Fríos, distantes y sin entregar mayores explicaciones sobre por qué apelaron a uno de los crímenes más execrables de la confrontación armada se comportaron los exguerrilleros durante un nuevo Encuentro por la Verdad, promovido por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV). Las víctimas reclaman mayor sensibilidad.
“Oí con emoción el relato de mis hermanos de dolor. Los oí llorar, los vi llorar y he llorado con ellos. Y me cuesta trabajo no seguir llorando. Pero debo confesarles que me sorprende que nosotros de este lado del escenario estemos todos llorando y que del otro lado no haya habido una sola lágrima”, dijo, con la voz entrecortada, Ingrid Betancourt, excongresista y excandidata presidencial a quien las Farc secuestró en 2002 y mantuvo en cautiverio durante 76 meses.
La comparación de la exlíder política refleja lo distante que están las víctimas del secuestro y aquellos que fueron sus carceleros. En unos, el dolor aún se siente; y a los otros aún les cuesta superar la deshumanización que los llevó a tener en cautiverio miles de personas de las más disímiles características y por las razones más diversas.
A partir de una pequeña anécdota vivida en la selva, durante su plagio, Betancourt recordó que, en una ocasión intentó escaparse utilizando un machete. Pero, luego, cuando fue capturada de nuevo, el guerrillero dueño de esa herramienta le reclamó:
– ¡Ingrid!, yo había dejado ese machete ahí confiando en usted y usted me lo robó.
– Usted confió en mí, y ¿yo acaso puedo confiar en usted? El día en que a usted le den la orden de matarme, ¿usted que va hacer? ¿Yo podré confiar en usted o usted me va a matar? — le cuestionó Betancourt.
“El muchacho se fue con los ojos aguados y yo necesito ver los ojos aguados de ustedes”, expresó dirigiéndose a los exjefes de las Farc presentes en el Teatro Libre de Bogotá.
Durante la mañana del pasado miércoles, víctimas y victimarios se encontraron a instancias de la CEV para hablar de lo vivido en un acto de reconocimiento de responsabilidad sobre el secuestro, una de las acciones de las antiguas Farc más cuestionadas en su confrontación armada contra el Estado durante 53 años. (Leer más en: El secuestro económico estuvo en el ADN de las Farc)
Si hubo un mensaje contundente y desafiante para los exmiembros del antiguo grupo armado, fue el de Betancourt, quien por primera vez se encontraba cara a cara con los responsables de su sufrimiento, que no terminó con su liberación, sucedida el 2 de julio de 2008 tras la Operación Jaque realizada por las Fuerzas Militares.
Ella los confrontó uno a uno, cuestionándolos y pidiendo explicaciones más profundas de las que habían dicho en sus discursos.
“Abelardo Caicedo (‘Solís Almeida’), usted expresó su defensa del Acuerdo, y eso está bien, nosotros todos acá queremos que a la paz le vaya bien, pero yo hubiera querido oírlo a usted como comandante decirme si usted, en algún momento, secuestró a alguien, si usted dio la orden de que amarraran a alguien (…) Pedro Trujillo, usted dijo que teníamos que mirar atrás y que usted miraba atrás con orgullo su lucha por los pobres y con vergüenza las conductas que se habían tenido durante la guerra. Yo necesito que usted exprese qué siente con esa vergüenza. ¿Es una vergüenza social? Porque la sociedad colombiana le está reclamando por lo que hicieron la vergüenza del alma”, expresó la exsenadora.
Poco después se dirigió a ‘Carlos Antonio Lozada’, quien afirmó que las víctimas habían sido generosas. Aunque Betancourt confirmó la idea de ‘Lozada’ y dijo que las víctimas amaban a Colombia, también le expresó que ella no quería escucharlo hablar desde la política: “Este es un encuentro de corazones, este no es un encuentro político. Aquí estamos seres humanos, no está el Estado. Estamos los colombianos al desnudo, mirándonos en el drama que hemos compartido”.
Y también interpeló al exjefe guerrillero ‘Pastor Alape’: “Usted comenzó explicando quién era. Nos dijo que llevaba sólo el nombre de su madre y con eso ya pudimos adivinar que en su infancia sufrió de la ausencia de su padre. Después de todo lo que ha pasado, ¿puede usted sentir la ausencia que le causó a nuestros hijos, de madres y padres que les fueron arrebatados?”.
¿Y el perdón?
