Mujeres madres y hermanas de Soacha. De “falsos positivos” a ejecuciones extrajudiciales

      

El informe Las verdades de las mujeres dedica un aparte a las madres y hermanas de las víctimas de los ‘falsos positivos’ de Soacha. VerdadAbierta.com reproduce a continuación el extracto del documento.

falsospositivosEl hallazgo del horror
El descubrimiento en 2008de que miembros del ejército habían ejecutado extrajudicialmente a varios jóvenes del municipio de Soacha, el más poblado del departamento de Cundinamarca después de su capital Bogotá, obligó al gobierno a reconocer oficialmente esas violaciones de derechos humanos y a adoptar medidas para abordar esos casos.

Los homicidios, cuyas víctimas fueron presentadas por el ejército como guerrilleros
muertos en combate, y en ocasiones como paramilitares muertos en combate, se llevaron
a cabo en connivencia con grupos paramilitares o bandas de delincuentes. Este reporte de guerrilleros muertos en combate generaría para los militares, reconocimientos y prebendas por parte de sus superiores. “Aunque los registros varían, es generalmente aceptado que los homicidios intencionales de personas y legalizados como muertos en combate ascienden a más de 2.000, con un pico entre 2004 y 2008 bastante notable. En la FGN [Fiscalía General de la Nación] se registran algo más de 1.500 procesos desde enero de 2000 hasta enero de 2012.”

Yo también creo que se debe resaltar que esa modalidad era sistemática, que venían
empleando de tiempo atrás. Soacha alberga mucha gente desplazada de diferentes territorios. Yo pienso que pensaron que esta gente de bajos recursos no iba a denunciar, o simplemente que se iban a quedar sentadas, y que nunca iban a buscar a sus hijos.

Los “falsos positivos”, expresión eufemística con la cual se conocen estos hechos, “son
casos reportados por Unidades de la fuerza pública como resultados positivos en la acción contra grupos armados ilegales, y que son reportados en los informes especiales como “muertes en combate” de actores insurgentes y otras acciones legítimas de la guerra según el DIH [derecho internacional humanitario].” En Colombia, hasta el 2010 se habían denunciado más de 1.700 casos que salieron a la luz pública, por primera vez, cuando el Personero municipal de Soacha denunció que11 jóvenes desaparecidos de ese municipio, aparecieron posteriormente asesinados en la ciudad de Ocaña, Norte de Santander.

Estas desapariciones forzadas ocurrieron en el municipio de Soacha (Cundinamarca) pero las ejecuciones extrajudiciales ocurrieron en municipios de los departamentos del noroccidente del país y los cuerpos fueron hallados en fosas comunes en la vereda Las Liscas, municipio de Ocaña (Norte de Santander); vereda de Brasilia, municipio de Cimitarra (Santander) y en los municipios de Aguasblanco de Villacaro y Abrego (Norte de Santander). Los jóvenes habían sido atraídos al norte del país con promesas de empleo remunerado, pero posteriormente fueron ejecutados. En la mayoría de los casos, los soldados recibieron dinero, días de permiso y una carta de felicitación de sus superiores, como recompensa por haber “matado a un miembro de la guerrilla”.

Desde el descubrimiento de las fosas comunes en las que fueron enterrados algunos de los jóvenes de Soacha y las protestas subsiguientes, las madres y otros familiares de las víctimas han exigido verdad, justicia y reparación, y por esta razón han sido hostigadas y amenazadas con el fin de silenciar su campaña.

Las mujeres cuentan los hechos
Las familias de las víctimas, en su mayoría desplazadas por el conflicto armado, eran personas de escasos recursos que llevaban una cotidianidad marcada por la búsqueda de una vida más digna.

Las madres de Soacha desde el primer momento que encontramos los hijos, cuando supimos que habían sido ejecutados por el ejército, éramos ciudadanas común y silvestre, ignorábamos lo que estaba pasando a lo largo y ancho del país. Vivíamos el día a día con nuestros hijos. Yo había dejado de trabajar como dos años y estudiaba en el SENA [Servicio Nacional de Aprendizaje], cuando pasó esa problemática. A raíz de la desaparición de nuestros hijos y su encuentro vemos que lo que nos activó para exigir no repetición, fueron las palabras de Álvaro Uribe Vélez [Presidente de la República en ese entonces], el 27 de Septiembre de 2008, cuando dijo que nuestros hijos se habían ido con fines delincuenciales y no a coger café.

Luego de los episodios denunciados durante el año 2008, en el primer semestre de 2009 se denuncian dos casos más con cuatro víctimas. Si bien los hechos pertenecen al municipio de Soacha, se conocieron nuevos casos, particularmente en los departamentos de Antioquia, Valle del Cauca y Quindío.

Las formas de reclutamiento de los jóvenes de Soacha giraron alrededor de las escasas condiciones de vida de los jóvenes. Las promesas laborales y las oportunidades económicas eran aspiraciones que no se presentaban todos los días y que no se podían desaprovechar.

Se llevaron a los otros muchachos, se los llevaban con ofertas de trabajo. Había muchachos que tenían buenos trabajos, no sé, no me explico. Así que debió haber sido muy buena la oferta para que ellos decidieran irse para servir de carne de cañón.

El hijo de Luz Marina Bernal Parra, Fair Leonardo Porras Bernal, de 26 años de edad, desapareció el 8 de enero de 2008. El 16 de septiembre del mismo año su madre recibió una llamada telefónica en la que le informaron de que se había encontrado el cadáver de su hijo en una fosa común del municipio de Ocaña, en el departamento de Norte de Santander. Según la información que facilitaron fuentes del ejército sobre su muerte, el fallecido era miembro de un grupo armado ilegal y había muerto en combate el 12 de enero de 2008. Investigaciones posteriores realizadas por la Fiscalía General de la Nación establecieron la falsedad de esta información e indicaron que Fair Leonardo Porras Bernal había sido ejecutado extrajudicialmente por el ejército. Fair Leonardo dejó su hogar atraído por falsas promesas de trabajo en otra ciudad, cuando enrealidad iba a ser asesinado y presentado como un miembro de un grupo armado ilegal muerto en combate con el ejército.

Algunos de los casos correspondieron a jóvenes que tenían dificultades cognitivas, como el caso de Fair Leonardo o eran habitantes de calle. Es decir, además de engañar a los jóvenes con esperanzas de mejorar sus condiciones económicas, se denunciaron casos de muchachos en situaciones de vulnerabilidad social, y discapacidad. Estas prácticas atroces fueron tratadas de ocultar siguiendo ciertas prácticas propias del conflicto armado en Colombia, donde la población civil está altamente estigmatizada.

Fue una persona, un hijo cariñoso, detallista, él nos llevaba, a sus hermanas también, detalles como rosas rojas con chocolatinas. Era colaborador con la comunidad, le servía a la comunidad en todo el sentido de la palabra. Nosotros en el barrio no teníamos agua, sino unos pozos que tenían filtración de agua. Cuando no había agua en el barrio, él se rebuscaba. Ayudaba a hacer mandados, ayudaba a trasladar material de construcción a la casa donde iban a hacer las reformas. Ayudó a hacer los parques y a la pavimentación de Compartir.

El hecho de que se encontraba solo en Medellín y sin su familia diría que nadie lo iba a buscar. Él trabajaba allá como vendedor ambulante. Pero tenía una madre y una familia.

Los reclutadores de las víctimas no sospecharon que las madres y familiares, a pesar de la pobreza y exclusión social en la que se encuentran muchas, harían hasta lo imposible por encontrar la verdad.

