Esta comunidad indígena se encontró cara a cara con sus antiguos victimarios de la extinta guerrilla de las Farc para hablar de la violencia del pasado y escucharon de sus bocas palabras de perdón por los daños ocasionados. Pusieron sobre la mesa temas como la desaparición y el reclutamiento forzado.

“Hablamos, tejemos y mambeamos para sanar”, expuso Pájaro Mochilero, miembro del clan Pacho Baju en su intervención ante comisionados de la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV), representantes de organismos internacionales, autoridades regionales y exmiembros de la antigua guerrilla de las Farc.

El mensaje de Pájaro Mochilero fue claro: Sanar a través de la verdad. Su afirmación no podría caer en un mejor escenario, el reconocimiento de responsabilidades de los exguerrilleros por los actos perpetrados contra esa comunidad asentada en los departamentos de Caquetá y Putumayo.

Luego de un ritual de armonización, y por más de tres horas, autoridades de diferentes clanes pertenecientes a la comunidad Coreguaje y firmantes del Acuerdo de Paz tuvieron la oportunidad de hablar y hacer un ejercicio de perdón. En el encuentro, realizado el pasado martes en Florencia, la capital caqueteña, quedaron claras las razones de por qué la guerrilla atentó contra este pueblo indígena, vulnerando su vida cotidiana, su cultura y sus prácticas ancestrales.

La vocería de las antiguas Farc la llevó José Benito Cabrera, conocido en las filas guerrilleras como ‘Fabián Ramírez’, exintegrante del Bloque Sur. De acuerdo con su versión, la región donde se asentaban las distintas comunidades del pueblo Coreguaje era clave para los insurgentes: “Era una ruta fluvial estratégica (entre Caquetá y Putumayo) que nos permitía realizar a mayor cabalidad los planes de trabajo”.

Contra la ancestralidad

Al comienzo del encuentro de reconocimiento de responsabilidades, los Coreguaje hicieron un ritual de armonización. Foto: cortesía María Paula Betancourt

Desde tiempos inmemoriales, el pueblo Coreguaje, conocido antiguamente como Guaje, Payagaxes, Guaques y Piojés, está asentado en mayor porcentaje en doce resguardos sobre una amplia región fluvial de los municipios caqueteños de Solano y Milán, bañada por los ríos Orteguaza y Caquetá; y, en menor porcentaje, hacen presencia en un resguardo en jurisdicción del el municipio de Puerto Leguízamo, en Putumayo.

La actividad económica de este pueblo indígena recae en la agricultura y la pesca, así como en la elaboración de artesanías, que también es la manera de construir memoria, unión y un sentir de comunidad dentro del pueblo. También son esenciales en su vida e identidad la medicina ancestral y el consumo con fines espirituales de ayahuasca, también conocida como yagé.

Su gobernanza recae en el cabildo, conformado por líderes y ancianos de la comunidad, y su autoridad más importante es el Cacique. Históricamente se heredaba ese cargo, pero según se explica en una caracterización del pueblo indígena realizada por la Procuraduría General de la Nación y la Red Colombia Verde, en la actualidad, actualmente es elegido de forma consensuada. Sus tareas son coordinar actividades comunitarias y representar a la comunidad ante las demás comunidades y entidades gubernamentales y no gubernamentales. 

Por efectos de la guerra, en la que las Farc tiene gran parte de responsabilidad, la Corte Constitucional, a través del Auto 004 de 2009, determinó que el pueblo Coreguaje estaba en riesgo de desaparición por cuenta del “desplazamiento, confinamiento, disminución progresiva de la población por conflicto armado, muertes selectivas, masacres, amenazas reiteradas a líderes y autoridades tradicionales. Altos índices de morbimortalidad, débil presencia institucional, afectación de la integridad étnica”.

Ese nivel de riesgo es la evidencia de la violencia que han padecido desde la época de la Colonización, con la explotación territorial y la imposición de la religión Católica, amenazando sus creencias, cultura y estructura sociopolítica, hasta los más de 65 hechos delictivos que los Coreguaje le atribuyen a la extinta guerrilla de las Farc.

Más allá de una masacre

Al encuentro convocado por la CEV asistieron representantes de varios clanes del pueblo Coreguaje de los departamentos de Caquetá y Putumayo. Foto: cortesía María Paula Betancourt

Si bien el acto de reconocimiento de responsabilidades se centró en la masacre cometida en el resguardo de San Luis el 25 de julio de 1997 por parte de guerrilleros del Frente 15 de las Farc, las autoridades indígenas pidieron que se hablara de todos sus padecimientos por cuenta de la guerra.

“Hemos resistido y protegido nuestra identidad y así asegurar la seguridad familiar y comunitaria en medio de un conflicto. Hemos resistido gracias a la práctica de la espiritualidad, la medicina tradicional, la economía propia y nuestra propia lengua”, expresaron voceros indígenas del clan Gente de Tierra Amarilla, a la vez que hicieron un llamado al Estado para que sean tenidos en cuenta y los protejan. Ninguno de ellos quiere volver a sufrir las vicisitudes del pasado.

