El ERG: la guerrilla que se rindió en el Chocó (Semana)

      

El Ejército Revolucionario Guevarista decidió seguir los pasos que dio el ERP el año pasado y entregó las armas. ¿Cómo sobrevive una guerrilla pequeña?

A diferencia de los primeros cuatro años de la década del 90, cuando se desmovilizaron ocho grupos guerrilleros (4.080 hombres), en los últimos 15 años no se había vuelto a ver ese fenómeno. Hasta el año pasado, cuando se desmovilizó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) con 48 hombres. Y el jueves de la semana pasada, el Ejército Revolucionario Guevarista (ERG) repitió la historia.

Si bien el tamaño del ERG puede ser pequeño (45 hombres), lo importante es que dejará de hacer daños una estructura que llegó a tener a 200 en armas.

Ejército Guevarista se desmovilizó en Chocó.

El jueves pasado, luego del acto público de desarme, el comandante ‘Cristóbal’ contó que lo decidió desde enero. No iba más con la guerra. Hasta las otras guerrillas los tenían asfixiados. El 13 de julio tuvo el último combate. Perdió cinco fusiles y tres hombres. Cuando regresó a su campamento reunió al resto y les confesó que al otro día llamaría al Ejército.

Era el fin de una historia que empezó hace 16 años en Chocó cuando decidió retirarse del frente Che Guevara, del ELN. Lo consideró traidor por dialogar con el gobierno Gaviria. En 1993, Olimpo Sánchez Caro, alias ‘Cristóbal’, junto con 17 hombres -varios de su familia-, decidió crear el ERG. Empezó en el Carmen del Atrato, un municipio húmedo, pobre y montañoso que vio nacer y crecer a toda su familia. Su papá fue el dueño del Cañón de Guaduas, donde tuvo lugar la desmovilización.

En medio del acto de entrega de armas, doña Josefa Caro, una señora canosa de botas de caucho -conocida como la ‘Abuela’- era la más feliz de todos. Mientras el Alto Comisionado para la Paz y el Alcalde del pueblo leían los discursos, ella levantaba su bolso de cuero negro y aplaudía con las manos extendidas hacia el cielo. Su hijo ‘Cristóbal’ le hacía señas para que hiciera silencio. Pero ella no hizo caso. “Estaba sintiendo alegría”, le dijo a SEMANA, con la simpleza de una campesina de 76 años.

Aunque nadie en el pueblo confirma que la ‘Abuela’ se alzó en armas con sus hijos, para los militares es un hecho que buena parte de la familia Sánchez Caro, incluida ella, conformaba una especie de primer anillo de seguridad para el ERG en la vereda Guaduas. Y esa es una de las razones por las cuales el Estado no había podido acabar con este grupo. Combatir las guerrillas pequeñas es difícil. Suelen actuar en donde sus líderes son nativos y eso les garantiza protección. En lugar de tener un campamento, son grupos que se reúnen para realizar acciones y luego se dispersan.

En pocos años, el ERG se expandió a Risaralda y Valle siguiendo los lineamientos de la guerra de guerrillas: llegar, ‘morder’ y escapar. Sus máximos golpes al Ejército fueron emboscadas. Dieron muerte así a casi 90 miembros de las Fuerzas Armadas. Una de las más recordadas fue la emboscada de 2005 en la vía que conduce de Quibdó a Tadó y en la que murieron 10 policías. A diferencia de otros grupos, a éste nunca se pudo comprobarle lazos con el narcotráfico. Se financiaban con secuestros y extorsión.

Para el año 2000, los guevaristas ya contaban con 200 hombres y eran prioridad para el Ejército en la carretera que de Medellín conduce a Quibdó y en el suroeste antioqueño. Cuentan miembros de la IV Brigada que cuando el presidente Álvaro Uribe era gobernador de Antioquia, acostumbraba a escribir en los alias de ‘Karina’ de las Farc (quien se entregó hace dos meses) y de ‘Cristóbal’ y les preguntaba: “¿Por qué no han sido capturados?”.

Pero la importancia de Olimpo y de sus hombres se fue apagando poco a poco. Cada vez se oían menos noticias del ERG, y sus integrantes se unían a las Farc o desertaban. El día de la desmovilización estaba una indígena, Marcela Velásquez Yagarí, de 27 años, gruesa y desconfiada. Dijo sentirse feliz por haber estado en la guerrilla nueve años y haber logrado lo que quería: vestirse de camuflado y empuñar un arma.

Marcela no fue el único detalle particular. De los 45 que entregaron las armas, 16 eran mujeres. Un número alto para un grupo tan pequeño. Marcela improvisa una explicación: “Si queríamos ir a la casa un día, los comandantes nos dejaban, y eso nos gustaba”.

La gente estaba ya cansada de ellos. El mismo ‘Cristóbal’ lo reconoce: “La muerte del ERG es el mayor triunfo del ERG porque nosotros le hacemos caso al pueblo”.

Publicado en SEMANA Fecha: 08/23/2008 – ed. 1373