En medio de la relativa calma que deja el cese al fuego unilateral desde hace ya más de ocho meses, dos jefes guerrilleros de las Farc curtidos en la guerra expresaron sin reservas lo que ha significado para ellos la negociación en La Habana, Cuba, con el gobierno nacional. En sus voces hay expectativas, críticas y preocupaciones.
“Este proceso sale porque sale”, afirma en tono tranquilo Joverman Sánchez Arroyave, conocido en las filas de la guerrilla como ‘Rubén’ o ‘El Manteco’, uno de los legendarios subversivos de las Farc que hoy comanda el Frente 58. Tras 30 años en la insurgencia, tiene altas expectativas en las conversaciones que adelantan sus comandantes con representantes del gobierno nacional hace ya más de tres años.
Sin desamparar su fusil, en medio de una zona boscosa en algún lugar del Parque Natural Nudo de Paramillo y rodeado por su anillo de seguridad, ‘El Manteco’ relata ante cámaras, y también fuera de ellas, buena parte de su vida en la guerra, marcada por acciones violentas que han dejado huella tanto en el Urabá antioqueño como en el sur de Córdoba y en las selvas chocoanas, áreas de las que dice, “nunca ha salido”, y donde ha sido perseguido intensamente por tropas del Ejército.
En ese campamento, hasta donde llegó un equipo de VerdadAbierta.com, también estaba presente ‘Ariel’, quien desde hace tres años es el jefe del Frente 5, una de las estructuras históricas de las Farc y de la cual han surgido varias facciones guerrilleras. Ambos hacen parte del Bloque Comandante Efraín Guzmán, conocido en el pasado como Bloque José María Córdova y Bloque Iván Ríos. Actualmente es liderado por ‘Pastor Alape’, uno de los negociadores en la isla del Caribe.
Este bloque de las Farc está conformado por los frentes 5, 18, 34, 36, 57 y 58, así como por la Compañía Aurelio Rodríguez. Sus áreas de operaciones se concentran en zonas montañosas de los departamentos de Chocó, Antioquia y Córdoba. ¿Cuántos hombres y mujeres tienen en sus filas? ‘El Manteco’ no da cifras concretas, pero asegura que son más de los que dice inteligencia militar.
Asuntos como las dificultades que generan la falta de un acuerdo sobre las llamadas zonas de concentración para facilitar el desarme y la dejación de armas; los riesgos de lo que ellos llaman paramilitarismo; la participación en política una vez se reincorporen a la vida civil; los vínculos con el narcotráfico; las relaciones con las comunidades que están bajo su influencia, en particular con las asentadas en el Nudo del Paramillo; y sus cruentas acciones militares del pasado, hicieron parte de las conversaciones sostenidas durante dos días con estos dos jefes guerrilleros.
Sus expectativas
Cada mañana, todos los jefes de frente deben comunicarse con sus comandantes en La Habana. ‘Manteco’ no es la excepción y una de las guerrilleras bajo su mando es la encargada de anunciarle que llegó la hora de establecer contacto, que hace a través de modernos sistemas de comunicación. “Es una tarea que es diaria, sin falta, y no hay excusas para no hacerlo, de esa manera nos mantenemos enterados del desarrollo de las negociaciones”, cuenta el jefe subversivo y descarta que no haya unidad de mando, tema al que aluden analistas críticos del proceso con las Farc.
“Todos los documentos nos llegan. Y la situación del país la analizamos entre todos los guerrilleros”, cuenta este jefe subversivo, y acompaña su afirmación con un gesto que señala un espacio donde fueron instalados unos troncos y una rústica mesa, que representan un aula de clase. “Allí estudiamos”.
‘El Manteco’ ha sido responsable de innumerables tomas guerrilleras en pueblos y caseríos de Córdoba, Antioquia y Chocó, y cuenta con un extenso prontuario de homicidios. El Ministerio de Defensa ofreció, en septiembre de 2014, una recompensa de 200 millones de pesos a quien déinformación que permita su captura. Las autoridades lo consideran un “objetivo de alto valor”.
“Nunca he salido de estas tierras, me he movido por Antioquia, Córdoba y Chocó”, dice, y en su recuerdo aparecen acciones militares en Saiza (Córdoba), Juradó (Chocó), Dabeiba (Antioquia), así como en muchos otros lugares. Fue el responsable del ataque al caserío El Diamante, de Tierralta, en Córdoba, donde tenía su base el jefe paramilitar Carlos Castaño Gil, y reconoce que sus hombres cometieron excesos, entre ellos decapitar a varios paramilitares.
