Los ‘muros’ que tendrá que derribar Colombia para el posconflicto

      
Después de dos guerras mundiales y de la dictadura nacionalsocialista, Alemania se reconstruyó con educación y memoria. ¿Qué puede aprender el país de ese proceso?

Este mural hace parte del East Side Gallery una porción de 1.316 metros del antiguo muro de Berlín que fue convertido en una galería de arte urbano en homenaje a la libertad. Foto: VerdadAbierta.com.

El posconflicto en Colombia no será tarea fácil. Son más de 50 años de conflicto armado que ha construido enormes muros que deberán ser derribados para lograr un país mejor. Y qué mejor ejemplo para aprender de ello que Alemania, un país que padeció un régimen nacionalsocialista que la llevó a dos guerras mundiales y luego tuvo que afrontar una fractura como nación al dividirse en dos, como resultado de los acuerdos tras las acciones bélicas.

Millones de víctimas, destrucción de ciudades, afectaciones sicológicas profundas, ruina económica y desconfianza entre sus ciudadanos dejó tras de sí la irracionalidad de la guerra y la mano dura para defender un sistema que se impuso a sangre y fuego. Pero todo eso comenzó a confrontarse socialmente con la caída del muro de Berlín, una extensa barrera de 155 kilómetros de extensión que dividió a la nación en dos, y la sociedad comenzó a reconstruirse. Pero, ¿cómo ha sido el proceso de recuperación social de Alemania después de una dictadura nazi que exterminó a judíos, homosexuales, gitanos y personas con discapacidad y de un régimen socialista que encarceló a 200 mil personas por considerar que amenazaban el sistema?

No ha sido tarea fácil. Luego de profundos debates sociales, en el que participaron diversos sectores y se discutieron diversas alternativas, se alcanzaron diversos consensos, los cuales establecieron que para lograr esa recuperación social se requería un proceso de educación permanente sobre lo ocurrido a través de la preservación y difusión de documentos históricos, una información de calidad y el rescate de la memoria a través de museos y la conservación de sitios donde ocurrieron varias de las tragedias. Aunque Colombia da los primeros pasos para reconstruirse socialmente después de cincuenta años de guerra, la experiencia alemana puede ayudar a definir qué caminos transitar para alcanzar ese propósito.

VerdadAbierta.com visitó Berlín, habló con historiadores, periodistas, defensores de derechos humanos y congresistas, con el fin de entender cómo han sido el proceso de rescate de la memoria y cuál ha sido su injerencia en la reconstrucción social de un país que se unificó y comenzó a caminar hacia el futuro, sin olvidar el pasado.

Leyes, recursos e información
Monumento en memoria de los judíos asesinados de Europa. Está en el corazón de Berlín, cerca de la Puerta de Brandeburgo y al edificio del Reichtag. Foto: VerdadAbierta.com.

Michael Parak, director de la organización Contra el olvido – Por la democracia, explica que tras la caída del muro los alemanes se declararon en “bancarrota moral” y promovieron una revolución pacífica que comenzó por reconocer su historia. “Llegamos a un consenso y es que nadie quiere volver a la época del nacionalsocialismo, incluso, si alguien de la extrema derecha lo quiere”, dice.

El gobierno entonces aprobó leyes que destinaron recursos para crear sitios de la memoria, para que el pasado fuera documentado y enseñado en escuelas y universidades; para que la sociedad realizara debates y desarrollara políticas sociales que atendieran a las víctimas. “Lo decisivo en Alemania no fueron los juicios, porque estos llegaron muchos años después. Además, se han emitido muy pocas sentencias que reconocen a las víctimas. Para las víctimas se requieren fórmulas políticas”, precisa Parak.

El directivo se refiere a que la sociedad fue más allá de la cifra de 6 millones de judíos asesinados, conmemorando no solo a las víctimas de la dictadura nazi sino a los presos políticos de la República Democrática (RDA), donde se impuso un férreo estado socialista después de terminada la segunda guerra mundial que para protegerlo construyó un muro e impuso estrictos controles a sus ciudadanos. En este país entendieron que la memoria no debía ser elaborada solamente por las víctimas sino por todos los ciudadanos, y que ese reconocimiento no debía ser impuesto como un deber.

“La memoria del horror es la fuerza para construir una mejor sociedad”: Michael Parak, director de la ong Contra el olvido – por la democracia. Foto: VerdadAbierta.com.