Los militares creyeron que nunca los íbamos a encontrar. A él lo cogieron en Medellín. Él no tenía vivienda por ser una persona vulnerable. Se lo llevaron y asesinaron en Barbosa, Vereda Monteloro, Antioquia. Cuando fui a ese cementerio me causó curiosidad una tumba que decía “restos”, con signos de interrogación y yo me preguntaba: “¿quién está ahí?”. Luego supe que ahí reposaban los restos de mi hijo. Él siempre se comunicaba conmigo y más en las fechas importantes. La última llamada fue martes 14 de agosto de 2007 a las 4:30 pm. Él no sabía que a las pocas horas iba a morir.

El hermano de Fair Leonardo, John Smith Porras Bernal, comenzó a recibir amenazas después de que su mamá, junto con otras madres de Soacha cuyos hijos habían sido víctimas de ejecuciones extrajudiciales bajo la misma modalidad, hubiera comenzado su campaña por los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparación. El 2 de noviembre de 2009, alguien deslizó una carta por debajo de la puerta del domicilio de John Smith en Soacha. Ésta no era la primera amenaza que recibía. Ya había recibido otra el 20 de octubre. Temiendo por su seguridad y la de sus familiares, decidió dejar su casa y a su familia y trasladarse a otro domicilio en Soacha. Se cree que estas amenazas contra John Smith pretendían coaccionar a Luz Marina Parra Bernal, su madre, para que pusiera fin a sus denuncias y exigencias.

También el hijo de Carmenza Gómez Romero, Víctor Fernando Gómez Romero, fue ejecutado extrajudicialmente por miembros del ejército el 25 de agosto de 2008. Ella ha recibido amenazas, mientras que otro de sus hijos fue asesinado por investigar la muerte de su hermano y una hija también ha recibido amenazas telefónicas. John Nilson, hijo de Carmenza Gómez Romero y hermano de Víctor Fernando Gómez, sobrevivió a un atentado contra su vida ocurrido en el municipio de Fusagasuga, a 60 kilómetros de Bogotá, cuando fue empujado desde un puente de 20 metros de altura. El día del atentado debía mantener un encuentro con alguien relacionado con la investigación sobre el homicidio de su hermano. John Nilson murió después de recibir varios disparos el 4 de febrero de 2009. Tras la muerte de John Nilson, otros miembros de la familia siguieron recibiendo amenazas.

A Jaime Estivan Valencia Sanabria, hijo de María Ubilerma Sanabria, lo ejecutaron extrajudicialmente el 8 de febrero de 2008. Ella recuperó el cadáver y lo enterró en noviembre de 2008:

Salimos como a las 11 de la noche de acá, llegamos a Ocaña al otro día. Cuando llegué a la Fiscalía me preguntaron que si yo era familiar de los guerrilleros, pregunté “¿que cuál guerrillero?”, pregunté cuándo había muerto y me dijeron el 8 de febrero, que ese era el informe que había dado el Ejército. Peor queda uno como ciego. Les mostraron a ellas unas fotos, a mí no me dejaron ver fotos ni nada y él no tenía la misma ropa. Cuando fuimos a Medicina Legal yo me asomaba pero no alcanzaba a ver, solo vi que tenía un disparo, cuando se dieron cuenta que yo estaba mirando la quitaron.

Luego se hizo la exhumación. Sacaron primero tres cuerpitos, luego el de mi niño, abrieron la bolsa, le dijeron a mi hija que bajara. Yo dije que yo quería ir. Me dijeron que “no, recuérdelo como él era”, luego me dejaron ir. Le dieron a mi hija tapabocas y mi hija se arrodilló y le cogía la cara, y le decía qué pasó. Yo lo toqué y sentí una cosa tan fea, tan rara, la niña también sintió lo mismo, como un mareo. Hoy en día nos damos cuenta, que la persona queda como dormida. Es que mi niño estaba enterito, intacto, intacto. Incluso yo pienso hoy en día que fui tan boba, él tenía una media a casi salir, yo debía haberle quitado la media y ver qué tenía ahí, porque yo creo que él tenía algo ahí. Le vi la cicatriz, y tenía su piel blanca, y el tatuaje del tribal, ya no había duda de que era mi hijo.

Pocos días después del entierro su madre comenzó a recibir llamadas telefónicas donde la insultaban, la amenazan y le decían que debía guardar silencio. El 7 de marzo de 2009, María Ubilerma Sanabria se dirigía a recoger a su nieta del colegio cuando dos hombres montados en una motocicleta la abordaron y la amenazaron. Otros familiares de María Ubilerma Sanabria, entre ellos sus hijas, también han recibido amenazas.

El hijo de Blanca Nubia Monroy, Julián Oviedo Monroy, desaparecido el 2 de marzo de 2008 y ejecutado al siguiente día de su desaparición sólo fue encontrado varios meses después en una fosa común en la vereda Las Liscas de Ocaña, en Norte de Santander. El 25 de julio de 2009 a las 9:30 de la noche, dos hombres montados en una motocicleta y vestidos con trajes de faena del ejército le dieron orden de alto a la hija de 15 años de Blanca Nubia Monroy y a su hijo de 17. Los registraron violentamente y les preguntaron qué hacían a esas horas en la calle y dónde vivían. Aunque los hijos de Blanca Nubia Monroy se encontraban en compañía de otros adolescentes sólo los registraron a ellos. Las amenazas han sido una constante para los familiares de estas víctimas.

Después del entierro de mi hijo Jhon Nixon, yo le di sepultura el 7 de febrero de 2009, vienen las amenazas para mí. Llamaron a mi hija mayor preguntándole que “a quiénes les había puesto la denuncia su mamá”. Mi hija dijo que “no sabía”, que era una señora llamada Clara, no recuerdo el apellido, que era de la Sijin [policía judicial]. A ella la llamaron como a las 2:30 de la tarde, y yo creo que después de llamar a mi hija, me llamó a mí, diciéndome que “a quién le había puesto el denuncio”, le dije que “a nadie porque no se sabía quién lo había matado”. Me dijo que “necesitaba la dirección de mi casa”, y que “no siguiera dando pantalla porque iba a aparecer con la jeta llena de moscas” como mis hijos. Dijo que era la supuesta tal Clara, por eso ya no confío ni en mis pantalones. Mi hija si dio la dirección de mi casa, entonces nos amedrentaban, y qué dijéramos a quién le habíamos puesto la denuncia. Le dijeron que ya tenían la dirección de la casa de ella, entonces le tocó cambiarse de casa, y la dejaron quieta.

Son tan descarados, que en el mismo juzgado nos han amenazado. A la señora Blanquita, dicen los abogados que nos atengamos a las consecuencias.

Las víctimas en este caso no sólo fueron los jóvenes ejecutados extrajudicialmente sino sus familias, pero principalmente las madres, esposas, hermanas e hijas de estos jóvenes quienes se reconocen en los medios de comunicación como las Madres de Soacha. Son mujeres que gracias a su tenacidad por encontrar a sus hijos desaparecidos y por denunciar estos crímenes de Estado, han logrado hacer oír sus voces.

