La transformación de esta guerrilla en el movimiento político Esperanza, Paz y Libertad, así como sus logros, desafíos y fracasos, sirven de ejemplo para lo que está por venir con las Farc en materia de participación política.
Ha pasado poco más de un cuarto de siglo desde el día que el Ejército Popular de Liberación (Epl), la segunda guerrilla más beligerante que tuvo Colombia en su momento, abandonó la lucha armada para transformarse en Esperanza, Paz y Libertad, un movimiento político con aspiraciones de poder. El camino recorrido hasta ahora en la arena política nacional por los “esperanzados”, como popularmente se les conoce, no ha sido fácil.
La falta de garantías de seguridad para sus miembros, que fueron perseguidos por sectores de extrema derecha y extrema izquierda; el fracaso parcial de la reincorporación de sus excombatientes, sobre todo de sus mandos medios; y la dispersión política de sus integrantes, fueron las principales amenazas que enfrentó el naciente movimiento que buscó abrirse camino en un escenario caracterizado por la debacle de los partidos tradicionales Liberal y Conservador, y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas.
Sin embargo, entre quienes lograron sortear todos esos obstáculos aún sobrevive ese espíritu de unidad que los ata al pasado y que les permite mantener esa coherencia ideológica y política que se trazaron el 1 de marzo de 1991, cuando decidieron apostarle a una democracia sin fusiles ni camuflados.
Hoy, cuando las negociaciones con las Farc parecen que llegarán a un acuerdo final, experiencias como la del Epl vuelven a cobrar vigencia para aprender de los errores y potenciar los aprendizajes en materia de participación política de exguerrilleros. VerdadAbierta.com hizo un repaso sobre el papel de los “esperanzados” a su paso por la política nacional y regional, con el fin de identificar allí las claves que tendrá que atender el país para que el capítulo de las “Farc en la política” sea exitoso.
El “Día D”
Fuertes vientos de paz soplaban en Colombia cuando inició la década de los noventa. Pablo Escobar, el temido narcotraficante jefe del Cartel de Medellín, se había entregado a las autoridades. Tan sólo un par de años antes, la guerrilla del M-19 hizo dejación de sus armas, reintegrándose a la sociedad como nueva fuerza política. Como si fuera poco, Fidel Castaño, jefe de los grupos de autodefensa que por aquellos años se gestaban en Córdoba y Urabá, se sumó a los gestos de paz que tenían lugar en todo el país y decidió desarmar sus ejércitos privados.
El ambiente político nacional también se sacudía desde sus cimientos, gracias a la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente cuya tarea era la de reformar la Constitución Política, la que, además, abrió la posibilidad para que participaran nuevas expresiones políticas diferentes a los partidos tradicionales. Fue en este escenario en el que se produjo la desmovilización de los 2.200 integrantes de la guerrilla del Epl el 1 de marzo de 1991.
Desde ese día, esta guerrilla de orientación maoístacomunista, se transformó en Esperanza, Paz y Libertad, movimiento político que buscaba aprovechar la apertura democrática y los procesos de descentralización que se gestaban en el país para introducir sus agendas, sus propuestas y, por supuesto, aspirar a ser opción real de poder. Para ello, “los esperanzados” buscaron aprovechar la base social que construyeron durante sus años de lucha revolucionaria.
Uno de los territorios donde el Epl tuvo mayor fuerza político-militar fue el Urabá antioqueño. Cerca de allí, nacerían en la década del sesenta, justo en el Alto Sinú y el Alto San Jorge, zona limítrofe entre Córdoba y Antioquia. En medio de la tregua con el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) y tras pactar la posibilidad de tener voceros públicos, este grupo logró consolidar una fuerza sindical en torno a las condiciones laborales de los obreros de las bananeras de la región.