A los comentarios de Betancourt se sumaron los de otras víctimas, quienes reclamaron una actitud más sensible a los victimarios participantes en el encuentro. Uno de los que habló con dolor fue Armando Acuña, secuestrado el 29 de mayo de 2009 cuando se desempeñaba como concejal del municipio de Garzón, en el departamento de Huila: “Yo quiero realmente escuchar perdón, pero de corazón (…) Yo he perdonado para no seguir envenenando mi espíritu y no seguir generando odios ni rencores, para buscar, en medio de la reconciliación, la paz que merece este país”.
Luego de esas palabras, Acuña hizo un intercambio simbólico con ‘Lozada’. Le entregó un libro llamado Prohibido olvidar, que habla sobre la toma al Palacio de Justicia, y una revista, que fue todo lo que tuvo para leer durante los casi dos años de cautiverio.
En ese momento, el exconcejal pidió hacer todo lo “humano y casi que lo inhumano” por la paz de Colombia. “Ayuden. A mi me duele toda la gente, que se hayan ido para el monte otras personas a seguir la guerra, esto es una locura”, dijo con voz fuerte, pero a la vez quebrada por el dolor.
A cambio, ‘Lozada’ le dio el libro donde está contenido el Acuerdo de Paz, “como un gesto que representa el esfuerzo que hicimos quienes nos enfrentamos por más de 50 años a muerte para ponerle fin a esa confrontación (…) No dudamos, y ese es el mensaje que nosotros queremos transmitir al entregarles este libro, que aquí están las claves para la construcción de esa paz que, sin lugar a dudas, todos los colombianos deseamos”.
Sin embargo, el excombatiente no correspondió a la petición de Acuña, pues dijo que no quiere que el perdón sea algo “impostado” y señaló que los antiguos miembros de las Farc han pedido perdón muchas veces y “en innumerables espacios”. Y precisó: “Queremos que eso salga y brote del corazón, de lo profundo, en un momento en que nazca (…) por eso no lo hemos dicho aquí, porque este acto entendemos tenía otra connotación”.
Según la CEV, los encuentros tienen como objetivo, por una parte, abordar el reconocimiento de responsabilidades de hechos cometidos durante el conflicto y, por otra, dignificar a las víctimas.
“A los hombres y mujeres que dirigieron en la guerra la terrible operación del secuestro… ellos están aquí voluntariamente, ellos están aquí para reconocer ante sus propias víctimas, ante Colombia y ante el mundo su inmensa responsabilidad y su determinación de dignificar a aquellos a quienes vulneraron la intimidad y la vida”, aseveró, en ese sentido, el sacerdote Francisco de Roux, presidente de la Comisión.
Rodrigo Londoño, conocido en la guerra como ‘Timoleón Jiménez’ o ‘Timochenko’, en cambio, sí pidió perdón de forma directa: “A quienes nunca regresaron del secuestro, a quienes perdieron la vida en nuestras manos, a sus allegados agobiados durante años y años por su ausencia y desconcierto les suplicamos perdonarnos por la terrible afrenta ocasionada”.
Secuestros políticos
Durante la mayor parte del evento se escucharon declaraciones genéricas por parte de los exguerrilleros de las Farc sobre su responsabilidad y arrepentimiento, pero no se explicó a fondo el cómo o el por qué de hechos particulares.
Lo cierto es que se hizo referencia a los casos de Guillermo Gaviria, quien fue Gobernador de Antioquia (2001-2002), y Gilberto Echeverri, su Asesor de Paz y exministro de Defensa. Ambos fueron secuestrados por el Frente 34 de las Farc el 21 de abril de 2002, durante una marcha por la no violencia realizada en el municipio de Caicedo, Antioquia, y asesinados el 5 de mayo de 2003, durante un intento de rescate.
“Reconocemos que Guillermo Gaviria y Gilberto Echeverri son dos mártires de la paz. Es un crimen que fue producto de la incoherencia de la guerra, de la ceguera en la que caminamos cuando estamos en guerra (…) Le quitamos la vida a unos aliados estratégicos por la paz, por eso el peso de la vergüenza que llevamos sobre nuestros hombros no lo podremos borrar sino cuando este país respire un nuevo ambiente, que este país pueda avanzar hacia unas condiciones en que podamos mirarnos sin agredirnos de palabra porque pensemos diferente”, expresó ‘Alape’.
Betancourt también habló del caso y, de hecho, le dijo Alape: “Usted dijo que Gilberto Echeverri era un aliado para la paz, entonces ¿eso quiere decir que usted sabía que era su par?”.
