Conocer los documentos de inteligencia militar cambia la relación de un gobierno con la gente dice en entrevista con VerdadAbierta.com esta especialista alemana en el manejo de los archivos de la Stasi, la desaparecida policía secreta de su país.
En la antigua República Democrática Alemana (RDA) la vida cotidiana de sus habitantes era vigilada de manera férrea por el Ministerio para la Seguridad del Estado, conocido también como la Stasi, la temida policía secreta que documentaba todas sus operaciones en contra de potenciales enemigos del régimen.
Susrelatos eran guardados celosamente y, poco a poco, se fueron acumulando. Fotografías y descripciones de los agentes secretos sobre sus posibles objetivos hacían parte de aquel archivo que comenzó a nutrirse desde el 8 de febrero de 1950, cuando comenzó operaciones la Stasi, alcanzó a tener 91 mil empleados y más de 300 mil colaboradores en todo el país.
Hasta su desaparición en 1989, tras la reunificación alemana, esta policía secreta logró almacenar en su sede central millones de documentos que si fueran puestos en una fila medirían 150 kilómetros, entre 1,7 millones de fotografías, 40 millones de documentos y miles de grabaciones, que trataron de ser incinerados luego de la caída del Muro de Berlín..
Las bolsas fueron guardadas celosamente con el fin de reconstruir lo que allí había y poner a disposición de la ciudadanía esos archivos, con el fin de revelar las actuaciones de la Stasi. El reto era mayúsculo y para tal fin se creó la figura del Comisionado Federal para los Archivos de la Stasi ((BtSU por sus siglas en alemán), quien tendría a cargo el proceso de recuperación y custodia de esos documentos. (Ver: www.bstu.bund.de/EN/Home/home_node.html)
Dado el interés que vienen cobrando los archivos, tanto públicos, como privados, para documentar casos de violaciones de derechos humanos, VerdadAbierta.com conversó con Dagmar Hovestadt, la portavoz oficial de BtSu, quien explicó la importancia de hallar y conservar este tipo de documentos, pues en ellos hay una historia que se debe no solo preservar sino revelar a la sociedad.
El tema es crucial en Colombia, sobre todo porque es poco lo que se sabe al respecto de los archivos que poseen los organismos de seguridad del Estado, protegidos celosamente a los ojos de la ciudadanía. ¿Qué podría pasar entonces si los archivos de inteligencia militar, por ejemplo, se hicieran públicos? ¿Qué historias habría en cada documento?
Hovestadt hizo referencia a estos asuntos, explicó algunos términos básicos y sugirió publicar información clasificada, aunque el conflicto esté vigente, como ocurre en Colombia, en aras de construir confianza entre el ciudadano y el Estado. VerdadAbierta habló con ella a su paso por Bogotá, donde presentó su experiencia en el seminario internacional ‘Archivos para la paz’, convocado por el Centro Nacional de Memoria Histórica.
VerdadAbierta.com (VA): ¿Qué es un archivo?
Dagmar Hovestadt (DH): Es un repositorio que reúne gran cantidad de documentos que podrían iluminar aspectos de la historia y que, en ese sentido, sirve para hablarle a las nuevas generaciones. La actividad de inteligencia sigue, pero lo que está en el archivo es el comportamiento pasado.
VA: ¿Cómo determinar cuál es el momento de publicarlos?
DH: Primero se tiene que distinguir entre archivos con un contenido histórico de aquellos que te dan acceso a la información actual de un gobierno. Yo represento un archivo histórico porque la Stasi existió, ya no está en operación y. por ende. no hay más documentación de esta actividad. De alguna manera es un poco más fácil porque es algo que ya acabó. Pero es diferente a acceder a información de algo que está ocurriendo.
VA: ¿Y qué hacer con los archivos cuando el conflicto sigue, como el caso de Colombia?
DH: Cuando le piden a un gobierno información actual, puede negarlo si la publicación daña algún proceso. Aunque es un hecho que si quieres una democracia real, los ciudadanos deben poder tener los datos.
VA: ¿Qué pasa cuando la información es de instituciones o de personas que no hacen parte del gobierno?
DH: Se les debe preguntar si están de acuerdo en publicarla, especialmente si hay muchaspersonas privadas comprometidas en esa información.