“Después de cuatro meses, Sintagro pasó de tener 60 afiliados, con 10 pliegos de peticiones a tres mil afiliados y más de 40 petitorios. Entre agosto del 84 y agosto del 85 ya tenía unos ocho mil afiliados y alcanzó a tener el 60 por ciento de la fuerza laboral bananera. Bajó la represión y la estigmatización, y podíamos hacer proselitismo abiertamente”, explica Mario Agudelo, exdirigente del Epl, quien llegó a ser Alcalde de Apartadó y Diputado de Antioquia.
Este sindicato fue una de las bases del actual Sintrainagro, cuando en 1989 se uniera con otro sindicato existente en la región: Sintrabanano, influenciado por las Farc y el Partido Comunista; y Sindejornaleros, influenciado por la Corriente de Renovación Socialista, una disidencia del Eln. De esa manera se convirtió así en uno de los fortines políticos de Esperanza, Paz y Libertad en el denominado Eje Bananero (Apartadó, Turbo, Chigorodó y Carepa).
“Se les notificó a los empresarios bananeros que Sintrainagro surgía como una organización y además como un modelo de negociación avanzado”, recuerda Guillermo Correa, exmilitante del Epl y líder sindical de esta organización, y añade: “con Sintrainagro, las negociaciones se organizaron por grupos y no se hacían en cada finca, este modelo aún se mantiene en la industria bananera de Urabá”.
Persecución violenta
Pero los “esperanzados” no sólo debieron enfrentarse a las viejas maquinarias políticas, bien aceitadas y con capacidad de comprar grandes clientelas. También tuvieron que soportar una inclemente persecución armada que provino tanto de las Farc como de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu).
Las diferencias con las Farc surgieron en 1979, cuando el líder político Bernardo Gutiérrez integró las filas del Epl tras desertar del Frente 5, junto con once combatientes más.
“Bernardo planteó que las Farc tenían un comportamiento más delincuencial que revolucionario por lo que venía haciendo y sacó un listado de combatientes que habían asesinado por no querer seguir en las Farc; otro de campesinos que al no quererlos apoyar también fueron asesinados; y habló de personas que tuvieron que desplazarse huyendo de que los mataran”, asegura Miguel Darío Osorio, quien fue miembro de la dirección regional y del Comité de Ética del Epl en Urabá.
Según Felipe Cabadía, exmilitante del Epl en esa región agroindustrial, la persecución hacia sus desertores tuvo una tregua durante la conformación de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, donde confluían las Farc, el Eln, el Epl, el Quintín Lame y el Prt (Partido Revolucionario de los Trabajadores). A partir de la desmovilización de todos los integrantes, excepto las Farc y el Eln, se reavivaron las tensiones y se sumaron las acusaciones de traición a las banderas de la lucha armada revolucionaria
Cuando empezó el trabajo político del movimiento Esperanza, Paz y Libertad, “la primera reacción de las Farc fue empezar a matar dirigentes, la segunda fue matar base social y hacer masacres en fincas”, asegura el exconstituyente Darío Mejía y agrega: “si uno compara en el país los muertos de la izquierda hay más a manos de las Farc que a manos del Ejército. Esa guerrilla siempre se ha caracterizado por ser una organización vanguardista que nunca ha aceptado que haya otros que le peleen cosas en el territorio”.
Tras la desmovilización, entre los simpatizantes del nuevo movimiento se sentía incertidumbre, no sólo por los hechos violentos que se presentaban, sino también por los procedimientos para el trabajo político. En diciembre de 1991, unas 73 personas de la región enviaron a los dirigentes de Esperanza, Paz y Libertad una carta donde expresaron, además de esto, su inconformidad frente a lo que consideran un abandono por parte de los líderes del movimiento. (Ver carta)
Pero las Farc no fue el único adversario que tuvo este naciente grupo político. En octubre de 1991, sus dirigentes denunciaron públicamente las dificultades que sufría su proyecto en el norte de Urabá debido al recrudecimiento del paramilitarismo en la zona, en especial en los municipios de San Pedro de Urabá, Necoclí, Arboletes y San Juan. Las Autodefensas reaparecieron luego de que en septiembre de 1991 Fidel Castaño desmovilizara sus ejércitos privados y distribuyera 10 mil hectáreas de tierra entre más de dos mil familias campesinas de la región.
