La Universidad de Antioquia acaba de publicar los resultados de una investigación sobre la construcción del enemigo en el conflicto colombiano. Entre sus hallazgos: en Colombia se vendió la idea de que las Farc eran las culpables de todos los males y, ese discurso, fue más que útil para ciertos sectores políticos.
En el conflicto armado colombiano, el enemigo ha sido nombrado no solo como rival, contrincante u obstáculo, sino también como bandido, terrorista, monstruo, maleza, bestia y demente. Esto ha servido para justificar la tortura física y psicológica; la humillación, la crueldad y el uso excesivo de la violencia.
Así comienza el libro La construcción del enemigo en el conflicto armado colombiano 1998-2010, elaborado por el Grupo de Investigación sobre Conflictos y Violencias del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia, el cual recoge los más importantes hallazgos del proceso investigativo iniciado hace un par de años y que buscaba, básicamente, responder el interrogante de cómo se ha construido discursivamente el enemigo en el conflicto armado colombiano.
Para ello, los investigadores se concentraron en los periodos presidenciales de Andrés Pastrana Arango (1998-2002) y los dos mandatos del expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010). Analizaron más de 360 archivos escritos y digitales publicados por la Fuerza Pública, la guerrilla de las Farc y las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), así como piezas periodísticas y documentos suscritos en el marco de procesos de negociación.
Dicho proceso permitió al equipo investigador afirmar que en Colombia, el conflicto armado interno también se ha librado desde los discursos y que estos han tenido una funcionalidad política y social para cada uno de los actores armados.
“Muchas de las ideas que se plantean en el libro son útiles paraentender lo que pasa hoy, en el marco del proceso de paz que se adelanta con las Farc en La Habana, Cuba”, explica Pablo Emilio Angarita, integrante del grupo de investigación, quien señala que “el proceso se ha planteado como si el problema fueran solos las Farc, si ellos pagarán cárcel, reconocerán sus crímenes y demás. Pero se desconoce, o mejor, no se reconoce, todos los crímenes y las violaciones de derechos humanos que han cometido las fuerzas estatales. Todo porque los discursos que repiten los medios de comunicación y la sociedad es si las Farc van a dejar las armas o no, pero no se plantea por ejemplo, a qué están dispuestos los empresarios, los políticos y los militares”.
VerdadAbierta.com dialogó con el docente e investigador para conocer más detalles sobre esta investigación, cuyos planteamientos seguramente avivarán un debate que lentamente toma fuerza en el país: el desescalamiento del lenguaje de la guerra.
VA: ¿A qué apunta esta investigación?
PA: Busca analizar cómo en Colombia, en los gobiernos de Andrés Pastrana y en los dos de Álvaro Uribe Vélez, se construyó la idea de enemistad. La investigación se centró en tres actores armados: por un lado, el Estado, a través de su fuerza pública; la guerrilla de las Farc y, de otro lado, los paramilitares agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc).
VA: Y, ¿qué hallazgos arrojó ese proceso de investigación?
PA: Encontramos que, por parte del Estado y con ayuda de los medios de comunicación, se construyó la idea de que el enemigo de la sociedad colombiana eran las Farc. A partir de ahí se logra cierta unidad en la sociedad colombiana en torno a la idea de que la causa de todos los males, los conflictos y todo lo malo que pasa en el país se debe a este grupo insurgente, olvidando o atenuando otras problemáticas de orden económico y social que nada tienen que ver con las Farc, que incluso ya existían o estarán presentes así no existan las Farc.
VA: Pero, ¿la guerrilla de las Farc también construyó su discurso?
PA: Claro, las Farc proceden de manera similar en el sentido de concentrar su enemistad en la oligarquía, en el imperialismo, y particularmente en el gobierno nacional. Y contra ellos dirigen toda su actividad militar, afectando incluso a civiles con el argumento de que estos son efectos colaterales de la guerra.
VA: ¿Y el discurso de los paramilitares?
PA: Los paramilitares trabajan también con la idea de construir un enemigo absoluto que es inicialmente la insurgencia. Pero en el gobierno de Álvaro Uribe se cambia frente a los paramilitares, sobre todo luego del proceso de negociación, desmovilización y extradición de sus grandes líderes. Entonces los paramilitares pasan a ser considerados como enemigos pero, a su vez, el discurso de los paramilitares es como el de alguien que se siente traicionado por un amigo por haber hecho efectiva la extradición. Los paramilitares también trabajan mucho con esto del enemigo de conveniencia. En sus discursos advertimos cómo plantearon la posibilidad de aliarse con la guerrilla para combatir al Gobierno o, incluso, pidiéndole al Gobierno el mismo trato que le daba a la guerrilla.
VA: Entonces, ¿este conflicto armado también se ha librado desde los discursos?
