El 28 de febrero de 1999 un grupo de paramilitares de las Autodefensas de Santander y el Sur del Cesar, Ausac, asesinó a ocho personas y desapareció a otras dos en varios barrios de Barrancabermeja, Santander. Alix Vélez, esposa de una de las víctimas, cuenta cómo le cambió a vida luego de la masacre.
Mi nombre es Alix Vélez Arriaga, transcurría el año de 1999 y llevaba 14 años de estar casada con mi esposo Luis Miguel Cifuentes Díaz. Nosotros teníamos tres hijos que estaban muy pequeños todavía: Paola tenía 11 años, Jesús tenía 2 y medio, y el otro niño tenía cinco meses de nacido. En esa época nosotros teníamos muchos sueños y un hogar muy tranquilo: mi esposo deseaba construirnos una casa de material, porque en la que vivíamos era de tabla.
Todo cambió el 28 de febrero del 99. Ese día se truncaron nuestros sueños y nuestras vidas se partieron en dos. Ya no fue fácil. Él manejaba taxi y se había ido a las 12, después de almorzar, porque tenía que recoger el carro a la una. Antes de irse me dijo:
-Negra, no tengo ganas de trabajar-.
Yo le dije que si no quería, no fuera, pero él me respondió:
-Mejor me voy porque tengo que pagar la máquina de escribir de Paola y si no trabajo hoy, me descuadro. ¡Chao negra!
Se despidió de los “pelaos” y se fue.
Yo estaba enla casa cambiando al niño más pequeño y como a eso de las 6 de la tarde llegaron dos jóvenes del barrio que querían mucho a mi esposo y me dijeron:
-¡Doña Alix, se llevaron a Miguel!-. Yo no les puse atención porque pensaba que era en recocha, hasta que los miré y estaban llorando. Cuando los vi así me preocupé y les pregunté:
-Y ¿quiénes se llevaron a Miguel?-
-Los paracos- me respondieron.
Yo lo que hice fue correr para un barrio que queda más abajo, donde vivía la hermana de él y ya eso estaba desolado, estaban pasando tantas cosas que nosotros no entendíamos. Llamé a mi suegro y él me dijo: “sí mija, ya sé”.
Ahí comenzó mi angustia, comenzaron las noticias que habían matado un poco de gente y en ese momento sentí desolación por completo.
Mi suegro me decía: “No se preocupe que él regresa, debe ser que lo están investigando”. Y pasaron ocho días y él nada que regresaba, entonces me comencé a desesperar más. Un vecino me dijo que lo habían encontrado en Sabana de Torres y cuando llamé a la Fiscalía me dijeron que todo coincidía: alto, delgado, pelo churco, la misma edad. Decidí irme para allá con un taxista amigo de él. Por esa carretera yo lloraba. Pero me llamaron de nuevo y me dijeron que no era él.
En esos momentos solo rezaba para que estuviera vivo. Cada vez que nos llamaban a decirnos que lo habían encontrado, mi suegro corría a toda parte a ver si era Miguel. Yo nunca iba porque me tenía que encargar de los pelaos.
En esa época me dedicaba a los muchachos y cuando él desapareció me tocaron oficios varios: lavar, planchar y hacer aseo en casas del pueblo. Fue muy duro pasar de vivir del diario que traía Miguel, a trabajar en lo que saliera porque no tenía que darle de comer a mis hijos. Para nosotros la vida se convirtió en un caos. Mi hija de 11 años fue la que tomó las riendas del hogar para que yo pudiera trabajar.
Años después, estuve en una audiencia de Justicia y Paz frente a ‘El Panadero’, el paramilitar que confesó haber asesinado a Miguel. Él dijo que lo mataron por órdenes de ‘Camilo Morantes’ y que el cuerpo lo botaron a un río. ‘El Panadero’ dijo que menos mal ese día ‘Camilo’ no estaba borracho, porque si no, lo hubiera mandado a torturar antes de matarlo.
Hoy en día, 16 años después de la desaparición de Miguel, Paola, mi hija mayor ya es profesional en ingeniería química; Jesús quiere estudiar trompeta y el menor está terminando el colegio. Con la ayuda de mi hermanita, de muchos amigos y de organizaciones sociales, finalmente pude construir la casa, que era el sueño de Miguel.
Yo solo le pido a Dios que mis hijos sean hombres de bien, que sigan adelante porque la vida continúa. Aunque yo sé que él nos lleva siempre en su corazón, a nosotros nos mataron en vida. Si Miguel estuviera aquí, nuestra vida sería distinta y no hubiéramos tenido que pasar por todo lo que pasamos.
Esta victima relató su historia al proyecto Rutas del Conflicto usando la herramienta Tu memoria cuenta.
Yo sobreviví al conflicto es un proyecto de periodismo testimonial y participativo que le da continuidad a las Rutas del Conflicto, proyecto de Verdad Abierta y el Centro Nacional de Memoria Histórica, y que busca que las víctimas cuenten su propia historia sobre hechos poco visibles. Usted puede mandar su testimonio a Tu memoria cuenta www.rutasdelconflicto.com o al correo verdadabierta@gmail.com.
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