Así lo expresaron diversas voces que atendieron la invitación a participar en un evento de reconocimiento de las víctimas de este flagelo convocado por la Alcaldía de Medellín y que tuvo como telón de fondo la implosión de la derruida edificación construida por solicitud del capo Pablo Escobar a mediados de la década del ochenta.

“Un día mi papá llegó muy preocupado y muy callado. Él tenía una voz muy potente y le preguntamos por qué el silencio y respondió: ‘me llamaron del comando de la Policía de Medellín a decirme que hay un grupo de agentes que me quiere matar porque yo estoy interrumpiendo el trabajo que ellos hacen a favor del Cartel de Medellín y porque no soy parte de la nómina de Pablo Escobar’”.

La evocación de ese momento la hizo el abogado Richard Franklin Cruz, hijo del entonces coronel Valdemar Franklin Quintero, comandante del Departamento de Policía Antioquia, asesinado el 18 de agosto de 1989 en el occidente de la capital antiqueña por sicarios al servicio del Cartel de Medellín.

En esa corta conversación ante su esposa y su hijo, para aquel entonces de 17 años, el oficial remató su frase diciendo: “Si algo me puede dar dolor en el alma es que mi propia Policía me mate”. Y si bien no se sabe si en el crimen de Franklin Quintero hubo participación de uniformados, lo cierto es que las investigaciones no condujeron a nada.

Al respecto, su hijo dice que solo hay una referencia circunstancial. A las 6 y 15 de la mañana el vehículo que lo llevaba a su oficina se detuvo en un cruce sobre la carrera 80, en el barrio La Floresta, a la espera del cambio de semáforo. El oficial iba en el asiento de atrás del vehículo y lo acompañaban el conductor y otro agente.

“Lo que entendemos es que mi papá le dijo al conductor, de apellido Madrid, ‘usted está nervioso’ y él respondió: ‘Sí, mi coronel, lo van a matar’, y en vez arrancar el carro, se bajó y salió corriendo”, recuerda su hijo. Lo que vino después fueron múltiples ráfagas disparadas desde dos vehículos ocupados por hombres pagados por el Cartel de Medellín.

Cruz fue uno de los cientos de asistentes al evento de reconocimiento de las víctimas del narcotráfico realizado en el Club Campestre y convocado por la Alcaldía de Medellín. El telón de fondo del encuentro fue la implosión del Mónaco, un edificio de ocho pisos construido entre 1984 y 1986 en el exclusivo barrio Santa María de los Ángeles, justo al frente del Club, por la firma de arquitectos Londoño y Vayda, a solicitud de Escobar para que vivieran su esposa y sus dos hijos.

Pero poco durarían allí. El 13 de enero de 1988 fue dinamitado con un carro bomba llevado hasta el lugar por órdenes de los poderosos capos del Cartel de Cali, con quien Escobar sostenía una guerra a muerte. Desde ese momento fue abandonado por la familia del narcotraficante y jamás se pudo recuperar. Antes de su implosión, evidenciaba una condición de ruina que, a juicio del alcalde Federico Gutiérrez, era irrecuperable.

Construir sobre las ruinas

Richard Franklin Cruz
Richard Franklin Cruz, hijo del coronel Valdemar Franklin Quintero, estuvo presente en Medellín durante homenaje a las víctimas del narcotráfico. Foto: Juan Diego Restrepo E.

Por ello, el mandatario local, quien ha sido cuestionado por esta decisión, insistió en que lo importante es lo que comienza a gestarse a partir del derribamiento de una edificación que se había convertido en sitio de peregrinaje de turistas nacionales y extranjeros, asunto que no era del gusto.

“Más que una ruina vaya al piso, lo importante es lo que se empieza a construir aquí”, reiteró el Alcalde en su intervención ante los asistentes y en diversas declaraciones de prensa momentos después de la implosión y en medio de la polvareda que se generó, y que llegó hasta el Club Campestre.

“Se hará un parque y un memorial para las víctimas”, insistió, y admitió que la “historia se tiene que contar para no repetirla, pero desde las víctimas, no desde los victimarios”. Y para reforzar su argumento repitió la cifra que respalda su llamado: entre 1983 y 1994 la violencia del narcotráfico dejó 46.612 muertes en la ciudad.

“Derribando un símbolo no se acaban todos los males, derribando una ruina no se acaba la mafia ni el narcotráfico, sigue viva, sigue generando estragos en la ciudad. Aquí lo que hay que hacer es continuar”, afirmó Gutiérrez.

