Para muchos combatientes el paso del tiempo y el trasegar de la guerra hicieron que sus compañeros de filas se convirtieran en su única familia. Algunos de los que están próximos a cumplir 65 años de edad, o que ya pasaron por allí, ven con incertidumbre su futuro, temen un abandono Estatal y falta de garantías para apoyar desde las zonas veredales el proyecto político de la organización.
El 14 de mayo de 1982, al termino de la Séptima Conferencia del grupo insurgente, condecoraron a ‘Eliana González Acosta’ con uno de los máximos reconocimientos políticos y militares dentro de la vida guerrillera: la medalla ‘Jacobo Arenas’. Ese día se realizaron los nombramientos de aquellos combatientes que ascendían de rango y de los que iban a ser distinguidos por haberse destacado militar y políticamente durante los últimos años de confrontación.
La ceremonia fue precedida por un discurso de ‘Manuel Marulanda’, su máximo dirigente para aquella época. En aquella ocasión le dijo a su tropa que debían honrar el naciente ejército del pueblo y preparase para la “Campaña Bolivariana por la Nueva Colombia”, que suponía la expansión territorial y el desarrollo político-militar en las ciudades principales. (Leer más: Las Conferencias de Expansión)
‘Eliana’ recuerda ese día como uno de los mejores de su “carrera guerrillera”. No ha olvidado el movimiento de ondulación que hacían las banderas del Partido Colombiano Comunista y la de las Farc cuando la condecoraron, así como tampoco los vestidos folclóricos que vestían las distintas agrupaciones artísticas que se presentaron.
A pesar que no hay certeza de la cifra exacta de los combatientes que superan la tercera edad, por las distintas zonas veredales en las que ha estado VerdadAbierta.com hay historias de estos veteranos de guerra que afrontan algunas inquietudes de cara a su futuro. ¿De que van a vivir una vez entrados a la vida civil? ¿Quién se hará cargo de su vejez? ¿Seguirán dependiendo del partido que entre a regir en la legalidad?
Una de las respuestas automáticas que ofrecen la mayoría de los guerrilleros es que harán “lo que el partido disponga”. No obstante, algunos no pueden trabajar porque han perdido la vista, tienen enfermedades terminales, no cuentan con alguna parte de su cuerpo o, simplemente, ya no pueden realizar esfuerzos físicos mayores. (Leer más: En tierra Grata resuelven dudas del proceso de paz)
Ante ese panorama, en dos oportunidades los comandantes aseguraron que van a responder por todos los integrantes que se acojan al partido y que la función de los veteranos de guerra va a ser crucial para el desarrollo de los proyectos que emprenderán con la puesta en marcha de Ecomun (Economías Sociales del Común).
Aún así, son cientos los interrogantes y dudas que tienen hombres y mujeres que se han ido incrementando con los asesinatos a guerrilleros indultados, el más reciente fue el de ‘Roberto Quezada’ en el departamento de Caquetá. “Queremos trabajar la tierra y en posible quedarnos en las zonas, pero el odio del país contra nosotros lo puede impedir”, aseguró un subversivo consultado al respecto.
Tres viejos combatientes
Si bien hablar de los veteranos de guerra de las Farc obligaría a contar las vivencias de los únicos tres combatientes vivos que quedan de los 48 fundadores del grupo armado -Miguel Pascuas, Jaime Guaracas y Fernando Bustos-, a la sombra de ellos se forjaron muchos otros guerrilleros que sin ser altos mandos de la organización han hecho parte del relato de estos 52 años de guerra.
Cerca de cumplir 48 años en las filas insurgentes, ‘Eliana’ pasa sus días en el Punto Transitorio de Normalización Amaury Rodríguez en Pondores, La Guajira. Por su avanzada edad no cumple con el mismo régimen militar de los demás combatientes, ayuda a tareas propias de la comandancia, tiene una comida especial y cuida de su salud. (Ver: Pondores, La Guajira, una vereda que se prepara para el fin de la guerra)
Hace rato dejó la guerra, su ultimo combate fue el primero de marzo de 2008 durante la llamada Operación Fenix, realizada en territorio ecuatoriano, donde murió el entonces miembro del secretariado ‘Raúl Reyes’. “Desde ese día no volví a la guerra. Tuve que atravesar todo el país, de sur a norte, para llegar acá. Fue una de las “patoniadas” más bravas que me he pegado”, recordó.
