Tras la captura de su hermano por nexos con narcotraficantes, el ministro Fabio Valencia Cossio enfrenta la peor crisis de su vida política.
Fabio Valencia Cossio, ministro del Interior y Justicia. |
En la tarde del jueves 25 de septiembre había expectativa en el Palacio de Justicia de Medellín. Horas antes había sido capturado en un hotel Guillermo León Valencia Cossio, el ex director de la Fiscalía seccional de la capital de la montaña y hermano del Ministro de Interior y de Justicia. Hacía más de un mes que se habían revelado comprometedoras conversaciones entre Valencia y Felipe Sierra, un empresario antioqueño acusado de ser miembro de la organización delictiva de Daniel Rendón Herrera,’Don Mario’.
Aunque pululaban los rumores y las versiones, nadie sabía a ciencia cierta qué había arrojado la investigación de la Fiscalía a uno de sus propios miembros. Con voz pausada, pero firme, la delegada ante la Corte Suprema, Ángela Buitrago, enumeró los cinco delitos en que presuntamente había incurrido Valencia: concierto para delinquir agravado, destrucción, supresión y ocultamiento de documento público, revelación de secreto, enriquecimiento ilícito y utilización de asuntos reservados.
Buitrago, quien es respetada por su labor al frente del proceso del Palacio de Justicia, fue contundente: “El doctor Guillermo León Valencia Cossio, con su proceder, hace parte de una organización al margen de la ley”.
Según la fiscal Buitrago, Valencia no sólo removió el nombre del segundo al mando de una organización criminal del organigrama de la Fiscalía, sino que informaba permanentemente a esa asociación delictiva de los operativos y las acciones que adelantaba la Fiscalía General de la Nación.
“Es claro que el señor Valencia Cossio recibía regalos del señor Felipe Sierra. Recibió dinero. Recibió una cuatrimoto que está valorada en 40 millones”, dijo sin titubear Buitrago a la jueza 17 penal municipal. Y agregó, dirigiéndose a Valencia: “Usted participó activamente en una investigación de un familiar del famoso ‘Cebollero’, cambió fiscales según evidencia, para solucionarle un problema al ‘Cebollero’. Y el ‘Cebollero’ es el jefe la Oficina de Envigado y quien tiene relaciones con bandas criminales”.
Esas no fueron las únicas revelaciones de la Fiscalía. Con el fin de persuadir a la juez sobre la necesidad de confirmar la medida de aseguramiento contra Valencia, se presentaron grabaciones de tres llamadas interceptadas al ex fiscal los días 6 y 7 de septiembre. En ellas, Valencia habría pedido la destrucción y el ocultamiento de pruebas.
Aunque la jueza aceptó las cinco imputaciones, optó por otorgarle lacasa por cárcel al ex fiscal. Ella defendió su decisión: “La medida de aseguramiento (en la residencia), en ningún momento está desconociendo la gravedad de los hechos. En estos momentos, él es un ciudadano que también tiene derecho a la defensa y que en estos momentos tiene incólume su derecho a la presunción de inocencia”. De inmediato, tanto la Fiscalía como la Procuraduría General apelaron esa determinación.
Cuando se conocieron, hace un mes, las conversaciones entre Guillermo León Valencia y un presunto narcotraficante, aunque escandalosas, aún faltaba la investigación de la Fiscalía. El jueves, la misma entidad donde laboró Valencia, no le creyó sus declaraciones de inocencia y entregó su veredicto: en su ilustrada opinión, el ex fiscal estaba al servicio de los malos.
Que la Fiscalía considere que Guillermo León Valencia sea un miembro de la organización de ‘Don Mario’, uno de los capos más buscados por las autoridades colombianas y extranjeras por actividades de narcotráfico, no es de poca monta. Valencia no es cualquier funcionario. Durante cinco años fue el director encargado de la Fiscalía seccional de Medellín. Era el encargado de aplicar justicia en Medellín y de liderar la lucha contra las organizaciones criminales. Valencia tampoco es un ciudadano cualquiera: su hermano Fabio es el Ministro del Interior y de Justicia.
En los últimos días se han sacado a relucir las similitudes del caso de los Valencia Cossio con el de la canciller María Consuelo Araújo, quien renunció tras ser detenido el senador Álvaro Araújo, o el del general Óscar Naranjo, cuyo hermano fue arrestado en Alemania por narcotráfico pero no motivó la dimisión del oficial, reconocido internacionalmente por su lucha contra los carteles de la droga. Para los partidos uribistas, las dificultades penales de Guillermo León Valencia se asemejan más al segundo caso; insisten en que las responsabilidades penales son individuales y el Ministro no debe sacrificar sus décadas de servicio público y de vida política por los problemas de un familiar.
Sin embargo, Fabio Valencia Cossio no es el ministro de Ambiente o el de Cultura. Es el responsable de la dirección de la política criminal del Estado, incluida la lucha contra el narcotráfico. Su Ministerio interactúa diariamente con el aparato de justicia y en particular, la Fiscalía. Si bien Valencia insiste en que respetará la independencia de la justicia, no le será fácil ser neutral dada su alta posición. El Ministro nombra al director del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), que sería la entidad encargada de mantener recluido a su hermano si se revoca la casa por cárcel. Algo que, curiosamente, debería apoyar el gobierno.
