La fuerte confrontación armada en el Atrato medio a comienzos del 2000 llevó a esta guerrilla a atacar con todos los medios a las facciones paramilitares. El desvió de un cilindro bomba acabó con la vida de 79 personas, la mayoría de ellos niños.
Tras la reunión sostenida con una comisión que viajó a La Habana, Cuba, desde el departamento del Chocó, la llamada Delegación de Paz de la guerrilla de las Farc reconoció en un comunicado el error cometido durante el ataque a una facción paramilitar en pleno casco urbano del municipio de Bojayá, Atrato medio chocoano, que acabó con la vida de 79 personas, entre hombres, mujeres y niños, que buscaron protección en la iglesia del pueblo, hasta donde fue a parar el artefacto explosivo no convencional.
Este reconocimiento los llevó, además, a lamentar el hecho ante los sobrevivientes, quienes vivieron desde aquel 2 de mayo de 2002 una de las tragedias de la guerra más cruentas que hayan padecido las comunidades ribereñas del Atrato y el país.
“[…] hubo un momento fatal […] en el que el desvío de un proyectil de fabricación artesanal dirigido contra la mayor posición paramilitar en la localidad provocó la desgracia y el infortunio al caer en el templo católico donde se había refugiado la población que no alcanzó a huir de Bojayá antes de la toma paramilitar y los duros combates posteriores”, se lee en el comunicado expedido este jueves desde La Habana.
Lo que recuerdan algunos sobrevivientes es el horror: “Había gente que lo único que le quedaba entero era un dedo, quedaban molidos, como caer una piedra en un pantano”, recuerda una niña, que le dio su testimonio al Grupo de Memoria Histórica, que adelantó una investigación al respecto. “Entre los escombros del templo, al lado de los muertos, se quedaron los heridos que no estaban en capacidad de caminar (…) desde allí tuvieron que escuchar la continuidad de los combates”, evocó otro de los sobrevivientes. (Ver: Una cicatriz en lo profundo del Atrato)
La comisión que salió de Quibdó días antes con destino a La Habana estuvo integrada por varios sobrevivientes de aquel 2 de mayo, entre ellos el sacerdote Antún Ramos, quien, junto a un puñado de monjas de la comunidad de las Agustinas, estuvo ese día en la parroquia acompañando a la comunidad que había buscado refugio en el templo.
En el comunicado difundido desde la isla de Cuba, las Farc precisaron el contexto de guerra del primero semestre del 2002, una vez se rompieron los diálogos que se adelantaban en la región de El Caguán, con el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana, para justificar sus acciones armadas a lo largo del río Atrato.
“En ese momento, un conjunto de acciones militares ofensivas se desarrollaba en todo el territorio nacional por parte del Estado con asistencia militar extranjera, en un contexto de expansión ilimitada del paramilitarismo. Una de las áreas en las que se ensayó y se ensañó el paramilitarismo como brazo operativo de las fuerzas militares, fue ese punto de nuestra geografía en el Atrato, en concreto Bojayá”, indicó la llamada Delegación de Paz de las Farc.
Lo que vino después, tras varios días de intensos combates entre guerrilla y paramilitares, fue el hecho atroz de la explosión de un cilindro bomba en el templo, dejando 79 personas muertas, decenas de heridos y la evacuación total del pueblo por parte de los pobladores sobrevivientes ante la arremetida de los grupos armados ilegales en las inmediaciones del caserío.
Ante un nuevo reconocimiento del hecho, las Farc admitieron que “este hecho nos ha dolido en el alma guerrillera, y por ello, ahora cuando estamos dialogando para construir la paz con verdad y justicia, debemos expresar, como lo hicimos días después en un comunicado, que sentimos un profundo pesar, que nos duele hondamente el fatal desenlace que para lapoblación de Bojayá significó ese terrible suceso”.