VA: En el caso de la información estatal, ¿siempre depende de la voluntad del gobierno de turno?
DH: No. Eso debe estar regulado por una ley para proteger la información mientras que los ciudadanos tienen el derecho a exigir el acceso a esos registros. En Alemania, por ejemplo, tenemos actos de libertad de información sólo desde 2005 a pesar de que empezamos a obtener los archivos de la Stasi en 1992, y fue mucho después que entendimos el concepto de acceder a la información del gobierno.
VA: ¿Qué tanto puede dañar al gobierno o a inteligencia militar que se publique información que hoy es secreta?
DH: Sí puede significar un daño, pero a veces es algo bueno porque si el gobierno esconde algo y la gente tiene acceso, entonces habrá transparencia. El hecho es negociar lo que para el gobierno quizá era una mala decisión. En Alemania se miraba con recelo el hecho de revelar la información, pero hoy ya se pueden encontrar hasta en internet y la gente puede visitar el lugar donde operaba la Stasi, pues lo convertimos en un museo sin cambiar nada de su estado original.
VA: En esos casos, ¿cuándo publicar la información que era secreta?
DH: Lo ideal es que una vez la operación acabe, permitan el acceso a la información y digan cómo la obtuvieron, si eso no pone en riesgo el futuro de prevenir otras acciones ilegales. Pero también está involucrada la confianza. Como ciudadano, ¿confío en que los servicios de inteligencia sean correctos en cuanto a qué debe ser secreto y qué no?
Esa pérdida de confianza es lo que ha pasado en Colombia, en muchos países de Latinoamérica y en Alemania. La gente se tomó los edificios de la Stasi en enero de 1990 porque estaba harta y reclamó la información. No había manera de que la Stasi se ganara otra vez la confianza de la gente.
VA: ¿Qué hacer en ese momento?
DH: Si la tradición es de abuso del poder y de utilizarlo para apoyar a un único partido o a un comandante militar, si se perdió la lealtad a la gente, entonces hay que pensar seriamente en acabar las instituciones. No se puede reconstruir una confianza completamente arruinada. Lo correcto sería acabar con ese servicio de inteligencia de raíz, llegar a sus archivos y empezar algo nuevo.
VA: ¿Qué tan fácil o difícil es?
DH: Necesitará tiempo y ciudadanos activos que lo demanden. Es un proceso complicado, tedioso y confuso. Una vez se sepa qué se quiere, se tiene que definir con claridad la relación del gobierno y su gente y en cómo la controla. Se trata de tener una ruta clara y de pedir lo mismo una y otra vez: transparencia. Pero no hay una palabra secreta que lo cambie todo y que permita decir que estará bien mañana.
VA: ¿Qué tiene que ver la confianza con los archivos?
DH: Porque si no hay confianza en las instituciones, si todavía se cree que el gobierno abusará de su poder, todo se vuelve más delicado si le dicen a la gente que no tendrá acceso a la información porque el gobierno necesita hacerlo “a su manera”.
VA: ¿Qué se necesita para entender uno de esos archivos?
DH: Desde mi experiencia con los archivos de la Stasi, puedo decir que uno empieza a leer y al inicio parece que no hay mucha información relevante porque no se entiende, es como un lenguaje propio y muy creativo. Para eso ayuda entender la estructura de la propia institución. Qué departamento escribe una carta a qué departamento, cómo se relacionan, cuál es su trabajo. Así sale poco a poco lo que dicen esos documentos.
VA: Y más allá de aprender a leer, ¿qué ayuda?
DH: Que conozcas gente dentro de las instituciones porque no todos están en contra. Hay personas quesaben que están ahí para servir al pueblo y necesitas encontrarlos para que te ayuden a entender el pasado que está en los documentos. Ellos saben lo que dicen los archivos y te lo simplifican.
VA: Después de toda la desclasificación que han hecho de los archivos de la Stasi, ¿se puede decir que la gente confía en el gobierno alemán?
DH: Diría que nunca es perfecto, pero creo firmemente en que si hay algo malo en el Estado, puedo ir a una Corte y tendré mis derechos. Al final hay justicia y también restricciones, incluso en el sistema en el que confías. Pero la confianza, que no se demoró un único día en construirse, está ahí.