Gracias a la confesión del paramilitar Jairo Castillo, el país está aterrado del maridaje entre algunos políticos en Sucre y las mafias de las AUC.
Jairo Castillo, de 38 años, era un humilde campesino al que jamás le gustó el estudio porque le daba dolor de cabeza. A los 12 años de edad ya compraba y vendía piel de babilla y engordaba marranos para sostener a su familia. Con sus ahorros compró una gasolinera y le puso Pitirri, como lo llamaban en su pueblo, Sucre, Sucre. Pero su negocio fracasó por culpa de la guerrilla, que lo mantenía extorsionado.
Decidió irse a vivir a San Marcos, cerca de Sincelejo, en donde, según él, compró una casita de mala muerte, se dedicó a sembrar arroz y sorgo y le cayeron los paramilitares a cobrarle el impuesto de guerra. Era el año 1997 y desde esa época se unió a ellos como escolta de un ganadero de la organización e informante del Ejército. Poco a poco se ganó la confianza de los paras y aunque no sabe leer ni escribir, pero sí firmar, les manejó su fortuna en Sucre. En 2000 intentaron asesinarlo y decidió colaborar con la Fiscalía. Durante años lo tildaron de loco. Después del asesinato de la fiscal Yolanda Paternina, a quien le contó todo lo que sabía, fue protegido como testigo y hace cuatro años está fuera del país. Con base en su testimonio, la Corte Suprema de Justicia ordenó las recientes capturas de los políticos sucreños por sus posibles nexos con los paramilitares.
SEMANA: ¿Se arrepiente de haber sido paramilitar?
JAIRO CASTILLO: No me arrepiento. Lo que quiero es pedirle perdón a mi departamento por saber tantas cosas y no haberlas dicho a tiempo. Pero es que el que denunciaba se moría y hoy soy el único testigo que queda vivo.
SEMANA: ¿Por qué después de tantos años de su confesión le creen ahora?
J.C.: Ajá. Yo no sé. Yo nunca di testimonio en la Corte. Y estoy muy agradecido con la Fiscalía porque me protegieron con mis cuatro niños y mi esposa. Pero eso es distinto. Lo otro es que cada vez que abría la boca para denunciar, los malosos se enteraban.
SEMANA: ¿Desde cuándo viene la alianza entre los políticos y los paramilitares?
J.C.: Esa alianza viene desde el 96. Quien sube a buscar a los paramilitares es Joaquín García y se reúne con ‘El Profe’ Vicente Castaño y Mancuso. Va con Miguel Nule Amín, Eduardo Chaui y Javier Piedrahíta, un narco duro de la región. Ahí empezaron a conformarse los grupos. Y comienza el plan limpieza y la gente a temblar. En Sincelejo todas las noches había un muerto, dos muertos. Ahí cogen fuerza ellos. Yo era el escolta de Joaquín por medio del Ejército y portaba un carné del B-2 para poderme chapiar.
SEMANA: Todo parece indicar que su testimonio tiene a más de un político temblando.
J.C.: Me da pesar por mi país. Pero si quieren hacer de una vez por todas una limpieza, es mejor que el país conozca todos esos nombres. Por ejemplo, ‘La Gata’ y el ‘gordo’ Álvaro García son íntimos. Ella es muy importante en el movimiento porque maneja buena parte de Sincelejo. Toda la vida ha tenido matones a sueldo, pelados de Medellín a quienes les pagaba 150.000 pesos y un buen carro. Ella ordenó la masacre de El Salado, en el Carmen de Bolívar en 2000 y asesinaron a 38 personas. Ella le entregó a Felipe, alias ‘Pitufo’, que era el jefe de finanzas del mono Mancuso, 30 millones de pesos en la mano para contratar los hombres y los camiones.
SEMANA: ¿Y cómo es que llega usted a manejar las finanzas de los paras?