Este grupo, que se reactivó en San Pedro de Urabá, “es el embrión de lo que serán después las Accu”, asegura Agudelo. Así, el intenso trabajo social y sindical que Esperanza, Paz y Libertad había realizado tanto en el norte de Urabá como en el Eje bananero tuvo que suspenderse como consecuencia de las persecuciones y señalamientos de las autodefensas. A esto se suma que para las elecciones de 1994 sus candidatos y listas obtuvieron escasos votos en el norte de Urabá, por lo que los “esperanzados” optaron por reforzar su tradicional trabajo sindical en el Eje bananero.
¿Y los mandos medios?
Alproceso de paz con el Epl se le sumaría un problema más: la disidencia, denominada ‘Frente Bernardo Franco’ e integrada en su momento por más de 30 hombres liderados por Francisco Caraballo. Se trató de un grupo conformado, en su mayoría, por desmovilizados que pretendían retomar la lucha armada en el Eje bananero y en el norte de Urabá.
“Antes de la desmovilización no teníamos idea de que a los mandos medios había que tratarlos diferente: el dirigente tiene claro para dónde va, sabe qué trabajo sindical, social o político hará; la inmensa mayoría de los excombatientes de base no querían ser políticos, sino reorganizar su vida, volver donde su familia o a su parcela; sin embargo, al mando medio no le interesaba ni la política, ni regresar a casa”, asegura Agudelo.
Para Mejía, quien ha acompañado diferentes procesos de desmovilización en Colombia, estos momentos de ruptura tras la dejación de armas son inevitables: la estructura del movimiento cambia y quedan atrás las relaciones verticales y empiezan a conformarse relaciones horizontales que no siempre son armoniosas. “Una cosa es que usted, en la organización, dé una orden porque es mando y otra cuando la gente se desmoviliza porque empieza a pensar ‘yo no tengo quién me mande’, ‘yo puedo pensar diferente, creo diferente y hago diferente y no tengo por qué aceptarle a usted las cosas’ y se empiezan a presentar contradicciones”.
La disidencia del Epl estuvo conformada, entre otros por alias ‘Gonzalo’; ‘Ricardo’; ‘Giovanny’; ‘Gavilán’ y ‘Otoniel’, estos últimos reconocidos como los máximos jefes de las llamadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’.
“Ellos empiezan esa actividad radicalizados contra Esperanza, Paz y Libertad. Las Farc los asume en sus territorios y cuando entran en choque con ese grupo guerrillero debido a diferencias frente al trato con la población se repliegan para Vigía del Fuerte; envían desde allí comunicación a Carlos Castaño expresando su deseo de adherirse a las autodefensas, él no los acepta y mejor se convierte en intermediario para que se desmovilicen”, explica Agudelo.
Ante las amenazas de seguridad de los desmovilizados y las crecientes quejas por la débil actuación del Estado para brindar las garantías necesarias, en marzo de 1992, un sector de excombatientes decidió crear los Comandos Populares para enfrentarse a la disidencia de Caraballo.
Comandos populares de Urabá, base de las Accu
Entre los desmovilizados de base y exdirigentes se plantearon debates acerca de la protección para quienes no tenían esquemas de seguridad permanentes. El resultado de esas discusiones fue el rearme de por lo menos 50 personas para protegerse de la persecución por parte de la disidencia. Los exdirigentes consideraron que rearmarse afectaba el proyecto político y la idea de paz que había motivado la desmovilización.
Para Agudelo, los mandos medios representan uno de los puntos más delicados de la desmovilización de las Farc y deberá vigilarse cuidadosamente su reinserción a la vida civil para evitar disidencias como la padecida por el Epl.
