Las autodefensas campesinas del Casanare convirtieron varios ríos y lagunas de la región en ‘cementerios’ bajo agua a los que arrojaron miles de sus víctimas. El caso de la laguna de la finca La Graciela y del río Cusiana que colinda con este predio, representa el drama de los desaparecidos, cuyos restos serán casi imposibles de recuperar.
La laguna de La Graciela se convirtió en un mito en la región debido a que fue utilizada por los paramilitares de las Autodefensas Campesinas del Casanare para esconder a varias de sus víctimas en Aguazul. Foto: Cortesía Fiscalía |
Para los grupos paramilitares que hicieron presencia en las diferentes regiones del país, los ríos y lagunas fueron puntos estratégicos para su movilidad y para el transporte de drogas y armas. Sin embargo, con el recrudecimiento del conflicto armado, las autodefensas decidieron convertir a los ríos y afluentes hídricas en ‘cementerios’ bajo agua a los que fueron arrojados miles de sus víctimas.
El municipio de Aguazul, Casanare no fue la excepción. Con la llegada del frente urbano de las Autodefensas Campesinas del Casanare comandadas por José Reinaldo Cárdenas alias ‘Coplero’ en 1996, las desapariciones forzadas y el uso de los ríos y lagunas para esconder a las víctimas, hizo parte de su modus operandi cotidiano.
Desde la incursión frente hasta su desmovilización en 2004, se registraron cerca de 130 desaparicionesde personas que terminaron enterradas en fosas comunes cavadas en fincas o arrojadas en los ríos Cusiana, Tacuya, Chitamena y Unete.
Sin embargo, según habitantes de Aguazul y de veredas aledañas, la cantidad de víctimas reales nunca se conocerá porque los familiares de los desaparecidos aún tienen miedo y prefieren no denunciar. Leer Artículo Así fue la guerra en Aguazul, Casanare
“En su momento los ‘paras’ del Casanare, lideradas por Héctor Germán Buitrago alias ‘Martín Llanos’, tenían la colaboración de las autoridades y de miembros de las fuerzas militares de Aguazul. A pesar de las desmovilizaciones, muchos de los que ayudaron en estas desapariciones siguen libres y por eso a la gente le da miedo denunciar.’ aseguró un familiar de un desaparecido.
El drama de estas familias radica en que a diferencia de las víctimas enterradas en fosas comunes, los restos que fueron arrojados a ríos y a lagunas nunca podrán ser recuperados. “Lo que se lleva el río nunca regresa”, aseguró un familiar que ya perdió la esperanza de encontrar algún rastro de su ser querido que salió a trabajar y nunca regresó.
Los cuerpos que flotaban en la laguna de La Graciela
En las matas de La Graciela en el municipio de Aguazul fueron enterrados por lo menos 13 víctimas de las Autodefensas Campesinas del Casanare luego de ser torturados, asesinados y desaparecidos. Foto: Cortesía Fiscalía |
Debido a que muchos de los desaparecidos fueron enterrados en el predio de la La Graciela y arrojados en la laguna del mismo nombre, la finca se convirtió en un mito del terror paramilitar en la región. A este hecho se sumó que la proximidad con el río Cusiana, permitió que se convirtiera en una especie de puerto para que las autodefensas se deshicieran de sus víctimas.
De acuerdo a versiones de Jose Reinaldo Cárdenas, alias ‘Coplero’, líder del frente urbano de las Autodefensas Campesinas del Casanare en Aguazul, la Finca La Graciela fue el lugar predilecto para esconder a las víctimas debido al fácil acceso en carro y a que su terreno era arenoso y fácil de cavar.
“La Finca era de unos médicos que no permanecían en la región. Fueron extorsionados y aprovechábamos su ausencia para cavar fosas y enterrar a las víctimas. Esta finca tenía acceso a la laguna La Graciela y al río Cusiana, por esa razón la maleza que crecía al lado de los ríos cubría rápidamente las fosas haciendo más difícil encontrar los cuerpos para las autoridades” agregó Cárdenas quien fuera el jefe de los sicarios de Aguazul.
El mito de La Graciela dice que era tal la cantidad de cadáveres que algunos flotaban en la laguna de la finca. Sin embargo, según versiones de alias ‘Coplero’ todo se debió a que cuando las presencia del ejército aumentó, él dio la orden a uno de sus patrulleros de cambiar el lugar de las fosas y esparcir los cuerpos. “Di la orden de cambio y el patrullero lo que hizo fue votarlos a la laguna, por eso posiblemente si era cierto lo que decían los pobladores” aseguró el paramilitar desmovilizado.