Tras una vida que él mismo describe como “revolucionaria”, el jefe del Frente 58 reconoce que es importante lo que se viene gestando en La Habana: “es el gran sueño y la esperanza de todos los colombianos que se logre, por fin, parar esta guerra”.
Pero, ¿qué paz quiere un hombre que ha pasado la mayor parte de su vida en la guerra? “Una donde, por un lado, se acabe tanta injusticia, tanta miseria, la violencia, la corrupción, donde se tengan en cuenta a los ciudadanos del común y corriente; y por otro, donde este país no siga siendo manipulado por la misma élite que todo el tiempo lo ha manipulado, sin tener en cuenta otros movimientos, otros partidos, otros personajes, que puedan contribuir a Colombia”.
‘Ariel’ también expresa una opinión positiva del proceso. Este guerrillero asumió la comandancia del Frente 5 desde mediados de 2013, tras la muerte en combate del jefe de esa estructura, ‘Jacobo Arango’, con hombres de la Fuerza de Tarea Nudo de Paramillo de Paramillo, una unidad especial del Ejército creada en 2009 para contrarrestar el accionar de la guerrilla.
Él también es un guerrillero curtido de guerra, con más de 30 años en las Farc. No es un hombre locuaz, es más bien de pocas palabras, pero precisas. Y cuandose le pregunta por sus expectativas, responde: “La idea es poder llegar a un acuerdo con el gobierno, pero más que eso, crear como una confianza en torno a todas las perspectivas que se están dando en estos diálogos”.
Proceso lento
Desde que se abrió la mesa de negociación con las Farc en Oslo, Noruega, el 18 de octubre de 2012, diversas voces en Colombia calcularon que no sería un proceso fácil ni rápido. Los representantes del grupo insurgente y del gobierno nacional intentan resolver una confrontación armada que ya ajusta 52 años y ha dejado una estela de sangre y desolación en muchas regiones del país.
De ello también son conscientes en las montañas del Nudo de Paramillo y cuestionan que, constantemente, se den fechas. Incluso, durante uno de los días de la entrevista, el presidente Juan Manuel Santos les reclamó a los negociadores de las Farc una fecha concreta para el desarme: “El Gobierno exige una fecha fija, precisa y clara para que termine el proceso de desarme. Por ningún motivo esa fecha puede quedar abierta”.
Ante esa exigencia, ‘Rubén El Manteco’ expresa su inconformidad con lo que llama “las jugadas de Santos” y advierte que no es un buen camino dar fechas: “Un conflicto tan viejo no se podía resolver en uno o dos años como se pretendía, oen seis meses. Esto requiere mucho tiempo porque de lo que se trata es que se haga un buen proceso y a pesar de los cuatro puntos que ya se han firmado, también quedan muchos asuntos por resolver todavía”.
Este jefe subversivo admite que ese tipo de presiones, que genera el presidente Santos con la exigencia de fechas, y la dilación en acordar temas como las zonas de concentración y el paramilitarismo, lo inquietan: “El problema no es de las Farc, es la lentitud, la maniobra tramposa, del gobierno frente al proceso de paz. Eso intranquiliza, a ratos uno se pone como pesimista debido a todas estas jugadas, pero al final uno dice: este proceso sale porque sale”.
En lo que sí coincide con Santos es que no quiere que se firme un mal acuerdo. De hecho, reconoce que sintió cierta aprehensión el pasado 23 de marzo, cuando se había anunciado, con varios meses de antelación, que ese día se firmaría un acuerdo trascendental para el país. A cambio, el jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de La Calle, leyó un comunicado en el que dejó sentada esa misma idea.
“No vamos a llegar a acuerdos de cualquier manera, para el Gobierno el acuerdo que se logre tiene que ser un buen acuerdo, el mejor posible para los colombianos, porque es a ellos a quienes nos debemos y trabajamos desde hace tres años y medio”, dijo De La Calle en aquella oportunidad.
Al respecto, ‘Rubén El Manteco’ afirma que se han negado a rubricar un acuerdo definitivo porque no quieren “firmar un mal acuerdo”, como pasó, según él, a comienzos de la década del noventa durante las negociaciones con las guerrillas del Quintín Lame, con el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), una fracción del Eln, el Epl y el M-19.
“¿Qué ha pasado con los excombatientes?, ¿ha mermado la violencia? Para nada. A eso es que nosotros nos negamos, nosotros queremos es demorarnos, pero hacer una paz bien hecha, como decimos, el nunca más de la guerra, que se acabe la guerra”, afirma, tajante, el jefe guerrillero.