Participación, con resultados para mostrar
Pero, ¿qué pasó con los exguerrilleros que pudieron participar en política? Después de la desmovilización del Epl, en marzo de 1991, y de conformarse Esperanza, Paz y Libertad, el movimiento de la Alianza Democrática M-19 acogió ésta y otras iniciativas políticas para fortalecerse en todo el país, lo que dejó a los “esperanzados” sin posibilidades en la arena política nacional.
“Muchos amigos (la gran mayoría) estuvimos en la Alianza”, admite Manuel Márquez, actual diputado de Antioquia por el partido ASI y quien fue concejal de Apartadó entre 1997 y 2001 por la Alianza Democrática. “Cuando la Alianza M-19 también se desbarató como movimiento político a nivel nacional, cada quién cogió su rumbo, unos para el Partido Liberal, otros para el Polo (Democrático Alternativo). A diferentes escenarios políticos que en su momento la gente vio como alternativa”.
Otro, como Márquez, tomaron la decisión de integrarse a Convergencia Ciudadana, movimiento conformado por otros desmovilizados que habían quedado “huérfanos políticamente” tras la liquidación de la Alianza. Sin embargo, “muchos no nos sentimos representados, entonces unos se fueron para el Polo, otros para el Partido Verde. En mi caso, vi en la ASI una alternativa donde uno puede hacer política”, asegura el diputado.
Márquez llegó a la Asamblea de Antioquia en 2011 con 10.689 votos, resultado de su liderazgo y trabajo sindical en Sintrainagro, conformado por más de 16 mil trabajadores bananeros de Urabá y reconocida fuerza política de Esperanza, Paz y Libertad. En 2015 este diputado repitió escaño en la Duma con más de 8 mil votos.
Por su parte, el actual alcalde de Apartadó, Eliécer Arteaga fue elegido en 2015 por el partido de la U con más de 20 mil votos. Algunos exmilitantes consideran que él ha capitalizado electoralmente la fuerza política de Esperanza, Paz y Libertad, pero que sus ideales distan de lo que proponía este movimiento.
Arteaga, sin embargo, asegura que su ejercicio político tiene banderas democráticas actualizadas: “lo que pasa es que en la medida que va avanzando el tiempo, las costumbres políticas van cambiando, las exigencias de la comunidad son otras y el municipio va creciendo. Una sola diferencia: los dos primeros alcaldes que tuvo el movimiento, Teodoro Díaz y Mario Agudelo, llegaron con 5 mil 500 votos, luego estuvo Oswaldo Cuadrado, que llegó con 9 mil, y yo llego con 20 mil votos. Y uno le pregunta a un joven de hoy quién era Teodoro o Mario y de pronto ni se acuerda. Todo esto se debe tener en cuenta a la hora de construir una propuesta”.
El alcalde aclara que su proyecto político ya no se centra en la génesis de la izquierda en la región, donde Esperanza, Paz y Libertad tuvo fuerza desde su configuración gracias al trabajo sindical y campesino; para él, la región y el país deben verse ahora de una “manera real” y, a partir de esa mirada construir las propuestas políticas que den solución a las necesidades de la gente.
El líder de la organización de víctimas Asovima, Ciro Abadía, expresa que aún hoy el barrio Obrero, donde se perpetró la masacre conocida como de “La Chinita”, la más cruentapor parte de las Farc contra los simpatizantes de este movimiento, representa una fuerza política importante a la hora de elegir concejales y alcaldes en Apartadó, gracias a las 33 mil personas que conforman la Junta de Acción Comunal.
“Le acabamos de poner más de 6 mil votos a Eliécer Arteaga para que fuera el alcalde”, dice Abadía; sin embargo, el estigma hacia los candidatos a Concejo y Alcaldía que se relacionan con los “esperanzados” sigue vigente. De 17 concejales que se eligen en Apartadó, el barrio Obrero alcanzó a elegir cinco.