J.C.: A mí me conocía mucha gente y recogía las finanzas de Sucre y de los límites de Bolívar y Córdoba. Salvador Arana acordó ponerles una cuota a los tenderos. A los que vendían gaseosa y pan. Ellos pagaban 10.000 pesos al mes. Con ellos yo recogía tres millones mensuales. A los municipios se les cobraba cada dos meses cuatro o cinco millones, dependiendo de la plata que sacaban de los contratos o de las regalías. Y los ganaderos eran por hectárea. Si era un hacendado con bastante ganado, eran 50 millones por año…
SEMANA: ¿Y si no pagaban?
J.C.: Había un ‘plan veneno’ que se les mandaba gente armada con fusil y se les daban instrucciones para que hablaran con la organización. Y después entraban al ‘plan purgante’, que era cuando venían a mí arrodillados. Yo les decía pues venda esa h.p. finca o póngala a producir. Y si no pagaba, lo mataban. Así de sencillo. Del miedo les vendían las fincas a los paramilitares. Así se volvieron ricos poco a poco. De no tener nada, hoy tienen fortunas de 3.000 millones de pesos. Y la mayoría de las fincas está a nombre de campesinos bobos que tuvieron que prestarse para eso.
SEMANA: ¿Y qué pasó con la plata que ustedles movía a los paramilitares?
J.C.: Por ahí hay alguna platica consignada en cuentas con nombres de los muertos de las masacres. Porque nada podía estar a nombre de nosotros, ni siquiera los celulares. Todos eran a nombre de muertos. Y así tienen oculta la fortuna. Y a través de doña Enilce se lavaba mucho dinero con el chance. Ahí es donde ella se vuelve una dura con esta gente.
SEMANA: ¿Qué tanta gente nombró usted vinculada a los paras?
J.C.: Yo hablé de Salomón Feri, ahí está en La Ceja, ahora le dicen ’08’. Él era un Hitler en el departamento. En Sincelejo no quedó un vendedor público vivo por culpa de él y sin embargo, entraba a la Policía con sus carros robados, llenos de paramilitares. Decía que era mayor retirado. Su hermano es representante a la Cámara.
SEMANA: ¿Denunció además a empresarios o ganaderos?
J.C.: Hablé de varios arroceros, empresarios de palma africana, ganaderos y paisas que tienen las mejores tierras en Córdoba, gracias a los paras.
SEMANA: ¿A quién se refiere?
J.C.: A una gente que está cerca al alto gobierno. Conozco finca por finca y sé cómo las adquirieron. Mire para Córdoba y verá un personaje muy importante.
SEMANA: ¿Cómo quién?
J.C.: Por ejemplo, Mario Uribe, y por eso no se atreve a hablar duro. Vamos a esperar a que la Corte diga. Usted más adelante se va a dar cuenta. O si no pregúntele si conoce a ‘Pitirri’, a ver qué cara pone.
SEMANA: ¿Usted le contó esto a la Fiscalía?
J.C.: Le conté de las relaciones de él con Olegario Otero de Sahagún. Es un ganadero para. Es el primer hombre que dio los auxilios a las autodefensas de San Marcos y Sucre en 1995. Les dio R-15 y munición que le daba el batallón de infantería. Y el promotor de los sicarios en esa época era Fedegán y el que ayudaba, un hombre de Corozal, fue premiado con una embajada. Hay que esperar a la Corte que ya se puso los pantalones.
SEMANA: ¿Cómo describe usted al senador Álvaro García?
J.C.: Él es un hombre que tiene las dos caras de la moneda, cara y sello. Cara para sentarse en el Congreso, y sello para matar con Joaquín, su hermano, promotor de los paramilitares. Así, matando, crearon el terrorismo en la región. Desde el 95 jamás ha hecho política pública. Por eso tiene poder.
SEMANA: ¿Y al ex gobernador de Sucre y ex diplomático Salvador Arana?
J.C.: Un bandido.
SEMANA: Hay gente que cree que usted simplemente está repitiendo un libreto.
J.C.: Yo viví todo eso y jamás se me va a olvidar. Las motosierras, los muertos, las extorsiones, las vacunas. Ahora lo que estoy haciendo es limpiando mi alma.
Publicado en SEMANA, Fecha: 11/18/2006 – Edición 1281