Los rastros de una guerra homofóbica

      

Desde agresiones hasta empalamientos han padecido los LGBTI a causa del conflicto, como detalla en su más reciente informe el Centro Nacional de Memoria Histórica.

informe lgtbi 1El informe hace una recopilación sobre los tipos de agresiones que los grupos armados han causado en la comunidad LGTBI, pero también cuestiona el papel de la sociedad civil, marcado por la indiferencia y la estigmatización. Foto: CNMH/Rommel Rojas.Un gay peleando a puños contra otro sobre un ring mientras los habitantes de San Onofre miraban expectantes y los paramilitares del Bloque Héroes de Montes de María, a cargo de Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, y Marco Tulio Pérez, alias ‘El Oso’, disfrutaban con el ‘espectáculo’.

Esta escena que utilizó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) en su informe ¡Basta ya! en 2013 y que desde años antes había reconstruido el Grupo de Memoria Histórica es sólo la punta del iceberg de la violencia contra la población LGTBI. Y no sólo porque además de las peleas de boxeo también los obligaron a tener sexo entre ellos y a caminar desnudos durante casi tres horas para regresar al pueblo, sino porque esta violencia se expandió por el país de la mano de todos los actores armados y también de la sociedad.

Así queda evidenciado en el más reciente informe del CNMH, llamado ‘Aniquilar la diferencia’, el primero de esta institución sobre lo que ha sucedido con lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en el conflicto colombiano.

Si bien los investigadores dedican capítulos enteros a los tipos de violencia que utilizaron y utilizan los paramilitares, las guerrillas, los grupos posdesmovilización y hasta la Fuerza Pública; aclaran que parte de la responsabilidad también es de los mismos civiles, esos compañeros de escuela, de trabajo, esos familiares o vecinos que pasan de largo lo que les ocurre a los LGBTI e incluso lo legitiman.

portada informe lgbtiHaga clic en la portada para conocer más del informe.Y aunque esa violencia se permitía desde antes de que llegaran los grupos armados, los investigadores enfatizan que muchos se aprovechan del temor del conflicto para presionar.

“La memoria de estas víctimas del conflicto armado ha insistido en señalar esa conexión, y ha insistido también en que, si la comunidad, la escuela o la familia, e incluso, las instituciones religiosas tuvieran un accionar distinto, existiría la posibilidad de disminuir estas violencias […] así como sus consecuencias”, aclara el informe.

Mientras que los grupos armados legales y los ilegales quieren imponer lo que ellos consideran un “orden moral favorable” a sus intereses, valiéndose de todas las maneras posibles para hacer daño y de “una estrategia calculada para ‘limpiar’” o ‘corregir’ lo que les parece incómodo, como lo explica el Centro de Memoria.

Pero en un conflicto con más de 7 millones de víctimas no es fácil especificar cuándo alguien es perseguido y humillado sólo por sus gustos sexuales o su identidad de género; y cuándo a un homosexual o a un transgenerista lo desplazan, lo amenazan o lo matan como a las demás víctimas.

Al respecto, el informe aclara que en los casos donde la violencia no es por la tendencia sexual, las consecuencias sí son diferentes sólo por ser LGBTI. “Los hechos victimizantes contra personas que se apartan de la norma heterosexual no han sido acciones aisladas dentro del conflicto armado colombiano, sino que hacen parte de las lógicas de control y regulación de los cuerpos y la sexualidad en medio de la imposición de determinados órdenes morales”, explica el CNMH.

Y los investigadores hablan además de la “circularidad de las violencias” en esta comunidad, donde entran como en una cadena de hechos violentos que se siguen repitiendo.

Violencia de todos los colores

“A este soldado le bajaban los pantalones y le pasaban un pelotón dándole chancleta por la cola, que quedaban en sangre viva”, relato de una mujer trans que fue militar, sobre la violencia contra los LGBTI en el Ejército. Foto: CNMH/Rommel Rojas.Patadas, puños, escupitajos, orines, panfletos, llamadas amenazantes, desplazamientos, asesinatos con tortura y sevicia para enviar un mensaje, violación. Los grupos armados han usado todo este repertorio para acabar con lo que califican como diferente.

