Pasará mucho tiempo antes de que Colombia logre un consenso sobre la historia del conflicto armado. Por ahora, sobre la Mesa de Conversaciones de La Habana, hay catorce documentos que interpretan esta guerra. VerdadAbierta.com resume las dos relatorías que recogen los puntos de vista de los académicos.
La Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas le entregó el pasado 10 de febrero a la Mesa de Conversaciones de La Habana un informe de 809 páginas sobre la génesis y losefectos que ha tenido la guerra en Colombia. Esta Comisión fue creada en agosto pasado, en el marco de las negociaciones entre el gobierno y las Farc, con el propósito de que las partes puedan abordar de manera más profunda el punto de las víctimas y el fin del conflicto. (Descargue el informe en PDF)
En ella participaron 12 intelectuales, cada uno de los cuales debía presentar un ensayo que respondiera a tres preguntas centrales: ¿cuál es el origen del conflicto? ¿Por qué se prolongó? ¿Cuáles han sido sus efectos?
Se nombró también a dos relatores, Eduardo Pizarro, embajador de Colombia en Ginebra, y Víctor Manuel Moncayo, profesor y exrector de la Universidad Nacional, para que hicieran un documento que recogiera los principales puntos de acuerdo y las diferencias entre los diferentes ensayistas.
La Comisión no pretendía llegar a visiones comunes ni a acuerdos sobre la historia del conflicto. No se trata de una comisión de la verdad ni de una investigación que recoja las voces de las víctimas. Se trataba de un ejercicio de interpretación académica, con miradas bastante disímiles, tanto, que los dos relatores no lograron ponerse de acuerdo en un solo documento. Aunque la idea era que hubiera puntos en común y desacuerdos para “contribuir a la comprensión de la complejidad del contexto histórico del conflicto interno, y para proveer insumos para las delegaciones en la discusión de los diferentes puntos del Acuerdo General que están pendientes”. (Ver comunicado conjunto)
Si bien hubo algunas coincidencias en la interpretación, especialmente sobre la importancia del tema agrario, y la debilidad institucional, afloraron diferencias sobre si los paramilitares, el Estado o las guerrillas son los mayores responsables y si el conflicto comenzó por culpa del capitalismo y un orden social desigual o debido a la decisión de algunos individuos motivados por las debilidades del Estado.
Todos los académicos pusieron sobre la Mesa sus respuestas sobre el conflicto y que revelan es que no hay una única visión. Estas son algunas de las diferencias sustanciales.
1) ¿Cuándo empezó todo?
El informe “¡Basta ya!”, del Grupo de Memoria Histórica, que era hasta la fecha el documento más completo sobre la guerra contemporánea en Colombia, ubica el comienzo del conflicto en 1958, con la entrada en vigencia del Frente Nacional. Las Farc criticaron ese corte temporal, pues consideran que hay hilos de la historia que van más atrás y explican la guerra civil de mediados del siglo XX. Efectivamente, uno de los puntos más polémicos es cuándo comenzó el conflicto.
Varios miembros de la comisión se remontan hasta la década del 20 del siglo pasado para hablar de los inicios del capitalismo en el país y “los primeros efectos en el mundo rural”. Esta sería la base del nacimiento de las Farc 40 años después, según el relator Víctor Manuel Moncayo; un punto que contribuye a pensarlas también como víctimas o no.
Darío Fajardo, Sergio de Zubiría y el padre Javier Giraldo ven una línea de continuidad desde esa década hasta hoy y aseguran, junto a Alfredo Molano y María Emma Wills,que la tierra es un hilo común y detonante del conflicto.
Molano por ejemplo, explica el origen del conflicto armado por La Violencia (entre 1946 y 1958), mientras hay otro grupo que aunque encuentra continuidades entre este período y el conflicto contemporáneo, cree que son fenómenos diferentes. Francisco Gutiérrez, por ejemplo, habla de La Violencia como una guerra civil, mientras considera que el conflicto actual es de corte contrainsurgente.
Otros, como Jorge Giraldo, ubican el inicio de este conflicto a finales de los años 70, en el declive del Frente Nacional. Un punto de convergencia de los historiadores es que en los ochenta la guerra se recrudeció con la expansión del paramilitarismo hasta llegar a la fase actual.
2) ¿Por qué se produjo el conflicto?
Este es uno de los aspectos más controversiales, donde se diferencian dos posiciones claras. Quienes piensan, como Sergio De Zubiría y Jairo Estrada, que la guerra nace de “causas objetivas” como el capitalismo y la desigualdad. Otros, como Gustavo Duncan, Jorge Giraldo, Daniel Pécaut y Gutiérrez, que creen que hay una mezcla de razones, en las que también caben “causas subjetivas”, es decir, a la decisión política de personas de empuñar las armas o con base en una ideología.
En este campo, si bien casi todos reconocen que la desigualdad, la injusticia social, y los graves problemas agrarios no resueltos han sido telón de fondo y agravantes del conflicto, no hay consenso sobre si hay una relación directa entre desigualdad y violencia.
El otro gran tema de discusión es el Frente Nacional. Mientras algunos de los académicos consideran que la falta de pluralismo de este período, y el pacto bipartidista conllevaron directamente al alzamiento armado; otros consideran que el Frente Nacional fue eficiente en cuanto a lograr un descenso de la violencia; que fue una época en la que se impulsaron importantes reformas, y que hubo un auge del movimiento social. Casi todos coinciden en todo caso en su imperfección, y que dejó herencias negativas como el abstencionismo, el clientelismo y el Estado de Sitio. Como paradoja, varios autores señalan que el Frente Nacional fue el período menos violento del siglo pasado, mientras los más violentos estuvieron asociados a aperturas en el sistema político.