“Cuando yo estaba en cautiverio oí por la radio que uno de los muchachos que había sobrevivido a la matanza de Urrao contaba cómo Gilberto Echeverri, mi amigo, se había arrodillado ante el comandante que él consideraba su amigo y le había suplicado de rodillas que no lo matara. Esa imagen me obsesionó durante años, tuve pesadillas”, confesó la excongresista.
“Llevamos 19 años de dolor, de un dolor que no sana y de una ausencia que es irremplazable”, leyó, por otra parte, Jorge, uno de los hijos de Echeverri, en una carta dada a conocer durante el encuentro. En ese escrito, la familia del político antioqueño contó su historia, de dónde venía y las lecciones que le dejó a los suyos.
“Nos enseñó que debemos ser justos, honestos, íntegros, transparentes y humanos. Recalcaba constantemente que debíamos ser excelentes hijos, hermanos y amigos. Repetía todo el tiempo que debíamos respetar los derechos de los demás y darles prioridad sobre los nuestros. Nos enseñó que cuando nos equivocáramos debíamos tener el valor de reconocerlo y, si esta equivocación perjudicaba a otras personas, debíamos hacer el máximo esfuerzo para enmendar el daño”.
En el escrito se resalta también que Echeverri ayudaba a todas las personas que le fuera posible, que se preocupaba por la educación en el país y por proteger el medio ambiente: “Soñaba con una Colombia en paz, donde hubiera espacio para todos. A él le dolía el país y su gente (…) Un hombre así no merecía morir asesinado”.
¿Qué justificaba el crimen? Es la pregunta que se hace no sólo la familia de Echeverri, sino probablemente la de miles de víctimas del conflicto armado marcadas de por vida por la ausencia de su ser querido. Y que aún no tiene respuesta por parte de los exjefes de las Farc.
Por todos los secuestrados
Gaviria y Echeverri murieron. Betancourt y Acuña regresaron vivos. Pero sobre otras personas todavía no se tiene información. “Queremos que en este escenario se sienta la presencia de los miles de secuestrados y desaparecidos en el secuestro. De los que regresaron a sus casas después de que se les arrancara parte de sus vidas, de los hombres y las mujeres que murieron en el secuestro, incluso de los que hoy en cualquier lugar de este territorio, por distintos grupos, siguen secuestrados. Ese dolor sin límite llena este escenario. Es un homenaje a cada uno de ellos”, dijo De Roux al inicio del encuentro.
La pareja de esposos Gerardo Angulo y Carmenza Castañeda fueron asesinados el 19 de abril de 2000 por guerrilleros del Frente 53 de las Farc cuatro meses después de ser secuestrados; sin embargo, sus cuerpos no han sido encontrados aún.
Helmuth, su hijo, admitió que, inicialmente, su objetivo era pagar el rescate para llevar a sus padres de regreso a casa, pero luego tuvo que dedicarse a buscar sus cuerpos: “La vida sigue, pero al margen siempre tienes una segunda vida pensando en qué pasó, qué va a pasar, qué vamos a hacer, cómo lo hacemos, cómo conseguimos recursos, quién nos va a ayudar”.
Helmuth recuerda que tuvo una conversación en relación a la búsqueda de sus progenitores con su hermano mayor, quien le dijo:
– Si no hay nada ahorita, ya, paramos y no hacemos nada más.
– Deme un año más. Si en un año no encontramos nada entonces ya paramos — respondió Helmuth.
“Pero yo estoy seguro que si en un año no encontramos nada, voy a seguir… es como una responsabilidad que tenemos con ellos”, confesó Helmuth haciendo una pausa para tomar aire, recomponerse y seguir hablando.
Su historia es sólo una de las muchas en las que familias enteras trabajan incansablemente por encontrar, vivos o muertos, a sus hijos, padres, hermanos, abuelos, primos, sobrinos y demás. (Leer más en: El drama de los desaparecidos en cautiverio bajo responsabilidad de las Farc)
Tragedia en cifras
Según datos del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), 39.058 personas fueron secuestradas por diferentes grupos armados entre 1970 y 2010. De ellas, 2.260 murieron asesinadas en cautiverio; 34 durante el rescate; 34 en cautiverio por razones no relacionadas con homicidio; y 129 perdieron la vida sin que se conozca la causa.
Por otra parte, 2.041 fueron liberadas sin pago; 15 recuperaron la libertad tras la condición de cumplir una exigencia diferente a pago; 54 salieron del cautiverio tras condición de pago; 17.043 liberadas luego de cancelar una suma de dinero;, 480 liberadas en intercambio humanitario; 5.670 fueron rescatadas; y 550 se fugaron. Por último, 299 casos están bajo estudio y en 10.449 no se tiene ningún tipo de información sobre el desenlace de sus secuestros.