Sí, soy una víctima. Nunca me imaginé que me iba a encontrar en esta situación, pero desafortunadamente esa es la vida que estamos llevando en Colombia… Aquí estoy en una lucha para demostrarle al mundo entero y a Colombia que mi hijo no era un subversivo, que mi hijo no era ningún guerrillero, que mi hijo era un joven como cualquier joven de Colombia, lleno de ilusiones, lleno de proyectos de vida. Pero estos militares… primero estás personas sin escrúpulos… los reclutadores… personas que de pronto no tienen hermanos, no tienen sobrinos, no tienen nada… sacaron a estos chicos con engaños y luego de raerlos a Ocaña, entregárselos a los militares para que ellos hicieran con estos muchachos lo que ellos quisieron. Qué triste que estas personas no piensen que más adelante, de pronto un hermano, o un sobrino, o un hijo, puedan llegar a terminar como ellos hicieron, o sea pagando lo que ellos hicieron con estos muchachos inocentes. (Testimonio No. 96 de la Regional Santander 08.96)

La política de dar beneficios económicos a los militares por reportar la muerte de guerrilleros en combate incluida en la llamada “Seguridad Democrática” del gobierno presidente Álvaro Uribe Vélez, propició el aumento de víctimas de falsos positivos.

Grandes remuneraciones y grandes apoyos internacionales, donde el gobierno colombiano creó un Plan Colombia para acabar con el paramilitarismo, narcotráfico y la guerrilla. Entonces vemos que en el mandato de Uribe Vélez él hizo una negociación con los grupos al margen de la ley y extraditó unas cabezas principales de estos grupos. A raíz de eso, estos grupos quedaron debilitados y él necesitaba resultados, porque ellos tienen que demostrar en que están invirtiendo el dinero que está llegando a Colombia. Fue creada una ministerial 029 que trae una tabla, que dice que todo militar que de baja a un guerrillero tendrá un beneficio económico, medallas, cursos al exterior. Esto genera ambición, respecto a la ministerial.

Incluso este afán por obtener resultados en el combate con las organizaciones armadas ilegales, se amplió al ofrecer gratificaciones adicionales a los miembros de la fuerza pública, como lo relata una de las madres.

Cuando pasó el caso Soacha, se crea otra ministerial 001, firmada por Juan Manuel Santos [Ministro de Defensa del gobierno de entonces], donde se amplían los beneficios, por munición que lleve la persona abatida en combate, radios, uniformes, que identifiquen a los integrantes de las guerrillas.

Cuando las mujeres se enteran de la desaparición de sus hijos y comienzan el proceso de búsqueda, no encuentran respuestas de qué pasó con ellos y por qué no aparecen. Cuando son contactadas para el reconocimiento de los cadáveres, se les informa que sus hijos eran delincuentes y que murieron en combate con tropas del ejército. Incluso se les indica a qué unidad militar pertenecían las tropas que supuestamente se enfrentaron con ellos.

Se los llevaron de Soacha a Ocaña. La modalidad era llevarlos de su lugar a otras partes. De un día para otro son asesinados, y decían que hacía meses estaban delinquiendo en la zona, dándoles mala imagen a los muchachos, que hacía meses que estaban violando y asesinando. A Jaime Estiven Valencia de 16 años, se lo llevaron el 6 de febrero de 2008 y lo asesinaron el 8 de febrero de 2008 a las 3:30 en Ocaña, la Brigada Móvil 15. El de Carmenza fue desaparecido el 23 de agosto, Víctor Fernando Gómez, y lo asesinaron el 25 de agosto de 2008 en Ocaña. Después de ocho meses nos dijeron que fuéramos por los hijos, que habían sido muertos en combate por guerrilleros. En tan pocos días no pudo ser guerrillero. El mismo fiscal dijo que el batallón los asesinó.

La responsabilidad es del Ejército, el batallón de Bucaramanga asesinó a tres muchachos, Eduardo, Daniel Pesca y Mario Alexander Arenas. El resto ha sido de la Brigada Móvil 15. Les dieron de baja señalándonos de ser guerrilleros.

En el proceso judicial contra los miembros del ejército involucrados en los casos, las mujeres fueron nuevamente victimizadas con acusaciones sobre las supuestas actividades de los hijos. Las acusaciones gubernamentales se trasladaron a escenarios judiciales.

Llevaron unas mujeres que bajo juramento, dijeron que nuestros hijos las habían violado. Hay señalamientos por el mismo Presidente Uribe de que cometieron muchos delitos y además llevan testigos, mujeres y hombres, falsos.

La estigmatización de la condición de los jóvenes como miembros de grupos al margen de la ley, no solo fue por parte del ejército y de las altas autoridades gubernamentales. Los medios de comunicación hicieron eco de estas versiones, incluso los funcionarios judiciales que iniciaron las investigaciones.

Omar Leonardo Triana desapareció el 14 de Agosto de 2007 y fue asesinado el 15 de agosto a la madrugada en Barbosa, Antioquia. ¿Sabe qué me dijo la Fiscal de la Brigada IV?: “¿Ya que lo encontró, déjelo aquí”. Yo le respondí que mi pelea era traerlo. Pedí en todas partes donde fui para que me dejaran ver las fotos y reconocer que era mi hijo, y no fue posible. No me querían dejar ver los restos, pero yo me llené de valor para ver lo que me iban a entregar. Fair Porras, el 8 de Enero de 2008 fue desaparecido y asesinado el 12 de Enero de 2008 a las 2:25 de la madrugada en Ocaña Norte de Santander. Que todos pertenecían a las Águilas Negras, me dijeron que eran jefes narcoterroristas, que eran extorsionistas, secuestradores, violadores.

El señuelo para atraer a los jóvenes era ofrecerles oportunidades de empleo que no tenían, trabajos donde recibirían una remuneración económica para sacar adelante a sus familias. Ante la falta de un trabajo en condiciones dignas, los muchachos cayeron en la trampa y confiaron que las ofertas eran serias y ciertas.

Los jóvenes eran desempleados, tenían hijos, hermanos y madres a quienes ayudar, para lo que necesitaban el dinero… Les pintaron una oferta de trabajo excelente, querían darles una sorpresa a sus familiares, pero no se imaginaron que los iban a utilizar como carne de cañón, para utilizarlos como bajas en combates. Este es un sistema que viene sucediendo a lo largo y ancho del país, con campesinos e indígenas, solo que callaban a la gente, hasta que el caso Soacha fue revelado y todos los casos se evidenciaron.

Había unos que tenían sus cositas, vivían por ejemplo como habitantes de calle. Pero mi hermano no tenía nada, solo trabajar. Miraban que tenían familia e hijos, así los engañaron con ofertas de trabajo y dinero, que se iban a ganar mucho.

A él le ofrecieron trabajo. Trabajaba como cotero, pero igual se lo llevaron. Cuando él estaba listo para irse, se encontró con mi otro hijo y le dijo que se iba a la Costa, que en ocho días regresaba. A los ocho días si lo encontré… pero muerto.

El proceso de búsqueda
Ante el desconocimiento de qué pasó con sus hijos, las madres y sus familiares empezaron la búsqueda de su ser querido. La odisea incansable de tocar diferentes puertas para saber lo ocurrido, las enfrentó con una institucionalidad burocrática e insensible ante casos como este.

Las palabras se quedan cortas ante ese hecho. En el momento en que uno mira que el serque uno está buscando está muerto, es muy duro. Así como yo sentí algo que no se puede decir, así lo sentirían las hermanas, las otras madres y las esposas. Yo me enteré ocho meses después, luego de una ruta de búsqueda, porque la Fiscalía fue negligente, porque se niegan a recibir las denuncias, a las 72 horas, al mes… Así que hicimos una ruta de búsqueda por hospitales, hasta en el mismo INPEC. Porque estos casos no fueron tenidos en cuenta para su búsqueda, y nosotros teníamos que acudir a todos los sitios posibles para iniciar la búsqueda… Uno como madre no le importa las circunstancias, solo que esté bien. Cuando eso sale por televisión, los televidentes no saben el dolor que uno sufre, de ver que pasan y pasan los días y no encuentra ese ser querido.

