Esto fue lo que le dijo la juez María Stella Jara a su auxiliar en 2010 por las amenazas que padecía durante el juicio al coronel Alfonso Plazas Vega.
La juez María Stella Jara sale de la última audiencia del día cerca de las 7 de la noche, se quita la toga y comienza a hablar sobre el proceso del coronel Alfonso Plazas Vega. El 9 de junio de 2010 ella lo condenó a 30 años de cárcel por el secuestro y la desaparición de 11 personas que estaban en el Palacio de Justicia cuando la guerrilla M-19 se tomó el edificio, el 6 y 7 de noviembre de 1985.
El Ejército sacó a los rehenes del Palacio y los llevó a la Casa Museo del Florero, una edificación contigua donde inteligencia militar separó a los que consideró sospechosos de pertenecer a la guerrilla. Según la Fiscalía, muchos de ellos los llevaron a la Escuela de Caballería, comandada por Plazas Vega, y no han aparecido desde entonces.
En su defensa, el coronel dijo que no tenía mando sobre el área de inteligencia de la Escuela y por ende no sabía nada de los rescatados. Pero en 2007 la fiscal Ángela Buitrago encontró un documento donde el coronel Plazas le rendía cuentas de los interrogatorios al general Jesús Armando Arias Cabrales, comandante de la Brigada XIII y cabeza de la retoma del Palacio.
Jara recuerda qué pasó durante los casi dos años que estuvo al frente del Juzgado Tercero Penal con el caso de Plazas, cómo fueron las amenazas que la llevaron al exilio y las enfermedades psiquiátricas que ha padecido desde entonces.
Verdad Abierta (VA): ¿Cómo llegó al proceso del coronel Plazas Vega?
María Stella Jara (MSJ): De manera accidental. En 2008 yo era juez 40 Penal del Circuito y tenía cerca de 350 procesos. Pero además yo era papá y mamá y las jornadas laborales eran tan largas que no estaba cuando mi hijo llegaba del colegio.
Se dio la vacancia en el Juzgado Tercero Penal del Circuito Especializado que tenía 19 casos, difíciles, pero 19. Sobre la juez anterior María Claudia Merchán, el señor Fernando Londoño afirmó en su programa ‘La hora de la verdad’ que ella pidió 1.200 millones de pesos por hacerle el control de legalidad de captura a Plazas. Creo que era por desprestigiarla. No sé si se fue por eso pero se fue. Inicialmente no me nombraron, pero parece que al que se lo dieron no aceptó el cargo y entré yo en octubre de 2008. Cuando supe que el proceso del Palacio de Justicia estaba allá sentí cierto temor.
VA: Luego de que la defensa pidió más tiempo para estudiar el caso y de que pidieran que lo pasaran a la Justicia Penal Militar, llegó la audiencia con usted. ¿Cómo fue?
MSJ: Empezó sin problemas, pero luego llegaron los traumatismos pues cambiaron de abogado. El que llegó tenía que leerse los 45.000 folios del proceso entonces pidió una solicitud de aplazamiento. Cuando se cumplió el mes que yo di, se presentó otro abogado. Los jueces tenemos el deber especial de impedir las maniobras dilatorias. Por eso solicité que le nombraran un defensor público. Ese abogado elegido me dijo que no. Entonces nombré a 18 abogados de oficio de una lista que tenía el juzgado pensando que algún valiente me iba a aceptar. En efecto uno me recibió y le di un mes para estudiar el caso. Ahí sí se presentó el defensor del coronel.
VA: ¿Qué más pasó?
MSJ: Primero fueron las acusaciones. Hicieron memoriales en los que me decía que no era ni ética, ni moral ni profesionalmente apta para juzgarlo a él y que no tenía dos dedos de frente. Así lo dijo él en la sala. Yo me mantuve estable pues entendí que se trataba de una provocación para sacarme. Cada vez que yo citaba a una audiencia, él recusaba para que yo me declarara impedida. Terminaron con todas las causas posibles y ninguna les procesó.