Las cifras del CNMH también muestran que, del total de secuestros reportados, 247 ocurrieron entre 1970 y 1979; 2.006 entre 1980 y 1989; 14.355 entre 1990 y 1999; y 22.450 entre 2000 y 2010. Pero de todo ese periodo de tiempo, el más crítico se ubica entre 1996 y 2002, en el cual se presentaron el 52 por ciento de los secuestros.
“En dicha coyuntura, además de los secuestros masivos en las grandes ciudades y en aviones comerciales, se produjeron secuestros también masivos e indiscriminados de ciudadanos en las carreteras del país por medio de una desviación arbitraria del delito denominada ‘pesca milagrosa’”, explica el CNMH en su informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad.
La institución especificó que ese tipo de secuestros se llevaban a cabo mediante la instalación de retenes ilegales, donde los guerrilleros detenían a los civiles y verificaban su situación económica o, en ocasiones, buscaban sus nombres en listas que ya se tenían elaboradas.
La modalidad de ‘pesca milagrosa’ fue utilizada en 5.348 casos; los canjes en 51; las emboscadas en 184; y las tomas en 1.347. Asimismo, 25.809 hechos fueron dirigidos a una persona específica y sobre 6.319 no se reportó información.
Lucha por la memoria
En el Encuentro por la Verdad se conocieron casos como el de Guillermo Cortés, también conocido como ‘La Chiva’, un periodista, político y empresario que fue secuestrado a la edad de 74 años por las Farc y quien falleció en 2013.
“Esta reunión no significa que quienes fuimos víctimas podamos olvidar lo que nos pasó, es imposible olvidarlo, es más, no podemos olvidar. Estamos obligados como sociedad a recordar los horrores de una guerra que desangró a Colombia en los últimos 50 años. No podemos olvidar nosotros, los perjudicados, los directamente secuestrados, ni ustedes los miembros de las Farc, el nivel de degradación al que llegó el conflicto”, afirmó Carlos, hijo de Cortés.
Dijo también que esa degradación se dio por parte del Estado y la sociedad civil: “Ustedes periodistas, ustedes los asistentes a este acto, debemos preguntarnos ante el espejo qué hicimos para evitar la masacre y la desaparición de todo un partido político como la Unión Patriótica, qué hicimos cuando conocimos las pruebas sobre los ‘falsos positivos’, qué hicimos cuando las Farc arreciaban con los secuestros en Colombia y con los atentados a cientos de pueblos indefensos o qué hicimos cuando los paramilitares cometían toda clase de atrocidades en nombre de la protección de los ciudadanos”.
Rodolfo Restrepo, excombatiente conocido en las antiguas Farc como ‘Víctor Tirado’, coincidió con la perspectiva de Carlos sobre el olvido y aseguró que ha logrado entender el dolor de las víctimas, especialmente el de las de secuestro y desaparición, al pensar en cómo se sentiría si estuviese en el lugar de ellas.
“No es tanto pedir perdón, ni pedirles que olviden, porque eso no se olvida nunca, sino aprender a entendernos, a conocernos, a vernos como seres humanos y ver que entre todos tenemos una misión muy importante que es salvar el país, sacar el país adelante y hacer de Colombia una mejor patria para todos”, expresó.
Asimismo, Restrepo habló sobre la estigmatización que sufren los secuestrados a nivel social, político y económico. Sostuvo que encuentran dificultades para permanecer en los lugares de los cuales son originarios y que las personas pertenecientes a su círculo social se apartan por temor a sufrir la misma situación que ellos pasaron. “Si vuelve es que se alió con los que lo tuvieron secuestrado, si no vuelve es que está de parte del otro bando”. Ese es, según el excombatiente, uno de los señalamientos que se hace a las víctimas.
Justamente, Ángela Cordón narró durante el encuentro las dificultades económicas que tuvo que vivir su familia luego de la desaparición de su padre, Guillermo Cordón. Debían pagar ante la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DIAN) una declaración de renta a nombre de Cordón, quien era la persona que, además, generaba ingresos y sustentaba su hogar.
“Fue un proceso muy fuerte, de mucha sanación, porque sí nos generó un dolor frente a la ausencia de un Estado para nosotros como víctimas (…) La DIAN nunca dijo ‘uy sí tengamos una excepción, ellos fueron víctimas… él era el cabeza de hogar’, no, ‘paguen como sea’”, explicó, añadiendo que siente que en Huila, su departamento, ha sentido que la rechazan.