Los Coreguaje padecieron la inclemencia de los distintos frentes que conformaron el Bloque Sur, del que hicieron parte por lo menos dos mil guerrilleros. Una de sus actividades económicas era el narcotráfico en toda su cadena de producción, razón por la cual el control sobre territorios indígena era de suma importancia para la financiación de la guerrilla.

En este ejercicio de perdón, se rememoró la masacre de 1997, cometida por 13 hombres armados del Frente 15 de las Farc, según la reconstrucción que hizo de este caso Fernando Cruz Artunduaga, coordinador de la CEV en Caquetá.

“Con lista en mano fueron llamando para luego masacrar a Dionisio Figueroa, cacique de la comunidad; Silvio Piranga, excacique y médico tradicional; Raimundo Figueroa y Leonardo Bolaños, coordinadores comunitarios; a los profesores, Edgar Camacho y Abraham Figueroa y al estudiante universitario, Carlos Arturo Valencia”, explicó Cruz Artunduaga.

Al referirse a esta incursión armada, ‘Fabián Ramírez’ dijo que ese hecho “obedeció a su participación en una emboscada sufrida por unidades de este frente (Frente 15) en la que iba el comandante conocido como el ‘Mocho César’, tras esta acción, como era regular en esta organización, reportó al comandante del Bloque Sur lo ocurrido. Actualmente, las investigaciones no nos han permitido establecer a ciencia cierta si esto era correcto”. 

La exguerrillera Anayibe Rojas Valderrama, conocida en las filas insurgentes como ‘Omaira Rojas’, reconoció que el 26 de noviembre de ese año, y como consecuencia de la masacre de los indígenas, se firmó “un convenio de respeto y convivencia con el pueblo Coreguaje y no lo respetaron. Con estos hechos afectaron a la población su cultura, su región, la comunidad y sus vivencias ancestrales”.

Y no se respetó porque admitieron en sus filas a jóvenes indígenas sin tener en cuenta a las autoridades del pueblo Coreguaje, así como a las comunidades. Como resultado de ello, varios de esos muchachos se encuentran desaparecidos, lo que es una tragedia para sus familias.

El sentir familiar y comunitario es uno de los ejes centrales de los Coreguaje, es por esto que, la representación de los firmantes del del Acuerdo de Paz por parte de las extintas Farc presentes en el encuentro, al reconocer y pedir perdón, hicieron especial énfasis en las viudas, los niños y los sentimientos de dolor. “Entendemos el dolor ahora que formamos familia”, comentó, al respecto, ‘Omaira Rojas’.

A ese reconocimiento del daño se sumó, a través de un video grabado, el que fuera el máximo jefe del Bloque Sur, el exguerrillero Milton de Jesús Toncel Redondo, conocido como ‘Joaquín Gómez’: “Es un daño irreparable en las familias. Se pierde esa armonía y es irreparable”. 

Las autoridades del pueblo Coreguaje también plantearon la necesidad de tomar acciones en el territorio para asegurar la paz y estabilidad de sus comunidades, y expusieron la importancia de la implementación de un plan de vida y participación política, que incluya la representación de la mujer, el fortalecimiento de procesos educativos comunitarios como una emisora, acompañamiento psicosocial y espiritual, y acceso a la educación superior para las víctimas y los adultos.

Edwin Fernando, del clan Gente del Maíz, reiteró que para el pueblo Coreguaje “es importante la participación en los planes institucionales, tener una curul de las que están destinadas a las víctimas”, haciendo referencia con esto último a las 16 circunscripciones especiales de paz pactadas en el Acuerdo de Paz y que le garantizarán las víctimas tener representación en el Congreso de la República. 

Los exintegrantes de las antiguas Farc reiteraron su compromiso con el Acuerdo de Paz y se comprometieron a trabajar de la mano con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) para que la comunidad tenga una reparación integral desde el conocimiento sobre lo ocurrido con las comunidades y en, especial, con los indígenas desaparecidos.

Este nuevo momento de reconocimiento de responsabilidades se convirtió en un espacio para el perdón del pueblo Coreguaje, pero también para expresar sus preocupaciones y propuestas para encontrar finalmente la paz. Aunque todavía falta un gran camino por recorrer, las entidades que participaron en este encuentro, así como las organizaciones internacionales, tendrán la responsabilidad de hacerle seguimiento a lo acordado allí y propender por su cumplimiento. 

Tal como lo hicieron las autoridades del pueblo Coreguaje, en este tipo de encuentros las víctimas del conflicto armado expresan la necesidad de visibilizar las dificultades que los aquejan, más allá de la agenda propuesta por la CEV. Y el perdón por parte de los excombatientes de las antiguas Farc ayuda a la reparación de las víctimas aunque, en ocasiones, los discursos parecen repetirse.

Foto de portada: aparecen Álvaro Piranga, del clan Pacho Baju del pueblo Coreguaje, y el exguerrillero Franklin González, firmante del Acuerdo de Paz. (Cortesía: María Paula Betancourt)