“Pero todo eso nos lo acabaron por el estigma. A Eliecer [Arteaga] le decían que cómo iban a montar a un alcalde guerrillero; eso no puede seguir pasando”, cuenta Abadía y asegura que el movimiento también ha sido víctima de la maquinaria política: “La política ya no se puede hacer de tú a tú, sino con el billete; tú haces el trabajo social, pero cuando llegan las elecciones, llega la plata”.
Pese a que han tenido que apelar al apoyo de otros partidos, quienes conformaron Esperanza, Paz y Libertad han logrado ganar varias veces las elecciones a las alcaldías en Urabá en los municipios de Turbo, Carepa, Apartadó y Chigorodó. Los resultados logrados esta vez por Márquez y Arteaga evidencian que, a pesar de las muertes a manos de la disidencia, las Accu y las Farc, la fuerza de este movimiento es latente en la región.
Reparación colectiva
Actualmente Esperanza, Paz y Libertad se encuentra en proceso de recolección de información con el propósito de apelar a la reparación colectiva en el marco de la Ley 1448 de 2011, conocido como Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, alegando que contra ellos se perpetró un exterminio similar al de la Unión Patrótica (UP). Así lo expresaron el 17 de junio de 1991, tan solo cuatro meses después de la desmovilización del Epl. Ese día, 150 excombatientes se tomaron pacíficamente la Alcaldía de Apartadó para denunciar el asesinato de14 de sus compañeros, así como constantes amenazas al movimiento político.
“Esperanza, Paz y Libertad era una organización de 2.500 militantes y le mataron casi 700, aniquilaron una cuarta parte de la organización”, precisa Mejía, quien explica que “esto fue por cuenta de la persecución de las Farc, las Autodefensas y también la disidencia. En Urabá se da un proceso de aniquilamiento, no contra unas personas sino contra una organización política naciente”.
¿Exterminio de Epl en Urabá, crimen de lesa humanidad?
Mejía tiene claro que uno de los propósitos de las Farc después de la desmovilización del Epl fue “aniquilar una fuerza que en el territorio le estaba haciendo oposición y que estaba trabajando con la comunidad para defender su línea política. Hay un aniquilamiento y una persecución contra un movimiento político”.
Desde 1993 empezó otra ofensiva militar de las Farc contra Esperanza, Paz y Libertad que dejó más de 143 integrantes muertos en tres años. Su inicio estuvo antecedido por el secuestro y posterior asesinato del líder sindical Jesús Alirio Guevara Angarita, ocurrido en enero de ese año.
Lo que vino después fue cruento y dejó decenas de víctimas. Entre el 4 de febrero de 1993 y el 14 de febrero de 1996 el Frente 5 de las Farc ejecutó 12 masacres contra este movimiento. En Apartadó, en las fincas La Popola (4 muertos), Canaima (5 muertos), La Lolita (9 muertos), Filipinas (9 muertos), en el Bajo del Oso (26 muertos) y en el Barrio La Chinita, (37 muertos); en Turbo, en la finca La Mora, antes Villanueva (8 muertos), La Ceja (8 muertos), San Rafael, (4 muertos), Mapaná (5 muertos); y, en Carepa, en las fincas Los Cunas (17 muertos) y Osaka (11 muertos).
“A nosotros nos dejaron a merced de los grupos paramilitares porque el Estado no copó las zonas quenosotros dejamos, esas las coparon las Farc y Carlos Castaño”, asegura Cabadía y señala que en ese momento el afán del Estado era desmovilizarlos, “lograron su objetivo y nos abandonaron a nuestra suerte”.