La decisión de Gutiérrez fue cuestionada por Ruben Darío Pinilla, quien tuvo bajo su responsabilidad como magistrado de Justicia y Paz reconstruir las dinámicas de violencia que padeció la ciudad durante las décadas más cruentas de su historia.

En un texto enviado a este portal aseguró: “Del edificio Mónaco pudo hacerse un centro de memoria que recordara lo que vivió y significó para la ciudad el narcotráfico y sus víctimas, sin derribarlo, para que sus visitantes tuvieran un acercamiento cierto a lo que fue, lo que hizo y lo que representó el narcotráfico, con todas sus aristas y todas sus vergüenzas. Lo contrario es como barrer el polvo, guardando la suciedad bajo la alfombra para que la casa parezca reluciente. Pero es apenas una de las opciones en la tarea de preservar la memoria colectiva”. (Leer texto completo aquí)

Trascender la polvareda

Carlos Mauro Hoyos
Durante el homenaje a las víctimas del narcotráfico, se pasaron imágenes de personalidades que fueron asesinadas por el Cartel de Medellín. En la pantalla, el entonces procurador Carlos Mauro Hoyos. Foto: Juan Diego Restrepo E.

¿Y cómo trascender ese acto simbólico? La periodista Silvia María Hoyos, quien asistió al reconocimiento de las víctimas del narcotráfico en representación de la familia del entonces procurador General de la Nación Carlos Mauro Hoyos, muerto a tiros el 25 de enero de 1988 en una vía veredal del oriente antioqueño tras un frustrado secuestro ordenado por Pablo Escobar, fue clara al responder esa pregunta.

“Los símbolos son muy importantes, pero hay que trascenderlos. Más que derribar el edificio, es que estos símbolos sean un punto de partida para tener un proceso de transformación cultural que nos lleve a pensar distinto, que los héroes de nuestros niños no sean Pablo Escobar”, declaró Hoyos a varios periodistas.

El senador Juan Manuel Galán, hijo del líder político Luis Carlos Galán, asesinado por la mafia el 18 de agosto de 1989, cinco días después del crimen del coronel Franklin Quintero, destacó que lo importante es que ese derribamiento no se vuelva un asunto anecdótico.

“No se trata de destruir una cosa y de construir otra. Lo más importante es invisible: la cultura, la manera de pensar, de interpretar lo que pasó en el país. Hacia allá es hacia donde debemos apuntar y debemos enseñar esa historia”, sugirió el senador Galán, quien asistió al evento en Medellín en compañía de su hermano Claudio.

Y parte de los contenidos de esa historia que planteó Galán deben generarse tras la construcción de la verdad de una manera integral, arrancando por establecer quiénes contribuyeron a que narcotraficantes como Pablo Escobar llegaran hasta donde llegaran.

“Ellos no llegaron solos”, reforzó el político bogotano. “Llegaron con una serie de apoyos, de respaldo, por ejemplo, de la política colombiana. Una cantidad de políticos se prestaron para ayudarles, facilitarles el camino, para recibir su dinero. Esa historia completa hay que escribirla y enseñársela a las nuevas generaciones. Lo importante es que esto sea integral, que sea un ejercicio sostenido en el tiempo, desde el punto de vista educativo, formativo, de memoria”. (Leer más en: La narcopolítica de Pablo Escobar, según el FBI)

El senador Juan Manuel Galán aceptó la invitación de la Alcadía de Medellín y dejó su huella en el mural que impulsa la iniciativa Medellín Abraza su Historia. Foto: Juan Diego Restrepo E.

Franklin Cruz consideró una obviedad los nexos de sectores empresariales con el Cartel de Medellín. Pese a destacar que a sus 17 años no tenía acceso a información privilegiada, detalló por qué era tan obvio: “Acá la gente habla de que hubo un abandono del Estado y que por eso el narcotráfico surgió. No. El narcotráfico surge porque la gente, cuando llegaba un narcotraficante a un restaurante, no se levantaba; porque Pablo Escobar, en ese entonces visto como un contrabandista ordinario, hacía buenas fiestas y la gente de la alta sociedad iba a las fiestas de él. Esa sociedad permisiva fue la que hizo que llegarán a este punto”.

Parte de esa historia que reclamó Galán y que ejemplificó Franklin Cruz fue registrada en el libro “Mi guerra en Medellín” (1991), del coronel en retiro Augusto Bahamón Dussán, quien se desempeñó como Jefe del Estado Mayor de la Cuarta Brigada del Ejército en Medellín entre diciembre de 1989 y julio de 1991.