En la llamada ‘mata de La Graciela’ quedaron enterrados dos profesores de Aguazuly al menos otras 13 personas, todas señaladas como auxiliadoras de la guerrilla o como personas que no cumplían con el orden establecido por los paramilitares, como un profesor que según versión de alias ‘Coplero’, era señalado de acosar a las niñas de un colegio.
De acuerdo con las versiones de los ex paramilitares de Aguazul, desaparecer a las víctimas era una forma de no generar pánico entre los pobladores como si sucedía cuando los cuerpos eran dejados a la vista de todo el mundo. Además, la idea era no alertar a las autoridades por un aumento en el número de los homicidios.
Pero para los familiares de los desaparecidos el motivo era diferente. Según sus testimonios, muchas veces se enteraban que había cuerpos bajando por el río y a pesar de que fueran sus seres queridos les prohibían recogerlos, debían dejar que el río se los llevará.
Para ellos, así como se ha confirmado en otras regiones, existió una fuerte presión de las autoridades y de la policía para que los cuerpos fueran desaparecidos ya que como ellos son evaluados de acuerdo a la cantidad de muertes en las regiones que protegen, el aumento de asesinatos podría afectar sus hojas de vida y traer problemas con sus superiores.
En diligencias en Justicia y Paz, Salvatore Mancuso ha confirmado estas versiones pues aseguró que “las víctimas que quedaban de los enfrentamientos o de las acciones en contra de la guerrilla aumentaban el número de cifras de víctimas mortales y afectaban las estadísticas de seguridad en las regiones. Esto dañaba las hojas de vida de los militares que actuaban en estas zonas. Fue por eso que para no quedar mal con ellos, Carlos Castaño dio la orden nacional de desaparecer los cuerpos de las víctimas. Así se implementó en el país la ‘política’ de la desaparición”.
A nuestros familiares se los comió el río
Los desparecidos de la finca La Graciela y del rio Cusiana en el municipio de Aguazul Casanare, son tan solo unos de los casos que representan el drama de este tipo de desapariciones forzadas en Colombia. Según los familiares de las víctimas, a diferencia de las fosas comunes en tierra, los restos de sus seres queridos que fueron arrojados a los ríos y lagunas no podrán ser recuperados y realmente nunca se podrá conocer la verdad de lo que les pasó.
“A nuestros familiares se los comió el río. Nunca podremos saber qué pasó con ellos y eso es lo que más nos duele” aseguró Lucia* una pobladora de Aguazul, a quien los paramilitares le desaparecieron su marido en el 2002 señalándolo como supuesto auxiliador de la guerrilla.
Precisamente, la mayoría de las víctimas fueron torturadas, asesinadas y desaparecidas por estar supuestamente relacionadas con los grupos subversivos. No obstante, para las familiares de las víctimas se trato de una estigmatización injustificada.
“Por ser del monte ya éramos considerados guerrilleros. Es cierto que por los municipios de pasaba la guerrilla pero no era nuestra culpa, no podíamos decirles que se fueran tampoco” aseguro Pedro*, familiar de un desaparecido.
El problema para los investigadores y para los encargados en Fiscalía de realizar las diligencias de exhumaciones en estos casos, es que a pesar de que los desmovilizados señalen el lugar donde enterraron los restos de sus víctimas en fosas comunes, los cambios abruptos del terreno y los continuos desbordes de los ríos que cambian la ubicación inicial de las fosas hacen que sea casi imposible recuperar los restos. El río terminó llevándose a las víctimas que arrojaron al agua y a los que enterraron en sus riveras.
El doctor Nestor Garzón,especialista en patología forense consultado por VerdadAbierta.com, explicó que “cuando los cuerpos son arrojados a ríoso a lagunas tienen un proceso de descomposición diferente dependiendo del tipo de agua, la corriente y los animales y bacterias que se encuentran en ella. Aunque la velocidad en la que el cuerpo va desapareciendo puede ser mayor que a la que se descompone un cuerpo enterrado en fosas comunes , en el caso de las lagunas en las que no hay corrientes ni movimientos de agua, es posible encontrar algunos restos a pesar de que haya pasado más de una década. Pero en el caso de los ríos, la corriente va destruyendo más rapido los tejidos y las estructuras oseas, haciendo casi imposible encontrar algún rastro de las víctimas”.
Las esperanzas para los familiares de estas víctimas son casi nulas, más aún luego de más de una década de sucedidos los hechos. La verdad de lo que pasó con estos desaparecidos estará por siempre oculta en los ríos de Colombia que se convirtieron en testigos silenciosos de la violencia paramilitar.
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