Toda su vida guerrillera fue operadora de radio, o ‘radista’, como se dice en las filas. En el momento de aquel bombardeo estaba encargada de las comunicaciones entre los frentes del Bloque Sur y los distintos comandantes guerrilleros, una labor que sólo a los combatientes de mayor confianza se les otorgaba. Sus últimas tareas consistieron en encriptar mensajes para la organización y descifrar las conversaciones del Ejército.
En su “caleta” no conserva ningún objeto de valor. Pero mantiene frescos los recuerdos de su ingreso a la organización y del día que conoció a ‘Manuel Marulanda’, con quien pasó largos años siendo parte de su tropa y a quien señala de haberle enseñado la disciplina revolucionaria y la humildad campesina.
“La primera vez que escuché del camarada ‘Manuel’ fue cuando se desarrolló la Operación Marquetalia, por la radio se escuchaba. Me acuerdo que le preguntaba a mi papá que ¿por qué si decían que ya lo habían matado en el bombardeo al otro día aparecía vivo? Me respondió: es que es el diablo”, comentó. Entre lágrimas aseguró que luego de haber vivido años a su lado, el Estado le desdibujó la humanidad que tenía, al igual que la de otros combatientes.
Dolencias del parkinson
‘Alberto Martínez’, otro veterano guerrillero en camino a la vida civil, también hizo parte de la tropa de ‘Marulanda’ que estaba concentrada en “Casa Verde”, como se le conoció al campamento donde se refugiaba el Secretariado en las montañas de Uribe, Meta; asistió a la escuela de formación ideológica, donde recibió clase del comandante ‘Jaime Guaracas’ y en la cual se quedó siendo parte de la comisión de estudio de ‘Jacobo Arenas’.
“En la escuela vimos filosofía, economía política y organización. Como yo estudié Ciencias Sociales pude dar el curso de Economía. Duramos más de tres meses estudiando día y noche, hasta que llegó el operativo en El Guayabero por parte de Turbay Ayala en la década del ochenta”, recordó.
De allí que conociera a quienes años después se convertirían en comandantes de frentes y bloques, como ‘Jorge Briceño’ o ‘Mono Jojoy’, quien asistió a la escuela en representación del Frente 6 a un curso que directamente dio Marulanda, o a ‘Aldinever Morantes’, hoy comandante de la zona veredal de Mestas, Meta. (Leer más: ¿Ejército está ofreciente dinero a guerrilleros para que abandonen zona veredal)
‘Martínez’, afectado por el mal de Parkinson, guarda sus memorias escritas más de 40 años de anécdotas e historias. Entre ellas que ‘Jacobo Arenas’ le decía que pasara lo que pasara siempre dijera la verdad porque era un acto revolucionario, así lo mataran, pero que la dijera.
El recuerdo llegó a su cabeza al responder a la pregunta: ¿qué le dejan de enseñanza estos años de guerra? A lo que respondió: “siempre decir la verdad. En las Farc cultivamos seres humanos, y decir la verdad hace parte de ello. Este país está en guerra, en parte, por eso, por las mentiras de unos contra los otros. Hoy, por ejemplo, ustedes conocen una guerrilla diferente al ‘coco’ que les mostraron. Les mintieron”.
Según los archivos de este veterano guerrillero, en su paso por al menos cinco frentes del Bloque Oriental, sobrevivió a cerca de 9 operativos de larga duración, donde se salvó en tres oportunidades de quedar en los bombardeos que asestó el Ejército en contra los frentes insurgentes que cuidaban al secretariado de la organización.
Entre los recuerdos
Como él, ‘Argemiro Tamayo’ o ‘Curruco’, como desde pequeño le apodaban, se forjó en la guerrilla al calor de la “plomacera”, como llaman los viejos al combate. Antes de su ingreso a las filas insurgentes sirvió como abastecedor de los primeros frentes que se empezaron a formar en el Pacífico colombiano. Fue un agricultor que alcanzó a tener más de 150 reses y cultivos de maíz, cacao, papa y yuca, que combinó su trabajo campesino y el de formador de masas para el Partido Comunista Clandestino de Colombia, conocido como PC3.
Para junio de 1980, cansado de las amenazas del Ejército y de dos intentos de tortura, decidió ingresar a ser combatiente. “Entré a la guerrilla ya conociéndola, sabiendo cómo se movían y cómo era su forma de vida. Lo que sí conocí fue la disciplina, la rutina y las largas caminadas que tocaba realizar”, aseveró.