En un relato en primera persona, el oficial destacó en uno de sus aportes la sorpresa que se llevó cuando ya en la guarnición militar se dio cuenta que un sicario conocido con el alias de ‘Chirusa’, al servicio del Cartel de Medellín, pagaba la gasolina de los vehículos de la Sección de Inteligencia de la Cuarta Brigada.

VerdadAbierta.com buscó telefónicamente al oficial en retiro en Bogotá para hablar del significado que tenía para él la implosión del edificio Mónaco y de lo que consignó en su libro.

“Sinceramente me parece que se hizo una cosa buena porque en la conciencia de la gente de hoy, que no vivió ni sintió aquella época (de finales de los ochenta) es morbosa, como que se complacen de la desgracia de otras épocas y han cogido (el Mónaco) como un símbolo, una romería, como un fetiche”, detalló Bahamón.

Y refiriéndose justamente a lo que se vivía en aquellos años, el coronel en retiro la describió como “un momento de debilidad, de torpeza, de trampas en el mismo gobierno. Fue una época fea, sucia. Yo tengo en mis archivos una lista de 400 policías asesinados, que murieron impunemente. Entre ellos mismos se delataban, daban informaciones de la dirección, de dónde los podían cazar, para ganarse una platica”.

Este oficial en retiro, que se desempeña como docente en la Universidad Militar Nueva Granada, pidió la baja del Ejército a mediados de 1991, tras rechazar un castigo que se le quería imponer por haber dado el permiso para que el arquero del Atlético Nacional, René Higuita, visitara a Pablo Escobar en la cárcel de La Catedral.

No obstante ese suceso, Bahamón aseguró que el Ejército de aquellos años adelantó una fuerte tarea de control para debilitar las finanzas del Cartel de Medellín, lo que contribuyó a acabar con esta organización criminal: “Ese fue el papel que cumplimos los militares. A nosotros nos interesó, como estrategia, quitarle el poder económico a Pablo Escobar, y eso duramos como cuatro años. Y ese fue nuestro mérito”.

Medellín Abraza Su Historia
Decenas de asistentes al Club Campestre de Medellín para presenciar el homenaje a las víctimas del narcotráfico dejaron su huella en el mural Medellín Abraza Su Historia. Foto: Juan Diego Restrepo E.

Ante la narrativa que se requiere para contar lo ocurrido con el narcotráfico desde las víctimas y frente a la destrucción del edificio Mónaco, Bahamón dijo que “el mensaje que queda para los que salimos delante de esa guerra es que no quedó nada, me entiende. Lo que salimos adelante, y vivos, fuimos personas honestas, que no estábamos involucrados. Y en últimas eso es lo que queda: sólo la buena fe sale adelante”.

Quienes también padecieron los embates del Cartel de Medellín fueron los funcionarios de la Rama Judicial, quienes fueron asesinados por cumplir su labor honestamente, pero también por dejarse permear de la corrupción. Esa situación es reconocida por Carlos Ojeda, director de la Fondo de Solidaridad con los Jueces Colombianos (Fasol), quien viajó a Medellín e hizo parte del reconocimiento a las víctimas del narcotráfico. (Leer más en: La vida por la justicia)

“De nuestra base de datos hemos registrado 1.200 acciones violentas desde 1989 al 2018 y el 15 por ciento son atribuidas al narcotráfico, principalmente entre las décadas del noventa y el dos mil”, detalló Ojeda, quien, de paso, reconoció el nivel de corrupción y permeabilidad que lograron los narcotraficantes en la Rama Judicial, “así como lo fue en las Fuerzas Militares, la Policía y el mismo gobierno. No estuvimos ausentes de eso”.

Por ello, lo ocurrido en Medellín sirvió como pretexto para enviar un mensaje claro, que se ajusta a esas nuevas narrativas que se quieren construir tras el derribamiento del Mónaco: “Queremos resaltar la vida de las víctimas, reivindicando el ejercicio de la justicia, y resignificando la historia. Los crímenes contra nuestra organización empezaron en la década de los noventa porque los jueces eran objetivo militar del narcotráfico”.

Uno de los invitados especiales al evento fue el actual alcalde de la ciudad italiana de Palermo, Leoluca Orlando, quien logró, tras un esfuerzo de varias décadas, la transformación de la ciudad a través de su gestión como mandatario en su primera administración, iniciada en 1985, y superando los efectos culturales y sociales de la estructura mafiosa conocida como la ‘Ndrangheta.

