El caso de Zully Codina

      
Ejercía dos de los oficios más peligrosos en Colombia: sindicalista y periodista. La mataron los paramilitares del Frente Tayrona en Santa Marta quizás por eso mismo.

zully-codina-300Hernán Giraldo, ex jefe paramilitar del Bloque Resistencia Tayrona, reconoció que sus hombres fueron los autores materiales del homicidio de Zully Codina. Foto: archivo particular.A Zully Codina la emocionaba cubrir el Reinado Nacional de Belleza y ya pronto se iría a Cartagena a entrevistar reinas y diseñadores. Era un cambio de rutina que la alejaría de rutinas y preocupaciones, pero también una oportunidad de ganarse unos pesos de más. Así que esa mañana amaneció enérgica, despachó sus dos hijos para el colegio, Carlos Rafael, de 12 años, y a Rafael Andrés, de 10, y se despidió de su esposo. Después de pasar por la farmacia a comprar pilas para la grabadora de periodista, pensaba tomar un bus y llegar a su otro trabajo, el de cajera, en el Hospital Julio Méndez Barreneche. Ya sehabía hecho a la idea de que no podría irse con su prima Lilia Emperatriz, pues ella no había pasado temprano a recogerla como era su costumbre.

Eran las 7 y 40 de la mañana del martes 11 de noviembre de 2003 cuando salió de su casa en el Barrio La Concepción I de Santa Marta. No había caminado cincuenta metros, cuando dos sicarios en una motocicleta la abordaron. Le dispararon tres tiros en la cabeza. En minutos, Radio Gaelón, a donde también trabajaba Codina, estaba dando de primeras la trágica noticia. A José Ponce Obispo se le oyó la voz más ronca cuando contó cómo fue el atentado contra la periodista y sindicalista de 49 años, que le quitó la vida.

La periodista
Codina era la hermana mayor de una familia de cinco mujeres y un solo medio hermano. Nació en 1954 en Ciénaga, Magdalena, y cuando tenía 14 años su familia se radicó en Santa Marta.

Su estupenda voz le abrió las puertas de la radio a muy temprana edad. Era la mejor voz de Santa Marta o quizás de la Costa Caribe. Desde niña, con sus hermanas, jugaba a transmitir los partidos de fútbol o los certámenes de belleza. En su adolescencia participó en reinados del colegio y se granjeó fama por su destreza ante el público.

A sus veinte años, la convenció Julio Bolaños, periodista y vecino cienaguero, de que hiciera un curso de locución. Desde el primer momento que la escuchó al otro lado del micrófono quedó absorto como un marinero con el canto de una sirena. Unos años después, en 1979, Zully Codina ya leía las noticias en la emisora “La voz del turismo”. Estaba entre las primeras voces femeninas de la radio samaria. Con el tiempo pulió su habilidad de locutora y no hubo director de una radio local que no la quisiera en su nómina. Desde entonces combinó su trabajo en radio con el del Hospital San Juan de Dios de Santa Marta, donde arrancó como secretaria.

En 1984, el periodista y dueño de Radio Galeón, Rodrigo Ahumada Bado, quien sería asesinado años más tarde, la contrató para que condujera un programa llamado “Mujeres en la tribuna”. Aunque ella no era periodista con título y su papel era el de conductora del programa, “aprendió a entrevistar con agudeza, como cualquier periodista avezado”, recuerda Mayito Ilueca, una de las cuatro periodistas que junto a Codina hacían el programa que estuvo dos años al aire.

De esa experiencia nació una amistad invencible entre Ilueca y Codina. Las dos se juntaron más tarde para hacer un programa de salud que se llamaba “Entérese”. Hacían notas periodísticas, tramitaban preguntas de los oyentes y entrevistaban médicos, especialistas y funcionarios relacionados con el sector. La primera versión de “Entérese” se acabó unos años después. Sin embargo Codina siguió leyendo noticias, haciendo programas y cuñas radiales para diferentes emisoras.