A los sentimientos de saber dónde estaban sus hijos, qué les podría haber ocurrido y la necesidad y angustia de poder encontrarlos, se sumó el sentimiento de dolor, tristeza y desamparo al comprobar sus muertes. El momento en que se enteraron de la muerte de sus hijos permanece en su memoria como el impacto de una experiencia devastadora.

Uno no tiene palabras para decir que sintió en ese momento. Cuando mi hija me llamó y me dijo que estaban diciendo que habían encontrado los niños de Soacha, yo salí a las 7 de la mañana hecha un mar de lágrimas… Llegué a las 7 de la noche a la casa donde estaba. Yo me sentía como si estuviera en un desierto, que llovía y no tenía dónde resguardarme, no tenía sombra si había sol… La doctora mostró la foto de mi hijo, y yo decía que estaba viendo mal, no quería creer que era él… Me hicieron la prueba de ADN y salió positiva. Yo le pedía a dios por un ángel, porque decía “yo no soy capaz, necesito un ángel, cómo voy a hacer para reconocer mi niño, porque ya han pasado ocho meses, me van a entregar los huesitos, cómo hago para no equivocarme, preséntame un ángel”.

Fue una noticia muy fuerte para todos. A pesar de que el papá es una persona muy dura, muy alejada, con mucho orgullo, sentí que cuando él vio la foto, salió un quejido muy profundo de su pecho. Mi hijo Jhon vi que había perdido a su amigo, mi hija la vi que su corazón se le rompió en mil pedazos, a mi sobrina ella quedó tan impactada que no dijo nada. Quedamos todos impactados y sin palabras en ese momento.

Las ejecuciones extrajudiciales fueron cometidas en Ocaña. Las mujeres se debían trasladar desde Soacha hasta allí para reconocer a sus hijos. La sensación de estar en lugar apartado y desconocido en busca de un ser querido era también la esperanza de encontrar a sus hijos con vida. Aunque el proceso de búsqueda terminaba, el proceso de reconocimiento del cadáver apenas comenzaba: las trabas legales, la falta de información, la impotencia de no saber nada de sus hijos, eran los nuevos obstáculos que encontraban en su camino.

El 16 de septiembre mi hija recibió la llamada de Medicina Legal. Me impactó mucho, hartísimo porque yo sentí que se había acabado la ruta de búsqueda, donde uno deja pasar el tiempo y no manifiesta muchas cosas. Yo fui a Medicina Legal de Bogotá y la doctora me leyó una lista como de 30 muchachos, donde ella me preguntó “cuántas personas identificaba ahí”. Yo le manifesté a ella que “de esa lista, solo el número uno que era Fair Leonardo”. Ella me preguntó si sabía su número de documento, lo digitó, se abrió el sistema y salió la foto de mi hijo, donde apareció solo con medio rostro. Recibió 13 impactos de bala, de esos 13 impactos, dos destruyeron su rostro. Yo le dije que “sí, era mi hijo”, ella dijo que “si estaba segura o si no que me mostraba fotos”. Me empezó a mostrar características, pero ninguna prenda era de él. Sentí un dolor inmenso.

En el proceso penal adelantado contra los responsables de los hechos, se pudo saber el modus operandi utilizado para atraer y trasladar a los jóvenes de Soacha a Ocaña. Esta madre cuenta con detalle varios episodios desde la detención hasta la muerte.

Ahora que estamos en juicio, hay un reclutador que se llama P. G., decía que conocía a mi hijo y que lo veía en una fonda ayudando a limpiar mesas y recolectar envase. Que el reclutador se dio cuenta que él era de educación especial porque él se acercaba y se reía de todo, y nada de lo que estaban hablando causaba risa. A él tuvieron que decirle “hermano acompáñeme”, ellos no especifican cómo lo convencieron. A. C., el otro reclutador, dice que lo tuvo en la casa de una tal Pocho [un alias] hasta que el ejército mandó a traer la “mercancía”. La entrega de los muchachos era una mercancía, era la palabra clave. Él dice que se lo llevó el 9 de enero y el traslado duró 15 a 18 horas, hasta Ocaña. Lo entregó al día siguiente a un militar D. J. P. el día 10 por la tarde. El día 11 se ponen una cita con los del ejército para la entrega del muchacho a cambio de 200.000 mil pesos. El reclutador dice que cuando entró al billar vio a Fair sentado en una silla, con mucho miedo. Los miraba mal antes de que lo entregaran a un retén y luego lo asesinaron a las 2:25 de la madrugada.

Amenazas y desprotección
Con el propósito de demostrar la inocencia de sus hijos, las denuncias empiezan a tener eco internacional, las investigaciones penales arrojan sus primeros resultados y los procesos organizativos las empoderan como protagonistas, lideresas visibles en el movimiento de víctimas. Esta situación, como ya se ilustró en páginas precedentes, ocasionó que las amenazas contra ellas y sus familiares no tardaran en llegar.

Primero con mensajes a celular, luego con panfletos debajo de la puerta. Mis hijos salen de la casa por seguridad, pero él es conductor de servicio urbano, saben su ruta, su parqueadero. Él se cambió por dos años de su apartamento. Luego llegaban los mensajes en sobres a la empresa y eso lo obligó a renunciar.

Nos querían callar a toda costa. Le habían dicho que no denunciara porque tenía una cola muy larga. En Soacha, San Nicolás, los empiezan a buscar. Eso les genera miedo y por seguridad deciden dejar sus casas. Eso fue en octubre. Se desplazaron de Soacha hacia Bogotá la familia Mesa y familia Bermúdez. Le dejaron una correa militar en la chapa de la casa, eso fue una amenaza.

Además de la desaparición y muerte de sus hijos, el miedo por las permanentes persecuciones siguió en aumento e incluso llegó a cobrar nuevas vidas.

Hay otras madres como la señora Blanca, que abordan sus hijos menores de edad. En octubre de 2008 empiezan las amenazas al hijo de Carmenza. Incluso la primera vez se lo llevan a Fusa y dos policías, que supuestamente eran amigos de él, lo tiran de un puente. Un campesino lo ayuda y le hicieron una intervención quirúrgica. La primera vez que fue atacado fue en octubre de 2008. En febrero, pensaban que él estaba muerto por eso no lo volvieron a amenazar. Cuando volvió a investigar, se dieron cuenta que no estaba muerto, volvieron las amenazas, que se quedara quieto, que se acordara que tenía una cola muy larga [la familia]. Él sabía muchas cosas, quería ir a las audiencias, yo le decía que “no”… Él no me dejaba poner las denuncias. Cuando el 3 de Febrero como a las 5:30 recibió una llamada, de una tal Patricia y salió a la tienda. Le pegaron tres tiros en silenciador, en moto sin placa. Quedó tirado al lado de la maquinita. Fue cuando me llegaron con la noticia de que lo habían matado.

Aunque el panorama para las madres de los jóvenes de Soacha era desalentadora, esperaban que las denuncias a nivel nacional e internacional mejoraran las situaciones de vulnerabilidad y se les ofreciera mayor protección, porque seguían siendo revictimizadas.