“En territorios donde la violencia heteronormativa se vuelve cotidiana, es difícil identificar si dichas victimizaciones proceden de los grupos armados o de personas de la misma comunidad”, apunta la investigación.

Precisamente para que deje de ser normal esa violencia, el informe reproduce algunos relatos de víctimas LGBTI que muestran, por ejemplo, cómo a las lesbianas y a los hombres transexuales los violan para “corregir” sus gustos con el pretexto de que no saben qué es acostarse con un “macho”. Y si se resisten las amenazan o las matan.

 “Ella prácticamente fue una muerte brutal, demasiada brutal, violarla, después de violarla, con cortauñas cortarle los dedos, pedacito a pedacito, y luego de ahí meterle un plátano popocho de esos gruesos por el ano y luego agarrarlo y aplastarle la cabeza, eso lo pasaron por El Extra, la muerte de ella fue horrible”

Sandra, mujer trans, 32 años, Tumaco.

Los combatientes también tienen sexo con hombres, a veces obligándolos, a veces con consentimiento, sin dejarse penetrar para no ‘perder la hombría’. A esos los llaman ‘cacorros’. Ellos u otros combatientes luego persiguen al homosexual con el que se acostaron porque les da vergüenza que eso se conozca.

En Caquetá, por ejemplo, los paramilitares torturaron y empalaron a un gay por mantener una relación sentimental con un guerrillero de las Farc.

“Se estacionaban todas las camionetas lujosas, todos los paramilitares se estacionaban en la vía, donde ellos mataban. Entonces nosotros en la noche íbamos para allá, había hombres divinos de toda clase (…). Nosotros llegábamos normal, vestidos de gays normales y decíamos un dicho que era:
— ¿Quién pidió pollo?
Y ellos [los paramilitares] preguntaban: — ¿Quién la chupa más sabroso?
—Si tú quieres ya
—Métele un tiro por el culo
—Ven dame con esa bala que tú ya tienes ahí metida.
Nosotros eso lo llevábamos a juego. Nos cogían, nos metían adentro de las camionetas o nos metíamos adentro del cementerio, hacíamos lo que hacíamos, con preservativo eso sí, nos cuidábamos y así lo hacíamos tres veces a la semana, nos pagaban”.

Martín, hombre gay, 43 años, Carmen de Bolívar.

Luego, en 2007, los homosexuales de ese municipio y otros más de Montes de María participaron en el primer reinado gay de la región. Las amenazas no se hicieron esperar. Un panfleto de las Águilas Negras amenazó a 15 personas por su condición sexual.

Otra estrategia de violencia es desde lo simbólico. Los grupos armados han obligado a los gays, a las lesbianas, a los bisexuales y a los trans a vestirse de una manera diferente de la que quieren, a cambiar su modo de hablar, de caminar y hasta les han sellado lugares de rumba exclusivos de los LGBTI.

“Los hombrecitos estaban allá jugando fútbol, acá otros jugando voleibol y dentro del grupo de voleibol estaba mi primo, que pues obviamente ya la comunidad conocía su entorno, y llegaron estos señores, lo hacen arrodillar. Ya después de que está arrodillado con violencia, golpeándolo y demás, le hacen decir, como tres veces, que dijera que él era un hombre y tenía que decirlo con voz gruesa, que no fuese a hablar como él estaba acostumbrado. Obviamente por su temor a que le fueran a hacer algo, él lo hace. Eso para ellos fue motivo de burla, ellos se reían y se carcajeaban en medio de su machismo. Después de eso lo obligan a que se corte el cabello delante de todos nosotros. (…) Yo en esa época tendría como unos siete años. (…) él tenía como unos 16 o 17 años, más o menos (…). Le hicieron cortar el cabello, le pasaron unas tijeras y él mismo tenía que cortárselo y luego mandaron a un peluquero, porque estábamos cerca de una peluquería, para que el peluquero lo rapara”.

Jhonatan, persona gay, 23 años, Buenaventura.