Cordón habló por última vez con sus seres queridos el 7 de marzo de 2003 para darles una buena noticia: había logrado que entonces guerrilleros de las Farc accedieran a hablar con él para negociar la liberación de su hermano Reynaldo, que había sido detenido por el grupo armado el 22 de enero del mismo año cuando transitaba entre los municipios San Vicente del Caguán, en Caquetá, y La Macarena, en Meta. Al final, ambos hermanos desaparecieron.
Retos de las instituciones para la paz
“Se desorganiza la vida”; “perdí la cabeza”; “no puedo proyectar metas y cuando lo hago, lo hago con miedo, con inseguridad”, fueron algunas de las palabras de las víctimas que citó Luz Marina Monzón, directora general de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) en su intervención.
“Me sensibilizo con ese dolor, pero no puedo imaginar cómo hacen para pararse todos los días a seguir buscando a sus seres queridos y tener tanta dignidad y tanta entereza para reclamar que haya respuestas. Gracias por hacerlo, porque eso contribuye a construir paz, contribuye a construir un Estado garante”, expresó Monzón.
La funcionaria también se dirigió a los excombatientes y los instó, a través de sus acciones, a contribuir a aliviar el dolor de las víctimas. De momento, han ofrecido datos a la UBPD sobre 55 casos de secuestrados que están desaparecidos.
Al respecto, el exguerrillero Jhon Leon explicó que, en este momento, se enfrentan algunas dificultades, como la pandemia de Covid-19 y las recientes protestas, para poder hacer trabajos de documentación, lo que incluye convocar a otros antiguos miembros de la extinta guerrilla que puedan tener información sobre desaparecidos.
Y algunas de las víctimas también dejaron ver el distanciamiento con las institucionalidad creada con el Acuerdo de Paz. Uno de ellos fue Helmuth, quien le hizo una dura crítica a la UBPD: “Hace de todo, menos buscar personas”. Y con respecto a la CEV dijo que le preocupa que la verdad sea sesgada, parcializada y “encaminada a buscar la justificación de la barbarie de las Farc echándole la culpa al otro bando”, aunque resaltó que la Comisión de Búsqueda conformada por exguerrilleros de las Farc le ha ayudado a buscar a sus padres.
La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) no se quedó por fuera de los cuestionamientos de Helmuth: “Nunca entendí, y nunca lo voy a entender, cómo en una sociedad con un Estado Social de Derecho tengamos que armar una jurisdicción especial para juzgar a unos delincuentes. Eso no me cabe en la cabeza”. (Leer más en: La dura realidad del secuestro retumba en la JEP)
Roberto Lacouture, agricultor y ganadero del departamento de Cesar, quien estuvo secuestrado por 87 días en 1989, expresó ideas similares a las de Helmuth y manifestó su desacuerdo con la forma en las que se desarrolló el Acuerdo de Paz, firmado el 24 de noviembre de 2016 en Bogotá, y reclamó, sin ambages, que quería que los responsables de la violencia fueran a la cárcel, como castigo, y no en el Congreso.
En contraste, Diana Daza, esposa de Lacouture, expuso una visión contraria y aseguró que había aprendido a ver a los exguerrilleros no solamente como victimarios, sino como seres humanos, aunque enfatizó que “no pueden dar marcha atrás, deben cumplir”.
Por su parte Patricia Lombard, embajadora de la Unión Europea en Colombia, también se unió a esa visión positiva y resaltó que la justicia transicional es innovadora: “Es una justicia esmerada en poner fin a un conflicto sin dejar de lado a las víctimas (…) es una apuesta valiosa y es una apuesta osada”.
La JEP priorizó a través del Caso 01 las privaciones graves a la libertad infringidas por los distintos bloques y frentes guerrilleros. Para avanzar en el juzgamiento de ese delito, emitió el Auto 019 mediante el cual busca determinar “los hechos y conductas atribuibles a los antiguos miembros del secretariado” de las Farc por la práctica del secuestro, de la que afirmó, “fue a gran escala”.
Se espera que los excombatientes de las Farc continúen trabajando en el esclarecimiento de hechos cometidos durante la guerra contra el Estado, tengan la suficiente sensibilidad para reconocer, pública y sin asomos de impostación, los graves daños que ocasionaron a sus víctimas y al país, y sean capaces de humanizarse, sólo así podrán contribuir a sanar las heridas.