A comienzos del nuevo milenio se volvió a reunir con Ilueca quien le propuso revivir ese programa, pero ya no sería solo sobre salud sino un magazín de temas políticos, sociales y de farándula. Esta vez “Entérese” se emitiría en Radio Rodadero, de Todelar, los sábados de nueve a diez de la mañana. Por allí pasaron gobernadores, alcaldes, sindicalistas, artistas, entre otras personalidades. En una ocasión estuvo en la cabina Jorge Noguera, entonces gerente de la campaña de Álvaro Uribe en el Magdalena, para contar cómo iba la campaña.

El último programa que hicieron las dos amigas fue con Pablo Beltrán, director del Departamento Administrativo del Medio Ambiente de Santa Marta (Dadma). El funcionario contó sobre las dificultades por las que atravesaba esa institución en los días aciagos en que los paramilitares subordinaban los gobiernos locales a sus intereses.

Preocupada por los demás
Pero a la vez que aumentaba su destreza periodística crecía en ella una preocupación genuina por los menos favorecidos. En el hospital, al que había entrado antes de cumplir 20 años, buscaba la manera de conseguirles camas a los enfermos desamparados. Con frecuencia también llamaba a su casa para pedirle a alguna de sus hermanas que le guardara un plato de comida a algún familiar de un enfermo. Esa vocación la motivó a entrar al Sindicato por la Salud y la Seguridad Social (Sindess) al que pertenecían varios de sus compañeros. Y aunque su formación política era empírica, discutía con vehemencia con sus amigos más cercanos sobre los problemas de la salud y los trabajadores.

Dos años antes de que la mataran, Codina había salido de la junta del sindicato, había dejado su papel de tesorera en el que estuvo casi seis años, y se había dedicado a ser la relacionista pública de Nidia Castañeda, quien hasta hoy es la presidenta de Sindess. Ella le cuadraba las citas con personalidades importantes aprovechando que conocía a mucha gente debido a su trabajo en el programa radial.

Sobre lo que estaba ocurriendo en los hospitales de la Costa, que para la fecha se habían convertido en fortín burocrático y fuente de recursos para los paramilitares, no hablaba en la radio y muy poco con su familia. Ilueca, su compañera de cabina y ella habían hecho un pacto tácito de no hacer denuncias que pudieran poner en riesgo sus vidas.

Por eso no se le recuerda como una líder vehemente, sino más bien como una persona conciliadora. “Ella creía que la mejor forma de solucionar los problemas era el diálogo y sus compañeros más radicales creían que era débil”, dice Castañeda. Hay versiones de personas del barrio que cuentan que antes de que la mataran ella intentó hablar con los sicarios y convencerlos de que estaban confundidos de víctima. De ahí que su muerte haya causado extrañeza entre los samarios.

Lo que no decía
“Yo no me voy a casar”, decía Zully Codina con frecuencia, pues consideraba que el matrimonio le cortaría las alas. No obstante, a comienzos de los noventa conoció a Rafael Sánchez y a los 37 años se casó. Tuvieron dos hijos, pero nunca abandonó sus dos trabajos. En los momentos en que su esposo estuvo desempleado, ella sostenía su hogar.

Para sus hermanas ella era una especie de vínculo integrador. Miriam Codina, la mayor, recuerda que en una ocasión, cuando su papá Carlos Codina aún vivía, se le ocurrió enseñarles “Mi querido viejo”, de Piero, para cantársela en un día del padre. Todas le hicieron caso y hasta hoy recuerdan la letra de la canción. En otro momento, ella misma organizó un encuentro de primos y tíos al que asistieron casi 250 personas. A la fiesta llegaron familiares que no se conocían entre sí. Entusiasmado la familia programó otro para 2004, pero como Zully ya no podía ir, se canceló.

Codina nunca expresó desaliento en su familia. Tampoco dio cuenta de que estuviera amenazada, aunque en los meses antes del atentado se le notaba decaída, según contó una amiga cercana. Pero en la familia ponía su mejor cara. “Ella no me comentó a mi nada sobre ninguna amenaza. Pudo ser por temor de que me fuera suceder a mí o a la familia. Tampoco les comentó nada a sus hermanas. Nos estaba protegiendo”, cuenta Rafael Sánchez, su esposo.

