Por enfrentamientos entre los llamados ‘gaitanistas’ y la guerrilla del Eln, unas 607 personas del Alto Baudó debieron desplazarse hasta la localidad de Pie de Pató. Allí se encuentran albergadas en difíciles condiciones. El hecho no es nuevo en esta región. Por el contrario, hace parte de una larga lista de hechos de guerra perpetrados por estos grupos. Quienes están llevando la peor parte son las comunidades.
Fernando Zarco aún recuerda los días en que para ellos, los pueblos indígenas que habitan la cuenca del río Baudó, departamento de Chocó, el plátano era tan valioso como el café para los antioqueños o la caña de azúcar para los vallecaucanos. Semanalmente salían desde el Alto Baudó un par de embarcaciones cargadas con la fruta aguas abajo hasta Pizarro, Bajo Baudó, lugar donde el río se encuentra con el océano Pacífico. Allí dirigían su rumbo hasta el puerto de Buenaventura, donde intercambiaban el plátano por mercancía y productos que la fértil tierra chocoana no producía.
De eso hace ya más de dos décadas, poco antes de que los grupos armados ilegales irrumpieran con furia en el Baudó y transformaran para siempre la cotidianidad de un pueblo que solía enfrentar el olvido perpetuo del Estado gracias a la abundancia que prodigaba la tierra. “Primero llegó este grupo del Epl. Luego llegaron unos dizque los ‘Benkos’. Y después, por allá en 1989-90, llegaron los Farip: Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pacífico. Ellos se instalaron en el Alto Baudó. Finalizando los noventa llegaron los paramilitares al Medio y Bajo Baudó. Y ya para principios de 2000 llegan los ‘elenos’ al Alto Baudó”, relata Zarco, indígena Emberá y actual presidente del Consejo Regional Indígena del Chocó –Crich-.
La guerra desatada por diferentes grupos armados obligó al éxodo de cientos de miles de comunidades negras asentadas a lo largo de la cuenca del Baudó desde mediados de los años 90 hasta bien entrada la década de 2000. “Los indígenas resistimos porque conocemos la selva y sabemos cómo cuidarnos en ella, aunque también hubo desplazamiento y nos han amenazado y asesinados varios líderes”, reconoce Zarco.
Desafortunadamente, hoy, en ese rincón del Chocó, la guerra sigue tan viva como hace diez años atrás. La guerrilla del Eln y las denominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia (Agc), también conocidas como ‘Clan Úsuga’ o ‘Urabeños’, mantienen una férrea disputa armada por el control del territorio y del afluente. Como siempre, los pueblos indígenas y afros están llevando la peor parte, pues están quedando en medio de este fuego cruzado.
Las tensiones y enfrentamientos entre ambos grupos armados comenzaron desde 2013. Ese año, unas 1.800 personas se vieron obligadas a desplazarse forzosamente de sus tierras por cuenta de los choques armados. En mayo de 2015, 21 comunidades Emberá Dobida, por lo menos unas 2.600 indígenas, debieron abandonar el resguardo Catrú-Dubazá-Ancozó, en el Alto Baudó, por cuenta de los fuertes combates entre ‘gaitanistas’ y ‘elenos’. Tan solo tres semanas después, otros 550 indígenas de esta etnia asentados en la cuenca del río Cugucho, debieron partir hacia Puerto Indio, Alto Baudó, por la misma razón.
El hecho más reciente se registró el pasado 21 de febrero. Según denuncias recogidas por la Defensoría del Pueblo, regional Chocó, varias lanchas que transportaban hombres fuertemente armados, pertenecientes a los ‘gaitanistas’, remontaron las aguas del río Baudó a plena luz del día y sin que ninguna autoridad militar o de Policía lo impidiera. Parte del comando armado desembarcó en la comunidad de Amparradó mientras que otra parte lo hizo en Peñazul, en el Alto Baudó, lo que generó temor entre las familias afros que habitan allí, dando lugar a un éxodo masivo.
“Si bien no se han presentado combates con interposición de civiles, es claro que cuando llega un actor armado donde ya hay presencia consolidada de otro, pues es inminente que se agarren. Eso genera zozobra entre la gente y por ello se dieron los desplazamientos. Hoy, tenemos un censo de 607 personas, entre afros e indígenas, concentrados en Pie de Pató, la cabecera municipal del Alto Baudó”, señala Luis Enrique Abadía, defensor del Pueblo, regional Chocó.
Crisis de enormes proporciones
La llegada de cientos de personas a Pie de Pató huyendo de sus tierras por temor a enfrentamientos armados ha provocado una crisis humanitaria en esta población. De acuerdo con la Oficina de la ONU en Colombia para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha), por lo menos unas dos terceras partes de ellas, unas 450 personas, se encuentran albergados en difíciles condiciones en puestos instalados por la Alcaldía. Según esta agencia de Naciones Unidas, cerca del 60 por ciento de los desplazados son menores de edad, población que comienza a tener problemas en materia de salud y alimentación.
