¿Fue realmente un grupo de empresarios quién llevó a los paramilitares al Valle del Cauca? El más reciente libro del Centro Nacional de Memoria Histórica cuenta cómo se fraguó la violencia contra los campesinos en esta zona del país.
Tras meses de investigación, numerosas entrevistas con líderes campesinos, consulta de archivos judiciales, revisión de informes de alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo y trabajo de campo, el Centro de Memoria Histórica publica esta semana el libro “Patrones” y campesinos: tierra, poder y violencia en el Valle del Cauca, que analiza la evolución del movimiento campesino de este departamento entre 1960 y 2012 y cómo “los distintos métodos de violencia y control social territorial” implementados por los grupos armados “estrangularon” a las organizaciones agrarias. “Se destruyeron las redes de relacionamiento social y político construidas entre organizaciones, así como los procesos productivos que venían impulsando”, señala el Centro de Memoria Histórica.
VerdadAbierta.com reseña los tres últimos capítulos del libro, que se centran en el conflicto armado y las afectaciones que diferentes grupos ilegales causaron entre 1999 y 2012. Descargue el libro completo aquí.
Narcos llevaron a los ‘paras’
La investigación cuenta en detalle cómo nació el Bloque Calima, que fue el grupo paramilitar que los hermanos Carlos y Vicente Castaño crearon en julio de 1999 cuando enviaron un grupo de 50 hombres desde Urabá a las montañas de Tuluá. Inicialmente ese grupo estuvo al mando del asesinado jefe paramilitar Antonio Londoño Jaramillo, alias ‘Rafa Putumayo’.
El 31 de julio asesinaron a sus primeras víctimas: Orlando Urrea y su hija Sandra Patricia, a quienes tildaron de ser supuestos auxiliadores de las Farc. A partir de ese momento, el naciente grupo se dio a conocer por las masacres e intimidaciones a la población civil, las cuales produjeron desplazamientos masivos en el centro de Valle del Cauca. (Lea: Así fueron las primeras masacres del Bloque Calima)
En diferentes versiones libres de los desmovilizados ante Justicia y Paz, se ha dicho que las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) llegaron a Valle del Cauca por petición de algunos empresarios que se cansaron de ser víctimas de las guerrillas, y que posteriormente contaron con el apoyo de narcotraficantes locales. Sin embargo, el Centro de Memoria Histórica presenta otra teoría, según la cual un sector de capos del Cartel del Norte del Valle llevó a los paramilitares al Valle para contener la expansión de la guerrilla, e incluso para sus intereses personales. Para esa época, dicho cartel controlaba la parte norte del departamento y algunos municipios del Eje Cafetero, pero no tenía presencia armada en otras regiones.
“El arribo paramilitar se dio como una forma de contener el avance de la guerrilla en la zona centro, en la que precisamente se estaba dando una lucha entre distintas facciones de grupos narcotraficantes tras la caída del Cartel de Cali, recomponiéndose el poder en virtud de la muerte de los capos Helmer Herrera y Orlando Henao. Es como si un sector de los narcotraficantes hubiera buscado aliados externos, en aras de concentrar sus esfuerzos no en la lucha contra la guerrilla, sino en la resolución de las pugnas internas”, plantea en la investigación.
Para mediados del año 2000 se da un cambio en la jefatura del Bloque Calima porque supuestamente las tropas estaban más al servicio del narcotráfico que de la lucha contrainsurgente. Por esa razón los Castaño le concedieron el mando a Éver Veloza García, alias ‘HH’, quien al poco tiempo hizo una reunión en la finca del narcotraficante Arcángel Henao, a la que asistieron diferentes jefes paramilitares, capos y empresarios locales, para financiar la expansión del grupo paramilitar. (Lea: La llegada de las Auc al Valle y Cauca, según varios desmovilizados)
Memoria Histórica consigna que “con este apoyo, en el año 2000 la acción paramilitar se extendió hacia el sur y el norte del departamento, ampliándose a la vez, el número de hombres que conformaban el Bloque Calima, el cual pasó de aproximadamente 70 efectivos a cerca de 200 combatientes”. Esa fue la semilla de la primera expansión del Bloque Calima, que salió de las montañas de Tuluá y sus alrededores, para instalarse en Buenaventura y el vecino departamento de Cauca. (Lea: La maquinaria de guerra del Bloque Calima).