Otras causas señaladas por los ensayistas fueron la obstrucción de las reformas sociales, especialmente en el periodo de Alfonso López Pumarejo, la debilidad institucional y un “colapso parcial del Estado durante la violencia”. Una de las tesis más fuertes es la precariedad del Estado para ejercer sus deberes tanto en la garantía de derechos, como en la construcción de un imaginario nacional.
Respecto al régimen político y las instituciones, también hay profundas diferencias. Mientras posiciones como la de Renán Vega hablan de que existe un terrorismo de Estado, y una total subordinación a Estados Unidos, otros ensayistas se oponen abiertamente a estas tesis, y reconocen que en Colombia hay democracia, aunque un Estado precario.
3) ¿Quiénes tienen la culpa?
Cuando detallaron la creación de una comisión histórica, el gobierno y las Farc aclararon que los informes “no eximen a nadie”, pero tampoco deben “atribuir responsabilidades individuales” ni ser escritos para tener efectos jurídicos.
Con estas reglas en mente, cada académico sacó sus propias conclusiones. Unos, como Vicente Torrijos, atribuyen responsabilidad a las guerrillas, especialmente a las Farc; otros culpan directamente a los paramilitares, al Estado y a la Fuerza Pública, como Estrada; y algunos señalan a Estados Unidos, como lo hace Vega.
El debate en este punto acerca de la guerrilla es respecto a sus acciones: ¿son altruistas, basadas en una lucha política, o si se convirtieron en criminales?
Aunque todos reconocen el carácter político del conflicto, hay quienes lo asocian directamente al capitalismo y consideran que la insurgencia tiene motivos políticos que no se pueden desconocer “por la práctica tributaria sobre las organizaciones de la economía de los narcóticos”, como dice Moncayo en la relatoría.
Otros, en cambio, argumentan que con el paso del tiempo y la injerencia del narcotráfico se desfiguró su razón inicial. Duncan, por ejemplo, afirma que los excluidos fueron reclutados, pero no por los ideales de la organización.
En cuanto al paramilitarismo, algunos académicos lo ven como la contrainsurgencia que apoyó el Estado para derrotar las guerrillas. “Especial responsabilidad le cabe al Estado en la conformación de estructuras complejas de contrainsurgencia para la preservación del poder de clase y enfrentar en forma abierta el ‘enemigo subversivo’ o ‘comunista’”, dice Estrada.
En cambio, Torrijos asegura que la contrainsurgencia no es un rasgo propio del sistema sino que se debe a “prácticas institucionales contradictorias y equivocadas asumidas con el propósito de perfeccionar un sistema de gobernabilidad democrática”.
En cuanto a la injerencia extranjera, Vega desglosa cómo a lo largo de los años, Estados Unidos ha entrenado a colombianos y ha limitado la autonomía de las autoridades colombianas. Molano asegura que Laureano Gómez decidió apoyar la guerra de Corea para comprometer al país norteamericano en el conflicto colombiano, que para entonces tenía el doble de guerrilleros en comparación con los militares, e incluso señala que la operación de Marquetalia (un paso decisivo para la conformación de las Farc) tuvo injerencia militar estadounidense.
4) ¿Qué clase de guerra es esta?
Un “conflicto social armado” según De Zubiría, Darío Fajardo, Molano, el padre Giraldo, Vega y Estrada. En palabras de Gutiérrez, una guerra civil con dos grandes oleadas: la Violencia y la de los 70 hasta hoy, que es más una “guerra contrainsurgencia”. Un conflicto irregular para Torrijos. O simplemente guerra, según Jorge Giraldo y María Emma Wills.
Duncan cree que insurgencia y contrainsurgencia en el conflicto contemporáneo se organizaron para obtener el dinero proveniente del tráfico de drogas y el secuestro. Y Molano lo caracteriza como múltiples situaciones violentas, pero localizadas en ciertas regiones y departamentos como Cundinamarca, Tolima o Magdalena Medio.
Pizarro cataloga este conflicto como prolongado por lo mucho que lleva, complejo por la cantidad de actores, discontinuo por los lapsos y cambios de la guerra, heterogéneo por las diferencias regionales y atroz por las damnificaciones que ha padecido la población civil.
5) ¿Cómo llegamos hasta acá?
La Mesa de negociaciones en La Habana quería conocer qué condiciones contribuyeron para que el conflicto durara tantos años. De nuevo, los académicos no encuentran una única respuesta, pero la mayoría señaló al narcotráfico. “Fue el factor mayor de la mutación”, opina Pécaut. Para él, los recursos del tráfico de drogas incidieron en la potencialización de guerrillas, en el crimen organizado y en el paramilitarismo desde los 80.
Gutiérrez habla de la economía criminal “como factor de persistencia del conflicto armado” que profundizó la diferencia entre las regiones y el centro del país, acentuó la ausencia estatal en algunas zonas y favoreció la financiación de subversivos y paramilitares.
Duncan sostiene que por las drogas, las guerrillas y los paramilitares cambiaron sus planes de acción pues querían acceder a los recursos económicos y, a la vez, evitar que su contraparte los obtuvieran.
Académicos, como De Zubiría y Gutiérrez, opinan que el conflicto aumentó “bruscamente” por el neoliberalismo. Otros factores de la duración de la guerra, según varios académicos, son la precariedad institucional, la privatización de la seguridad, la combinación de armas y urnas, el sistema político clientelista y la inequidad en términos de falta de derechos de propiedad agraria.
Si en algo están todos de acuerdo, es que el posconflicto tendrá que ser un tiempo para hacer las reformas aplazadas, y corregir muchas de las “fallas geológicas” que, según Pizarro, tiene la Nación colombiana.
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