Al respecto, Tom Koenigs, miembro del Parlamento alemán en representación del Partido Verde y expresidente de la Comisión Parlamentaria de Derechos Humanos y Ayuda Humanitaria, explica que los alemanes pagan de su salario mensual el 45 por ciento en impuestos, un rubro del que salen los recursos para financiar la educación y la salud, pero también para apoyar los proyectos de memoria.

Koenigs considera que la memoria depende de los procesos de la sociedad civil y que por eso en las últimas dos décadas Alemania desarrolló una red de museos y creó “una memoria de vida en lugar de un pasado histórico”, conociendo y contando historias individuales, reconociendo los migrantes como parte de su riqueza cultural y cooperando con la promoción de la democracia y el respeto por los derechos humanos en otras naciones. En este proceso los medios de comunicación han sido fundamentales. “No hay memoria sin sociedad civil ni periodismo vivo. La sociedad se articula en la prensa”, asegura.

Michael Sontheimer, historiador y periodista del semanario político alemán Der Spiegel, coincide con la afirmación del Koenigs: “Como alemanes no podemos escaparnos de la historia de Hitler. No hay una sola familia que no haya tenido experiencia con el nacional-socialismo… Es un error decir que los nacionalsocialistas fueron unos pocos monstruos. ¡Los hubo en varias familias!”.

“Tragar esto no ha sido fácil. Se ha discutido si se debe no poner punto final. Hemos trabajado en dignificar a las víctimas y salvar la memoria histórica”: Tom Koenigs, parlamentario. Foto: VerdadAbierta.com.

Sontheimer cuenta que los medios de comunicación tampoco escaparon de ese pasado. En Der Spiegel, incluso, trabajaron miembros de la SS, la organización militar de la Alemania nazi. En la revista, que se ha concentrado en documentar temas históricos porque “la coyuntura está en la memoria”, los reporteros acuden a libros, documentos y testimonios para lograr narrar historias con suficiente contexto.

El periodista considera que la experiencia les hay enseñado que “con moral no se logra entender nada”. A su juicio, el periodismo no debe quedarse en contar los monstruos sino en cómo sucedieron las cosas y asegura que su preocupación es buscar los datos exactos y contar de dónde proviene la información. “Los hechos tienen que ser precisos; la interpretación es libre”, agrega.

Sin embargo, reconoce que es más fácil escribir la historia cuanto más se está lejos de los hechos. “Se requiere de un tiempo para hablar”, dice y cree que esto lo han logrado porque a los niños les enseñan la historia de su país. Preguntarle a alguien en la calle sobre las dictaduras sigue siendo complejo, “pero creo que ya todos estamos dispuestos a hablar del pasado”, afirma este reportero.

Preservar documentos
Una de las investigaciones del semanario político alemán Der Spiegel, que investiga y documenta sobre las dictaduras nacional-socialistas. Foto: VerdadAbierta.com.

Caído el muro, muchos ciudadanos evitaron que fueran borrados los lugares y pruebas de la barbarie socialista. A principios de 1990 corrió la voz que los agentes de la Stasi, la policía secreta del régimen de la RDA, querían desaparecer los archivos que evidenciaban el espionaje contra quienes supuestamente se oponían al régimen. Escuchar a la banda de rock estadounidense The Rolling Stones o expresar desacuerdos con el gobierno eran causales para que un ciudadano fuera investigado y encarcelado.

Así le ocurrió a Jorge Luis García Vásquez, un cubano que trabajaba para el gobierno de Fidel Castro y que fue enviado como traductor a la RDA. Un día, cuando tomaba cerveza con un amigo, unos agentes lo sacaron del bar, le vendaron los ojos y lo subieron en una furgoneta. La dictadura lo encarceló durante un mes en 1987 en la prisión de Gedenkstatte, el lugar que ahora recorre como guía a quienes visitan el lugar. De no ser por los documentos que reposan en lo que fue la Agencia de Expedientes de la Stasi, García no hubiera sabido que la policía secreta le seguía los pasos, registró sus movimientos en más de 400 páginas y que fue ese amigo con el que tomaba cerveza quien le suministró la información a la policía. Se le acusó de tener relaciones con diplomáticos estadounidenses.