Como era de esperarse, con el crecimiento de la estructura paramilitar, aumentaron los ataques contra los campesinos y la población civil, quienes eran señalados de ser afines a la subversión y los líderes sociales fueron perseguidos por considerarlos el brazo político de la insurgencia. Memoria Histórica identificó que producto de la expansión del Bloque Calima se dieron fuertes afectaciones contra la población civil en tres zonas del departamento. La primera fue la zona de la cordillera Central constituida por los municipios de Buga, San Pedro, Tuluá, Andalucía y Bugalagrande; la segunda fue la región compuesta por Buenaventura y El Darién; y por último, la zona sur, especialmente los municipios de Pradera, Florida y Jamundí.
En esas tres regiones el grupo paramilitar se enfrentó a las guerrillas con el propósito de expulsarlas del territorio, pero también con la intención de controlar diferentes puntos de la cadena de producción de drogas ilícitas. “Esta circunstancia se expresó en un escalada de las infracciones al DIH (masacres, amenazas, y desplazamientos), afectando principalmente liderazgos comunitarios de organizaciones campesinas y de Juntas de Acción Comunal”.
El Bloque Calima se desmovilizó el 18 de diciembre de 2004, al acogerse al proceso de justicia transicional que las Auc y el Gobierno del expresidente Álvaro Uribe negociaron en Santa Fe Ralito.
De los ‘paras’, a Los Machos y Los Rastrojos
Con la desaparición del Bloque Calima, los campesinos y la sociedad en general esperaban que se diera una reducción del conflicto armado. Sin embargo, al poco tiempo, los índices de violencia repuntaron. Una nueva disputa violenta se dio en Valle del Cauca por los “vacíos de poder” que surgieron tras la desmovilización de los paramilitares, e inició una lucha por el control de Buenaventura y el norte del departamento, encabezada por Diego Montoya, alias ‘Don Diego’, y Wilber Varela, alias ‘Jabón’, antiguos capos del Cartel del Norte del Valle.
Sobre estos ejércitos privados al servicio del narcotráfico, el informe destaca que inicialmente sus jefes buscaron “politizarlos” para hacerle el quite a la justicia y entrar a Justicia y Paz. “Por un lado, Los Machos, brazo armado de ‘Don Diego’, fue rebautizado como Autodefensas Campesinas del Valle, y Los Rastrojos, ejército de Wilber Varela, fue denominó Rondas Campesinas Populares”, indica.
Sin embargo, su jugada no cuajó y continuaron con sus intereses de copar los territorios que controló el Bloque Calima y dominar nuevos negocios legales e ilegales. Memoria Histórica cita un informe de la Defensoría del Pueblo de 2005, en el que señala que: “De esta forma, se dieron a conocer las estructuras de Los Rastrojos y Los Machos, fortalecidas con algunos excombatientes de los paramilitares, empezando a ejecutar acciones violentas en las cabeceras municipales, en las zonas planas y el piedemonte de las cordilleras”. Algunas de ellas son las masacres de Cañadonga, Cañabrava y en el Centro Comercial el Diamante.
Producto del enfrentamiento entre esos dos grupos ilegales, las Farc desplegaron sus tropas hacia la zona media de las cordilleras para recuperar el territorio que perdieron a manos de los paramilitares. El principal objetivo fue recuperar el corredor entre Valle del Cacua, Tolima y Cauca, por medio del páramo San José de Las Hermosas. Lo mismo sucedió en el centro y el Pacífico del departamento.
Tanto Los Machos como Los Rastrojos reclutaron desmovilizados del Bloque Calima y exguerrilleros para aumentar su poder ofensivo. Pero la balanza de esta guerra se inclinó a favor de Los Rastrojos a raíz de las capturas de ‘Don Diego’ y Jorge Iván Urdinola, alias ‘La Iguana’, principales cabezas de Los Machos. Acto seguido, Los Rastrojos “fueron copando a sangre y fuego los territorios y las rutas antes controladas por Los Machos”.
Memoria Histórica destaca que tras la desmovilización de los paramilitares y el surgimiento de nuevos grupos armados, “el ejercicio de la violencia no puede ser atribuido a un bando específico, pues luego de los innumerables relevos en las cabezas se ha dado una recomposición incesante de las estructuras de mando, atomizándose cada vez más y llevando las disputas cada vez más al nivel local”.