Es cierto que no sólo a los homosexuales los torturan y los violan pero el Centro de Memoria estableció que estos casos tienen “unas características distintivas, unas formas de ensañamiento y ferocidad que revelan lo que piensan los armados sobre las personas a las que están agrediendo. […] Esta ferocidad y crueldad ha configurado unos repertorios de violencia que resultan reiterativos, como el apuñalamiento múltiple, el empalamiento, la exhibición pública del cuerpo torturado, la mutilación y desmembramiento de ciertas partes del cuerpo y las golpizas con bates y bolillos, entre otras”.

La persecución de los grupos armados

“Estando arrodillado lo golpean y le hacen decir que él era un hombre y tenía que decirlo con voz gruesa, que no fuese a hablar como él estaba acostumbrado”, en Buenaventura sobre la guerra contra los LGBTI. Foto: CNMH/Rommel Rojas.Según Pablo Bedoya, investigador del informe, si bien trabajaron durante año y medio en cuatro zonas del país (Antioquia, Nariño, Bolívar y Bogotá), a los talleres de memoria asistieron personas de muchos otros territorios que posibilitaron tener un panorama nacional de la violencia.

Así pudieron identificar, por ejemplo, que las guerrillas se caracterizan más por una amenaza individual y una agresión física a las personas LGBTI, mientras que los paramilitares y los grupos posdesmovilización se valen especialmente de las amenazas colectivas con panfletos y de las ‘limpiezas sociales’. Además, el CNMH recuerda que en algunos casos en esta última clase de asesinatos también han participado miembros del Ejército y de la Policía.

El informe incluye además los excesos en las batidas como una manera de violencia contra esta población en el conflicto y asegura “que disposiciones normativas como las que integran el Estatuto de 1978 buscaron ampliar los márgenes de la fuerza pública para la lucha contrainsurgente, sumado a la cotidianidad de las dinámicas de la guerra en los distintos territorios, han generado condiciones de posibilidad para graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario contra personas de los sectores LGBT”.

Pero la violencia no sólo ocurre con los civiles sino también dentro de sus filas. El CNMH no obtuvo mucha información de qué pasaba al interior de los grupos armados ilegales. Sobre las guerrillas, dice que son reacias a que los homosexuales sean combatientes pero sí los utilizan para manejar todo tipo de información. Y el que se niegue, o se va del pueblo o lo matan. En el informe se explica que las Farc han sido las más reticentes en cuanto a la vinculación armada de homosexuales mientras que el M-19 tenía un ‘comando rosa’.

Poco se dice sobre los paramilitares, y al respecto de la Fuerza Pública, el testimonio de una mujer trans que fue militar revela algunos mecanismos de tortura dentro del Ejército, como meter a las homosexuales en una horqueta de alambre o ‘el baño María’: “era un platón con agua y en otro platón había sal. A este soldado le bajaban los pantalones y le pasaban un pelotón dándole chancleta por la cola, que quedaban en sangre viva, después que le hacían este ritual comenzaba la banda de guerra a tocar y ahí le comenzaban: “Desfile la señorita, desfile la reina” y lo despedían con banda de guerra por todo el medio del batallón, este soldado le tocaba desfilar por dos hileras de soldados y lo sacaban”, relata Andrea en el informe, quien agrega que “ya hoy en día no es tanto, pero antes sí”.

Todos estos tipos de violencia han dejado consecuencias desde lo físico hasta lo que piensan de sí mismos pues muchos, en un acto de sobrevivencia, intentaron esconder quiénes eran o quiénes les gustaban sólo para no visibilizarse. Otros optaron por comportarse acrecentar sus comportamientos femeninos o masculinos, según sea el caso, para hacerse respetar.

Como hace con todos sus informes, al final Centro de Memoria Histórica realiza unas recomendaciones que, en este caso, insisten en que no es normal que a una persona la golpeen, la violen, la desplacen, la torturen o la maten por sus gustos sexuales o su identidad de género. Por eso, hace un llamado a abrir los ojos, a no hacer parte de ese círculo de violencia, ni legitimarlo. Todo sin olvidar que estas violencias todavía ocurren, día a día, y que es necesario reconocerlas en todas sus dimensiones.

“Esta guerra nos ha impedido amar”, concluye una víctima en el informe.