“El Estado tenía la cara de la mafia, la Iglesia tenía la cara de la mafia, la Policía tenía la cara de la mafia. La mafia era una institución”, detalló Orlando, quien en su intensa labor de cambiar esa situación y para deslegitimarlo fue calificado de “ateo y comunista” por representantes de las instituciones cooptadas por la ‘Ndrangheta.

“Pero ahora Palermo es una capital cultural, es una ciudad turística”, agregó el mandatario palermitano y dijo que ese cambio se logró mediante la transformación de la mentalidad de su gente. ¿Y cómo se logró?: “Se convencieron de que no ser gobernados por la mafia del narcotráfico es moral, legal y conveniente. Ahora la calidad de la vida es mejor sin la mafia”.

Su propuesta es lograr convencer a la gente de las ciudades que la vida con la mafia no es conveniente y destacó que no es proceso fácil ni de corto plazo: “A Palermo le tomó 40 años. La mafia existe en todo el mundo, también en Palermo, pero ya no gobierna Palermo, esa es la gran diferencia”.

A largo plazo

Federico Gutiérrez
Durante el homenajes a las víctimas del narcotráfico, el alcalde Medellín, Federico Gutierrez, presentó los esbozos del programa Parceros, a través del cual busca atraer a los jóvenes a la legalidad. Foto: Juan Diego Restrepo E.

Preguntado por VerdadAbierta.com cómo en su propuesta de contar la historia para no repetirla entraría aquel sector empresarial que fue connivente con el Cartel de Medellín, el alcalde Gutiérrez declaró: “Que se den todas las investigaciones, y que quien sea responsable de haber cometido un crimen contra nuestra gente tiene que pagar”.

Y agregó, en defensa del empresariado antioqueño, que “aquí ha existido un empresariado que ha sido comprometido con el país y con la ciudad. En las peores épocas se mantuvo firme, de la mano de la institucionalidad y, en ese sentido, lo que hay que hacer es proteger esa legalidad”. Pese a ello, reconoció que han “existido zonas grises que no han permitido cuestionar del todo ese enriquecimiento que se dio a través de algunas personas con el narcotráfico, y que se sigue dando”.

Al solicitarle que explicara por qué se dan esas “zonas grises” no fue explícito en la respuesta y más bien respondió: “No puede haber tolerancia en ese sentido. Y la mafia lo peor que hizo fue tergiversar los valores. Cuando la mafia convierte la discreción en opulencia, cuando le quita el valor a la vida y en su lugar le pone precio a cada vida, es cuando termina una sociedad también perdiéndose”.

Este portal también le pregunto a Gutiérrez por el destino de la Casa Montecasino, a poco menos de 200 metros del edificio Mónaco, desde donde los hermanos Fidel, Vicente y Carlos Castaño lideraron la guerra contra el Cartel de Medellín, a través de la llamada organización que se dio a conocer como ‘Perseguidos por Pablo Escobar’ o ‘Los Pepes’.

La mansión actualmente hace parte del inventario del Fondo de Reparación de la Unidad de Víctimas y según anuncios de la Alcaldía, recibiría de manera temporal por un tiempo cercano a los ocho meses, a los agentes de la estación de Policía de El Poblado, mientras reparan esa locación.

“(Montecasino) entrará a hacer parte de la revisión de todo este proceso y yo quiero que no sea una discusión nuestra. Yo invito a la sociedad, a ustedes como periodistas, a las víctimas. El Museo Casa de la Memoria seguramente liderará conversatorios, las universidades. Discutamos qué sigue. Esto no está escrito. Aquí sólo había una orientación de que había que arrancar por algo y que lo que falta es mucho. Yo no he dicho que el mismo tratamiento se le deba dar a cada símbolo como pasó aquí con el Mónaco, esta no era la vivienda de una víctima, era la vivienda de un victimario, que estaba en ruinas”, indicó el mandatario local.

Finalmente, preguntado cómo en su propuesta de narrar de distinta forma el impacto del narcotráfico en la ciudad y el país diferenciaría las víctimas, puesto que en aquellos años los victimarios fueron múltiples, incluyendo sectores de la Fuerza Pública, respondió: “Víctimas son victimas y todas tienen el mismo dolor, independiente de quien haya sido su victimario. Aquí hay mucho dolor todavía y esas heridas tienen que sanar y para eso vamos a tener que abrir muchos espacios de discusión para que se sepa toda la verdad de lo que ocurrió”.