Testimonio de Darío Mejía
La versión de incumplimiento de los acuerdos por parte del Estado es sostenida por algunos, quienes, además, aseguran que por eso se originó la disidencia apoyada por Caraballo; sin embargo, Darío Mejía asegura que el gobierno sí cumplió con los acuerdos. (Ver acuerdos)
Experiencias y errores: el turno de las Farc
Para Mejía, pese a que las Farc han sido un “obstáculo para el desarrollo de las posiciones democráticas en el país” y que “han sido extremadamente perjudiciales para que existan posiciones divergentes”, se deben crear los condiciones para que ellas encuentren los espacios políticos sin importar que no los hayan generado antes: “lo más importante es que con el correr del tiempo se van a dar cuenta de los grandes errores que cometieron”.
Uno de los puntos menos sólidos de los acuerdos entre el Epl y el gobierno nacional fue el de participación política; si bien se brindaron condiciones jurídicas, no se dio especial importancia a las garantías de seguridad. “El Estado estableció esquemas para los dirigentes, pero el modelo estuvo enfocado en la protección de dirigentes y no en excombatientes de base”, explica Agudelo.
De acuerdo con este dirigente, “nosotros siempre pensamos que en los temas de seguridad el problema iba a hacer: primero, por parte de viejos enemigos (gobierno, paramilitares y poder económico) y que sería contra los dirigentes”. Sin embargo, al poco tiempo se observó que las Farc atentaron contra los militantes de base o simpatizantes. A su juicio, el proceso que avanza con este grupo alzado en armas debe valorar de una manera más realista las posibles amenazas y hacer un seguimiento acertado con una reacción más rápida por parte del Estado en materia de seguridad.
Para Cabadía, una de las ventajas de este proceso de paz, frente a lo que vivió el Epl después de su desmovilización, es que a pesar de que ahora hay bandas criminales ellas no tienen una concepción anticomunista como sí lo tenían las paramilitares de Carlos Castaño. “A Castaño no le importaba si nos habíamos desmovilizado o no, el problema de él era que nosotros éramos de izquierda”, dice, y advierte que otro peligro que podrían correr las Farc es que los ataque otra organización guerrillera, en este caso, el Eln.
Testimonio de Mario Agudelo
Con estos dos grupos se vislumbra otra amenaza que consiste en la ocupación de los territorios donde actuaban las Farc, tal como pasó con los territorios dejados por el Epl en su momento. En algunas regiones estos grupos pueden atacar el proceso y en otras pueden servir como receptores de desmovilizados que, en cierto momento, estén inconformes con el avance de la reinserción.
Según Agudelo, a la hora de hablar de un proceso adecuado de reincorporación, no sólo se habla del acompañamiento a los proyectos productivos, sino de la adaptación de los excombatientes a los entornos sociales “que para ellos va a hacer algo novedoso porque muchos de ellos han pasado toda su vida en la guerrilla”. Además, asegura que uno de los grandes retos para el Estado será mantener a los desmovilizados en las zonas rurales y evitar que, por falta de oportunidades, se desplacen a las grandes ciudades trasladando la responsabilidad de su proceso de reinserción a las autoridades locales.
Testimonio de Mario Agudelo
Los desmovilizados de Esperanza, Paz y Libertad de Urabá han manifestado su intención de ayudar al desarrollo exitoso de este proceso de paz y aseguran que actualmente las Farc cuentan con unas posibilidades y unas garantías mayores de las que ellos tuvieron en su momento.
El proceso de negociacion con este grupo subversivo, que lleva en armas 52 años, es al que más tiempo se ha dedicado en la historia del país. Según Arteaga, han aprendido del pasado y se ha blindado jurídicamente para que pueda ser política de Estado.
Testimonio de Eliécer Arteaga
Esta garantía jurídica, así como los acuerdos alcanzados en puntos neurálgicos que dieron origen al conflicto o que lo alimentaron, como la propiedad de la tierra y los cultivos de uso ilícito, generan una expectativa de éxito aún mayor que la vivida por el Epl en 1991, por lo menos en Urabá. “A las Farc les irá bien porque el país requiere que ellos silencien los fusiles y que se metan a trabajar por las vías legales”, concluye Abadía.
(*) Este artículo hace parte del proyecto Open Society con VerdadAbierta.com.