“Antes de la caída del muro este lugar era tierra desconocida”, explica Margret Steffen, directora del Departamento de Comunicación del Comisionado Federal para la Documentación de la Stasi de la antigua RDA, refiriéndose a la Agencia de Expedientes de la Stasi.

“No se trata de escribir historias de héroes. Si no algo como esto pudo suceder”: Michael Sontheimer, periodista de Der Spiegel. Foto: VerdadAbierta.com.

La antigua Agencia dependía del Ministerio de Seguridad y se extendía a lo largo de un complejo de 15 mil metros cuadrados sobre la calle Ruschestr, cuyos edificios ahora son recuperados por el gobierno pues una parte de ellos terminaron comprados por particulares después de la reunificación. El 15 de enero de 1990 varios ciudadanos evitaron que los agentes desaparecieran en máquinas trituradoras las fichas de espionaje, fotos, negativos y grabaciones.

En la Agencia encontraron lo equivalente a 111 kilómetros de estantes de documentos, 47 kilómetros de estantes de material fílmico, 39 millones fichas, 1.8 millones de fotos, negativos y diapositivas, 30 mil 300 archivos de películas y grabaciones de audio y video, y 15 mil 500 bolsas con material fragmentado.

Este espionaje comenzó en la RDA en 1953 y fue realizado por 180 mil agentes voluntarios que a cambio de su ‘trabajo’ recibieron acceso a educación y otros 90 mil que fueron pagados por el gobierno. La República Democrática Alemana tenía 17 millones de habitantes, de los cuales por lo menos 1.7 millones colaboraron con la Stasi.

Memorial a los miles de libros incinerados por los nazis el 10 de mayo de 1933. Ocurrió en la Plaza Bebel, rodeada por el edificio de la Ópera de Berlín, la Universidad de Humboldt y la catedral de Santa Eduvigis. Foto: VerdadAbierta.com.

Steffen explica que Alemania aprobó una Ley que garantiza la financiación para conservar y administrar el archivo, informar al público y permitirle el acceso. Mil profesionales trabajan en la preservación de los documentos y un escáner junta las piezas para descifrar los trozos de papel que fueron encontrados en bolsas ya triturados.

“Este archivo permite a la gente saber y saber si puede perdonar”, afirma la comunicadora, explicando que la Ley permite acceder a la información a quienes vivieron durante la dictadura o a sus hijos, si estos tienen el permiso de los padres. Según Steffen, la verdad ha permitido a muchas familias entender quiénes y por qué los espiaban pero también causó fracturas, pues supieron que eran señalados por amigos o familiares.

Jörg Drieselmann, defensor de derechos humanos, preso por la RDA y actual director del Museo Stasi, explica que el espionaje fue un mecanismo de la dictadura para asegurar el poder, lo que explica por qué se mantuvo por 40 años. “El sistema de poder se basa en el control de los individuos. No se exigía en creer en los ideales socialistas sino en cumplirlos, y el sistema de control verificaba si se tenía o no éxito en eso. Hubo verificaciones hasta de dos millones de personas por año”, dice.

En la antigua Agencia de Expedientes de la Stasi la dictadura socialista llevaba registros de los ciudadanos que consideraban enemigos del régimen. Los archivos fueron preservados tras la caída del muro de Berlín. Foto: VerdadAbierta.com.

Desde 1991, y hasta mitad de 2012, el Museo recibió cerca de 6,7 millones de solicitudes y peticiones para ver los registros de la antigua agencia de espionaje. De estas, 2,9 millones fueron de ciudadanos para ver o lograr copia de los archivos, que han servido para entablar procesos judiciales.

Los lugares hablan
El cubano Jorge Luis García Vázquez fue preso en 1987 por la antigua República Democrática Alemana. Ahora es guía en la cárcel donde estuvo recluido por la dictadura. Foto: VerdadAbierta.com.

Así como los alemanes preservaron lugares y archivos del régimen socialista, impulsan museos vivos de la dictadura nazi. En la capital hay 15 lugares conmemorativos, centros de documentación y museos relacionados con la historia de la dictadura nacionalsocialista.