En el manifiesto democrático de 100 puntos que prometió cumplirles a los colombianos para ser elegido en 2002,el presidente Álvaro Uribe dijo que iba a “eliminar el beneficio de cárcel para los corruptos” (#25).
Aunque la juez insiste que obró en derecho al darle ese privilegio a Guillermo León Valencia Cossio, sorprendió su generosidad dadas las graves acusaciones que enfrenta el ex fiscal. Para algunos sectores, influyó la jerarquía del hermano del acusado. Pueden estar equivocados, pero esa sensación persistirá durante las diferentes etapas procesales. Todo lo que se haga se mirará bajo esa óptica negativa y afectará la capacidad de gestión del ministro Valencia Cossio e incluso las condiciones de reclusión de su hermano.
Detrás de todo el morbo que despierta ver al Ministro del Interior y de Justicia acongojado, golpeado y en la cuerda floja, hay una gran tragedia familiar. Los Valencia Cossio han estado en la política antioqueña por décadas y muchos de sus miembros se han destacado en la vida pública y la privada. Son parte esencial del establecimiento antioqueño. Hoy, sufren por las actuaciones de una ‘oveja negra’.
Nuevas revelaciones
La historia delo que ocurría en la Fiscalía de Medellín aún no se ha contado. Hasta ahora sólo se han conocido las grabaciones que involucran al director de la seccional, Guillermo León Valencia Cossio, y su detención el jueves pasado (ver artículo anterior). Pero no se sabe mucho hasta qué punto la mafia tenía infiltrada a la institución y qué efectos había producido.
Y a la hora de comenzar a contar ese capítulo de la historia muchos conocedores de la situación en Medellín han puesto sus ojos sobre Mario Nicolás Cadavid. Hace dos semanas este controvertido fiscal salió del anonimato debido a una extensa entrevista que realizó en La W radio, en la cual lanzó polémicas acusaciones contra la Fiscalía en Bogotá y cuestionaba su reciente traslado de Medellín a Pasto. Algunos fiscales que hablaron con SEMANA dicen que al oírlo sentían como que los pájaros les estuvieran tirando a las escopetas.
Cadavid tiene más de 20 años de experiencia en la rama judicial y ha sido director seccional de Medellín en cuatro oportunidades. Una de ellas fue en 1998, un año no muy afortunado para la Fiscalía en esa capital. Más de 10 agentes del CTI fueron asesinados, varios amenazados e, incluso, algunos fiscales que llevaban importantes casos contra la temida ‘Oficina de Envigado’ y contra paramilitares fueron trasladados, sin justificación alguna, a zonas tan apartadas como Putumayo.
Los fiscales consultados consideran que hay muchos episodios polémicos en la gestión de Cadavid. Uno de ellos tiene que ver con la muerte de dos funcionarios de la Fiscalía de su entera confianza: Óscar Alejandro Ávila y Juan Carlos Palacio. El primero, conocido con el alias ‘Bananini’, fue asesinado en agosto de 2007 por sicarios en El Poblado, y era un hombre cercano a alias ‘Rogelio’, última cabeza visible de la ‘Oficina’ y quien este año se entregó a la justicia norteamericana. El segundo, Palacio, fue asesinado pocos meses después en el barrio Prado y estaba señalado de ser el ‘enlace judicial’ con las bandas de Bello.
Al ser consultado por SEMANA, Cadavid aceptó que en algún momento trabajaron para él, pero negó conocer cualquier vínculo de ellos con bandas criminales: “¿Cómo es que las autoridades nunca me avisaron de eso?”, se preguntó Cadavid. Y de verdad es posible que Cadavid no supiera, a pesar de que las andanzas de sus dos ex colaboradores y los hechos que rodearon sus asesinatos eran vox populi en los círculos judiciales paisas.
Varios investigadores retirados que trabajaron con Cadavid en los años 90 sacan a relucir otro caso: el del coronel Mauricio Santoyo, hoy general, ex comandante del Gaula de la Policía de Medellín, quien en abril de 2001 fue llamado a indagatoria por su presunta participación en la interceptación ilegal de líneas telefónicas. Ese mismo año la Fiscalía se abstuvo de proferir medida de aseguramiento contra él y, meses después, fue absuelto. El fiscal del caso era Cadavid. Esa decisión no estuvo lejos de la polémica,ya que con las mismas pruebas con que él absolvió a Santoyo la Procuraduría encontró méritos suficientes para imponerle una drástica sanción.
“También hay que preguntarse por qué casos como el de Upegui, o el ‘Cebollero’ o ‘Danielito’ nunca prosperaron en la Fiscalía de Medellín”, dijo un investigador retirado. Y a ese listado de nombres ampliamente conocidos en el mundo del hampa habría que agregarle el de Hugo Albeiro Quintero, capturado la semana pasada por presuntos nexos con paras. El reconocido zar del transporte en Antioquia y mandamás de Bello siempre había salido bien librado por la justicia, a pesar de su historial delictivo.
Cadavid, al igual que todos aquellos que están resultando salpicados en este escándalo, niega cualquier vinculación con narcos: “Reto al Fiscal General y a todo su equipo para que me saquen una sola cosa turbia en mi vida”. Lo cierto es que el rompecabezas que representa la investigación que se adelanta por la penetración de la mafia en la Fiscalía de Medellín tiene todavía muchas piezas sueltas que sólo con el tiempo se irán uniendo. Y las piezas sin duda van más allá de Guillermo León Valencia.
Publicado en SEMANA edición 1378