VA: Seis meses después de su llegada al caso, ¿ya la habían amenazado?
MSJ: Yo sentí seguimientos en abril de 2009. Una noche intentaron abrir la puerta de mi casa. Yo creí que me iban a robar, pero después me empezaron a seguir personas extrañas. Una camioneta con vidrios polarizados y sin placas se parqueaba en el sótano de mi edificio, muy cerca de donde dejaba mi vehículo. Desconocidos llegaban a la portería de mi edificio, tarde en la noche, a decirme que me esperaban, que saliera. Estoy segura que hasta la vigilancia de mi edificio estaba implicada. Una noche un guardia me dijo que bajara a cerrar el carro porque había quedado abierto. Yo mandé a mi hijo para que desde la escalera, sin entrar al sótano, activara los seguros. Cuando subió, me dijo que el carro sí estaba cerrado. A los tres días el vigilante me pidió que la próxima vez no mandara al niño porque lo podían violar. Yo entendí que quería que yo bajara. Después aparecieron avisos en el ascensor de mi torre para arrendar apartamentos entre el 601 y el 604. Yo vivía en el 603. Era muy ingenua y fue un amigo el que me dijo que tuviera cuidado. Yo tenía un vehículo blindado con conductor, pero no escolta. Pedí protección al Estado y me respondieron que mi riesgo era ordinario. Acudí al sistema interamericano y ahí sí me lo dieron.
VA: ¿Por qué el coronel Plazas Vega dejó de ir a las audiencias?
MSJ: Él envió el mensaje de que no asistía porque estaba enfermo de trastorno de ansiedad, que es lo que yo tengo por las amenazas. Él presentó un concepto de los psiquiatras del Hospital Militar. Yo no lo desconocí, pero la ley dice que el dictamen tiene que ser de peritos legales y los únicos son los de Medicina Legal. Para ello, solicité la historia clínica y no me la quisieron entregar. Me fui para Sanidad en el Cantón Norte con mi escolta y la secretaria. Después de evasiones, me dieron la historia pero sólo había seis folios pues el resto se la había llevado un coronel. Como estaba incompleta, los de Medicina Legal no podían rastrear enfermedades mentales por lo que tenían que atender al coronel. Él no se dejó valorar. Yo concluí que no estaba enfermo y que tenía que seguir con la audiencia. A la siguiente sesión, no hice lo mismo porque lo hospitalizaron. Le pedí a Medicina Legal que fuera a valorarlo y su concepto fue que sólo tenía el estrés común de cualquier persona.
VA: ¿Siguió sin él?
MSJ: Yo decidí hacer la audiencia y ordené que lo trasladaran a la cárcel La Picota porque los de la Escuela de Infantería tampoco lo llevaban. El coronel no se dejó valorar por el médico y no estaba enfermo pero se hacía. Además, no se dejaba trasladar pero no renunciaba al derecho de no estar en la audiencia. Era un mensaje de ‘aquí se hace lo que yo diga’. Y yo ‘que no, que se hace lo que el Juzgado diga’. Usted ve los videos del traslado y es un show impresionante. El señor opone resistencia a la fuerza y grita que todos son del narcotráfico, que lo van a matar. Luego dijo que lo inyectaron, lo durmieron y lo golpearon pero no hay ni una sanción ni procesos penales contra el Inpec por eso. Mi olfato de juez me hace pensar que eso fue un montaje para hacerle daño a la Justicia y a mí obviamente, por el desprestigio. Al otro día lo sacaron porque una psiquiatra afirmó que estaba enfermo y lo remitió al Hospital Militar. Fue más el show y el desgaste. Por eso yo pienso que no lo hubiera enviado a La Picota. Eso se dio en el fragor de las cosas, cuando me preguntaba qué más quería hacer este señor con la Justicia.
VA: ¿El coronel Plazas no volvió?
MSJ: No. Yo terminé el proceso sin él. Los medios dijeron que era irregular pero nunca me quitaron el caso y eso valida mi actuación. Yo nunca había actuado con tanta firmeza como juez pero las circunstancias me lo exigían.