El mayor riesgo
Todos aquellos procesos de negociación de comienzos de la década del noventa tuvieron un factor común: los ataques de grupos paramilitares contra la dirigencia desmovilizada, reinsertada y en procesos de participación política. Está probado judicialmente que en algunos casos que esos crímenes hubo participación de sectores de organismos de seguridad del Estado.
A esos antecedentes le suman el asesinato de por lo menos 3.600 militantes, simpatizantes y colaboradores de la Unión Patriótica, movimiento político que surgió a mediados de la década del ochenta de una negociación entre el gobierno del entonces presidente Belisario Betancur Cuartas (1982-1986) y la guerrilla de las Farc.
El paramilitarismo es, justamente, uno de los grandes nudos que aún no deshacen los negociadores en La Habana. Una de las razones es que no se ponen de acuerdo si los grupos armados ilegales surgidos a mediados del 2006, tras el fin de la desmovilización colectiva de las Autodefensas Unidas de Colombia, bajo los acuerdos con el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), son paramilitares u organizaciones del crimen organizado.
De acuerdo con algunas organizaciones no gubernamentales, queconsideran que sí hay paramilitarismo, el fenómeno se ha agudizado en los últimos meses en el país. El más reciente informe del Cinep, lazando ayer en Bogotá, sobre la situación en 2015 de los defensores de derechos humanos, alerta sobre los riesgos que padecen los defensores de derechos humanos por cuenta de esos grupos armados ilegales.
“El repunte del paramilitarismo significa que seguimos en lo mismo, en el mismo modelo de guerra, y que, en la cercanía de un proceso de paz, factores que han sido tan decisivos en ese modelo de guerra, siguen muy activos y eso es muy preocupante”, conceptuó el sacerdote jesuita Javier Giraldo, durante la presentación del documento.
El Programa Somos Defensores, organización no gubernamental que monitorea la situación de los defensores de derechos humanos en Colombia, documentó 113 casos de afectaciones sucedidos entre el 1 de enero y el 31 de marzo: “Fueron víctimas de algún tipo de agresión que puso en riesgo su vida e integridad y obstaculizó la labor legítima y legal de defensa de los derechos humanos en Colombia”.
Al respecto, ‘Ariel’, el jefe del Frente 5, le pide al gobierno nacional combatir el paramilitarismo con el fin de garantizar su efectiva participación en política, una vez dejen las armas. (Ver video)
¿Encierro político?
Otro de los temas que inquieta a los jefes de los frentes 5 y 58 de las Farc es la falta de acuerdo en la cantidad y en las características de las llamadas zonas de concentración, que serán espacios donde ubicarán a los insurgentes, como paso previo a su desarme y desmovilización.
En declaraciones a la prensa internacional dadas en diciembre del año pasado, el presidente Santos aseveró: “Estamos negociando dónde serían y cuántas serían, y ahí estamos llegando a unos acuerdos ojalá sea pronto. Nosotros estamos pensando en que sean alrededor de 7 o 10, y la guerrilla está pensando en un número más alto”.
Lo que plantea la guerrilla es que la zona de concentración se constituya en el territorio donde opera cada frente, lo que significa un número muy superior al dado por el presidente Santos. Tan solo el Bloque Efraín Guzmán tiene seis frentes y se referencia que las Farc tienen siete bloques diseminados en todo el país.
“El planteamiento nuestro es que cada frente en el territorio donde está, lógico, sino en toda su extensidad (sic), si a lo menos en un lugar de cada frente. Ya ahí se tendría un común acuerdo entre los delegados nuestros y los delegados del gobierno. Lógico que tampoco aceptaríamos una concentración de guerrilla de pronto en el monte, donde no tengamos con quien hablar, no haiga (sic) un encuentro con población civil”, plantea ‘Rubén El Manteco’.
‘Ariel’ es más radical en su apreciación y considera que, tal como las concibe el gobierno nacional, “es una cárcel”. ¿Y por qué?: “El gobierno nos quiere meter en una zona donde seamos totalmente controlados por ellos”.
El problema de ese tipo de zonas de concentración es que no ofrece garantías, según estos jefes guerrilleros, para el ejercicio de la política, pues consideran que quedarían aislados de la población con el fin, dicen, para que “nadie conozca nuestra propuesta, nuestros puntos de vista de la problemática, nuestro planteamiento”, lo que consideran nefasto para sus pretensiones de refrendar los acuerdos en una asamblea constituyente, propósito que también contemplan en las montañas del Nudo de Paramillo.