Su primera escopeta la ganó luego de una confrontación que hubo con la Policía, en esa ocasión estaba bajo el mando de otros dos veteranos de guerra, ‘Isaías Trujillo’ y ‘Efraín Guzmán’, comandantes guerrilleros que desde la década del setenta empezaron a constituir uno de los fortines de la guerrilla en el Urabá antioqueño.
‘Curruco’ entró a reforzar el Frente 5, que para la época ya contaba con alta capacidad bélica y con un número elevado de combatientes, por lo cual se desdobló en el Frente 18, del que fue mando medio y participó en esta región agroindustrial en varias acciones conjuntas con la guerrilla del Epl en contra de puestos de Policía y guarniciones militares, entre ellas la toma a Saiza, el 23 de agosto de 1988. (Leer más: Frente quinto de las Farc, protagonista de la guerra en Antioquia)
El tiempo lo llevó a seguir ascendiendo y tener unidades a su mando. Hoy recuerda que los cinco impactos de bala que posee en el cuerpo se los “ganó” en las plomaceras que duraban más de tres días y en las que se combatía sin poder comer o ser relevado. Sigue pegado a los estatutos y fiel a la ideología con la que se ingresó, pero es autocrítico para reconocer los errores de la guerra, como el de la confrontación que se libró en contra del Epl: “Ninguna guerra es perfecta y ningún combate es humano, a nadie le gusta disparar, pero por preservar la vida hicimos cosas que estuvieron mal y con base en la verdad debemos avanzar”. (Leer más: ¿Exterminio del Epl en Urabá, crimen de lesa humanidad?)
Si hay algo en común de estos tres guerrilleros, es que al calor de la guerra se forjaron y en los tiempos de paz se rehúsan a pensar que van a desaparecer los días cotidianos de despertarse, “ranchar” (cocinar), cumplir con lo del día y ayudar a la vida en colectivo.
No es exagerada la posición que tienen si se tiene en cuenta que, por la avanzada edad, algunos guerrilleros ya han perdido a su familia biológica. Hay quienes en la organización consideran a estos combatientes como ortodoxos, pero lo cierto es que va a llegar un momento en que alguien va a tener que cuidar de ellos. El miedo al cambio de vida se les nota hasta en sus gestos.
Incertidumbre ante la vejez
No los mató la guerra y no quieren que los mate la soledad o el cambio de “vida en colectivo”, como llaman a la convivencia en común que se vive en las Farc. Ya tienen garantizado desde inicio de año el acceso a la salud a través de la afiliación a la Nueva EPS; no obstante, llegará el momento en que tengan que pasar al régimen contributivo. ¿De dónde sacarán el dinero si no están produciendo? Por ahora, nada se sabe.
Como en el Ejército, en las filas de las Farc también se da el retiro; hay quienes están esperando la decisión de la comandancia para ir a sus casas o buscar sus familias, pero otros, entre ellos algunos veteranos, desean que no les llegue ese día. Por muy enfermos que estén, varios se proyectan ayudando desde las zonas veredales al nuevo partido político, cuidado los cultivos o formando las nuevas generaciones.
‘Eliana’, por ejemplo, no quisiera que se acabaran los campamentos y, aunque es consciente de que están pasando por la coyuntura que algún día deseó ‘Marulanda’ – la salida política al conflicto- no se imagina un día sin estar rodeada del calor de los que la acogieron luego de sobrevivir al bombardeo en Putumayo.
‘Curruco, por su parte, está muy desgastado, pero quiere ayudar lo que siempre supo hacer: cultivar la tierra. Se ve enseñándole a las nuevas generaciones del partido político que se forme a trabajar los cultivos y hacer productivas las zonas veredales. Su temor: que lo asesinen por viejas retaliaciones o que no le de el cuerpo para ver materializado el acuerdo que sus comandantes firmaron con el gobierno nacional.
Durante el desarrollo de la Décima Conferencia, en los llanos del Yarí, el integrante del secretariado ‘Joaquín Gómez’ propuso un plan integral de acompañamiento a la tercera edad del que a la fecha no se volvió a conocer su desarrollo, pero que contenía cobertura en salud, asistencia social y acompañamiento psicológico priorizado para la tercera edad.
Por ahora, la única garantía es lo acordado en La Habana y contenido en punto dos del acuerdo, que se refiere a las garantías para la participación política, en ellas se incluye la priorización de la tercera edad en el acceso a la alimentación, pero, ¿y la atención psicosocial y acompañamiento? Por el momento, esas preguntas están sin resolver.