¿Cómo luchan las mujeres del Bajo Atrato por la tierra y el territorio?

El Bajo Atrato es una subregión conformada por cuatro municipios de Chocó, el departamento con los índices más altos de pobreza. Estas ricas tierras están habitadas por centenares de familias negras e indígenas. 

Desde finales de la década del noventa, empresarios y ganaderos se hicieron a tierras abandonadas forzadamente por las comunidades étnicas del Bajo Atrato, para llenar el territorio de árboles de teca, semovientes, banano y palma africana. 

En el caso de la palma, esas plantaciones fueron caracterizadas por la justicia como un “complejo engranaje criminal” que buscaba convertir el Bajo Atrato chocoano en la más extensa área cultivada para impulsar la extracción de aceite.

Empresarios ponían el capital y paramilitares de las Auc, conducidas por Vicente Castaño, aportaban los terrenos que habían adquirido en negocios en los que sus ejércitos ilegales imponían los precios de compra o desplazando a las comunidades.

Para visibilizar la manera en que las mujeres sufrieron y siguen padeciendo estas violencias relacionadas con la tierra, el CINEP y el CIJP realizaron el informe “Mujeres: cuerpos y territorios despojados en el Bajo Atrato”.

La razón, según la investigación, es que en contra de ellas se expresan formas de exclusión y marginación históricas, ejercidas en razón de construcciones de raza y clase que recaen sobre las mujeres y sus territorios desde el proceso de colonización.

“Las violencias contra las mujeres y sus impactos suelen ser consideradas ‘menos graves’ o simplemente parte de la experiencia de ‘ser mujer’”

Las mujeres ratificaron una visión innegociable: que los cuerpos de las mujeres indígenas y negras del Bajo Atrato están vinculados con sus territorios. Es ese lugar donde están los sueños, los temores o la memoria.

Mientras que ganaderos o empresarios agroindustriales “consideran las tierras de la subregión como baldíos de la Nación ineficientemente explotadas y marginadas de las tendencias del desarrollo”. 

Todas las lideresas coincidieron en que el territorio del Bajo Atrato, que en el pasado se disputaron las Farc y las Auc, hoy está cooptado por el grupo de origen paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (Agc).

“Hay que avisarle a ellos —las Agc— cuando  llega una persona distinta del territorio”, dijo una mujer negra del Bajo Atrato y una más complementó: “los actores armados están como primera ley, no hay garantías para representar los procesos”.

“Vivimos en el territorio, pero no es nuestro”, sentenció un mujer del Bajo Atrato que pido mantener su nombre en reserva cuando piensa en los actores armados ilegales y los empresarios que ejercen poder en sus territorios ancestrales.