A mi siguieron buscándome, yo salí desplazada de Soacha a Bogotá. Una noche en unaparte, otra en otra, hasta que pensé que yo no había hecho nada y luego volví. Luego me llamaron de la Fiscalía para supuestamente la tal protección que era llevarme a otra ciudad, tenerme encerrada a cuatro paredes con un tombo [policía] al lado, que si uno va al baño tiene que acompañarlo a uno. Donde una no puede comunicarse con nadie. Quieren es callarle la boca a una, como nosotras no aceptamos, entonces que no cabemos en ese paquete. Casualmente me llegó una carta del Ministerio del Interior que no cabemos en el paquete, porque no somos testigos, no tenemos derechos. No tenemos nada. Supuestamente habían dicho que pasaran por las casas los policías pasando revista y se les olvidó la dirección de nuestras casas.

No tenemos esquema de seguridad, no tenemos protección y en medio de los enemigos, el ejército. La reubicación no la han dado, tres meses de arriendo. Luego le toca devolverse a uno porque no le han dado nada, no tenemos ninguna protección.

El caso Soacha son ocho familias amenazadas. Ahora tenemos la colaboración del MOVICE y el Colectivo José Alvear Restrepo. Se hace la primera rueda de prensa, donde Amnistía Internacional se vincula en una campaña por un año, de recopilación de denuncias y empieza a exigirle al gobierno colombiano protección a las madres de Soacha, donde nos dirigimos al Búnker [sede de la Fiscalía] y al Ministerio del interior, y responden que las madres no entramos en los planes.

El duelo traumático en el sin sentido
La juventud de los hijos y las hijas, los sueños individuales que se convierten en esperanzas familiares y colectivas, truncados por la muerte de sus hijos, ha generado en las mujeres afectaciones tanto a nivel individual como familiar. El primer impacto es el sinsentido de las muertes y el contraste con la identidad positiva de sus hijos.

Mi hijo era una persona muy noble, muy servicial, no terminó el bachiller pero hizo cursos como artesanías, peluquería, sabia inglés y perteneció a la iglesia mormona. En Estados Unidos lo querían mucho. Le gustaba el punk.

Le gustaba compartir con los niños, le ayudaba a la Junta de Acción Comunal. En el sector La Isla había un equipo de fútbol donde no tenían uniformes, y él la moneda que se ganaba, la donaba para los uniformes del equipo… No le gustaban las groserías… Fue una persona muy sociable. Él no identificaba el bien del mal.

Expresar los sentimientos a nivel familiar no ha sido fácil para las mujeres de Soacha, ya sean madres, hermanas, esposas o hijas. Enfrentar el dolor no es fácil en los contextos familiares. La mayoría de los procesos se hacen en solitario y en silencio:

Luego que le di cristiana sepultura a mi hijo yo me sentía muy mal. Yo iba por la calle, y decía “¿será que si es correcto lo que estoy haciendo?” Yo misma me miraba, yo misma me picaba y me preguntaba si estoy bien, si estoy vestida, si voy para allá, no sabía si me estaba volviendo loca. La salud se deteriora muchísimo porque le quitan a uno toda la vida, los niños, las hermanas.

La pérdida traumática de sus hijos o hermanos produce también un dolor que se guarda en silencio, del que es difícil hablar porque el recuerdo moviliza la afectividad negativa o se trata de proteger los otros. Así en un clima de falta de reconocimiento muchos familiares han guardado ese dolor en su corazón sin compartirlo con los demás.

Han pasado cuatro años en que no nos hemos sentado a discutir lo que ha pasado. Cada uno ha llevado su dolor, impotencia. Personalmente, no lo hemos discutido. He visto que mi hija Liz, su manera de expresar su dolor es por medio de la música, donde ha manifestado lo que ha sentido. A mi hijo John nunca lo he escuchado, Dolly tampoco, mi esposo tampoco lo ha hecho. Entonces creo que cada uno tenemos nuestra individualidad de tristeza dentro de nosotros.

En el vacío de la pérdida muchas madres se siguen preguntando por qué y qué es lo que llevó a que fueran llevados, tratando de encontrar una explicación donde frecuentemente afectan los sentimientos de culpa que tratan de dar sentido a algo que no lo tiene y de lo que ellas no son responsables.

El dolor es tan grande que no se acabó porque era mi único hijo. El dolor es tan grande que no se tienen palabras para expresar el dolor de ver que le quitan a uno sus hijos de la peor manera. A veces me pregunto por qué se tenía que ir de aquí. A lo mejor buscando nuevos horizontes, por andar, por conocer.

Ya sea la noticia de la muerte, el impacto de ver al hijo muerto o la espera de alguien que no volverá, son sentimientos expresados por madres, hijas y sobrinas en los siguientes testimonios. La angustia de contar lo que sucedió y el admitir la realidad de la muerte, son vivencias de dolor intransmisibles para estas mujeres.

Llegamos al hospital y entró una llamada, que llamara a Norma. Le dije vaya Janeth, era para avisarle que ya sabían que el hermano estaba muerto. Mi hija entró llorando, le pregunté “qué le pasaba”. Pensé que era por su hijo, porque ella se estaba separando, dijo, “no, nada”. Se sentó en un rincón a llorar, yo pasé al control, cuando íbamos saliendo. Me dijo “mamá, tengo que contarle algo”, me dijo “tenemos que ir a Medicina Legal”. Entonces yo pensé todo menos eso, me dijo “mataron a Víctor”. Yo me desgoncé, se me descosieron los puntos. Cuando volví en sí, estaba en una camilla, estaba una enfermera. Yo llegué, cogí las muletas y le dije “vamos a Medicina Legal”.

Los momentos de identificación de los restos o fotografías fueron especialmente duros para las madres y familiares.

Tomamos un taxi y cuando llegamos estaban todos,hasta el papá de ellos. Me dijeron que “si estaba preparada para lo que iba a ver”, yo dije que “no”, porque uno como madre nunca iba a estar preparada para ver sus hijos muertos. Me mostró la foto en el computador, donde aparecía muerto, que lo debíamos ir a reclamar porque si no lo iban a meter en fosa común. Yo me volví loca, yo me le iba a botar a un transmilenio [bus de servicio público], decía “por qué a mí”, “por qué a mi hijo”.

Cuando fuimos a declarar estaban todos los de la Fiscalía de allá, un abogado y un médico. Luego fuimos a Barbosa, estaba el antropólogo, y me decían que si estaba segura de lo que iba a ver. Cuando empezaron a sacar el cajón, las piernas se me doblaban, lo sacaron, me pasó el cráneo, yo me doblé totalmente, yo sabía que él era mi hijo. No pude reconocer su rostro, ni siquiera pude reconocer su rostro, esa entrega fue terrible, eran los restos.

Los procesos de duelo son duros y traumáticos en estas muertes. El sin sentido de los hechos hace que sea muy difícil para las mujeres y sus familiares aceptar la pérdida como definitiva, a pesar de contar con las pruebas de las ejecuciones. Esa aceptación supone una integración de esa pérdida en sus vidas que necesita apoyo y reconocimiento.

Mi nieta a pesar de que era pequeña se acuerda muy bien de él, porque él la llevaba en hombros al jardín, le compraba las onces para el jardín. La niña se desaparecía, no la veía, entonces yo la buscaba y la encontraba en la cama de mi hijo llorando. Ella decía “mami por qué mi tío no vuelve”. Yo dejé de llevarla al cementerio porque ella le decía que quería que volviera rápido. Ella sabía que él no sabía leer ni escribir, entonces le decía que estudiaba por los dos para leerle. Ninguno de nosotros ha aceptado que él no va a volver.