Esta es una situación que dificulta el acceso de las víctimas a los procesos de justicia y reparación. Al respecto, uno de los campesinos consultados para la elaboración de la investigación, consideran que están “viviendo la misma época del 99 -2000, lo que pasa es que ya no se llaman Bloque Calima, pero actúan de la misma manera. Están desplazando, desapareciendo. Y si ven quiénes son los comandantes, todos vienen desde la cárcel. Le siguen exigiendo a la comunidad comida, y la vaina y dicen: “es que nos tienen que dar”. Montan retenes tranquilos y nadie dice nada”.
El destierro
A pesar de las largas décadas de violencia y de la variedad de victimarios, en el departamento de Valle del Cauca se han denunciado más casos de abandono forzado, que de despojo de tierras, a diferencia de otras regiones del país en donde el conflicto armado ha sido crudo y prolongado. De acuerdo con registros de la Unidad de Restitución de Tierras con corte a junio de 2013, el 85 por ciento de las reclamaciones (1.946) corresponden a predios que fueron abandonados; el 11,44 por ciento (261) a predios declarados como despojados, y el 3,2 por ciento (74) a predios que fueron abandonados y posteriormente despojados.
Sobre esta situación, Memoria Histórica considera tres posibles explicaciones. La primera es que la consolidación de clanes narcotraficantes en diferentes regiones del departamento “impidió que se generara un proceso sistemático de despojo violento por parte de los paramilitares, como el sucedido en algunos departamentos de la costa Caribe”.
La segunda contempla que en las zonas de disputa con guerrillas, “al ganar el dominio uno de los actores, la población potencialmente era sometida, permitiéndose el retorno en tanto asumiera la autoridad y el orden social del actor dominante”. Y la última, que para sus actividades, los grupos armados necesitaban zonas abandonadas, “en tanto las dinámicas económicas ilegales y/o militares lo demandaran”.
A junio 12 de 2014, habían sido proferidos por los juzgados especializados de tierras 92 fallos de restitución, favoreciendo a 102 familias. Para la misma fecha, en los juzgados de restitución se encontraban radicados 368 procesos, de un total de 2.099 solicitudes
La mayor causa del abandono forzado se encuentra en la dura incursión de las Auc al departamento que generó desplazamientos forzados de manera masiva. “La entrada paramilitar en el departamento del Valle del Cauca no sólo significó el ejercicio de violencia en contra de la población y la desarticulación de los distintos procesos organizativos, sino también la expulsión de población de las zonas rurales que tenían una importancia militar, económica y política dentro del ámbito regional. En concreto, muchos campesinos de las partes medias y altas de las vertientes cordilleranas y de centros urbanos fueron obligados a dejar todo de lado”, concluye el informe.
Por otro lado, la consolidación del narcotráfico también motivó la adquisición masiva de predios para el lavado de activos y el testaferrato. Este fue un golpe igual o más duro para los campesinos que la violencia ejercida por los grupos armados, porque los capos empezaron a comprar grandes fincas cafeteras de las que subsistían cientos de familias, y las convirtieron en potreros para criar ganado. Con esto seacabó la fuente de trabajo y mucha gente migró a otras regiones en busca de sustento.
“Patrones” y campesinos: tierra, poder y violencia en el Valle del Cauca, es publicado en un momento crucial para el país, que está buscando una salida negociada al conflicto armado. La investigación da luces para que los negociadores del Gobierno Nacional y las Farc no vayan a cometer graves errores del reciente proceso de desmovilización de las Auc y generen nuevos ciclos de violencia.
El libro deja dos lecciones que deben ser aprendidas por los negociadores que están en Cuba. La primera es crear las condiciones necesarias para evitar que los futuros excombatientes no vuelvan a delinquir y no engrosen las filas de los grupos narcotraficantes o bandas criminales que están regados a lo largo y ancho del país. La segunda consiste en evitar que se generen “vacíos de poder”, como sucedió tras la desmovilización del Bloque Calima, los cuales fueron copados a sangre y fuego por terceros. Y para ello, es vital que el Gobierno logre una desmovilización casi simultánea con la guerrilla del Eln, y de ser posible, por qué no, someter a la justicia a las Bacrim.
Haga clic en la imagen para ver las estadísticas y los mapas de esta investigación
* Las cifras y los mapas de esta infografía interactiva fueron tomados del libro “Patrones” y campesinos: tierra, poder y violencia en el Valle del Cauca, del Grupo Nacional de Memoria Histórica.
Descargue el informe directamente desde la página web de Memoria Histórica haciendo clic aquí.