VA: El oficial dice que no alcanzó a visitar al papá antes de que él se muriera porque su autorización no llegó a tiempo.
MSJ: El señor sí lo visitó gracias al permiso que yo le di y del que hay constancia en el expediente. Al comienzo me pidió que lo dejara visitar al papá porque estaba enfermo en Teletón. Yo llamé y me respondieron que no estaba hospitalizado entonces le negué el permiso. Me lo solicitó otra vez y dije no. La tercera vez yo estaba en una audiencia de juicio oral que seacabó a las 9 y media de la noche. Cuando salí, me explicaron que el hermano del coronel me había esperado todo el día para pedirme que lo dejara despedirme del papá porque se estaba muriendo. Leí el documento que dejó y la historia clínica. A las 9 de la mañana del otro día otorgué el permiso, el auto salió a las 10 y llegó a las 3 de la tarde a la Escuela de Infantería. El oficio llegó a las 3 y el papá murió a las 4 y 50. En los medios de comunicación informaron otra cosa. El señor Londoño expresó que era una ignominia, que qué clase de ser humano era yo. Hasta me denunciaron por eso.
VA: ¿Usted siente que hubo presión mediática en su contra?
MSJ: Los medios de comunicación que defienden a esos grupos de persona hacían alarde constante de lo que para ellos eran mis errores, como lo hizo Periodismo sin fronteras. Plinio Apuleyo dedicó muchas columnas a mi desprestigio y el de la fiscal Ángela Buitrago, lo mismo que ‘La hora de la verdad’ de Londoño. Además me llegaban muchas citaciones a la Sala disciplinaria del Consejo Superior. Me hacían acción disciplinaria hasta con información que bajaban de internet. También hubo tres denuncias penales contra mí hechas por la Procuraduría, la hermana del coronel que trabajaba en la Fiscalía y un funcionario del Congreso. Todo era político.
VA: Un mes después llegó la amenaza más directa. ¿Qué pasó exactamente?
MSJ: Dos sufragios llegaron a mi oficina el 1 de septiembre de 2009. Uno para mí y otro para mi hijo. Me invitaban a la misa de mi eterno descanso que se suponía era para el 4. Yo tenía sicarios detrás de mí pero también un esquema muy grande de protección. La Policía ya se había tomado en serio el tema y siempre me acompañaban 6 o 8 escoltas. Yo nunca me imaginé… Cuando uno es juez sabe que trabaja con delincuentes pero que amenacen a mi hijo es actitud de puro mafioso, parecía un caso contra un narcotraficante. Era la crueldad puesta al servicio del proceso y no había discusión de que me amenazan por ese caso. La nota que adjuntaron decía que yo no servía ni para leer lo que los empleados me hacían y estaba con una columna de Plinio Apuleyo (‘Calvario sin fin’) que criticaba mi proceder con el caso de Plazas Vega.
VA: ¿Cómo vivió después?
MSJ: El esquema de seguridad se incrementó. A mi hijo le asignaron un escolta. El papá y yo decidimos retirarlo del colegio para que se fuera a vivir con él en Villavicencio. Fue muy tenaz porque mi vida era mi muchacho y ya solo lo iba a ver los fines de semana. Desprendernos justo cuando empezaba su adolescencia, nos desbarató a los dos.
VA: ¿Siguieron las presiones en su contra?
MSJ: Cuando faltaba un mes para la sentencia, estando yo en la peluquería del Hotel Dann en Bogotá, dos mujeres y un hombre empezaron a mirar constantemente hacia donde yo estaba. La hermana de mi peluquera salió, escuchó que los tres decían: “sí, ahí está”. Yo me fui con mis escoltas y mi hijo para un restaurante. Al rato llegaron las mismas personas y se sentaron al frente de nosotros. Empecé a temblar. Cogí al niño de una mano, fui a la salida y le dije al Policía que sacara la pistola. Cuando volteé la mirada, otra vez los tenía al frente. Me corrí hacia la pared y puse el niño detrás de mí. Llegó mucha gente uniformada pero sin distintivos de ninguna naturaleza. Le pedí a la administradora que se llevara a mi hijo y ella nos llevó a los dos a su oficina. Después de eso le dije a mi auxiliar “saquemos esta sentencia rápido que me van a matar”. Ya estaba escrita y analizada juiciosamente pero había que corregirla porque argumentando hay que corregir mucho. Fasol me dijo que me fuera del país y a mí la idea me parecía medio loca.