Cuando se le pregunta a la familia si perteneció a alguna organización política, nadie precisa qué partido o movimiento apoyaba. Una muestra de hasta donde mantenía la distancia es, por ejemplo, que ninguno de sus allegados recuerda que Codina perteneció al MOIR. Lo que sí está fresco en sus memorias es que se indignaba cada que comentaba la posibilidad de que privatizaran el hospital o cuando se cometía una injusticia con los empleados o los pacientes.

Codina llevaba una procesión por dentro. Ella estaba preocupada por algo muy grave, que se tragaba para no preocupar a nadie. Días antes de su asesinato, había encontrado su escritorio revolcado. Para ese momento ella era cajera del Hospital. Todo estaba en desorden. En ese mismo escritorio también tenía guardados unos panfletos que repartieron a los empleados del hospital que estaban sindicalizados. El Bloque Caribe de las AUC, según una sentencia que da cuenta de la inspección judicial que se hizo días después, advertía que serían asesinados los empleados que se opusieran a los lineamientos del grupo ilegal.

Según recuerda Castañeda, presidenta del sindicato, Codina le contó del incidente: “Lo único que recuerdo, que fue muy raro, es que días antes, ella había contado que se le metieron en la oficina a buscar algo. Se llevaron un brasier nuevo que había comprado. Como ella era cajera, pensamos que querían robarla. Pero el día antes que la mataran yo había almorzado con ella, estaba normal, tranquila”.

En un casete de su grabadora quedó una entrevista con el alcalde Francisco Zuñiga (quien años más tarde fue condenado por parapolítica) cuya publicación estaba programada para el sábado después del asesinato de Codina, pero nunca se emitió. “Apagaron la voz más dulce de la radio”, tituló al otro día del asesinato el diario local El Informador.

¿Quién dio la orden?
¿Quién le disparó? , ¿por qué la mataron si era tan querida? ¿quién dio la orden de silenciar su bella voz? . La justicia ha avanzado en identificar a los autores materiales del hecho.

En 2007, el comandante desmovilizado del Frente Resistencia Tayrona, Hernán Giraldo, alias ‘El Viejo’ o ‘El Patrón’, reconoció la responsabilidad de sus hombres en el crimen. Eso técnicamente equivale a decir que él fue coautor del homicidio, aunque todavía no haya una condena en su contra. Él indicó que Jorge Luis Ortiz Garrido, alias ‘El Médico’ fue el que incluyó a Zully Codina en la lista de personas que el grupo paramilitar debía asesinar. Ese dato es clave porque Giraldo permanecía en la Sierra Nevada, no la conocía personalmente y poco sabía del acontecer de la ciudad. Los colaboradores de las autodefensas eran quienes lo mantenían informado y quiénes instigaban los asesinatos.

Él Médico le dio la orden a Willintong Mora Buenaver, alias ‘Willi’ de matar a Codina. Y este coordinó el asesinato con Emilciades Torres, alias ‘el Niño’ y Rolando Leonel Bonilla, alias ‘Mono Champeta’. En 2008, Willy’ y el ‘Mono Champeta’ se acogieron a sentencia anticipada por el asesinato. El juzgado décimo penal de Bogotá los condenó a 23 y 19 años de cárcel.

Pero esa información no es suficiente para inferir quién la mandó a matar. Según un funcionario de Justicia y Paz, “lo que hemos establecido es que el listado (de personas para asesinar) lo hizo un señor llamado Carlos Granados que fue quien se reunió con ‘el Médico'”. Y ahí aparece un escollo grande para los investigadores, pues a ‘el Médico’ lo mataron, y a Carlos Granados, colaborador del grupo de autodefensas del Magdalena, le dio un infarto. Es decir las dos personas que sabían por qué Codina se había convertido en un objetivo militar de las autodefensas están muertas.