El espíritu de este comunicado es similar al mensaje difundido el 8 de mayo de 2002 por voceros del Bloque José María Córdova, la facción guerrillas que estuvo al frente de los ataques y la responsable del error militar que ocasionó la tragedia. En esa ocasión, expresaron su pesar por lo sucedido y precisaron que “de nuestra parte jamás hubo intención de hacer daño a la comunidad”.
En el nuevo pronunciamiento, las Farc ratificaron lo dicho en aquella ocasión: “reconocemos el hecho, expresamos nuestra desolación y pesar por el resultado y nuestro reconocimiento y empatía a las víctimas, a sus familiares, a sus amigos y a sus vecinos”.
La guerrilla de las Farc expresó su voluntad de resarcir el daño, al que califican de “involuntario”, tanto en su pronunciamiento del 2002 como ahora. Según lo han dicho desde La Habana, “estamos considerando, de acuerdo con nuestras capacidades, posibilidades y obligaciones, unas respuestas lo más integrales posibles ante nuestra deuda con la comunidad de Bojayá. Respuestas de diferente índole, para lo cual damos por abierta una nueva y más madura fase de consultas para acordar actuaciones reparadoras y transformadoras, a realizar con las comunidades afectadas por este hecho”.
¿Y los paramilitares?
La otra cara de ese cruento hecho la tienen los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que se enfrentaban a las Farc en esa región del Atrato chocoano. Hombres del Bloque Elmer Cárdenas, bajo el mando de Fredy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, chocaban con guerrilleros del Bloque José María Córdova, desde días atrás por el dominio de ese eje estratégico que conduce hacia el sur a la capital del departamento y hacia el norte al Golfo de Urabá.
Esta facción de las Auc comenzó su incursión a la zona de Bojayá el 17 de abril de 2002, según las declaraciones de los postulados a la Ley de Justicia y Paz, con un grupo conformado por 200 hombres, quienes se embarcaron en lanchas rápidas en el puerto del municipio de Riosucio. Su objetivo era atacar las posiciones de la guerrilla de las Farc, donde tenían presencia histórica.
Los combates que sostenían en sus avances, poco a poco los fueron conduciendo al área de Bojayá, donde las comunidades afrodescendientes e indígenas eran vulnerables a los grupos armados ilegales, pues carecían de protección estatal y el Ejército desoía los llamados de auxilio y las alertas de instituciones defensoras de los derechos humanos.
Finalmente la avanzada del Bloque Elmer Cárdenas llegó al casco urbano de Bojayá y en sus alrededores se apertrecharon decenas de guerrilleros de las Farc, quienes atacaron sin vacilación alguna, con los resultados trágicos ya conocidos.
A finales de mayo de 2008, el exjefe paramilitar habló a través del sistema de videoconferencia sobre esos trágicos sucesos y de cara a la comunidad, que se reunió justamente en el templo dinamitado, explicó lo sucedido aquel 2 de mayo de 2002. En esa ocasión, se esforzó en precisar detalles de lo ocurrido y atribuyó toda la responsabilidad a la insurgencia y al padre Antún, a quien señaló de haber cerrado con candado el templo, cuando varios paramilitares le recomendaron que sacara la gente del lugar y la llevara a otro lugar, a lo que el sacerdote se negó.
Al principio, alias ‘El Alemán’ no aceptó su responsabilidad en esos hechos e insistió que todo fue por culpa de las Farc que lanzaron la pipeta sobre la iglesia, pero finalmente acabó admitiendo su culpa, no sin antes recalcar que sus hombres ayudaron a las víctimas después de la explosión; incluso, dijo que fue él, personalmente, quien organizó los preparativos con las entidades del gobierno para sacar a los heridos y darles sepultura a los muertos. (Ver: Rabia en Bojayá por declaraciones del “Alemán”)
Si bien la comunidad toda se desplazó del caserío, poco a poco fue retornando y con la ayuda de diversas instituciones, públicas y privadas, fue superando las secuelas de la guerra, pese a las promesas de los insurgentes y de los arrepentimientos de los paramilitares.