Las hermanas de los jóvenes ejecutados, han acompañado a sus madres no sólo en los procesos de búsqueda y en las demandas de justicia, sino también en ese dolor. Expresan las afectaciones de la muerte desus hermanos en sus vidas y en las de sus madres, pero a la vez muestran el apoyo incondicional que ha significado contar con una madre.

Me da mal genio no poderme despedir de él. No me interesó cómo estaba, yo lo quería ver. Hace mucha falta, él era de corazón muy sensible. Ayudaba a las personas que lo necesitaban, él era contento cuando hacia el bien. Él era chivito, loquito, hacia muchos chistes.

Yo pensé que mi mamá se iba a morir, ella decía que no quería vivir más y a mí me dolía cuando decía eso. No porque él fuera el preferido, porque mi mamá ha hecho por nosotras tantas cosas… Yo prefiero estar alejada, porque mi mamá cree que no nos afecta. A él tocaba ponerle más atención por su problema. Yo le cuento todo a mi mamá y ella me aconseja. Entonces después de que sucedió lo de mi hermano cambió todo, porque ella no entiende que a mí también me duele.

¡Terrible! Porque criarnos a nosotras a pesar de que teníamos nuestro papá. Se hizo cargo de nosotras como papá y mamá, nos sacó adelante. Siempre ha estado ahí. Le ha dado muy duro. Nosotras al inicio teníamos el entusiasmo de que volviera. A veces golpeamos como él golpeaba, me duele. Me afecta muchísimo, cuando a mi mamá le dio la parálisis estábamos ahí. Ella ha estado en las buenas y en las malas. Ha sido una mujer muy guerrera, pero me duele que siempre diga que “yo me voy ahorita y no sé si vuelva”. Cuando se demora, yo no puedo ni dormir, hasta que no llega no descanso.

A su vez, las madres reconocen el papel de sus hijas, las hermanas de los jóvenes ejecutados, como un apoyo para ellas y para toda la familia, aunque el proceso de duelo ha sido muy difícil para ellas.

Cuando yo estaba en Europa, Dolly estuvo en todo, el apoyo de Liz, la composición de la canción de ella. Nos fortalecemos como madres ehijas, nosotras no podemos dejar de lado recordarlo a él. En la casa se hacían unos espacios de recocha, y hace falta. Las fotos de él están por todo lado. De ver que me apoyan, porque mi esposo no quiere. Yo digo eso de que me voy pero no sé si vuelva pero para fortalecerlas para que continúen con la lucha de su hermano, para que no duden ni un instante de quienes son los causantes de todo esto. Las hijas de todas nosotras quieren mostrarse como fuertes, ellas me dan muchos ánimos, pero prefieren llorar en silencio, a escondidas.

Las relaciones de las madres con los hijos sobrevivientes o con los nietos, o los hijos de los padres asesinados, no son las mismas. Las mujeres refirieron cómo esos lazos se habían estrechado, son mucho más fuertes, pero tanto hermanos como hijos extrañan la presencia de sus hermanos y padres.

William se fue a prestar el servicio militar, ya hace cuatro años está conmigo. Me la he pasado con él, los regaño duro, porque toca. Se han apegado más a mí después de la muerte de mis otros hijos. Las muchachas también. Ser mamá ahora de esos otros niños [de sus nietos], es una responsabilidad grande. Las hijas de Norma, querían mucho a sus tíos, se criaron prácticamente como si fueran hermanos… Los niños quedaron huérfanos, ha sido para ellos muy duro, porque si no hubieran tenido una familia responsable estarían en el Bienestar Familiar. Ven las fotos y se ponen a llorar. El papá les hace mucha falta, porque los niños sufren sin su papá y además sin su mamá. Él adoraba sus hijos, eran la luz de sus ojos, no permitía que le tocaran sus hijos.

También el duelo en los niños y niñas ha sido muy traumático en las familias. Los niños y niñas necesitan tener una explicación a su nivel y dar sentido a los hechos, aunque el impacto de la pérdida para muchos de ellos ha seguido siendo importante, con sentimientos de tristeza y rabia frente a los perpetradores o a los militares en general.

Yo casi no veo, los ánimos se han caído. Aun así trato de irradiar alegría. Dos de mis nietos todavía tienen imagen de su tío, muy poco, pero uno dice “¿madrecita cuándo viene chivito?”. Dice mami “¿por qué mataron a chivito, quién lo mato, la policía?”, yo digo: “el ejército”. La niña pequeñita, él se la pasaba con ella y le hacía piruetas. Ella estaba en el colegio y estaba súper ida y decía que a su tío lo habían matado a piedra. Un día veníamos de llevar el almuerzo, vimos a un soldado, y el niño empezó a decirle “¿por qué mato a mi tío chivito?”. Las criaturitas quedan con resentimientos, con tristezas.

Las afectaciones físicas y psicológicas son evidentes en las madres. Muchas de ellas han seguido padeciendo problemas de salud como hipertensión arterial, baja de peso, insomnio o pérdida de ganas de vivir, son algunos de los síntomas depresivos durante largo tiempo. La imposibilidad de desprenderse de los objetos o el mantenimiento de la habitación o sus cosas como si nada hubiera pasado muestra en algunos casos esa dificultad de elaboración del duelo, con reacciones de negación que por otra parte son parte de ese proceso de ir asimilando los hechos.

Yo no podía dormir, me la pasaba en el cementerio. Me puse muy flaca, de la talla 12 quede en talla 8. Terrible porque yo esperaba en cualquier momento que 231 La dimensión colectiva de la violencia contra las mujeres el chiflara, como un turpial, yo espero que él llegue. Uno todavía no lo asimila. Yo tengo los muñecos de mis hijos en la pieza, los muñecos que le regalaban las niñas amiguitas. Los tengo en la pieza donde vivo, no boto nada, no regalo nada, los afiches. Yo hago de cuenta que están en un viaje. Me afectó la tensión también.

Las secuelas en la salud y el malestar psicológico han llevado a varios familiares a situaciones extremas de desamparo o incluso problemas graves de salud con resultado de muerte.

Se me alteró la tensión, estoy tomando droga para todo, me llevaron de urgencias porque sentía que la cara se me estaba adormeciendo. Yo no dormía, no comía. Yo tenía un hermano, mi hermano mayor Luis, nunca tuvo esposa, duró un tiempo viviendo con nosotros, me ayudó a criar a mis hijos, entonces para él mis hijos eran sus hijos. Cuando le conté que el ejército había asesinado a mi hijo, él entró en coma y murió a los dos meses de haber encontrado a mi hijo. Se murió de pena moral. Nos ha dañado a todos psicológicamente de una u otra forma.

He estado en el psiquiatra y en el psicólogo. Me ha afectado en los huesos, anímicamente vuelta nada. Al menos a ellas les quedaron hijos para poder abrazar, a mí nadie me da un abrazo. En el apartamento permanezco sola, sé que nadie me va abrazar ni siquiera el día de la madre. Dios no me dio más hijos, me hubiera dejado al menos un nieto, pero nada. Físicamente lo vuelve nada, solo me queda un oso que me dio para un cumpleaños, es lo único.

Sin embargo, las mujeres refirieron también cómo el proceso de investigación judicial ha sido una fuente de estrés y nuevos impactos psicológicos. El proceso penal ha generado nuevos impactos en las mujeres. Las mujeres compartieron cómo los mismos sindicados, en ocasiones son la anuencia de las autoridades judiciales, no han respetado el dolor de las madres.