PA: Claro, un enemigo se construye a través de la palabra, de los discursos. Y en la sociedad colombiana, el papel de los medios de comunicación ha sido fundamental en esto. Cuando se estaba en los diálogos de paz con las Farc en San Vicente del Caguán, justo cuando se dio el avance del paramilitarismo por todo el país, la opinión pública centró toda su atención en si las Farc si estaban cumpliendo, si a la zona de distensión se estaba llevando secuestrados y demás. Todo el foco mediático se puso en las Farc, minimizando todas las masacres que venían cometiendo los paramilitares. Y a través de los discursos es que logra focalizarse la idea de las Farc como enemigo principal del país. Llegó un momento, en el gobierno de Álvaro Uribe, en el que se repetía constantemente, incluso desde los medios, que los enemigos de Colombia eran las Farc, Hugo Chávez y Piedad Córdoba. Y uno veía eso en la cotidianidad, cómo la gente repetía y creía esos discursos.
VA: El que la sociedad colombiana considere a las Farc como su enemigo principal, ¿realmente tiene que ver con el discurso elaborado por el Gobierno? ¿No ayudaron las acciones de esta guerrilla a cimentar esa idea en la sociedad?
PA: Indudablemente que las Farc le han declarado la guerra al Estado colombiano y han buscado a través de las armas hacer transformaciones supuestamente que tienen que ver con problemas agrarios y sociales, pero ese es un asunto. Otro asunto es que por parte del Estado, y eso fue muy típico en el gobierno de Álvaro Uribe, señalar que el problema central eran las Farc y entonces, se magnifica todo el problema, se le atribuyen todas las acciones, incluso las que no cometieron ellos. El ejemplo más claro en ese sentido es el caso del collar bomba, que se sigue repitiendo que fueron las Farc cuando ya se demostró que no.
VA: Se podría insinuar entonces que, detrás de magnificar al enemigo ¿había además intenciones políticas?
PA: Magnificar un enemigo produce utilidades políticas. En este caso, por un lado, facilitó, ocultó o justificó el accionar de los paramilitares. Pero lo más importante, desde mi punto de vista, es que a partir de ahí se inició un proceso de apertura al capital trasnacional en condiciones muy onerosas para el país, que quedaron muy en segundo plano porque la sociedad estaba concentrada en la eliminación de ese enemigo que se construyó a través del discurso. Ahora, siempre será rentable construir un enemigo. Los que venden armas, los que se lucran de la guerra, les interesa que haya un enemigo magnificado al que haya que destruir militarmente.
“Desescalar el lenguaje”
VA: No es gratuito entonces que el presidente Santos llame la atención sobre “desescalar el lenguaje”…
PA: El llamado del Presidente a “desescalar el lenguaje” ratifica la tesis que planteamos en el libro: el papel tan protagónico que tiene el discurso en una sociedad. Goebbels, el asesor de Hitler, ya lo dijo: ‘una mentira repetida cien veces se convierte en verdad’. Cuando usted le dice mil veces a la sociedad colombiana que los culpables de todo son las Farc pues la gente termina convencida de que eso es así y se olvida de otros problemas y otros responsables, en este caso no solo las Fuerzas Militares y los paramilitares, sino también el sistema económico.
VA: En el marco del actual proceso de paz con las Farc, ¿ha habido cambio en los discursos?
PA: Aunque la investigación no cubre el gobierno de Santos, a manera de post-investigación puedo decir que sí hay un cambio en el discurso, no solo en el contexto nacional sino también internacional. Por eso avizoro que, con todas las dificultades existentes, habrá un acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc.
VA: ¿No será muy complejo para esta sociedad aceptar y recibir a los miembros de lasFarc cuando, como ustedes lo observaron, por más de una década se les ha tildado de ser el peor mal de este país?
PA: Uno de los temas más complejos dentro de la negociación es ese, porque a la sociedad colombiana se le insistió, durante más de ocho años, que las Farc son un enemigo terrorista al que hay que derrotar militarmente. Entonces, ese cambio de discurso no será fácil. Claro, ese discurso ya venía desde mucho antes, pero lo que hizo el gobierno de Álvaro Uribe fue fortalecerlo y potencializarlo.
VA: ¿Cómo empezar a posicionar otro discurso entonces?
PA: Por un lado, los grandes medios de comunicación, que todos los días están poniendo la agenda de debate, tienen un rol fundamental. En otras escalas intermedias, como la educación por ejemplo, también tenemos una responsabilidad en ese sentido. Lo que pasa es que el nivel de incidencia de quienes trabajamos en el campo de la educación es muy reducido, mientras que los medios de comunicación tienen un impacto mucho mayor y por eso su responsabilidad es mucho mayor.
VA: ¿Es hora de posicionar el discurso del postconflicto?
PA: Yo veo un problema y es que se insiste mucho en el tema del postconflicto, creando unas expectativas muy altas en la sociedad y lo que va pasar después de los acuerdos es que van aflorar otros conflictos, incluso armados. Entonces mucha gente dirá: ‘¿de qué nos sirvieron los acuerdos si no ha pasado la violencia?’ A mí no me parece conveniente el uso de la expresión postconflicto porque tiene dos errores: primero, desconoce una serie de problemas estructurales de orden social y económico; y lo segundo, porque se da a entender que ahora sí llegó la paz cuando lo que se está negociando es el fin de la confrontación con uno de los actores insurgentes y quedan otros actores que hay que enfrentar.