Pese a la incertidumbre que genera este punto entre los negociadores, los integrantes de estos dos frentes dicen estar comprometidos con la orden dada por ‘Timoleón Jiménez’, máximo jefe de las Farc: más formación política y menos formación militar.
‘Rubén El Manteco’ afirma que vienen cumpliendo: “Se suspendieron los entrenamientos militares para los guerrilleros y aumentó la preparación política. Estudiamos los documentos de La Habana sobre el proceso, porque todos los documentos nos llegan; y la situación del país la analizamos con los guerrilleros. La idea es estar conectados con el proceso de paz y la realidad del país”.
¿Y las víctimas?
Este ha sido uno de los temas más complejos de tratar en La Habana. Tras 52 años de confrontación continúa contra el Estado, que ha dejado miles de personas civiles afectadas y graves daños a la infraestructura económica del país, lo que esperan las víctimas es una actitud humilde de las Farc, que reconozca los hechos, cuenten la verdad de lo sucedido y las reparen.
De hecho, el último de los preacuerdos firmados es justamente el de las víctimas del conflicto, divulgado el 15 de diciembre de 2015. Uno de los logros alcanzados es el de la necesidad de “reconocer a todas las víctimas del conflicto, no solo en su condición de víctimas, sino también y principalmente, en su condición de ciudadanos con derechos”.
El documento contiene cuatro compromisos: la creación de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición; la Unidad Especial para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto; la Jurisdicción Especial para la Paz y las medidas específicas de reparación.
Pero, ¿cómo se recibe esta decisión en los campamentos de los frentes 5 y 58 de las Farc? Los dos comandantes de estas unidades insurgentes coinciden en que se le debe responder a las víctimas civiles. ‘Rubén El Manteco’ reconoce lo sucedido y asegura que “le parte el alma cuando uno se da cuenta que de pronto son civiles que quedan en el medio del fuego y son víctimas. Son cosas que no debieron haber sucedido”.
“¿Y qué decirles a los cientos de víctimas civiles? Es muy triste, es muy triste estos hechos, pero para eso estamos haciendo el esfuerzo, estamos arriesgándonos para evitar que sigan cayendo victimas en este país”, afirma este guerrillero, responsable de un sinnúmero de acciones militares que llenaron de sangre a miles de familias, entre ellas lo sucedido en Bojayá, Chocó, que dejó 119 personas muertas dentro de un templo católico tras errar un disparo de un cilindro, dirigido inicialmente contra unidades paramilitares apostadas en ese caserío.
‘Ariel’, por su parte, dice, escuetamente, que si hay que pedir perdón a las familias afectadas, se pedirá perdón, pero que en ningún caso se le pedirá perdón a los militares y policías, así como tampoco al gobierno.
Caso aparte merecen los menores de edad reclutados por las Farc, y de los cuales aún quedan decenas de ellos en las filas guerrilleras, pese a que se habían comprometido a devolverlos a sus familias. La legislación nacional e internacional advierte que esos jóvenes que aún no cumplen la mayoría de edad, son víctimas y merecen un tratamiento especial.
Sobre este tema, ‘Rubén El Manteco’ no vacila al responder que sí tiene menores de edad en su frente, varios de los cuales trajinan de un lado a otro en el campamento donde el equipo de VerdadAbierta.com realizó esta entrevista. Los negociadores de las Farc en La Habana habían anunciado la entrega de esos niños y niñas, pero aún no se concreta.
“Estamos esperando que se materialice la idea de entregar a sus familias los menores, estamos solamente a la espera, ya lo sabe el gobierno, el secretariado, los sabe todo el mundo, solamente estamos esperando la autorización”, reconoce el comandante guerrillero y agrega que “no se trata de estos menores sacarlos y váyanse, sino que entren a un programa donde el Estado se comprometa con el futuro de estos menores”.
¿Y cómo se ve sin armas?
Una última pregunta respondió ‘Rubén El Manteco’ antes de internarse nuevamente en las selvas del Nudo del Paramillo. ¿Cómo se imagina fuera de la guerra? Él, que tantos enfrentamientos ha tenido con tropas del Ejército y grupos paramilitares, le teme a un futuro sin armas y en la vida civil: “Me imagino como un civil normal y corriente, pero para serles sincero, con temor a ser acribillado a la mansalva, pero guardo la esperanza de que eso no vaya a suceder”. Esas son las paradojas de la guerra en Colombia.
(Espere el próximo domingo la segunda entrega de este especial periodístico)