: “se desarticularon las comunicaciones y gran parte de la milicia se tuvo que subir al monte, era eso o que la inteligencia los asesinara. Aún así, muchos de los clandestinos siguieron operando bajo el mando en las ciudades”.
Los reportes de la Policía indican que para el primer periodo de 2008 se desarticularon cinco redes de apoyo, se allanaron alrededor de 240 propiedades de las Farc en Cali y fueron capturados 15 integrantes, entre colaboradores y milicianos.
El presente
A partir del 2008, la realidad de la Comuna 21 volvió a cambiar radicalmente. Caicedo es testigo de la trasformación. Dijo que para esa fecha muchos de los líderes que se forjaron en el barrio fueron amenazados, otros desaparecidos y varios más ingresaron a las filas guerrilleras.
“No será bien visto lo que diga, pero la salida de las Farc de acá trajo consigo de nuevo la llegada del bandolerismo y la delincuencia. Hoy esa es la vida de la comuna, el tráfico, la violencia y la falta de oportunidades. Retrocedimos un tiempo, pero por fortuna ya no se vive esa época donde mataban a cualquiera sin saber por qué, y lo lamentable es que acá eso de la política se acabó, yo ya no hago nada, más por temor que por otra cosa”, reconoció Caicedo.
Para los exintegrantes de la Red y del PC3 lo que se logró en Cali, más allá de la ejecución del plan político para los distintos barrios, fue lo que ellos llaman “el acumulado organizativo” que dejaron en algunos sectores de la ciudad, lo que a juicio de algunos será capitalizado cuando regresen a las comunas caleñas, entre ellas la Comuna 21, sin armas y con el respaldo del nuevo partido político.
“Militarmente no nos vencieron en la ciudad, los que hicimos presencia en los barrios acá seguimos, siendo mandos en años pasados y hoy aportándole a la paz a raíz de la firma de los acuerdos de La Habana. La guerra en contra nuestra fue cruenta, pero en lo que respecta a Cali no desaparecimos”, afirmó uno de los exguerrilleros, esperanzado en el futuro político que se avecina.