Agencias de inteligencia nacionales y extranjeras tienen serias sospechas de que, desde la cárcel, el célebre Don Mario, heredero de los Castaño, sigue siendo el verdadero poder tras el grupo los Urabeños.
Daniel Rendón Herrera, alias Don Mario, está recluido desde abril de 2009 en la penitenciaría La Picota, en Bogotá. |
La realidad de las organizaciones criminales es capaz de sorprender a más de uno. Mientras muchos creen que con la muerte de uno de los jefes de los Urabeños, en una operación policial el pasado 31 de diciembre, se asestó un golpe definitivo a uno de los grupos sucesores más grandes y peligrosos de los paramilitares, lo que han descubierto oficiales de inteligencia colombianos y extranjeros parece indicar todo lo contrario: el verdadero cerebro gris del grupo sería en realidad su jefe original, pese a que lleva casi tres años en la cárcel.
Ningún grupo ilegal en Colombia es capaz de paralizar seis departamentos durante dos días, incluidas capitales de la importancia de Santa Marta y Montería, como hicieron los Urabeños luego de la muerte de su líder, Juan de Dios Úsuga -alias Giovanni-, el último día del año pasado en Urabá gracias a un operativo de la Policía. A semejante desafío, el Estado respondió con duras declaraciones del presidente Santos, una veintena de capturas de integrantes del grupo y el envío de refuerzos a Urabá y la costa Caribe para tratar de cazar al hombre que supuestamente quedaba al mando de los Urabeños, Dairo Úsuga, hermano de Giovanni. Desde 2009, cuando este grupo inició su expansión nacional a partir de su base en Urabá, las miradas del público y las autoridades han estado centradas en esos dos hermanos. Sin embargo, a juzgar por lo que se sabe hoy, las acciones para desmantelarlo deberían enfocarse, también, en otra dirección: la cárcel La Picota, en Bogotá.
Allí está recluido desde abril de 2009 Daniel Rendón Herrera -Don Mario-, un hombre muy cercano a Carlos y Vicente Castaño, quien fundó los Urabeños con paramilitares que nunca se desmovilizaron del Bloque Centauros en los Llanos Orientales. Poco después de las desmovilizaciones que culminaron en 2006, Don Mario se trasladó con su grupo a Urabá, una región controlada durante años por su hermano Freddy, el Alemán. Cuando Don Mario fue capturado por las autoridades, los Urabeños quedaron al mando de tres personajes: los dos hermanos Úsuga y un viejo amigo y socio suyo: Henry de Jesús López, alias Mi Sangre. Curiosamente, fue a partir de ese momento, a comienzos de 2009, cuando el grupo inició un proceso de imparable expansión nacional -que lo ha llevado a tener presencia, áreas de procesamiento de cocaína y rutas de tráfico en Antioquia, Córdoba, Atlántico, Meta, Casanare, Norte de Santander, Valle y gran parte del Eje Cafetero- y a disputar el control de Medellín a una poderosa facción de la ‘Oficina de Envigado’.
Don Mario, solicitado en extradición, se postuló al proceso de Justicia y Paz. En marzo de 2010, la Corte Suprema de Justicia negó su envío a Estados Unidos y el capturado fue trasladado de la cárcel de Cómbita, donde fue recluido inicialmente, al pabellón de máxima seguridad de La Picota. Allí compartiría celda con Carecuchillo, hermano de Cuchillo -jefe del grupo del Guaviare, Erpac-, quien murió en un enfrentamiento con la Policía; y con Rojas, el guerrillero que asesinó al comandante de las Farc Iván Ríos y trajo su mano como evidencia al entregarse a las autoridades.
Para mediados de 2010, Don Mario tenía la seguridad de no ser extraditado y confiaba en que sus declaraciones en Justicia y Paz, respaldadas por otros paramilitares presos, eran consideradas valiosas por algunos fiscales y jueces. Para ese momento la persecución de las autoridades contra las llamadas bandas criminales se concentraba en grupos como los Rastrojos, los Paisas y las Águilas Negras. Los Urabeños no eran considerados una prioridad. Don Mario creía que, tras las rejas, había dejado de ser de interés y, pese a tener condenas por más de 40 años de cárcel, esperaba su proceso en Justicia y Paz y una pena máxima de ocho años. Pero se equivocaba.
SEMANA conoció que varias agencias antinarcóticos de Colombia, Estados Unidos y Europa mantuvieron una atenta vigilancia sobre la reclusión de Don Mario. Y sus reportes indican que el hombre, desde la cárcel, no solo habría seguido manejando los hilos de su banda sino que, además, habría sido el artífice de su expansión nacional.
Don Mario se ha cuidado de no usar teléfonos ni medios electrónicos para dar órdenes desde prisión. Pero, desde finales de 2010, las agencias comenzaron a seguir a dos personajes que han visitado regularmente, los fines de semana, al exparamilitar. Se trata de alias Gomelo y Chocolate, cuyos nombres reales SEMANA se abstiene de revelar para no entorpecer las investigaciones. Ambos hombres, luego de visitar al preso en La Picota, viajaban regularmente. A partir de sus desplazamientos y comunicaciones, se fue dibujando el mapa de la vasta red que, a partir de su núcleo en Urabá, evolucionó en la compleja estructura nacional que hoy tienen los Urabeños. Toda ella, según creen los hombres de inteligencia, controlada por Don Mario.
Al Casanare fue destinado un grupo conformado por 50 hombres bajo el mando de alias Alemán (no el hermano de Don Mario, sino otro personaje). Al Guaviare fue enviado Carepa o Carepita, quien es el encargado de controlar a otro grupo de 30 hombres. En Guamal (Meta) se estableció la ‘base’ desde la cual alias Toro y Vejen se encargan de las acciones de los Urabeños en ese departamento. Al frente del ‘manejo’ de Cartagena y Santa Marta quedó Alcides. En Córdoba están Hadison y Gavilán, este último sindicado como responsable de ordenar el asesinato de dos estudiantes de la Universidad de los Andes hace un año. Uno de los hombres más importantes para Don Mario es su primo segundo, con quien estuvo en 2004 en el bloque Centauros en el Meta, conocido como Belisario. Este último fue mencionado por el presidente Juan Manuel Santos hace dos semanas como uno de los responsables del paro armado que paralizó Santa Marta. Belisario y alias 07 serían los encargados de controlar las 10 a 15 lanchas rápidas, cargadas con dos toneladas de coca en promedio, que salen desde el golfo de Urabá hacia Panamá, Honduras y Costa Rica. Las rutas terrestres para transportar droga desde el oriente del país hacia el golfo son controladas por alias Boyaco, otro viejo lugarteniente de Don Mario. Al frente de su brazo militar se encuentran alias Mariposa y Nene, quienes se mueven entre las oficinas de cobro de los Urabeños en Bogotá y Medellín. En el Valle y el Eje Cafetero, el encargado del control y expansión en la zona es un hombre de escasos 25 años de edad conocido como ‘el hijo de la máquina’.
Esto es tan solo parte de lo que se sabe de la compleja estructura nacional con la que hoy cuentan los Urabeños, que integran un estimado de 2.000 hombres. Si bien los Úsuga y Mi Sangre son las cabezas visibles del grupo, las labores de inteligencia que diferentes agencias llevan a cabo desde hace más de un año contra Gomelo y Chocolate les permiten afirmar que Don Mario está igual o, incluso, más activo desde La Picota que cuando estaba prófugo en el monte.
Publicado en Semana.Sábado 21 Enero 2012