La vida de este líder fue segada el 19 de abril de 2017, momento en el cual “trascendió al plano espiritual”, desde donde vela por su comunidad. Fue quien más luchó para que los indígenas desplazados por una de las masacres más crueles perpetrada en el país tuvieran una reparación integral y pudieran vivir dignamente por fuera de las tierras de sus ancestros.
Hasta los últimos minutos de su vida, Gerson trabajó sin descanso para lograr la tan esquiva reparación de las 73 familias que se asentaron en una finca de Timbío, en el centro de Cauca, tras haber sido expulsados de sus hogares por paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) que llevaron muerte y terror a las veredas del Naya, región montañosa limítrofe con el departamento de Valle del Cauca.
En la tarde que partió hacia el plano de los espíritus, según la creencia de los indígenas Nasa, estuvo reunido durante largas horas con funcionarios de la Unidad de Víctimas para evaluar cómo marchaba la implementación del plan de reparación que la comunidad construyó años atrás. El encuentro giró sobre un tema: la instalación de un acueducto alternativo para la comunidad Kitek Kiwe, que significa Tierra Floreciente en nasayuwe, su lengua ancestral.
Al salir de ese encuentro, que tuvo lugar en el propio resguardo del cual era su gobernador, Gerson tomó rumbo a su casa a pie y en el camino se topó con un comunero, un indígena de su comunidad, que le disparó con una pistola y provocó su prematura partida. Minutos después el verdugo fue capturado por la Guardia Indígena y juzgado bajo las normas que amparan la jurisdicción indígena.
El nombre del condenado no trascendió y es mantenido en reserva para no entorpecer la investigación de la Fiscalía General de la Nación, pues consideran que hay elementos para creer que personas ajenas a la comunidad encargaron el asesinato a un nativo, ya que dentro de ella no podían alcanzarlo. Debido a sus fuertes denuncias, en las que pedía justicia para su pueblo y la judicialización de quienes respaldaron el paramilitarismo en Cauca, Acosta había recibido amenazas de muerte.
Hablar de este líder sacrificado obliga a hacer referencia a Kitek Kiwe, y para detallar a esa comunidad, lamentablemente debe hacerse lo mismo sobre los hechos que fracturaron la vida de las familias afro e indígenas que habitaban el Naya.
En la Semana Santa de 2001, alrededor de 200 paramilitares del Bloque Calima de las Auc marcharon por las veredas de los tres municipios que componen esa región montañosa, rica en recursos naturales, asesinando, saqueando viviendas y desplazando a quienes se encontraron por su camino.
Desmovilizados de las Auc que acudieron al mecanismo de justicia transicional conocido como Justicia y Paz, en parte de su proceso de reincorporación a la vida legal, narraron que en los cruentos hechos perpetrados en el Naya participaron miembros del Ejército Nacional, quienes facilitaron el traslado de los paramilitares en camiones y, además, les proveyeron material de guerra.
Conforme esos comandos ilegales avanzaban por el Naya, más familias desplazadas se concentraban en Timba, corregimiento de Buenos Aires, Cauca, en donde instalaron los primeros refugios. Meses después, la mayoría de familias indígenas se trasladaron al vecino municipio de Santander de Quilichao y construyeron albergues en la plaza de toros.
Allí se refugiaron 4 mil nativos Nasa, pero con el paso de los años la mayoría retornó al Naya sin el acompañamiento del Estado, pero 73 familias resistieron y permanecieron en este albergue, hasta tanto el gobierno nacional les diera una solución. Acatando un fallo de tutela, el 18 de enero de 2004, el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural compró y les tituló la finca La Laguna, en zona rural de Timbío. En este territorio esas familias se convirtieron en una sola y echaron raíces para crear su nuevo hogar: el resguardo de Kitek Kiwe.
Durante el éxodo del Naya y la llegada a Kitek Kiwe, el liderazgo de Gerson se fortaleció trabajando por la comunidad y enfocó su labor en los niños, adolescentes y jóvenes. Durante la prolongada instancia en los albergues de la plaza de toros, utilizó el deporte y la recreación para tratar sus traumas y que dejaran de lado la idea de buscar venganza y vincularse a grupos armados, legales o ilegales. Rápidamente avizoró que para garantizar la pervivencia de la comunidad, el mejor capital era formar nuevos liderazgos.
Su viuda, María Eugenia Vergara, con quién alcanzó a compartir 16 años de matrimonio, considera que fue un psicólogo empírico que ayudó a sanar heridas: “Él tuvo un acompañamiento constante con los jóvenes cuando ocurrió el desplazamiento porque muchos estaban resentidos y querían empuñar las armas. Su estrategia fue inculcarles el deporte y resaltarles la importancia de los valores”.
Ese trabajo es una de las principales labores de Gerson que recuerda con gratitud Edwin Guetio, uno de sus pupilos más avezados, a quien logró persuadir para que no se enlistara en el Ejército, y hoy en día, tras ocupar varios cargos bajo su orientación, es consejero de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), uno de los mayores cargos de liderazgo Nasa: “Era muy recursivo. Siempre trabajó con la recreación, el deporte y la comunicación. Ya en Kitek Kiwe se dedicó a lo mismo, pero a través de la emisora comunitaria Kiwe Estéreo”.
María Eugenia recuerda que lo que más le apasionaba era la música y el diálogo con la juventud: “Le encantaba hablar con los jóvenes y lo que dejó sembrado aquí es el despertar de su consciencia. Cuando estamos en alguna integración, ellos hablan de que somos una familia, la familia kitekiwence, conformada por los desarraigados de Pueblo Nuevo Ceral, Cerro Azul y el Alto Naya. Eso lo dejó inculcado para seguir defendiendo y perviviendo acá”.
Y recalca que Kitek Kiwe es un territorio de reubicación, por el que su esposo estuvo tan comprometido que tan sólo podía compartir con ella y sus dos hijos los días domingo. “Prácticamente dio su vida en este proceso, en 2017 cumplía 17 años estando al frente. Dios me dio fortaleza y sabiduría para entender la necesidad que estábamos viviendo. No cualquier mujer soporta tener un esposo dedicado únicamente a la organización, y era necesario porque somos una gran familia, de 73 familias desarraigadas, que tuvo que empezar desde cero”, recalca la mujer, con satisfacción.
Finalmente, el tiempo les dio la razón porque esa siembra floreció abundantemente. “La mayoría de los líderes actuales somos producto de la formación de Gerson Acosta y cada uno de nosotros trata de guardar algo de él y conservar lo que más que podamos, porque fue nuestro orientador, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro hermano y nuestro padre, a pesar de que era muy joven. Se esforzó mucho en vida por sacar líderes que defiendan la comunidad”, detalla Guetio.
Aunque Gerson ya no está físicamente para orientar a Kitek Kiwe, su legado vive entre las 73 familias que integran este resguardo y su espíritu impulsa su plan de vida, que se centra en la identidad, el territorio y la pervivencia.
Este perfil hace parte del informe ¿Cuáles son los patrones? Asesinatos de líderes sociales en el Post Acuerdo. Haga clic en la imagen inferior para conocer sobre esa investigación y acceder a más perfiles.