En las audiencias que estamos en frente de los militares, en distancia de menos de un metro, si van a proyectar un video cómo hicieron las cosas, es frente a frente, mirándonos y riendo. Yo digo que el mismo juzgado, ¿cómo va a hacer esas arbitrariedades? Es un irrespeto, porque las madres de Soacha somos víctimas y revictimizadas.

Frente al dolor y la revictimización de que han sido objeto, las madres reivindican una identidad positiva de sus hijos, recordando esas memorias que les hacen sobreponerse al dolor. Sus actividades, sus gustos, sus valores, son recuerdos que les dan fortalezas a las madres para enfrentar su ausencia.

A Jaime le decía cariñosamente chivito. Él era desde pequeñito inquieto, siempre hacia papeles en el colegio, de zapatero, de pollo. Nos fuimos a Boyacá y él aprendió el oficio de campo, cantaba en la escuela, luego en el pueblo… Ya después nos vinimos a Bogotá, a Soacha. Estudió en Compartir, con uniforme rojo, ahí hizo otras presentaciones. Luego dijo que ya no iba a estudiar, porque veía que en la casa había mucha necesidad, que había muchas cosas que faltaban, que él se salía de estudiar para trabajar, para que las hermanas estudien. Él quería ser cantante y médico veterinario, siempre me pedía permiso, me decía que si podía ir. Estaba trabajando cuando pasó eso.

Hacer del dolor un lazo colectivo
Las mujeres madres y hermanas de los “falsos positivos” de Soacha, afrontaron de diversas maneras los sucesos que se desataron luego de la desaparición y ejecución de sus hijos y hermanos. Las mujeres identificaron como básico la fuerza de la organización colectiva y la necesidad de aliarse entre todas las madres afectadas por los mismos hechos, permitiéndoles reconocer que el dolor por las que cada una de las mujeres estaba pasando era similar. Primó la solidaridad, o lo que en términos feministas se conoce como sororidad, es decir, la hermandad entre ellas por el hecho de ser mujeres, lo que las llevó a apoyarse mutuamente y generar estrategias colectivas tanto en lo político como en lo jurídico.

La mayoría de las mamitas somos cabezas de hogar, no se dio de un día para otro, fue planeado. Vieron que eran jóvenes solo con la madre, que pensaban que no iban a hacer nada. Por ejemplo, en la Fiscalía no nos recibían la denuncia, pero cuando nos unimos con las otras madres, empezamos. Decían que no nos iban a escuchar, lo más terrible es que les salió el tiro por la culata… pensaron que esta gente de bajos recursos no iba a denunciar, o simplemente que se iban a quedar sentadas, y que nunca iban a buscar a sus hijos. Se equivocaron y nosotras inconscientemente disparamos la denuncia amplia a nivel nacional e internacional, visibilizando lo que estaba sucediendo no solo en Soacha sino en todas las regiones del país.

Los hostigamientos contra ellas y sus familiares, han hecho que las madres asuman la lucha por la verdad y la justicia sin involucrar otros miembros de la familia. Los costos han sido tan altos, incluso una de ellas perdió a otro hijo por investigar lo ocurrido a su hermano, que prefieren asumir esta tarea de manera personal y así evitar más represalias contra sus familias.

Nosotras hemos enfrentado esta lucha porque en realidad la mayoría somos mujeres cabeza de hogar, muy poquitas tienen sus compañeros. En mi caso yo no meto a mis hijos, porque casualmente por el caso de un hijo, Víctor Fernando, me mataron otro a los cinco meses. Por eso yo evito llevarlos a reuniones o eventos, porque mi hijo Jhon fue conmigo a traer al cuerpo del hermano y por eso lo mataron. Por eso voy sola a todo. En el caso de Luz Marina ya tiene a otro hijo amenazado. Nosotras somos las que estamos luchando por todo, es mejor uno solo.

Cuando se hizo público el caso de lo que llamaron “falsos positivos” de Soacha, la exigencia del esclarecimiento de los hechos llevó a las mujeres a iniciar acciones no solo legales sino también políticas, que tuvieron el acompañamiento de varias organizaciones no gubernamentales.

Eso nos llevó a exigir explicaciones de por qué decían esas cosas. Los medios de comunicación empiezan a distorsionar lo que había pasado. El MOVICE se acerca a las madres de Soacha y empieza a invitarnos al movimiento. Se acerca ANDAS, se acerca Claretianos, MINGA, a apoyar a las madres de Soacha. Donde la primera invitación o la primera denuncia amplia de ejecución extrajudicial, se hace el 6 de Marzo de 2009. Se hizo una marcha con todas las víctimas a nivel nacional, por la calle 26, se exhibieron las fotografías de todas las víctimas.

Las estrategias de aliarse con otras organizaciones fortaleció sin lugar a dudas el proceso social de las madres de Soacha, pues estas articulaciones fomentaron la confianza y la seguridad entre ellas e impulsaron otras actividades de denuncia, en la que señalan como responsables de las posibles represalias a agentes del Estado y ven en esta visibilización la protección de la conciencia colectiva.

La protección se da entre nosotras, la hemos forjado, dejando precedentes, que si nos pasa algo a nuestras familias, señalamos al Estado, al gobierno colombiano… Amnistía Internacional nos dio la oportunidad de denunciar a nivel internacional, en España, Alemania, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Irlanda y Estados Unidos y dejar el precedente de que si nos pasaba algo eran ellos.

Las mujeres buscan diversas maneras de encarar su dolor. Además de las estrategias de articulación y de apoyo mutuo, el afrontamiento también lo han construido desde el arte. En este caso, primero la madre y luego la hija, relatan cómo la música ha sido el vehículo utilizado para expresar o simbolizar la pérdida del hermano.

Mi hija Liz compone una canción para su hermano Leonardo, de denuncia, de seis minutos, y empiezo yo a comunicarle al MOVICE. Ellos la apoyan, la preparan para una denuncia amplia en Rap al Parque, el 18 de Octubre de 2009, donde se hace homenaje a las víctimas de Soacha. El 19 mi hijo Jhon Smith empieza a ser amenazado, creo que en una forma de presión que me inician a mí por estar hablando. Las amenazas continúan.

Yo prefiero recordarlo como era… Mi única forma ha sido por medio de canciones, escribiendo, cantando y en eso estoy. Yo no he superado lo de mi hermano, para mí no se ha muerto. Mi novio se parece a mi hermano, por eso estoy muyapegado a él. Es que a él lo han acogido de manera tan bonita porque se parece a mi hermano.

El siguiente listado en doce puntos realizado por una de las madres, sintetiza el grado de claridad y empoderamiento que ellas han adquirido en esta batalla por esclarecer lo sucedido.

Nosotras las madres somos las que más sufrimos, porque no parimos hijos para la guerra. Un hijo es lo más hermoso que Dios nos pudo dar a nosotras las mujeres: 1. Desaparición forzada, porque se los llevan obligados, algunos drogados. 2. Indocumentados. 3. Asesinados. 4. Se les roba la identidad y su rostro, metiéndolos en fosas comunes como N.N. 5. Señalados como delincuentes, prácticamente por un Presidente de la Republica que no tiene la delicadeza de averiguar quiénes son nuestros hijos. 6. Somos amenazadas por exigir verdad, justicia y no repetición de estos hechos. 7. Somos burla de los militares en las audiencias. 8. Los militares son apoyados por los abogados, con grandes dilaciones y todos quedaron en libertad. 9. Destruyen la vida familiar, acabando con sueños, proyectos, tranquilidad. 10. El Estado colombiano o el gobierno no está dispuesto a asumir, solo piensa en la impunidad. 11. Las madres de Soacha empezaron a morir sin saber lo qué pasó con sus hijos. 12. Nos han impuesto el fuero penal militar que blinda a los militares. Por todos estos doce puntos vale la pena luchar.