Estos son el Centro de Ana Frank, el Museo Germano-Ruso de Berlín Karlshorst, los Centros de Documentación de Brandenburgo y sobre el trabajo forzado nazi, Memoriales de la Resistencia Alemana y de Plötzensee; el Memorial de los Héroes Silenciosos, el Museo de la marcha de la muerte en el bosque Below, la Casa de la Conferencia de Wannsee, el lugar de recuerdo y conmemoración de Ravensbrück; el Museo Taller de Ciegos de Otto Weidt, la nueva sinagoga de Berlín, el Monumento en memoria de los judíos asesinados en Europa, la Topografía del Horror y el Museo de Sachsenhausen.

Para realizar el memorial de los judíos, el gobierno convocó a un concurso de arquitectos para que presentaran sus propuestas. En el país hubo debates sobre cómo honrar a los 6 millones de judíos hasta que el ParlamentoFederal confió en la idea del arquitecto de origen judío Peter Eisenman, que consta de una superficie de 2.711 columnas de diversas alturas que forman un laberinto mientras en el subterráneo hay un centro de información.

“Las instituciones que se encargan de la memoria no deben ser administradas por políticos porque los políticos tienen intereses”: Jörg Drieselmann, actual director del Museo Stasi. Foto: VerdadAbierta.com.

La exposición Topografía del Terror, otro lugar de la memoria, está sobre un terreno que en el pasado albergó a la Gestapo (la policía secreta de Hitler), la SS y más tarde la Oficina Central de Seguridad del Reich. Aunque está abierta al público desde 1987 en 2010 fue complementado con el Centro de Documentación, que cuenta con 27 mil volúmenes que registraron el régimen del terror nacional-socialista.

A 35 kilómetros al norte de Berlín está Oranienburg, en cuyas afueras la SS construyó en 1936 el primer campo de concentración llamado Sachsenhausen. Allí los nazis mantuvieron presos a 200 mil personas de toda Europa sometiéndolos a trabajos forzados y torturas, o los fusilaron o envenenaron en la cámara de gas. Entre 1936 y 1945 se calcula que fueron asesinadas 32 mil personas.

Andrea Heubach, guía del antiguo campo de concentración, explica que el lugar fue liberado en abril de 1945, pero después se convirtió en un campo soviético donde fueron detenidas otras 60 mil personas, de las cuales 12 mil murieron.

Horst Seferens y Martin Schellenberg, directores de los departamentos de Comunicación y Pedagogía, explican que el lugar conmemorativo se construyó a partir del relato de los sobrevivientes y en 2013 fue visitado por 520 mil personas. En abril de 2015, tras 70 años de la liberación del campo, planean realizar una exposición con los testimonios de quienes vivieron el holocausto.

El reflejo en Colombia
Este es el campo de concentración de Sachsenhausen. Fue el primer campo diseñado por la SS para exterminar judíos, homosexuales, Sinti y Roma, y personas con discapacidad. Foto: VerdadAbierta.com.

El conflicto armado de más de 50 años ha dejado más de 6 millones de víctimas, según datos oficiales. El gobierno, que dialoga con la guerrilla más antigua del continente, las Farc, para lograr un acuerdo de paz, que ponga fin a la confrontación armada. Sin embargo, reconoce que la violencia persiste en varias regiones por cuenta de las guerrillas y las bandas criminales, lo que supone dificultades para superar el conflicto.

Ahora que el gobierno proyecta crear un Ministerio del Posconflicto en caso de llegar a un acuerdo final con las Farc, el país tendrá que derribar sus propios ‘muros’: la ‘división’ entre los colombianos de ciudad que mayoritariamente se sienten ajenos a la violencia y los colombianos rurales que han soportado varias guerras; un sistema educativo de calidad que supere la violencia bipartidista y enseñe y discuta la historia más reciente: la del narcotráfico, guerrillas, paramilitarismo y bandas criminales.

Aunque la Ley de Víctimas es un primer paso, pues creando el Centro de Memoria Histórica la sociedad desarrolla espacios conmemorativos en varias ciudades, falta por ejemplo que exista un archivo que preserve y permita el acceso público a la información del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) y que la prensa se preocupe más por trascender el registro y llegue a los tuétanos de la historia de la violencia.

“La memoria no es algo físico o racional. Son las posibilidades de participar, de preguntarse qué hemos aprendido de la historia. La memoria es esa fuerza para construir una mejor sociedad”, asegura el defensor de derechos humanos Michael Parak.

*El texto es producto del taller ‘Memoria histórica: ¿cómo confrontar el pasado?’ convocado por la DW Akademie entre el 7 y 13 de diciembre, en Berlín.