Nodier Giraldo, el jefe de finanzas del Frente Tayrona y sobrino de Hernán Giraldo contó, en una audiencia de 2007, que al ‘Médico’ lo mató una banda autodenominada ‘Comando Siglo XXI’ en San Jacinto, Bolívar. Ese grupo, según Nodier, se había conformado para asesinar a ex militantes del frente que cumplieron un papel importante en la organización y que tenían información valiosa para develar la verdad en casos como el de Codina.

Al comienzo las sospechas sobre quién determinó la muerte de Zully Codina estuvieron sobre Jorge Noguera, quien en calidad de gerente de la campaña de Álvaro Uribe había estado en un programa de Codina. Un computador de ‘Jorge 40’ que apareció en 2006 durante un operativo contra alias ‘Don Antonio’, da cuenta de que Codina fue seguida por el DAS. Su nombre, junto al de Alfredo Correa de Andreis y Fernando Pisciotti Van Strahlen, apareció en una lista que incluía a 36 sindicalistas asesinados. El ex jefe de informática del organismo de inteligencia Rafael García acusó a Noguera de haber suministrado la lista a los paramilitares. Sin embargo, en 2011, la Corte Suprema de Justicia absolvió a Noguera de los cargos formulados por el caso de Codina pues no encontró solidez en las pruebas.

La pregunta por quién determinó la muerte de Codina sigue abierta.

Las razones de los asesinos
Pero si es difícil saber de dónde salió la orden, pues aunque Giraldo reconoció su responsabilidad en los hechos no está claro quién instigó el asesinato de Codina, es más difícil averiguar por qué.

En la sentencia que condenó a alias ‘Willi’, se deduce que los paramilitares desmovilizados recibieron la orden de ‘El Médico’, porque supuestamente Codina colaboraba con la guerrilla del ELN, una justificación común de los móviles que tenían los paramilitares, pero muchas veces falsa.

Esa misma sentencia, basada en una investigación del CTI, explicó que Codina pudo haber sido asesinada por lo que podría hacer en calidad de periodista. “Como periodista de radio Todelar, se convirtió en un obstáculo para las AUC, pues al parecer tenía información clave y peligrosa que solamente podía ser manejada por la cúpula de las AUC, la cual iba publicar en su programa de radio y que a la postre perjudicaría el proceso de desmovilización que se estaba gestando en ese momento, siendo ello otra razón para quitarle la vida”, dijo la providencia.

No obstante, un amigo de Codina, quien prefirió no decir su nombre, explica: “Sin militancia política de Codina en la izquierda que pusiera en peligro el proyecto paramilitar, sin mayor figuración en los medios (su programa era un magazín sabatino), el crimen podría estar relacionado más bien con su trabajo social en el hospital”. Para ese momento la salud en el Magdalena ya había sido cooptada por los paramilitares quienes disponían de los cargos y sus presupuestos. Y Codina combinaba un coctel peligroso de oficios.

De hecho, durante un tiempo, los empleados del hospital comentaron que Codina había denunciado ante el Ministerio de Salud un desvío de recursos asignados al hospital para campañas políticas. La verdad era que ella tenía información valiosa. Sin embargo, en las diligencias de la Fiscalía no aparece el registro de sus denuncias. Y según una fuente de Justicia y Paz hasta el momento la Fiscalía no ha indagado por los posibles nexos de personal del hospital con la muerte de Codina.

Diez años después
Tras la muerte de Codina, sus hermanas prefirieron no tener una participación activa en el proceso judicial, por temor, pero también porque consideran que es mejor “no dañarse la cabeza y el corazón”. Sin embargo, en la casa de Miriam, la mayor, se reúnen ocasionalmente a recordarla.

En la casa de la Concepción I, que Codina construyó con sus ahorros, todavía vive su esposo y sus dos hijos. “Su voluntad era que yo me quedase para sacarlos adelante”, dice Rafael, su esposo.

Carlos Rafael tiene 22 años y ya casi es ingeniero ambiental. Rafael Andrés, de 20, es tecnólogo en reparación de computadores. Los tres hombres salen de sus solitarias habitaciones para posar para una foto. En sus miradas hay un dejo de tristeza.