Verdad y justicia como reparación
Frente a todo este panorama, las mujeres tienen claridad sobre sus demandas de reparación pero desconfían que el gobierno pueda satisfacerlas.

Se lucha visibilizando, exigiendo verdad, justicia y no repetición de los hechos. Vemos que en el gobierno de Juan Manuel Santos ya se han dado nuevos falsos positivos. No hay garantías. Esas ministeriales no se hacen públicas.

Las madres demandan sobre todo justicia, una justicia que castigue a los responsables, no una justicia que les otorgue beneficios y mucho menos una justicia militar. Además frente a las atrocidades cometidas,señalan que los responsables deben arrepentirse y pedir perdón.

Se deben visibilizar las otras víctimas como nosotras. Hacer manifestaciones grandes para exigir, para tener reconfortación, para que esos que mandaron, que firmaron paguen… Más que miles de millones, que los metan presos que se les obligue a pedir perdón públicamente. No se puede reparar mucho de lo que pude vivir con mis hijos vivos.

Que los casos los lleven a la justicia ordinaria, que se arrepientan, que pasen el resto de su vida en cárceles ordinarias.

Varias de las madres señalan claramente que en estos casos no puede aplicarse la jurisdicción militar dado que se trata de crímenes atroces. Contrastan su dolor y sufrimiento con el trato otorgado por otros sectores del Estado a los culpables, y la diferente atención de que han sido objeto las víctimas respecto los perpetradores. Es esta diferencia y agravio el que genera más malestar y sentimiento de injusticia.

Que paguen en cárceles ordinarias, no en guarniciones militares, incluso uno de los que mataron a mi hijo ya se pensionó y los otros están cotizando pensión y aspirando ascenso. Esa es la justicia, somos víctimas y revictimizadas. Cuando los militares que asesinaron a mi hijo salieron en libertad, el General Padilla hizo una fiesta, les hicieron peluquería a los militares, fueron a spa, luego a atención psicosocial. ¿Acaso los hijos, los niños hijos de los asesinados han sido atendidos psicológicamente, han sido atendidos por el Estado? No, nosotras tampoco. Las madres de estos militares disque nos iban a denunciar por haber sacado medida de aseguramiento para sus hijos. ¿Qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido al contrario, sería que se iban a quedar sentadas sin reclamar?

Las madres exigen como una medida de satisfacción que el Estado asuma su responsabilidad y reconozca lo que hizo.

Que el Estado asuma su responsabilidad. Digan que no eran guerrilleros, violadores, extorsionistas. Que digan que se equivocaron. Reconozcan el error y el daño de las familias y de los jóvenes. Pero está muy lejos de alcanzar a no ser que las victimas nos uniéramos en una sola voz.

También señalan la importancia de medidas de reparación colectiva que beneficien a todos los habitantes del municipio, y en el que se reconozca el nombre de las víctimas. Esta forma de dar un sentido colectivo al dolor a través de una reparación con un efecto positivo en su medio social, fue señalada por varias mujeres en el grupo focal.

En el tema de reparación, a mi punto de vista, no solo se debe dar a las madres, sino a toda la comunidad, al barrio. Tenemos que ser conscientes de que ellos eran de una comunidad, donde compartían. A mi barrio llegamos donde él tenía seis años, él ayudo a pavimentar el barrio, a la gente que reestructuró las casas, era una persona muy sociable. Por eso la reparación no es solo familiar sino comunitaria. Soacha necesita muchas cosas, un hospital, un colegio, una universidad, con su nombre, a nombre de nuestros hijos, que les arrebataron la vida. Unas comunidades que los extrañan.

Aunque algunas de las madres han tenido la oportunidad de vivir en otros países, y a pesar de las constantes amenazas, manifiestan la importancia de quedarse a luchar, por ellas y por sus hijos, por la búsqueda de justicia.

Pasé papeles para irme a Canadá, pero no me aceptaron los papeles, y doy gracias por quedarme a luchar. Luego me llamaron de la embajada pero no fui, porque voy a seguir luchando, a seguir adelante para que se haga justicia a mí y a otras madres, a las víctimas.

En los casi cinco años transcurridos desde el hallazgo de los cadáveres de sus hijos, las madres de Soacha no han hecho otra cosa que denunciar el manto de impunidad que cubre los casos, tanto por la muerte de sus hijos como por las amenazas contra ellas y sus familiares. Además de la falta de rigurosidad y la poca efectividad con la que se han adelantado las investigaciones y los juicios de los militares que, según la Fiscalía, serían los responsables de las ejecuciones extrajudiciales.

Ha primado la impunidad pues hasta el momento de la reconstrucción de los casos (agosto de 2013) sólo se habían adelantando algunas investigaciones internas del Ejército Nacional que llevaron a los altos mandos y al Gobierno Nacional a instaurar procesos judiciales contra algunos de sus miembros que habían sido reconocidos como culpables para que pudieran ser juzgados.

El 30 de octubre de 2008 fueron destituidos por falsos positivos 27 oficiales del Ejército, entre ellos 3 generales y 7 coroneles En el 2009 fueron imputados por cargos un Mayor, un cabo y tres soldados profesionales.

“En julio de 2009 el juzgado tercero penal especializado del circuito de Bucaramanga condenó a ocho militares a las siguientes sentencias: Teniente coronel Wilson Javier Castro Muñoz, comandante del Batallón Rafael Reyes ( 54 años de prisión); Teniente Villani Realpe (55 años de prisión); Sargento José Eduardo Ñiámpira Benavides (55 años de prisión); – Soldado Guillermo Pacheco Anzola (29 años de prisión); Soldado Juan Carlos Álvarez (54 años de prisión); Soldado Nelson Ospina Tavarel (28 años de prisión); Venancio Puente Guapacha (28 años de prisión) -Soldado Germán Augusto Oliveros (28 años de prisión)”.

El 30 de julio de 2013, el Tribunal Superior de Cundinamarca emitió fallo histórico considerando los falsos positivos como delito de lesa humanidad. El fallo se refirió al caso de Faír Leonardo Porras Bernal. El fallo admitió que en el caso de los jóvenes de Soacha se dieron los delitos de concierto para delinquir y desaparición forzada. La decisión, de segunda instancia, aumentó las penas de 35 a 55 años de prisión y condenó al mayor Marco Wilson Quijano, el teniente Diego Aldaír Vargas, el cabo Carlos Manuel González y los soldados Richard Contreras Aguilar, Carlos Antonio Zapata Roldán y Ricardo Corzo por los delitos de concierto para delinquir y desaparición forzada, de los cuales habían sido absueltos en primera instancia.

Esas sentencias han sido históricas en medio de la impunidad en que se han mantenido los casos. Son el resultado del proceso de lucha de estas madres y de su resistencia frente a las amenazas, el miedo y la muerte. Y muestran el camino de la justicia como parte de la lucha contra la impunidad, la reparación a las víctimas y la prevención de estos casos en el futuro.

Este texto hace parte del informe “La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia” elaborado por la Comisión de Verdad y Memoria de la Ruta Pacífica por las Mujeres.