“Las actividades cotidianas de la población se han visto afectadas desde el 28 de febrero. Las actividades académicas también se encuentran suspendidas desde ese día”, declara Max Bonel, jefe adjunto de Ocha en Colombia, quien advierte que el drama es aún más fuerte para las comunidades que se encuentran confinadas.
Los reportes de Ocha indican que por lo menos unas 253 familias, unas 1.738 personas aproximadamente, que habitan los sectores de Peñazul, Apartadó, Amparradó, Cocalito, Las Delicias, Boca de León, Dominico, Batatal, entre otros, no pueden movilizarse libremente por sus territorios debido a la presencia tanto de los ‘gaitanistas’ como de los ‘elenos’, situación que pone en grave riesgo la seguridad alimentaria de los pobladores.
“El confinamiento es mucho más duro, porque las personas viven en una parte, pero tienen sus cultivos en otra parte o salen a cazar o pescar río arriba o río abajo. Entonces, el que no puedan moverse significa que no pueden llevar comida a sus casas y estamos hablando de mucha gente confinada”, señala a su vez el Defensor del Pueblo regional Chocó.
“Se menciona que los actores armados están sembrando minas antipersona para frenar el avance de su enemigo”, añade el funcionario, quien si bien aclara que no existe confirmación oficial de este hecho si es un rumor generalizado entre la población, factor que recrudece el confinamiento de las comunidades.
Belleza estratégica
Para el Defensor del Pueblo, es claro que lo hay que detrás de esta confrontación armada entre ‘elenos’ y ‘gaitanistas’, que está generando además una grave crisis humanitaria, es la disputa por el control de un territorio que resulta clave para negocios criminales como el narcotráfico: “Allí hay presencia de cultivos ilícitos y el Alto Baudó conecta fácil con el Pacífico y con el Atrato. Y ya sabemos la importancia que tiene para estos grupos armados la costa Pacífica”.
Y es que según las mediciones de Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de la Oficina de la ONU en Colombia contra las Drogas y el Delito (Undoc), el departamento del Chocó presenta una tendencia general al incremento de cultivos de hoja de coca desde 2004. Así, en 2014 se reportan 1.741 ha sembradas con hoja de coca, cifra levemente superior a la registrada en 2013: 1.661 ha. El monitoreo del Simci ubica el 95 por ciento de los sembradíos precisamente en el Baudó, una región donde se combinan de forma majestuosa la selva, la serranía, el río y la costa.
Por ser un territorio estratégico, dada su ubicación geográfica, ni la guerrilla del Eln ni los ‘gaitanistas’ quieren ceder terreno en su disputa por obtener el control total del mismo. De ahí que entidades como la Defensoría del Pueblo e, incluso, el mismo Crich (Consejo Regional Indígena del Chocó), se muestren preocupados ante informaciones que señalan la práctica de reclutamientos forzados a lo largo de la cuenca del río Baudó.
“Uno ve que los ‘elenos’ sí han venido creciendo y cada vez son más fuertes en el territorio. Y para eso, pues claro, solo se logra aumentando su número de hombres, reclutando gente”, menciona Fernando Zarco, presidente del Crich, mientras que Luis Enrique Abadía, Defensor del Pueblo regional Chocó, señala que “lo que vemos en el Baudó es una reconfiguración del conflicto. La guerrilla del Eln, por lo menos en el Chocó, se muestra cada vez más fuerte y, por su parte, este fenómeno de los ‘gaitanistas’ también preocupa porque vienen copando cada vez más territorios”.
No se trata de un asunto menor. De acuerdo con el jefe adjunto de la Oficina de Ocha en Colombia, Max Bonel, la presencia cada vez más fuerte de las denominadas ‘Autodefensas Gaitanistas de Colombia’ está afectando misiones humanitarias desarrolladas por diversas entidades, entre ellas, la de esta agencia de Naciones Unidas. Y que las organizaciones de carácter humanitario limiten sus acciones por razones de orden público constituye un termómetro sobre la situación de un departamento donde la totalidad del territorio se encuentra en alto riesgo.
“El Alto Baudó no es la excepción. En el departamento del Chocó hay una serie de factores que, en cualquier momento pueden motivar eventos de desplazamientos masivos. Hoy tenemos este caso en el Alto Baudó, pero en octubre de 2015 sucedió un evento similar en Riosucio, en el Bajo Atrato. La causa también fue reposicionamiento de grupos postdesmovilización y de guerrilla, en este caso el Eln”, declara Bonel.
El Chocó es hoy un claro ejemplo de lo que sería un escenario de postconflicto si no se ataca a fondo el fenómeno bacrim y si no se vincula la guerrilla del Eln a un proceso de paz. Este departamento ha sido fortín históricode frentes como el 37 y el 54 de las Farc. Si se alcanza un acuerdo de paz con esta guerrilla y se retiran de sus territorios de influencia, ¿serían ocupados bien por la guerrilla del Eln, bien por los ‘gaitanistas’? ¿Significaría ello un recrudecimiento del conflicto armado en este departamento?
Son interrogantes que solo se responderán con el paso del tiempo. Pero quienes no tienen tiempo y requieren acciones urgentes y de fondo son las comunidades del Baudó, quienes llevan años padeciendo una guerra que a nadie pareciera importarle.