El sacerdote jesuita falleció ayer en una clínica de Bogotá, a los 72 años, luego de dedicarle más de 50 años a la defensa de los derechos humanos y al trabajo social con las comunidades más vulnerables.
Justo el día de la firma del Acuerdo Final entre el gobierno nacional y la guerrilla de las Farc murió el sacerdote Jesuita Gabriel Izquierdo. Este lunes era uno de los momentos más esperados del prelado. El cese definitivo a la guerra con la guerrilla más vieja del continente estaba guardado como uno de los días más importantes de su carrera como defensor de los derechos humanos. A juicio de sus conocidos, pese a no estar presente, el Acuerdo lleva el sentir de las comunidades más azotadas por la guerra, entre ellas Cauca y el Atlántico, con las cuales trabajó por años.
En el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), el Fondo de Solidaridad con los Jueces Colombianos (FASOL) y la Compañía de Jesús en Colombia, entidades a las que dedicó la mayor parte de su vida y algunas organizaciones defensoras de derechos humanos, están de luto.
Son pocas las palabras con las que quieren calificar la pérdida del padre Izquierdo, algunos han preferido no pasar al teléfono y otros limitarse a decir que era un humanista y trabajador de los derechos humanos de la niñez y las comunidades más vulnerables.
El Jesuita es recordado en todo el país por haber participado en varias comisiones humanitarias en la búsqueda de la libertad de soldados y policías que las Farc mantenían en cautiverio; ser asesor de Naciones Unidas en la dirección de Derechos Humanos, Desplazados y Sociedad Civil; y por trabajar como profesor de la Facultad de Teología y coordinador de Programas de Paz de la Pontificia Universidad Javeriana.
Entre la academia y la labor social
En 1964, tras terminar sus estudios de secundaria en la Escuela Apostólica de San Pedro Claver, en Zipaquirá, Cundinamarca, entró a estudiar Filosofía y Teología a la Pontificia Universidad Javeriana, donde años más adelante se graduó como magister de estas dos disciplinas.
Paralelo a su vida académica, Izquierdo se dedicó a enseñar a los niños sus conocimientos en Biología, Teología y Filosofía en el colegio San Bartolomé deBogotá. Para 1972, junto con un grupo de amigos, fundó el Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep)
En 1973, en desarrollo de su labor social con las comunidades viajó a Buenaventura y a Cauca a estudiar cómo vivían las comunidades campesinas, su desarrollo social y económico y el impacto generado por la ausencia del Estado y el conflicto armado que ambas regiones padecían.
De Jesuita siguió sus estudios en Estados Unidos, donde obtuvo un máster en Ciencias Sociales y un doctorado en Antropología de la Universidad de Chicago. A su regreso escribió ampliamente sobre Religión Popular, Metodología de Desarrollo Rural Regional, Paz y Participación Popular, como reseña la Compañía de Jesús en Colombia.
En 1979 se dedicó a la investigación social dentro del Cinep, donde publicó los textos “Profetas en la tierra y Capitalismo y Religión” y “Participación Popular”, años más adelante, entre 1994 y 1998, fue el director general del Centro de Estudios, donde afrontó la arremetida del paramilitarismo de las Autodefensas Unidas de Colombia.
En entrevista para El Espectador, el padre aseguró que vio morir alrededor de 32 amigos, entre ellos Mario Calderón y Elsa Alvarado, dos investigadores del Cinep asesinados a manos de los paramilitares por órdenes de Carlos Castaño el 19 de mayo de 1997.
Mario Calderón y Elsa Alvarado, investigadores del Cinep
“Yo no puedo dejar de llorarlos. Sobre todo cuando pienso que lo único que estaban haciendo era un bien. Perder a un amigo es de las peores cosas que me han pasado en la vida. Yo no sólo perdí a Mario en esta lucha: a mí me han matado 34 amigos. Es tan doloroso como absurdo. Por eso me causa tanto dolor pensar en los colombianos que quieren que nos sigamos matando”, afirmó en ese entonces el padre Izquierdo.
El Cinep estuvo entre las 120 organizaciones defensoras de derechos humanos, junto con el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo y la Comisión Colombiana de Juristas, entre las perseguidas por el extinto DAS por haber denunciado y hacerle seguimiento a los falsos positivos de la política de Seguridad Democrática del gobierno de Álvaro Uribe.
Izquierdo, junto con el también jesuita Javier Giraldo denunciaron por años la persecución que vivieron y responsabilizaron al Estado de cualquier atropello que pudieran tener los investigadores del Cinep y el conjunto de organizaciones defensoras de derechos humanos.
Sus últimos años
Las últimas actividades del sacerdote Jesuita se centraron en la restauración de la Iglesia San Ignacio en Bogotá, donde siendo director de la “Manzana Jesuítica” (conformada por la iglesia de San Ignacio, el colegio San Bartolomé y el Museo de Arte Colonial) buscó recursos para la reparación del templo, viendo desde el 2012, con la renovación del centro de la ciudad, una oportunidad para enseñarle a la comunidad la importancia de la iglesia y su preservación.
Sumado a ello, era el presidente y representante legal del Fondo de Solidaridad con los Jueces colombianos (FASOL), donde lo recuerdan como un hombre incansable en la defensa de la justicia como el pilar fundamental de los derechos. “No solo se destacó en su labor de los derechos humanos, también fue un trabajador inagotable en contra de la violencia contra los funcionarios judiciales”, recuerda Carlos Ojeda, director ejecutivo de la entidad.
Recientemente se había vinculado a trabajar en un proyecto para prevenir la violencia contra los funcionarios judiciales, “ahora el trabajo buscaba realizarse para prevenir la violencia y no para buscar justicia luego de que se ha ejercido en nuestra contra. El padre trabajó activamente en el proyecto, como era costumbre con todo lo que hacía”, agregó Ojeda.
De igual manera, participó como invitado especial en homenajes a víctimas de atropellos contra los derechos humanos y siguió de cerca el avance de las investigaciones de los falsos positivos de las Madres de Soacha.
En región será recordado porque sus últimos años se dedicó a formar reporteros regionales capacitados en la defensa de los derechos humanos. Para sus amigos y cercanos la vida del padre Gabriel Izquierdo quedará en el recuerdo de los campesinos y comunidades indígenas violentadas por el conflicto armado, que hoy asisten a la firma del Acuerdo Final con la guerrilla de las Farc esperando justicia y reparación, dos de los pilares de lucha del padre jesuita.