VA: ¿Hubo algún pronunciamiento oficial del Gobierno sobre el caso?
MSJ: Yo siempre sentí mucha injerencia porque recibía oficios del entonces secretario de Presidencia, Edmundo del Castillo, pidiendo que se tuvieran en cuenta pruebas que favorecían a Plazas Vega. Yo los devolvía porque no era sujeto procesal. Además, ese caso ha tenido una dificultad enorme desde lo político: la Procuraduría. Antes había un procurador que pedía condena con argumentos sólidos y luego de la llegada del doctor Alejandro Ordóñez otro solicita absolución, dice que no hay ningún desaparecido y replica las tesis de la defensa. Se nota que es una vulgar puesta al servicio de una de las partes.
VA: ¿Qué pasó cuando usted condenó al coronel Plazas Vega a 30 años de prisión?
MSJ: Álvaro Uribe (entonces presidente) salió a hablar contra la condena y yo sentí que ahora sí que me podían matar. No porque el señor Uribe lo estuviera mandando sino porque detrás de ese grupo político hay gente muy peligrosa y él no da órdenes pero si él habla así, cualquiera me puede matar. Me puso en una situación realmente alarmante. Eso es un atentado contra la Justicia y una irresponsabilidad muy grande. Un presidente de la República que tiene el deber constitucional de proteger la vida de todos no pensó en mi vida ni en la de mi hijo, solo porque creía que yo no estaba del lado de ellos. No. Yo actué como me correspondía como juez.
VA: ¿Y cuándo se fue para Alemania?
MSJ: A los pocos días de dictar la sentencia. Pero el exilio duró sólo tres meses porque allá me enfermé de depresión, estrés postraumático y trastorno de ansiedad debido a las amenazas. Casi me muero. El niño era el que me cuidaba y cocinaba la comida de los dos. Pero era muy pequeño entonces decidí regresar al país.
VA: Cuando regresó, ¿dejó de trabajar?
MSJ: No. Cuando yo me fui, me dieron una comisión de estudio para no renunciar y a mi regreso me nombraron inmediatamente magistrada en manifestación de apoyo a lo que había pasado. Luego fui magistrada de Justicia y Paz en Barranquilla hasta agosto de 2011 y posteriormente en otro juzgado. Pero la verdad cuando llegué acá me cambió la vida. La situación ha sido muy difícil desde 2011 y ahora está peor.
VA: ¿Por qué?
MSJ: Por la enfermedad. Los médicos y psiquiatras de la ARL afirman que tuve una pérdida del 30% de mi capacidad laboral y le recomendaron al Consejo Superior bajármela pero nunca lo han querido hacer. Ni siquiera me han respondido mis cinco solicitudes. Hoy por ejemplo he trabajado desde la mañana (hasta las 8 de la noche) y ya tengo ansiedad. De mi juzgado he salido hospitalizada, he estado en cuidados intensivos, he estado a punto de morir tres veces. De abril a diciembre de 2014 fue la última vez que me incapacitaron. El año pasado no me quisieron pagar el sueldo ni las vacaciones de diciembre. En enero llegaron los dos salarios juntos pero en marzo me liquidaron mal. No saben quién da la orden pero hay una orden. Total me quieren sacar. Ya se metieron hasta con mi comida. Es impresionante cómo hablan mal de mí en los pasillos del Juzgado. Dicen que quizá yo me merecía esas amenazas. El desprestigio ha sido mayúsculo.